Una gala en Francia.

—¡¿Dónde está el vestido?!—exclamaba a viva voz Nico mientras se paseaba por cada rincón de la habitación, tomaba las sábanas y las tiraba al suelo y las volvía a levantar desarmando una y otra vez la cama. —Sino encuentro el vestido no podremos ir a la gala y si no vamos dejaremos una mala impresión—.

—Cálmate un poco ¿Vale?, Además los vestidos están doblados y guardados dentro del mueble que está al rincón junto a la puerta—respondió Alyssa tan calmada como si aquella noche no fuera especial, de hecho mientras su compañera armaba un escándalo ella simplemente yacía sentada a los pies de su cama doblando y ordenando ropa. —Y además las invitaciones están guardadas también y según palabras del rey un carruaje nos vendría a buscar a las nueve junto con un mensajero real.

En otro lado de París en una casa similar a la de las chicas con la diferencia de que está poseía dos pisos y tenía una apariencia más rústica, contando con piso de madera de un color marrón oscuro que rechinaba con cada pisada, pero era firme en realidad.

En una de las habitaciones estaban Demetrio y Vincent arreglándose para la gran gala, Demetrio estaba frente a un espejo colgado en la pared, traía puesto unos pantalones que llegaban hasta las rodillas de un color beige con unas calcetas blancas cubriendo el resto de sus piernas, unos zapatos negros con hebillas doradas en la lengua de las mismas, una camisa abotonada y un pañuelo de seda en el cuello y por encima una chaqueta del mismo color arremangada hasta las muñecas.

—¿De verdad ellos usan esta ropa? Somos soldados, nuestro uniforme es una armadura y con esto encima parecemos de esos perros que saludan besando los pies del rey —comentó con disgusto mientras se acomodaba la camisa una y otra vez.

—A mí me parece algo muy elegante aunque si es incómodo, no sé como ellos pueden usarlo todo el día… pero hoy es una noche importante para nosotros, conoceremos a los que mandan realmente en esta guerra.

Demetrio dio media vuelta en dirección a Vincent mirándole seriamente mientras acababa de arreglar su ropa, caminó hasta él y se sentó a su lado. La cama era un colchón suave, indudablemente, algo que no se veía todos los días. El pelirrojo miró hacia el techo y suspiró con resentimiento— Supongo que es verdad y nosotros nos llevaremos las miradas de todos.

Vincent le dió unas palmadas en la espalda a Demetrio mientras que con un tono tranquilizador le hizo saber a Demetrio que las cosas serían así de ahora en adelante— No solo allá, todos nosotros estaremos en el foco. Somos lo mejor que hay y la guerra está por caer en nuestros hombros. Pero somos fuertes y vamos a cumplir la expectativa, por Francia y su gente —sentenció con una sonrisa.

—Tienes razón —todo nerviosismo y pesar presentes en él desaparecieron ante las palabras de su cercano.

Aquella noche el palacio ya había abierto sus puertas a los invitados quienes vestían glamurosos trajes de fina seda y lujosas joyas, ellos llegaban en carruajes servidos por aquellos que eran los mensajeros del rey llevándolos directamente hasta el interior. Los pueblerinos desde las afueras del palacio veían a esas personas y el único gesto que tenían era una boca abierta de sorpresa, semejantes lujos no eran posibles ni en sus más alocados sueños.

La entrada del palacio era resguardada por otros caballeros armados con espada y escudo, algunos de los pueblerinos quisieron entrar pero eran fácilmente repelidos por los caballeros quienes golpeaban y empujaban a los plebeyos quienes querían ingresar. Justo en aquel momento un carruaje había parado en seco frente a la entrada donde del interior bajaron dos sujetos que sin pena ni gloria pasaron al interior del castillo pues ellos eran los últimos invitados de la noche; en el interior del palacio había una sala gigantesca de mármol blanco y una alfombra roja desde la puerta hasta las escaleras dónde en la cima de esta yacía Antoine con su deslumbrante traje dorado similar al que portaban Demetrio y Vincent, que era igual al que todos llevaban en realidad. Aquel era el traje elegante que portaban todos los varones de la fiesta, las miradas curiosas de los adinerados se clavaban como agujas en los soldados “¿Por qué su majestad permitiría que unos simples soldados se congregaran con ellos?”.

