"Fueron muchos años de maltratos y humillaciones, pero ya no más, hoy, voy a ser todo lo que yo quiera ser".
Viviana es una chica abandonada por su madre, y en quien su padre descarga todas sus frustraciones. Pero un ángel dará luz a su vida y le ayudará a cruzar las más densas tinieblas.
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Soyla
— ¿A esto le llamas lavado? Mira este pantalón, se puede parar solo. Y eso es porque no lo lavaste bien, eres una inútil, ni siquiera sabes lavar un miserable pantalón.
Así es mi vida, desde que tenia diez años. El fatídico día en que mi madre decidió irse de la casa, la verdad no la culpo por irse, creo que tardó demasiado en hacerlo. Lo único que no le puedo perdonar es que me haya abandonado, ella me dejó sola en medio de cinco hombres. Uno de ellos es mi papá, y los otros cuatro, mis hermanos.
Mi papá es alguien demasiado amargado y egoísta, y mis 3 hermanos mayores no son muy diferentes a él, excepto Vicente, mi hermano al que yo le sigo. El es más amable conmigo y el único que no me trata mal.
— Toma, guardalos, te los comes cuando nos vamos, y ya no llores, ya sabes cómo es ese señor, te prometo que en cuanto cumpla la mayoría de edad me voy de aquí, y te llevaré conmigo.
Esas son las promesas de mi hermano, él está decidido que en cuanto cumpla 18 se irá de la casa, y pues yo tengo viva esa esperanza.
Pero mientras tanto, tengo que soportar los constantes regaños y maltratos de mi familia. No importa lo que haga, nunca es suficiente para ellos. Siempre encuentran algo de qué quejarse, algo que criticar.
Y entre eso, también tengo que encargarme de las tareas de la casa. Cocinar, limpiar, lavar la ropa...todo eso recae en mí. Y aunque intento hacerlo lo mejor posible, siempre hay algo mal, siempre hay algo que no hice bien.
Pero a pesar de todo, sigo adelante, con la esperanza de que algún día las cosas mejoren. Y mientras tanto, cuento los días para que Vicente cumpla 18 años y pueda cumplir su promesa de llevarme lejos de aquí. Porque sé que no puedo seguir así para siempre, necesito escapar de esta vida de abusos y sufrimiento.
Vicente tiene 17 años, y yo tengo 15, ambos hemos tenido una vida muy difícil en esta casa, porque él no es la excepción. Nuestro padre y hermanos lo golpean y lo culpan por todo lo malo que sucede en el taller, porque se me olvidaba decir que mi padre tiene un gran taller de mecánica automotriz, le va bien en el negocio, pues mis otros hermanos le ayudan y eso les da para vivir solventadamente.
Y digo que les da, porque aunque yo esté en esta familia y sea la única mujer aquí, a mí no me beneficia en nada, trabajo muy duro en esta casa y solo me gano la comida, y muy de vez en cuando algo de ropa que me compran. A la escuela voy porque al final, ese es un derecho y si me lo vulneran podrían tener problemas legales, pues eso les dijo la directora de la institución a la que voy, y únicamente por eso, me dejan estudiar. Eso sí, antes de irme, tengo que dejar todo listo, su comida y ropa, hasta la casa debo dejar limpia.
En caso de que me quedé dormida y no me levanté temprano a dejar los quehaceres listos, no puedo ir a la escuela, pues para el señor que tengo por padre, es más prioritario que sea la chacha de esta casa, a que me eduque. Vicente también va a la escuela, pero nocturna, él tiene que trabajar durante el día hombro a hombro con los demás, y le pagan una miseria.
Miseria que nos sirve a ambos, pues mi hermano es quien me solventa los gastos del estudio, él compra mis libros y lápices, también me colabora con dinero para recreo y algunas actividades. Y lo más penoso, es quien me da para comprar todas esas cosas que las mujeres necesitamos. La primera vez que me llegó el periodo fue a mis once años, mamá tenía un año de haberse marchado y jamás me habló de ello, me asusté muchísimo y no sabía con quién hablar.
Estaba en casa muy asustada, todos allí son hombres y aparte de lo vergonzoso de la situación, no quería que todos me hicieran sentir peor de lo que ya estaba. Fue Vicente quien me busco para despedirse, él ya se iba junto con los demás, y noto mi cara de preocupación, entonces se lo dije en confianza, y él al rato regreso llevándome aquellas toallas higiénicas que debía usar, mi hermano leyó las instrucciones y antes de regresar al trabajo me indico cómo debía ajustarlas en el panti. Sí, fue vergonzoso, pero mi hermano es tan distinto a los otros, que no sé que sería de mí sin él.
Desde ese momento nos volvimos íntimos, nos contamos todo y nos cuidamos mutuamente, él tiene claro lo que hará una vez obtenga su mayoría de edad, pero yo no sé si al final logrará sacarme de aquí junto a él, espero que sí, porque siento que ya no lo puedo tolerar más.
— Viviana, recuerda que el viaje al cerro es la próxima semana, y tú debes pagar la cuota si deseas asistir, te recuerdo que es muy importante que lo hagas, pues allí aprenderás muchas cosas nuevas que te van a servir en un futuro.
— Lo sé maestra, deseo muchísimo ir al viaje, pero es que no creo que pueda, ya le dije que tengo mucho que hacer en mi casa, y por esa razón dudo que mi papá me dé permiso y menos la plata para ello.
— Si quieres voy a hablar con tu padre, le explicó la situación y así tal vez lo convenzo.
Mala idea, mi maestra ignoraba lo terco y poco comprensivo que era mi padre, de manera que le dije que no, luego me marché muy frustrada a esa casa, la cual sentía como una prisión, como una condena era vivir allí.
— ¡Llegas tarde y todos aquí tenemos hambre!
Ese es el saludo que recibí todos los días, reproches, críticas y a ratos hasta cinturonazos de mi padre. Que linda vida la que me tocó. Debería llamarme soyla, pues soy la que lava, soy la que cocina, soy, la que barre y trapea, etc.
— ¿Qué te pasa hoy? ¿Por qué estás tan callada y triste? —me preguntó Vicente asomándose a mi cuarto.
— Nada, solo que no aguanto más esta situación. Quiero irme de aquí, quiero escapar y tener una vida mejor, pero no sé cómo hacerlo, no tengo a dónde ir.
— No te preocupes Vivi, yo te voy a sacar de aquí, te lo prometo. Cuando cumpla los 18 años, nos iremos juntos, encontraré un trabajo mejor y te llevaré conmigo. No tienes que seguir sufriendo más, yo voy a cuidarte y protegerte.
— ¿De verdad lo harás Vicente? ¿Crees que sea posible?
— Claro que sí, juntos podemos lograrlo. Tú y yo somos más fuertes que cualquier circunstancia, y juntos saldremos adelante. No estás sola Vivi, estoy aquí para ti siempre.
Y así, con las palabras reconfortantes y esperanzadoras de mi hermano, encontré un rayo de esperanza en medio de la oscuridad que era mi vida. Sabía que no sería fácil, pero con Vicente a mi lado, todo sería posible. Juntos, enfrentaremos lo que venga y nos liberaremos de esta casa que nos aprisiona. Por fin, sentí que había algo por lo que valía la pena luchar.