Aunque su corazón se destrozara en mil pedazos tras el dolor que sufrió a causa del padre de su hijo, aún no nato, está dispuesta a seguir adelante por la pequeña vida, aunque su alma aun grite por el dolor.
En la vida a veces comenzamos muchas cosas de la forma equivocada, y el amor no está exento de caer en ese error, pero no por eso deja de ser verdadero.
Esta es la historia de un amor que aunque empezó de la forma equivocada encontró el camino.
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Uno
Mariana Cesare había nacido en Italia rodeada de lujos, literalmente había nacido en una cuna de oro, desde niña tuvo un pelo extremadamente negro adornando una piel blanca e inmaculada que le daba la apariencia de modelo de un pintor del medioevo mientras que el azul de sus ojos era la representación viviente de su apellido cuyo significado era "los que llevan los ojos claros" y que acompañaba a los miembros de su familia desde finales del siglo dieciocho, cuando una característica de tu cuerpo o un trabajo definía quien eras.
Pero a pesar de ser muy rica desde el primer día que vio la luz había sido criada desde pequeña por un matrimonio italiano de clase media, que lo único que tenían de relación era que una vez fueron trabajadores de su abuelo, pero que la querían como a una verdadera hija.
Toda la historia comenzó cuando los padres de Mariana murieron dentro de su auto en una explosión provocada para obligar a el gran Domenico Cesare a pagar una fuerte suma de su fortuna a un antiguo socio que se había metido en negocios turbios, y se suponía que la pequeña estuviera con ellos, pues la intención era dejar al hombre desolado y perdido para poder manipularlo mejor, pero no contaron con que la niña hizo un berrinche a la hora de salir y se quedó en casa con la niñera.
Y así fue como Mariana Cesare, con solamente cuatro años, pasó de vivir en una mansión con sus padres biológicos y su abuelo a vivir en una casa modesta y a tomar el apellido Ferrara como suyo, con otros padres y tres hermanos varones que con el tiempo se convirtieron en perros que cazaban a los malditos que se acercaran a la niña de la familia.
Cuando estaba cerca de cumplir diecinueve años Mariana conoció a Greg Patel, los dos estudiaban en la misma universidad, pero entre ellos había una gran diferencia y no era solamente la de la edad, él era el hijo rebelde de una acaudalada, legendaria y noble familia inglesa a la que el dinero le corría por las venas y ella la aparente hija de unos trabajadores que aunque no vivían con penurias, no eran ricos.
Eso no fue un impedimento para que desde el mismo momento en que el chico la viera quedara deslumbrado por ella y enseguida intentara conquistarla.
En ese momento ambos cursaban el segundo año de sus diferentes carreras aunque el joven era mayor pues debió cumplir ciertos requisitos al no ser italiano, él estudiaba administración de empresas y ella finanzas.
El chico había roto cualquier vínculo con la que él consideraba su ridícula familia un tiempo antes de venirse a Italia después de una fuerte discusión con su padre, él había sido un niño de mamá toda la vida pero se dio cuenta de que si quería ser libre tenía que ser por él mismo y además de estudiar se rompía la espalda trabajando en lo que encontrara para subsistir.
Unos meses estuvo Greg intentando que Mariana escuchara sus palabras de amor hasta que consiguió una respuesta positiva de su parte y así comenzaron una tranquila relación a escondidas de sus hermanos.
Ocho meses llevaban en aquel idilio cuando el joven le pidió a la chica que se vinieran a vivir juntos a un pequeño departamento que él rentaba gracias a su trabajo en un bar y eso la convirtió en la mujer más feliz de mundo, pero también trajo un problema a sus vidas, si decidía ir con él ya no podría seguir ocultando aquella relación en su casa.
- No- fue la respuesta de el mayor de sus hermanos cuando ella les pidió irse de la casa y los tres hombres se pusieron de pie al unísono- Ningún descarado va a venir a burlarse de nuestra hermana, si no hay boda no sales de aquí.