—¡Atención a todos! —exclamó Antoine con una copa de vino en una mano y una cuchara en la otra la cual azotaba con suavidad en la copa— ¡Me alegra verlos a todos aquí en esta, una noche muy especial para mí!—el rey lucía espléndido como siempre, tan imponente y seguro de si mismo, con la postura recta y mirada fija en cada invitado sin cambiar su serio semblante, estaba acompañado de dos sirvientes a cada lado con charolas de comida y vinos—¡Esta noche es especial pues como ya habéis visto hay soldados entre nosotros, pero no os preocupéis pues ellos son tan especiales como nosotros! ¡Ellos son un equipo que yo mismo he formado gracias a la sabiduría que dios me ha conferido!—terminó de pronunciar frente a cientos de miradas maravilladas por tales palabras que eran propias del monarca francés.

—¡Por favor pasen aquí a mi lado, mis queridos guerreros de Francia! —dijo extendiendo el brazo con la copa haciéndoles un llamado de atención, y tan rápido como habló unos individuos pasaban entre ellos, unos eran totalmente olvidables pues no destacaban en nada particular más allá de su título concedido por el rey, pero a su vez, habían algunos que destacaban pues se llevaban todas las miradas tanto de hombres como mujeres, de sirvientes y otros; claro que no todos los miembros especiales estaban interesados en aquel llamamiento del rey, algunos preferían estar más cómodos en la tranquilidad de la invisibilidad, otros estaban cómodos devorando la comida que estaba servida en las mesas a cada orilla de la sala, iluminada por aquellos enormes candelabros y así como los que estaban de pie frente a la multitud otros se llevaban halagos y miradas más discretas.

Cerca de la puerta y a una esquina dos sujetos bastante altos o, por lo menos, más altos que la mayoría de los invitados yacían conversando de las peculiaridades de la vida, uno de ellos era alto y musculoso, de contextura robusta y de tes oscura, tenía el cabello rapado y vestía con el mismo traje que los demás a excepción de que la chaqueta la traía por sobre los hombros y el pañuelo de seda en su bolsillo siendo contrario a la elegancia del ambiente mientras que el otro era incluso más sencillo y elegante a su vez que los demás presentes, con una tez blanca, cabellos oscuros y lisos tomados en una trenza a la altura de su espalda siendo algo menos musculoso y robusto que su compañero.

—¿Qué te parece esta fiesta? ¿Eh Bartolomé?—preguntaba el más alto mientras tomaba un sorbo del vino.

—Es demasiado "brillante" para mi gusto, preferiría más algo sencillo. Una comida y buenos tragos, pero no está mal del todo.

Vincent y Demetrio estaban tratando de escapar de la multitud atravesando a invitados de par en par hasta que vieron a esos dos alejados de todo y todos, sus miradas se cruzaron, los cuatro caminaron directamente hacia los otros con pasos suaves pero intensos como si nada más existiera quedando frente a frente ambos extendieron sus brazos en un enorme apretón de manos—¡Bartolomé, Briggs! Que gusto volverlos a ver —exclamó Vincent regocijándose por aquella reunión, Briggs agarró a Demetrio entre sus brazos con un apretón— ¡Cuánto has crecido muchacho, hasta estás más fuerte.

—¿Cómo han estado? —preguntó alegremente Bartolomé.

—Como todos—respondió Vincent—Preocupados por la guerra, espero que pronto salgamos en misión y acabemos con el conflicto de una vez.

—He oído rumores sobre que la guerra no va nada bien para nuestro bando—comentó Briggs casi susurrando para los cuatro— se habla por ahí de que estamos perdiendo terreno y bajas considerables.

—Aparecimos en el momento justo entonces. Supongo que el rey hizo esta celebración para presentarnos a la alta sociedad —comentó Demetrio casi como si no le importara la fiesta en sí.

—Vamos Demetrio, no seas así, el rey solo quiere que la gente nos conozca porque somos la única esperanza del ejército para remontar la guerra.

—Bartolomé tiene razón, somos la última defensa y gracias a nuestro entrenamiento somos superiores a la gran mayoría de guerreros aquí —dijo Vincent confiado.

