¡***Hola muy buenas, aquí el autor! :D por si es algo confuso, este capítulo sucede justamente después del último que subí sobre el arco del "Desastre de Normandía". Cabe destacar que este es otro "arco"(sin nombre de momento) que ocurre de manera simultánea.
Pues eso, enjoy :D***
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Ya había pasado una semana desde que el rey envío a un pequeño grupo de caballeros a una misión especial, de alto riesgo y secreta, solo sabía que su amiga de la infancia Nicolette había sido una de las que enviaron allí. Durante esos días Alyssa había sentido aquello que por tanto tiempo había olvidado “soledad”, desde el día a la tarde terminando en la noche… todo volvía a ser como antes todo volvía a acabar igual.
Había salido temprano en la mañana para hacer las compras básicas ahora que estaba sola reducía mucho la cantidad de comida que se consumía en la casa, salió así nada más con un vestido que cubría casi todo su cuerpo a excepción de sus manos dónde se ubicaba su tatuaje de caballero, eran únicos y conocidos por todo el pueblo por las diferentes declaraciones del rey, entonces la chica paseaba por las calles de París, actividad que se había hecho recurrente en ella y le servía para distraerse y pensar mejor sus cosas. A medida que se acercaba al puesto de comida para comprar las verduras notó de reojo a una pequeña niña vestida con harapos junto a una tela que se deshacía sola y sujetándola con fuerza de la muñeca una mujer de edad con una tela sobre su cabeza ocultando su canoso cabello. ¡Déjate de llorar niña malcriada! Le gritaba aquella mujer por otro lado Alyssa no podía dejar pasar eso por lo que fue directamente hacia allá.
—¿Qué está pasando aquí?—preguntó la pelirroja frente a ellas. —¿Qué le está haciendo a esa pequeña?
—Nada que te importe, hija del demonio—le replicó mientras tironeaba la muñeca de la pequeña que lloraba. —¡Suélteme, me hace daño. Por favor!—.
—Suéltela ahora mismo, ¿No ve que le hace daño?—le reclamó mientras agarraba la muñeca de la señora haciendo que soltara a la pequeña. —Ahora váyase y no vuelva a molestar a esta pequeña o me encargaré personalmente de usted—mientras tiraba la mano de la mujer haciendo que cayera al suelo yéndose con la cabeza agachada revelando su tatuaje de caballero frente a la multitud que veía lo sucedido.
—¡Muchas gracias señorita caballero!, Esa mujer era realmente mala… pero ella es la dueña del orfanato y no me dejará volver—.
—No te preocupes por eso pequeña, ¿ Cuál es tu nombre, pequeña?— le preguntó con tono amable, ella aún dudaba de lo que pasó recién pero veía como Alyssa le extendía la mano con amabilidad a lo que respondió: —Catalina—. ¿Catalina?, Que bonito nombre tienes, ¿Qué te parece si hoy te quedas conmigo y hacemos una pequeña fiesta con mucha comida?—.
—¡Sí!—dijo con una sonrisa tomando de la mano a la chica pelirroja caminando de vuelta a casa.
En otro lado de París, en un sitio especial similar a una taberna a excepción de que no servían alcohol sino que más bien era un sitio de reuniones entre caballeros, civiles y cualquier otra persona que quiera pasar un buen rato, tenía unas mesas y sillas alrededor, las personas sentadas allí conversaban entre demás cosas. En una de las sillas frente a la mesa yacía Patrick y Demetrio quienes conversaban tomando café y comiendo algo.
—¿Pensaste en mi propuesta, eh chico?—.
Demetrio guardó silencio unos segundos mientras observaba esa tasa, miraba cautelosamente el contenido. Mientras todo a su alrededor se detenía el solo podía pensar en lo que sucedió aquella noche, como manchó sus manos de sangre, como casi mata a esos sujetos, como su ira nubló su juicio sin embargo se recordaba que todo había sido por una buena causa… o eso quería pensar para tranquilizar su inquieta mente.
—¿Qué te pasa? ¿Sigues pensando en esa noche?—.
—Si, no puedo sacarme de la cabeza lo que hice… desearía haber actuado de otra forma o tal vez haberlos llevado con algún comandante o capitán…—.
—Le das demasiadas vueltas, pero descuida eso es bueno eso quiere decir que eres humano, si no le dieras vueltas me preocuparía—.
—Acepto—contestó finalmente el chico estrechando la mano del general frente a el.
La mañana había pasado volando, el sol subía por el cielo iluminando todo París mientras que Alyssa como la niña que había encontrado en la calle estuvieron desayunando un enorme banquete preparado por la chica, era una buena cocinera pues ella se encargaba de Nico cuando podían cocinar por lo que esa pequeña comió hasta reventar y dentro de aquella sala que tenía una mesa y cuatro sillas, al lado derecho a unos pocos metros otra habitación con una puerta de madera color roble, —Aquí están las habitaciones—, al entrar habías dos camas separadas por unos metros, la de la izquierda estaba muy desordenada, las sábanas desparramadas sobre el colchón junto a las sábanas había ropa de mujer, unos vestidos y demás. La otra en cambio estaba ordenada, la ropa doblada a los pies de la misma.
—Puedes dormir en la cama de la izquierda—le dijo Alyssa con tono calmado.
