«Sí... aún puedo recordar que yo era un soldado cualquiera, recuerdo que era un soldado como cualquier otro. Mi familia era normal, me uní al ejército porque no tenía otra opción, desde pequeño se me apartaba de cualquier lugar, nunca comprendí la razón por la cual nadie quería estar conmigo, incluso mis hermanos y madre me apartaban, a veces pasaba noches... Días enteros sin comer. Me refugié en la fuerza... Primero empecé con debiluchos pero luego iba escalando, peleaba con todos, siempre. Iba de aquí para allá solo peleando... un día, peleé con un soldado y le gané, je, recibí una paliza después de eso de parte de sus amigos. Pude aguantarla, incluso ellos se sorprendieron cuando vieron que aún vivía, me sugirieron entrar al ejército y la verdad es que no tenía más opción. Me uní y era más de lo mismo, mi persona era repugnante para todos... ¿Por qué...? "tu padre es un asqueroso" decían ¿Por qué tenía que pagar yo por las cosas que él hacia?... No lo sé»
Un grupo de cadetes rodeaba a un joven Antoine, algunos de los que ahí estaban lo reconocían de afuera y habían esparcido por todos lados el dicho del "hijo de cercenador".
—¡Yo no tengo la culpa de que él haya hecho todas esas cosas!
—¿¡Qué!? Si todos te vieron ayudándolo a cargar con los cuerpos... ¡eres un asqueroso!
«Y aquello era el pan de cada día... de verdad, yo no tenía nada que ver en ello, que mi padre haya matado a esos niños no fue mi culpa. Yo solo estaba en el lugar y momento equivocado. Un día me harté de esas cosas, ahora era yo nuevamente el que golpeaba, el que contratacaba. Fue tan brutal... no maté a nadie, pero di a entender un mensaje indirecto a esos idiotas, allí entendí la fuerza crea terror. Después todo aquel que me hiciese algo se llevaba lo mismo pero al doble, quizá al triple. Los resultados de esas peleas eran tan brutales que llegué a las manos del que ahora es mi general. Patrick era nada más que un comandante en ese tiempo, pero fue el encargado de intentar "corregirme", no... no tenía remedio, en cierto día yo simplemente no aguanté más de él y su mierda de palabrería, ambos luchamos a puño desnudo. Todos lo vieron, aún recuerdo la sangre caer de su nariz... Y de mi boca. Fue un empate, creo yo. Al final, caí por cansancio, él se mantuvo de pie pero también se veía muy cansado, tenía más entrenamientomiento después de todo. Sí, fue un empate»
—Aprende que no eres nadie, muchacho. Por mucha fuerza que cargues, por muchos cadetes que golpees... no eres nadie.
«Sí... ¿quién era yo? nada. Ni siquiera era un punto en Francia, nada. Los años posteriores fueron más calmados, tuve meros roces otra vez con Patrick pero siempre había tensión. Cuando salí del ejército se me asignó una misión especial junto a otros, había que cuidar un carruaje con extremo cuidado, lo único que se sabía era que dentro había algo que el rey apreciaba demasiado. Suponiamos que era oro, joyas o algo así, en realidad no le dimos demasiadas vueltas al asunto y seguimos con la misión, llevábamos el carruaje a Amiens cuando nos atacaron, un grupo de veinte ladrones nos interceptó, le prendieron fuego al camino y fue casi imposible salir de ahí, tuvimos que luchar. Éramos diez pero los tipos sabían pelear realmente bien, nos llevaron al límite y al final quedé yo contra cinco de ellos, no, seis. Uno de ellos sacó a mis espaldas lo que había en el carruaje... era una mujer, tenía el cabello negro y largo su piel era blanca y sus ojos... azules, azules como una hermosa piedra. Vestía de negro recuerdo»
—¡Ya la tenemos, maten a ese bastardo y vámonos!
«Cuando juras en el ejército Francés te hacen jurar que cumplirás tu misión a toda costa, incluso si tu vida se pierde en el proceso. Y así funcionaba para mí»
—¡Suéltala!
