Luz O Oscuridad

27/01/2019

Mientras la observaba comer, algo en su expresión me llamó la atención. Elizabeth, que siempre parecía tan imponente y decidida, de repente se transformaba ante mis ojos en alguien vulnerable, como una pequeña que finge ser fuerte. Cada gesto, cada mirada, tenía algo diferente, algo que no podía descifrar del todo. Cuando estaba conmigo, se comportaba de manera tierna, atrevida, incluso un poco siniestra. Como si, en mi presencia, dejara caer una máscara que ni ella misma parecía comprender completamente. En el fondo, sabía que Elizabeth ocultaba algo, algo que no podía compartir conmigo aún. Pero esa incertidumbre, ese misterio, me atraía de una manera que no sabía si debía temer."

Cuando terminamos de desayunar, me ocupé de lavar los trastes, pero algo en el aire me incomodaba. Elizabeth, que hace unos momentos estaba alegre, ahora se encontraba sentada en el sofá con una expresión pensativa, como si algo la preocupara. La diferencia en su actitud me resultó desconcertante. No podía quedarme con la duda, así que, cuando terminé de lavar, me armé de valor y me acerqué a ella. Al llegar a su lado, me arrodillé frente a ella para poder observar su rostro más de cerca. Había algo en sus ojos que no podía identificar, algo que me decía que estaba a punto de decirme algo importante, pero aún no lo sabía."

Losert: (La miro fijamente, llamándola por su nombre)

— Elizabeth...

Elizabeth: (Ella apenas reacciona)

— ¿Qué?

Losert: (La toco suavemente en el hombro, mi voz baja y calmada)

— Hey, Elizabeth...

Elizabeth: (Reacciona, notando de repente lo cerca que estoy de ella)

— ¿Qué estás haciendo? (Se aparta un poco, confundida)

Losert: (Me levanto lentamente y me siento a su lado, mi tono se vuelve serio)

— ¿Qué te sucede?

Elizabeth: (Me mira, evitando mis ojos)

— Nada... (Aparta la mirada rápidamente)

Losert: (Le hablo con firmeza, mirándola a los ojos)

— Mírame. Dime qué está pasando.

Elizabeth: (Se niega por un momento, pero luego suspira y me mira, con una lágrima comenzando a asomarse)

— No tengo... (Se detiene, incapaz de continuar, y empieza a llorar suavemente)

Losert: (Confundido y un poco nervioso, no sé qué hacer)

— ¿Hice algo que te molestó?

Elizabeth: (Ríe entre lágrimas, tratando de contenerse)

— No, tranquilo... es solo que tus ojos... me recuerdan a mi madre.

Losert: (Trato de calmarla, mi tono se suaviza)

— Puedes contarme lo que quieras, estoy aquí para escucharte.

Elizabeth: (Surprendida por mi sinceridad, se seca las lágrimas con la mano)

— Supongo que ya no puedo ocultarlo... (Mira al techo, pensativa) Extraño poder ser yo misma.

Losert: (Lo miro, con una leve comprensión)

— ¿Te refieres a ser como cuando eras humana?

Elizabeth: (Suspira, su rostro se entristece)

— Sí... papá me enseñó a ser vampiro durante dos años.

Losert: (Recuerdo lo que me había contado antes, asintiendo levemente)

— Lo mencionaste antes.

Elizabeth: (Su voz se vuelve más baja y vulnerable)

— No puedo seguir fingiendo ser la chica perfecta... la chica sociable, alegre... (Mira al suelo, casi avergonzada)

Losert: (Confundido, trato de entender)

— Pensé que esa era tu verdadera personalidad...

Elizabeth: (La mirada de Elizabeth se endurece por un momento, y me mira directamente a los ojos)

— Es una farsa. Es lo que debo hacer para que no sospechen que soy una vampira. Mientras más responsable y sociable, mejor. (Suspira profundamente) Pero contigo... contigo he descubierto una faceta de mí que ni yo conocía. Con tú, puedo ser como realmente soy.

Losert: (Mis pensamientos se vuelven más claros, entiendo lo que está pasando)

— Ahora entiendo por qué tu personalidad cambia tanto en la escuela... (Lo pienso para mí mismo) Quiero ayudarla. (La miro a los ojos y sin pensarlo más, le digo)

— Pues ven cuando quieras. No solo los sábados o domingos... puedes venir siempre que te canses del "papel perfecto".

Elizabeth: (Sus ojos se iluminan, una sonrisa de alivio y gratitud aparece en su rostro)

— ¿Hablas en serio, Losert?

Losert: (Sonrío ligeramente, sintiendo una conexión más profunda con ella)

— Claro que sí. Soy tu amigo... y tu familiar. Quiero ayudarte, de verdad.

Elizabeth tardó un momento en recomponerse, pero poco a poco su semblante cambió, y nos encontramos hablando de cosas más ligeras el resto del domingo. Era curioso cómo, a pesar de lo tensa que había sido nuestra conversación inicial, la tarde transcurrió con una tranquilidad inesperada. Hablamos hasta que el reloj marcó las ocho de la noche.

Fue entonces cuando Elizabeth, con una leve sonrisa y un brillo en sus ojos que no había visto antes, me dijo:

— Pronto te contaré más sobre mí... pero por ahora, gracias. Gracias por escucharme.

Su voz tenía un tono cálido, casi vulnerable, y algo en mí supo que este era solo el comienzo de lo que tenía que compartir. Mientras la veía marcharse, no podía evitar pensar en lo mucho que deseaba entenderla, incluso si eso significaba enfrentar las sombras que la rodeaban

Elizabeth: (Se levantó del sofá, estirándose ligeramente)

— Tengo que irme. Mañana hay clases.

Losert: (La tristeza se reflejaba en mi voz, aunque traté de ocultarlo)

— Sí, lo sé... Te acompaño a tu casa.

Elizabeth: (Me miró con una mezcla de picardía y burla)

— ¿Olvidas que soy una vampiresa?

Losert: (En mis pensamientos)

— Ya se encuentra mejor... Esa faceta juguetona suya me asusta, pero no puedo evitar que me guste.

Elizabeth: (Acercándose un poco, con una sonrisa traviesa, me susurró)

— Pero, si quieres pasar un poco más de tiempo conmigo, no me importaría que me acompañaras... (Se apartó despacio y me guiñó un ojo, dejándome sin palabras por un segundo)

Losert: (Sonreí, dejando escapar una ligera risa mientras me levantaba del sofá)

— Está bien, Elizabeth. Vamos.

Salimos de mi casa y caminamos por las calles oscuras y silenciosas. Había algo siniestro en la forma en que la noche parecía envolvernos, pero esa sensación de incomodidad se desvanecía cuando estaba junto a Elizabeth. Quizá porque, en la oscuridad, ella era la criatura más temida, o al menos, eso pensaba.

Mientras avanzábamos, nuestras pisadas resonaban suavemente en el pavimento, hasta que llegamos al parque Estrella, el mismo lugar donde nos habíamos encontrado por segunda vez. Estaba casi vacío, con las sombras de los árboles alargándose como figuras amenazantes.

De repente, una voz nos detuvo en seco.

CONTINUARA...