Y un anhelado día llegó, finalmente sus soldados especiales ya estaban completos, después de tantos fracasos y desaciertos Antoine puede dejar de preocuparse sobre la preparación de "aquellos que ganarán la guerra". El hombre estaba en una sala aledaña al palacio que serviría para diferentes celebraciones.
Antoine se encontraba en "el salón de los cinco", una edificación especial para los jueces de Francia; estaba allí para hacerles saber la noticia y, de paso, invitarles a la conmemoración final. Invitó a los altos mandos del ejército y envío cartas a cada uno de los soldados que iban a recibir el título.
Una vez Antoine salió del edificio había un entrenador esperándole fuera. Ambos se pusieron a caminar por una calle que estaba concurrida, sin embargo, la presencia de Antoine no era algo que llamase la atención.
—Ah... ¡es un gran día! Esta gente está destinada al éxito, ¿no lo crees?
—Por supuesto su majestad, pero... ¿qué pasará con "ellos" y los divergentes?
—No hay que preocuparse por eso, no existe rastro de aquellos fallos. Y sobre los divergentes, bueno... ¿qué son seis personas contra cincuenta?
—¿Puedo preguntar nuevamente porqué está tan seguro de que ellos nos harán ganar?
—Dios, incluso tú los has entrenado, ¿y me preguntas eso? Agh, es sencillo. Cada uno de esos soldados equivale a cien normales, es un estimado dadas ciertas pruebas.
—Creo que me he perdido de muchas cosas...
—Estuviste fuera demasiado tiempo, ¿de verdad te sientes con ganas de seguir? Desde aquel día no eres tú, Samuel.
—Sí, me siento bien. Gracias por la preocupación, su excelencia.
Ambos caminaron en silencio hacia la imponente catedral de Notre Dame que dentro de unas horas albergaría esa anhelada conmemoración. El rey se percataba de que todo estuviese bien, verificó la seguridad y que el fuego del caldero estuviese ardiendo.
Pasaron dos horas y los primeros soldados fueron apareciendo, éstos saludaban con una referencia a Antoine y se ponían en fila uno al lado del otro. Otros más llegaron e hicieron lo mismo y así hasta que llegaron todos quienes debían llegar. Antoine se sentó frente a todos ellos con una sonrisa en su rostro a la espera de que llegase el herrero con el caldero ardiente y los fierros con cada símbolo; el artista estaba listo para realizar la segunda marca así como el general que les entregaría un certificado oficial firmado por él y Antoine a cada persona.
Apenas el herrero llegó se dió inicio a la ceremonia; los primeros "afortunados" fueron Briggs y Bartolomé, estaban en primer lugar como premio a la puntualidad.
Un juramento fue dictado por el rey y repetido por la pareja para posteriormente ser marcados en el dorso de la mano con el fierro caliente que en la punta tenía un gran círculo y dentro de este un símbolo parecido a una roca demostrando así que pertenecían al "grupo roca". Posteriormente, se les fue escrito el nombre del grupo en el dorso de la otra mano. Finalmente, recibieron la bendición del cura y pudieron retirarse.
El proceso fue exactamente igual con el resto de parejas; cada uno recibió su distintivo y ya comenzaba la parte final de la ceremonia correspondiente a las unas últimas palabras de Antoine.
—¡Gracias a todos! Este es un premio a su dedicación, a su pasión por esta nación. Porten con orgullo ese nombre, elevemos el nombre de Francia tan alto como sea posible; donde siempre debe estar. Se les dará una compensación inicial que consta de-
Su parloteo se vió interrumpido por una serie de ruidos que provenían de fuera, eran algunos gritos y sonidos similares a cuando cae un saco de papas, de pronto, se detuvieron. Las grandes puertas se abrieron de par mostrando las siluetas de dos individuos, a medida que iban entrando y las puertas se cerraban se dislumbraban como tal; dos aparentes jóvenes que vestían de harapos, estaban sucios traían consigo una descuidada barba y un cabello alborotado y bastante sucios. La mayoría reaccionó con sorpresa ante inesperada intromisión, por otro lado, Antoine se sentía ofendido de que dos pueblerinos interrumpieran el fin de la ceremonia.
—¿¡Se puede saber quiénes son ustedes y qué demonios hacen interrumpiendo así!?
—Su majestad —ambos se arrodillaron y bajaron la cabeza— ¡Queremos ser parte de esto también!
—¿Parte de qué, un grupo?
Al ver que ambos asintieron Antoine se comenzó a reír eufóricamente ya habiendo perdido la compostura. Puso ambas manos en su espalda y caminó hacia ellos, les rodeó mientras los inspeccionaba con la mirada solo para seguir riéndo una vez acabó. Volvió a su sitio inicial junto al general y suspiró.