—Ja, ¿qué harás, idiota? estás sol-
«La lanza que le tiré se le clavó en el ojo, era la primera vez que una lanza mía daba en la diana. Apenas eso pasó corrí hacia la chica y me puse por delante de ella, ya estaba cansado pero debía seguir peleando. Ya no tenía escudo alguno y no me daba tiempo para sacar la lanza de la cabeza del desgraciado ese, los tipos se abalanzaron muy rápido así que tuve que pelear otra vez con puños. Recuerdo que ellos tenían unas espadas curvas... recibí muchos cortes en esa pelea, pero fui capaz de proteger a la mujer hasta que por fortuna llegó otra tropa de soldados. Cuando llegaron yo caí, me quedé... ¿dormido?... si, creo que sí. Luego desperté en la tienda del médico, acostado en el piso y con mi cuerpo entero cubierto, ardía, sobre todo donde la hoja de las espadas me había alcanzado. No duró mucho el descanso hasta que un mensajero o consejero real fue hasta donde mí y me dijo que debía ir hasta el palacio puesto que el rey quería hablar conmigo. Me pareció confuso, pero igualmente debía ir. Órdenes son órdenes. Me vestí como pude, el informe seguía malgastado y con algunos agujeros, pero era el único que me habían dado. Asistí y en la sala del trono me esperaba él sentado en su gran silla dorada, con su peluda capa de color rojo y su corona incrustada de joyas. Su vestimenta era extraña, al menos para mí... a su lado estaba la mujer del carruaje, crucé mirada con ella y me sonrió, aquello me hizo sentir extraño, sentía como por debajo de mis ojos comenzaba a sentirse un poco tibio»
—Arrodíllate.
—¡Si, su majestad! —lentamente Antoine se fue arrodillando con una rodilla y la otra la mantuvo en alto aquello fue toda una odisea, pues sus heridas eran una amenaza constante, agachó su cabeza durante unos segundos esperando a que el rey hablara.
—Estás aquí porque supe lo que sucedió. Hiciste bien, mi hija me contó lo que hiciste, bien hecho —el rey se levanta y se acerca a Antoine, este último al sentir su presencia levantó la mirada para ver la impotente figura del soberano se Francia extendiéndole la mano. Antoine correspondió a esto dándole la mano, el rey le ayudo a levantarse y al estar de pié Antoine recibió un fuerte abrazo que le dejó con poco aliento... y un gran dolor— fuiste valiente, soldado. Mi hija es mi mayor tesoro... te lo agradezco.
«Ese abrazo... fue raro, su mano era grande y cálida, daba un sentimiento de tranquilidad. Oh, ese abrazo fue algo que nunca había sentido, nadie me había abrazado antes, no supe cómo reaccionar, luego me ofreció una recompensa pero la rechacé, no me había unido al ejército por dinero, ni siquiera tenía un motivo real más allá de que era el único sitio en el que me sentiría bien... fueron semanas largas de recuperación, en ese tiempo la hija del rey y yo nos hicimos cercanos, amigos. Ella enviaba a criadas a buscarme en los barracones con la excusa de que era a pedido del rey, pero en realidad era ella la que me esperaba, más de una vez me sorprendió desde un escondite. Fue extraño, al menos dos veces me fuí ya que no lo consideraba importante pero luego... luego una chispa se prendió en mi corazón, algo... algo inexplicable, su rostro, su mirada, sus expresiones... todo en ella era... espectacular. Eventualmente el rey se enteró y no mostró real preocupación, la verdad es que él era un gran rey, cercano a su pueblo, amable con la mayoría... Muy pocos asuntos hacían sacar su peor cara. Yo creí que recibiría un castigo por estar pasando tiempo con su hija pero no, al contrario, me acogió bajo su brazo... me enseñó, me habló, pasó tiempo conmigo y eso fue una experiencia muy bonita, por un tiempo él me hizo sentir lo que un padre era, solo tenía admiración por él, fueron tiempos realmente buenos... él fue un guía para mí, y yo... yo no sé qué fui para él. Ya pasados unos dos años le pedí la mano de Elodie, él estaba realmente alegre y no puso oposición, todo parecía marchar bien hasta que...»
Antoine deja caer la pluma, los recuerdos... todo aquello ha venido súbitamente y no le deja espacio a seguir escribiendo esas memorias que quiere liberar. Guarda el papel y se va a dormir, pensando en que mañana podrá olvidarlo... o que, al menos, podrá seguir escribiendo aquello.
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