Los cuatro sabían que en realidad no eran hermanos, pero que importaba la sangre si aquella pequeña que no hacía más que llorar cuando llegó a formar parte de la familia se había metido dentro de ellos mejor que una hermana real.
- Por favor Luigi, sabes que eso no puedo hacerlo, una porque el abuelo no lo consentiría y otra porque para casarme debo decirle entonces quién en verdad soy.
- No me importa, no y es mi última palabra.
Ella desde su silla miró a sus tres hermanos dejarla sola en la cocina, sus padres de adopción también habían muerto, ya no eran muy jóvenes, pero ella había seguido sintiendo el amor de siempre con aquellos tres hombres.
Y también estaba el abuelo, que nunca había podido darle todo el cariño que sabía que le tenía pero que aparecía siempre que las circunstancias se lo permitían.
Pero en ese momento se sintió sola, ella hubiera querido un abrazo y que la comprendieran, ella y Greg se amaban y le dolía mucho la respuesta de sus hermanos.
- Lo siento Greg, lo nuestro no va a poder ser, tenemos que terminar.- fue lo que le dijo en una llamada telefónica mientras los dos lloraban y él le suplicaba que lo pensara mejor, pero ella no lo quería escuchar, sus hermanos estaban decididos a no dejar que aquella relación continuara.
Y las que unos días antes habían planificado serían las mejores vacaciones de navidad se habían convertido en un calvario para aquellos dos, ella no dejaba de llorar y él no sabía ya donde buscarla.
- ¿No bajarás a ayudarme con la cena de Navidad?- preguntó Ninete sentándose a un lado de la cama de Mariana.
Ninete era una linda francesa que hacía años era la novia de Luigi y muy pronto su esposa y las dos se habían hecho muy buenas amigas a pesar de la diferencia de edad.
- Lo siento, no me fijé en la hora.- le dijo como una disculpa y limpiando sus lágrimas se levantó de la cama.
- ¿En verdad se aman?- le preguntó de pronto su amiga y ella detuvo sus pasos hacia la puerta de la habitación- Nunca me dijiste nada de él, nunca lo mencionaste.
- Perdóname Ninete pero no quería que tuvieras que ocultarle nada a Luigi- se giró y vio como la francesa le sonrió- Y sí, nos amamos, pero eso ya no importa, terminamos y solamente espero que no insista cuando regrese a la universidad o tendré que cambiarme a otra para evitarle un problema con mis hermanos.
- Ya vamos a ver como arreglamos este desastre, tus hermanos no pueden vivir tu vida aunque lo deseen, ellos quieren protegerte de todo, pero tienen que cambiar de fórmula.- sentenció la rubia con fuerza pero a la vez con amor.
- No discutas con Luigi por mi culpa por favor- le pidió a su cuñada y amiga- Ya lo que tuviéramos Greg y yo no importa y no voy a perdonarme que entre ustedes haya un problema por mi culpa.
- Si importa Mariana y ellos tienes que entender que tú no vas a ser su niña por siempre, ahora báñate y ponte hermosa que hoy es día de fiesta.
- No, cómo crees, voy a ayudarte con la cena.
- No hay nada que hacer abajo tontita, este año tu hermano tenía que ganarse mi perdón por ser un troglodita contigo y la mejor manera que encontró fue la de cocinar él, espero que todo sea comestible, él es bueno con los huevos fritos pero con el marisco no se yo.
Mariana la miró con dulzura, en otro momento las dos habrían estallado de la risa pero ahora no tenía deseos de reír, aunque con solo una mirada estaba segura de algo, la vida y la codicia de gente sin escrúpulos la había separado de su verdadera familia, pero otras personas se habían encargado de que ella no sintiera la falta de amor y era algo que agradecía cada día aunque tuviera que sortear la rigurosidad y los celos de sus hermanos.
Gracias autora! Felicitaciones!