—Bueno... pensaba en un castigo horrible para ustedes pero me han hecho reír legítimamente, supongo que algo más suave bastará, ¡guardias!
—¡Su majestad, le ruego por favor nos escuche! Nuestros nombres son Vincent Van der Zee y Demetrio Markis.
Tan pronto como se pronunciaron esos nombres todo el sitio entró en silencio que más tarde fue interrumpido por diferentes murmullos. Antoine miró de a cada uno de los soldados que provocaban esos murmuros con cierto enojo, finalmente se volteó hacia los entrenadores y les miró fijamente matandolos con su mirada— Quiero que todos abandonen la capilla excepto esos dos, usted general y ustedes —dijo mientras le apuntaba a sus entrenadores—.
Poco a poco todos comenzaban a retirarse dejando nada más que a siete personas, Antoine se acercó a los harapientos muchachos y les pidió que se pusieran de pie, les miró el rostro con cuidado notando un ligero parecido a esos pequeños que se "perdieron".
—Entonces... dicen que son ellos, sin embargo, con palabras no puedo comprobar la veracidad de aquello.
Vincent buscó con cuidado en sus bolsillos y sacó un papel, estaba arrugado, tenía agujeros y la tinta estaba un poco corrida, sin embargo, aún se podía leer gran parte de su contenido. El chico se lo entregó a Antoine y este último hizo un intento por leerla. Al principio lo hizo en silencio mientras caminaba lentamente hacia uno de los entrenadores, cuando acabó de leer puso el papel en el pecho de Edouard— esto te pertenece.
Seguidamente caminó hacia el general a quien vanamente le asintió dando a entender que al parecer, si eran ellos.
—"El camino hacia los dioses" un nombre interesante, ¿No es así Edouard? Bien. Creo que me llevo una grata sorpresa al saber que sí, son ustedes... ¿podrían contarme lo sucedido?
Demetrio clarificó su voz y se dispuso a hablar— huímos en una de las expediciones a un monte que queda al sureste de París. Nadie se dió cuenta de ello, fue extremadamente fácil. Días antes Vincent robó ese papel del despacho del entrenador Edouard, nosotros intentamos seguir al pie de la letra aquel entrenamiento aunque por momentos fue... difícil.
—¿Ustedes sobrevivieron allí afuera solos además de realizar aquello? —cuestionó Antoine.
—¡Por supuesto que no! Dos niños de once y nueve años no habrían sobrevivido solos —interrumpió Vincent rápidamente— en los primeros días en nuestro viaje a Mont Blanc nos topamos con algunos animales salvajes y gente indeseable, tuvimos suerte de escapar de ellos; creo que la muerte nos tuvo piedad. Hasta que un día cerca de llegar a nuestro destino nos encontramos con un ermitaño, su nombre era Marco; nos enseñó a cazar y a defendernos. Fueron cosas sencillas pero pudimos acoplar esos conocimientos a los que nos enseñaron en el complejo y de allí en adelante pudimos seguir sin problemas.
—¿Marco? hm... ¿era un soldado? —preguntó Patrick.
—No lo sé, su forma de hablar era extraña pero sí, sabía luchar bastante bien. ¡Gracias a eso Demetrio pudo inventar una forma de luchar!
—¿Una forma de nueva de luchar, dice? Me gustaría saber de qué se trata en el momento apropiado. Por lo pronto... —el hombre se volteó y puso una mano en el hombro de Antoine para voltearle también— Ellos planean unirse a un grupo, sin embargo, más allá de sus identidades no sabemos sus capacidades físicas —dijo el general con un tono más bajo.
—Tendremos que hacer las pruebas físicas necesarias... habrá que retrasar el plan de asalto a Dover.
—¿Por dos personas que aún no sabemos si serán un valor importante al ejército?
—Dos personas pueden hacer la diferencia. Además, aún tenemos margen de un mes, ¿no es así? Su información así lo marca.
El general soltó un suspiro de resignación y se limitó a asentir. Antoine se giró complacido hacia los muchachos y les dió las instrucciones que se le habían ocurrido al momento destacando que debían lavarse para estar presentables.
Dentro de dos días se harían en privado las pruebas físicas de demostrarían si son realmente aptos en dicho apartado.
Seguido de ello se haría un examen psicológico llevado a cabo por el propio Antoine para determinar si son aptos para tácticas de guerra.
Ambos jóvenes se retiraron satisfechos, se les dió un lugar en los barracones para su descanso; al llegar estaba prácticamente vacío pues los soldados ya no se encontraban entrenando.
