Un rey lucha por permanecer en el trono dorado, mientras a su alrededor se libra una batalla por quien deberia ser el verdadero rey.
En la edad media se cree mucho en criaturas fantásticas y mitos de elfos, brujas e incluso dragones, pero aqui lo haremos realidad.
NovelToon tiene autorización de Luisa Galli para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Enojo
NARRADOR
Adaria había juntado agua directo del pozo con sus propias manos, algo que no hacía habitualmente, pero que sabía hacer. En el castillo dorado se la pasa detrás de los sirvientes o escapándose al pueblo, paseando casa por casa, visitando y aprendiendo cosas nuevas.
Para su madre escalaría una montaña si ella lo necesitara. Adaria tomó la jarra de metal con fuerza, temiendo que se cayera y caminó de regreso al castillo, pero antes de llegar a la entrada, Maximus salió dando pocos pasos, ya estaba frente a ella.
Teniendo que estirar su cuello hacia arriba, el muchacho era tan alto que de seguro le dolerá el cuello pronto.
—¿Quién te crees que eres para insultar a mi madre?— Adaria podía sentir cómo la ira de Maximus crecía cada vez más. La joven, sin saber qué hacer, miró hacia todos lados con sus ojos, buscando laguna escusa para alejarse de él, pero no había nada ni nadie, estaban solos.
—Tu madre inició, yo solo lo terminé —la princesa, con el corazón que se escapaba de su pecho y sus manos sudorosas, habló en voz baja, calmada pero tensa
—Mi madre no ha hecho más que ser cortés y tratar de que se sientan cómodas tú y tu madre, pero tú no has hecho méritos para merecer tal gentileza solo te dedicas a hostigarla con tus sucias palabras y hacer que se sienta mal debes disculparte ahora— esa última palabra salió de entre los dientes apretados del joven
— Lo haré, cuando ella se disculpe con mi madre por lo que ha hecho— Maximus gruñó desde su pecho, haciendo que Adaria retroceda dos pasos. Cuando levantó su mirada para verlo a los ojos, el rey hizo su estrada, llamando la atención de ambos
— Adaria, hija mía, qué bueno verte, ponte tu armadura, irás conmigo a casar—. El rey George estaba emocionado y algo alegre
—Padre, me gustaría quedarme a cuidar a …—.
—Dile a Sara que se quede haciéndole compañía, hoy tú vienes conmigo a casar, pasaremos tiempo en familia — el rey no le permitió a Adaria hablar, al terminar se volteó para irse, pero la princesa habló inesperadamente
— ¿Esa es una orden, su majestad?—Las últimas palabras salieron con desprecio y enojo. El rey se detuvo mirando por encima de su hombro, dio su respuesta y continuó su caminata
—Sí—.
—Lo que ordené, mi rey—, el enojo y la tristeza se podían ver en el rostro de Adaria. Volteó de nuevo para enfrentar nuevamente a Maximus, pero este se había corrido hacia un costado.
—Si me disculpa Lord Black el rey me ordeno algo y no debo desobedecer con su permiso— el enojo era muy notorio por como hablaba apretando los dientes entro en la casa llevando la jarra a la habitación de su madre le sirvió agua y se la dio de beber se sentó al borde dela cama y tomó sus manos
ADARIA
—Padre, quiere que vaya a casar con él, Sara se quedará a cuidarte —. Mi madre no dijo nada, solo asintió, se veía muy cansada, se acostó a dormir mientras yo me iba a mi habitación.
— Sara, necesito que cuides de mi madre, no puedes permitir que Leidy Lilian entre en la habitación y la moleste ella necesita descansar— mientras Sara me ayudaba a quitarme mi vestido para colocarme uno que tenía mangas largas en campana y una falta que se abría en medio de mis piernas en un tipo corte que dejando mis piernas al descubierto
sobre el vestido me coloqué un corset de metal con el molde de mi cuerpo con detalles en cuero negro que cubrían todo mi pecho hasta mis caderas y hombros. Debajo llevaba un pantalón de cuero grueso negro pegado a mis piernas y unas botas de cuero que llegaban hasta mis rodillas apretadas. Llevaba un cinturón de cuero en la cintura donde guardaba mi daga con una pequeña bolsita para llevar cosas.
Ya lista, salí de mi habitación dejando a Sara en la de mi madre, me despedí de ella y me dirigió a la parte trasera donde mi padre y hermanos me estaban esperando para ir juntos. Fergus se acercó a mí con mi caballo mientras me colocaba mis guantes de cuero negro y mi capa negra.
—Fergus debo pedirte un favor— dije al acercarme a él y tomar las riendas de mi colosal caballo negro.
—Necesito que beles por la seguridad de mi madre, sé que me debes tu protección, pero ahora es ella quien la necesita — Fergus aunque disgustado, aceptó. Odiaba estar lejos mío, porque no podía protegerme al fin y al cabo yo aún seguía siendo una niña
—Sus deseos son órdenes, su alteza— me tomó de la cintura y me ayudó a subir al caballo. Fergus hizo una reverencia y se dirigió hacia el castillo. Puse la capucha de mi capa sobre mi cabeza y le di un pequeño golpe con mis pies al caballo para qué comenzara a avanzar.
El campamento estaba dentro del bosque helado, no tardaría más de medio día en llegar ahí, seguimos los senderos hasta que un claro se hizo visible donde varias carpas adornaban un camino hacia una gran carpa en el final del claro los hombres afilaban hachas y espadas más bien todo lo que pueda matar.
Frenamos los caballos frente a la gran carpa; todos volteaban a verme. Nadie esperaba que una mujer estuviera ahí. Mil de ojos indecentes me miraban con deseo mientras lamían sus labios; eso me parecía asqueroso. Félix, coloco su brazo por encima de mi hombro.
—No te alejes, este no es lugar para mujeres— Tirón sonaba disgustado y mi padre no lo tomó a la ligera, dio un vistazo a todos los que me miraban y volvió a verme a mí.
—Mi hija, la princesa Adaria nos acompañará en esta casería. El que se atreva a tocarla o siquiera a respirar cerca de ella le cortaré la cabeza.— Todos hicieron una reverencia y volvieron a lo que estaban haciendo sin notar me.