Ashley Larson, una joven estadounidense que, sin saberlo, se convierte en el peón de un cruel juego de venganza orquestado por Andreas Kostas Papadopoulos, un empresario griego consumido por la obsesión y el rencor. Después de la trágica muerte de Anabel, la hermana mayor de Ashley y el amor perdido de Andreas, él trama un plan diabólico para hacerle pagar, seduciendo y casándose con Ashley, quien guarda un asombroso parecido con Anabel.
Después de medio año de matrimonio Ashley sufre un "accidente", que la hace perder su embarazo y su pierna. Lo que sumerge a Ashley en una depresión y un descenso terrible, pero después de tocar fondo solo puede subir y ella lo lograra a lo grande. Y va a vengarse del hombre que la arruino la vida.
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Prologo
En la opulenta oficina que coronaba el edificio de Kostas Holdings, Andreas Kostas Papadopoulos contemplaba el horizonte urbano a través de la cristalera panorámica.
A su lado, Constantinos, su hijo mayor, se movía inquieto, absorbido por la magnitud del conglomerado familiar que un día heredaría. A sus dieciséis años, el joven mostraba una mezcla de entusiasmo y nerviosismo ante su primer día en la empresa.
—Tranquilo, Constantinos. —Andreas posó una mano sobre el hombro de su hijo, ofreciéndole una sonrisa tranquilizadora—. Hoy es solo un vistazo al mundo que construirás algún día.
Constantino se movió algo incómodo en el sillón frente al imponente escritorio de su padre.
—No estoy nervioso, papá —Dijo Constantinos a su padre —. Solo algo… emocionado.
Andreas le sonrió. Era la primera vez que miraría una reunión del consejo de la empresa que un día seria suya.
La puerta de la oficina se entreabrió y una secretaria, con una eficiencia discreta, asomó la cabeza.
—Señor Papadopoulos, la reunión con los accionistas está lista para comenzar.
—Gracias, Eleni. —Andreas se dirigió a Constantinos— Ven hijo. Observa, aprende, cualquier empresa que veas hoy, podría ser parte de tu legado.
Constantinos asintió, su expresión serena ocultaba el torbellino de emociones internas.
—Claro, papá.
En la sala de juntas, un grupo de hombres y mujeres vestidos con trajes a medida ocupaban los asientos alrededor de una larga mesa de caoba. Andreas tomó su lugar en la cabecera, su presencia dominante silenciando los murmullos. Los accionistas le miraban con una mezcla de respeto y anticipación.
—Hoy, —comenzó Andreas con voz firme— discutiremos la adquisición de una empresa de software de uso militar con sede en Virginia Occidental, en Estados Unidos. Es un paso audaz, pero necesario para nuestro crecimiento global.
Uno de los asesores, un hombre de mediana edad con el ceño fruncido, levantó la mano.
—Andreas, —dijo—, nunca hemos ingresado al mercado estadounidense. ¿Estás seguro de esto?
Andreas sostuvo su mirada, su expresión imperturbable.
—Ahora es el momento, William. —El nombre salió con una autoridad que no admitía réplicas—. Es una oportunidad que no podemos dejar pasar.
Justo en ese instante, la puerta de la sala se abrió de golpe. Todos los presentes se giraron hacia la intrusa, una mujer de unos treinta y cinco años, con cabello castaño oscuro y una pierna prostética visible bajo su falda elegante. Su porte era de confianza, su mirada fija en Andreas.
Uno de los socios se puso de pie, sorprendido por la interrupción.
—¿Quién es usted? —exclamó—. Creo que se ha equivocado de sala.
La mujer sonrió con una mezcla de desafío y seguridad.
—No, no me he equivocado. —Su voz llenó la sala con una autoridad que rivalizaba con la de Andreas—. Soy Ashley Larson, la heredera de la participación de Nikos Georgiou en esta empresa.
Un murmullo de sorpresa y desconcierto recorrió la sala. Andreas se levantó, su rostro una máscara de calma que apenas ocultaba la tormenta interna. Se enfrentaba al espectro de su pasado, encarnado en la figura de Ashley, quien llevaba consigo la sombra de Anabel, la mujer que había amado y perdido.
—Señora Larson, —dijo Andreas, recuperando su compostura—. Su presencia aquí es… inesperada. Pero ya que ha venido, tomemos asiento y discutamos esto como socios.
Ashley asintió, avanzando con paso seguro hacia la mesa. Su mirada se cruzó con la de Constantinos, quien observaba desde la puerta. En sus ojos, ella vio reflejos de Anabel, pero también una inocencia y curiosidad que Anabel nunca tuvo.
Tomando asiento frente a Andreas, Ashley sacó de su bolso una carpeta de documentos.
—Estoy aquí no solo como heredera de Nikos, —comenzó, abriendo la carpeta—, sino como alguien con una visión para el futuro de Kostas Holdings. Una visión que, creo, nos llevará a nuevas alturas, no solo en Grecia, sino globalmente.
Andreas, aunque Visiblemente inquieto por la situación, asintió con respeto.
—Estoy interesado en escuchar esta visión, señora Larson. —Su voz era controlada, pero la tensión en sus manos delataba la tormenta interior.
Ashley desplegó un mapa detallado del mercado tecnológico global, señalando áreas clave de crecimiento y oportunidad. Su conocimiento del sector y su aguda perspectiva empresarial impresionaron a la sala, incluso a Andreas, quien no pudo evitar admirar la fortaleza y astucia de la mujer que una vez consideró una simple pieza en su juego de venganza.
—Como pueden ver, —concluyó Ashley, sus ojos encontrando los de Andreas—, nuestras ambiciones no deben limitarse por el pasado. Debemos mirar hacia el futuro, un futuro donde Kostas Holdings no solo sobrevive sino prospera.
El silencio que siguió fue un testamento a la efectividad de su presentación. Andreas fue el primero en romper el silencio, su aplauso lento y deliberado marcando el comienzo de una nueva era para la empresa, una era que, irónicamente, Ashley Larson, la mujer a la que había intentado destruir, estaba ayudando a construir.