Ambos se deshicieron de sus harapos y los cambiaron por una ropa de entrenamiento francés, posteriormente eliminaron todo el vello en sus rostros para dejar ver facciones bastante juveniles.
—¿Lo ves Demetrio? ¡Te dije que saldría bien!
—Tengo la sensación de que lo dudaron bastante...
—¡No seas pesimista! De todas formas, lo importante ahora es pasar todas las pruebas y creeme, ese entrenamiento dió frutos. Lo pasaremos sin problema.
—Fu... De verdad espero que así sea.
Después de unas horas llegó un guardia real que le llevó a un área abierta no muy lejos de los barracones. Era un sitio que estaba preparado con diversos obstáculos y algunos instrumentos para entrenamiento. Habían unas gradas en las que estaban tanto Antoine como Patrick observando, se les dieron instrucciones sobre los desafíos que debían cursar para acabar de convencerles de que eran aptos para formar un grupo.
Algunos constaban en una carrera de obstáculos que debía ser cursada en un tiempo determinado, otro trataba de levantar cierta cantidad de peso y así, ejercicios que buscaban medir las aptitudes físicas del individuo.
Ambos superaron las pruebas con creces e incluso estableciendo algunos récords en ellas. Seguido de aquello se les hizo una serie de preguntas con la finalidad de saber si ellos eran capaces de seguir estrategias de guerra e incluso crearlas.
Tuvieron ligeras dificultades a la hora de responder cada pregunta pero les bastó para pasar.
El día acabó y aquellos muchachos vieron su camino a los barracones con optimismo, manteniendo en mente que quedarían. Ya era de noche, corría algo de viento y la luna servía por sí misma para iluminar el camino a través del bosque.
—¿Crees que lo hayamos logrado, Vincent?
—¡Por supuesto que sí! aunque si soy honesto, no esperaba las preguntas. Pero hey, creo que si no servimos como cabeza, serviremos como cuerpo.
Demetrio solo asintió y ambos siguieron caminando hacia los barracones cuando, de repente, el cielo se iluminó más de lo debido como si fuera de día otra vez. Al percatarse de aquello ambos miraron sorprendidos hacia arriba notando cómo un objeto envuelto en un círculo aún más brillante caía a la tierra.
Fue rápido, no se escuchó nada más que un gran estruendo y la iluminación del cielo se dispersó tan rápido como aquel sonido, volviendo a la normalidad. Ambos amigos se miraron completamente extrañados, siguieron su camino mientras hablaban acerca de qué podría haber sido eso.
Pasaron al rededor de una semana viviendo en los barracones a la espera de alguna respuesta acerca de su petición de pertenecer a un grupo y como habían pasado algunos días y no recibían ni pista de aquello, comenzaban a perder alguna esperanza.
de repente: toc, toc, toc.
Tres golpes suaves en la puerta los levantaban en la mañana de un día jueves. Al levantarse y abrir se encontraron con el general Patrick quien tenía una muy ligera expresión de satisfacción.
Ambos se pusieron al lado del otro y adoptaron una pose firme y recta frente al veterano.
—Buen día, soldados. Vine hoy expresamente para comunicarles que sus resultados han sido satisfactorios. Tienen un lugar en el ejército de Francia, felicidades.
Ambos no pudieron contenerse y estallaron de emoción abrazándose mientras decían "lo logramos".
—Ehem —interrumpió el general cargando su voz.
—Lo siento señor —adelantó Demetrio.
—El rey celebrará una... fiesta en honor a ustedes, todos los grupos. Tendrán que venir conmigo para que se les otorgue su distintiva marca. Vengan.
El hombre comenzó a caminar hacia la salida de los barracones mientras era seguido por los dos muchachos, el tramo fue corto pues la herrería se encontraba justo fuera de los barracones.
Allí les esperaban el herrero listo con la marca y un hombre que tenía sobre una mesa diferentes agujas de cobre y un frasco de tinta de tamaño mediano. La condecoración no se hizo esperar, sobre el dorso de su mano izquierda ambos recibieron el logo de un trueno y posteriormente se les tatuó en cada dedo(evitando el pulgar) por debajo de los nudillos las letras que conformaban la palabra "tonerre"(trueno). Siendo aquel el último paso ya solo quedando a la espera de la fiesta para hacerlo completamente oficial.
Ambos agradecieron al general, este último solo les dedicó una despedida con la mano y se retiró para sus deberes.
Los muchachos esperaron a que se fuera completamente y celebraron eufóricos una vez más, el objetivo por el que se habían partido el lomo durante años estaba cada vez más cercano.
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