—¡¿De verdad?!, ¿Lo dices en serio?—al preguntar sus ojos brillaban pero eran opacados por la incertidumbre de su rostro.
—Claro que sí, ordenaré la otra cama y dormiremos en la habitación. ¿Qué te parece la idea?—.
Unas horas más tarde cuando el sol era más intenso y las corrientes de aire empezaban a entibiarse, Alyssa estaba sentada en patio de la casa, estaba leyendo un libro que le regaló aquel hombre en esa fiesta, había sido al día siguiente que se lo había encontrado en un puesto de verduras, ella estaba clavada en el libro, lo que allí decía la transportaba a un mundo de conocimientos que no pensaba llegar… en si era muy difícil de entender pero eso prendía la llama en ella cuando notó de reojo a un hombre, era un guardia del castillo, —¿El rey quiere verme?—pensó brevemente cuando aquel hombre se paró frente a ella.
—Tengo una carta para la señorita Alyssa, ¿Es usted?—.
—Si, yo soy Alyssa, ¿Qué necesita?—preguntó la chica cerrando el libro en su mano.
Justo cuando el guardia iba a hablar había llegado aquel hombre una vez más, traía ropas holgadas como un camisón blanco y pantalones negros con unas botas de cuero marrón, su cabellera canosa y un gorro de lana ya que curiosamente traía una taza en mano, detrás de él venía aquel chico que había visto en la ceremonia de nombramiento, ¿Cómo se llamaba?... ¿Demetrio?, Creo que así era fue lo que pensó al ver cómo traía la misma ropa que el general, este mismo le dijo sin palabras que se fuera, recibió la carta y la rompió frente al guardia. —Dile al rey Antoine que Alyssa Lanz y Demetrio Markis ahora están bajo mi tutela—. Así asistió el guardia y se retiró tan rápido como había llegado, la chica estaba boquiabierta, —El es solo un general, ¿Cómo puede actuar así sin preocupaciones?—meditó ella unos segundos pero luego recordó aquella charla que tuvieron en la fiesta y se limitó a guardar silencio.
—Disculpa la intromisión, ¿Podemos pasar?—preguntó amablemente el general del ejército mientras que el otro chico solo miraba alrededor.
—Claro, pase por favor, siéntanse como cómodos—al abrir la puerta de su casa, pasaron ambos hombres, Patrick miraba la casa de esquina a esquina, muy disimulado sin que pudieran notar lo que hacía, —¿De casualidad tienes café?—. Al decirlo Demetrio puso una cara de disgusto al oír eso, —No tengo, ¿Puedo ofrecerle algo más?.
—No, descuida, siempre traigo un poco en mi bolsillo, ¿Quiere un poco?—.
—Bueno, iré a poner agua—mientras se iba a la cocina fue interrumpida por Patrick, —¿Hay alguien más aquí a parte de nosotros?—, un escalofrío recorrió la espalda de Alyssa, su mano tiritaba, ¿Cómo puede saberlo?, ¿Qué hará con la niña?, Afirmando su voz le respondió como pudo. —Si, hay una pequeña huérfana que encontré hoy en la calle, está durmiendo ahora mismo—.
Ya los minutos pasaron fugazmente, se convirtieron en horas, la tarde se avecinaba y la niña seguía durmiendo, plácidamente y profundamente como una roca, los tres individuos estaban sentados en la mesa, tanto Patrick como Alyssa bebían silenciosamente su café mientras que a Demetrio la chica le había preparado algo de té, unos pocos tragos después el silencio fue interrumpido abruptamente por la pelirroja.
—Cuando vino, dijo que estaría bajo su tutela… ¿A qué de refiere exactamente con eso?—.
—Déjame explicarte entonces. Cuando los conocí en al fiesta noté que tienen un enorme potencial, no solo como soldados porque indudablemente lo poseen, leí sus expedientes y noté que tienen cualidades únicas y que debían ser explotadas para convertirse en lo mejor de lo mejor. Por eso quiero ser yo quien se encargue de convertimos a ustedes dos en los mejores soldados que Francia a conocido— .
Parecía que ella dudaba de lo que hablaba aquel hombre frente a ella, era extraño que alguien como Patrick o por lo menos lo que ella había observado sin embargo también recordaba las palabras que siempre le decía Nico, “Eres más de lo que crees y encontrarás a personas que también lo creen”. De ese modo estaba comprendiendo sus razones, ese hombres ese desconocido que estaba sentado frente a ella creía que podía ser más, el creía que ella era especial, entonces ya estaba claro pero aún había algo que debía asegurarse.
—¿Qué hay de la niña?—preguntó seriamente.
—¿Qué hay con ella?—le preguntó de vuelta algo confundido. —Si te refieres a lo que pasará con ella dependerá de tu decisión.
—(Si acepto probablemente el cuide de la niña o dejará que yo pueda cuidarla, pero si me niego posiblemente sea ella quien pague… ¿Qué harías, Nico?). Acepto, estaré bajo su cuidado entonces, general Patrick—.
—Perfecto, entonces ahora que estamos los tres reunidos déjenme decirles algo. Ahora que ustedes están conmigo deberán cuidar de sus espaldas, aprenderán a confiarse sus vidas y a valorarlo. Yo los cuidaré todo lo que me sea posible, eso se los prometo—.
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