—Como dijiste amigo mío, somos la última defensa, pero aquí entre nosotros hay otro par que destaca además de ustedes. Es el único equipo formado por mujeres. No recuerdo sus nombre, pero creo que están en esta fiesta también —Briggs alzó su cabeza y buscó con la mirada al grupo mencionado.

—¿Un grupo de chicas? Mmm, creo que las vi cuando nos presentamos frente al rey aquella vez, pero no lucían nada especiales —dijo cruzando los brazos casi con desdén.

—No es cierto Demetrio, una de ellas tiene una increíble memoria e inteligencia y la otra destaca en lo físico, así como tú Vincent. Si las ven deberían darles una oportunidad aunque sea.

Del otro lado de aquel enorme salón cerca de una de las mesas que yacía al lado de una de las paredes estaban Alyssa y Nicolette quienes traían unos vestidos elegantes que llegaban hasta los talones, eran de tonos diferentes. La chica de rojos cabellos ondulados traía puesto un vestido negro de encaje y escotado de manga corta, el cual hacia juego con su pálida piel; resaltando su flameante cabellera. —Esta gente no deja de mirarnos, me hacen sentir incómoda—le comentaba la chica pegada a una pared mientras se llevaba una copa de vino a la boca:—Además esto sabe horrible—.

En cambio Nico traía un vestido largo de encaje rojo con manga corta quien estaba comiendo los abundantes alimentos que habían en la mesa frente a ellas—Eshta comida es delishiosha —trataba de hablar mientras se atragantaba hasta llenar y para no ahogarse bebía de a sorbos el vino sin darle importancia a su sabor— Mmm ¡Delicioso!, Ellos pueden comer esto todos los días y nosotros solo pan y avena —al notar como Alyssa se encerraba en la esquina y sobaba cuidadosamente su brazo libre mientras miraba el suelo sin despegar su vista— No te preocupes tanto por ellos, tú eres más fuerte que cualquiera de estos sujetos, así que tranquilízate y disfruta de la fiesta.

Inesperadamente un grupo de personas con trajes coloridos y llamativos venían con instrumento en mano situándose en el centro del salón— ¡Damas y caballeros e invitados de su majestad, espero que estén disfrutando la velada y para alegrarla les traemos este baile! —con violines, guitarras entre otros instrumentos el grupo alegraba la situación con notas que armonizaban entre si creando un ambiente de diversión, las personas empezaron a salir a bailar con sus parejas a las esquinas de dos en dos y a medida que bailaban se iban formando círculos alrededor del grupo de músicos—¿Quieres bailar conmigo, Alyssa?

Ambas dejaron las copan en la mesa y Nico corría arrastrando a su amiga de la mano acercándose al salón de baile observadas por los demás invitados, Nico era algo torpe al bailar pues sus movimientos toscos le impedían a veces seguir el ritmo de la música, pero se esforzaba para mantenerse y no arruinar el momento, en cambio Alyssa se movía de manera fluida y elegante, sus pies jugaban en el vasto suelo danzando de un lado a otro con gracia—¿Qué pasa Nico? —preguntaba su compañera mirándola a los ojos: —Nada, es solo que no bailábamos hace mucho tiempo—. Ambas se llevaban las miradas de los invitados, algunos maravillados y otras que juzgaban tal situación “¿Quiénes se creían esas dos mujeres para bailar juntas sin un hombre?” La noche pasaba volando entre el jolgorio mientras las parejas terminaban de bailar y otras se sumaban a la pista.

—Oye Demetrio ¿En qué estás pensando?—preguntó Vincent.

—En nada, solo observaba cómo bailan—contestó el chico pelirrojo mientras se llevaba a la boca algunos bocadillos.

—¿Quieres bailar? conozco a alguien dispuesto a ello —con su pulgar apuntó hacia atrás, a Briggs en particular.

Este último le guiñó el ojo a Demetrio como broma mientras le extendía la mano.

Demetrio negó con la cabeza haciendo un gesto de disgusto— No, no. Además, tendría que encontrar pareja y no soy bueno para eso.

Ambos observaban la ajetreada pista con suma atención. Por el rabillo del ojo Demetrio observó a un hombre que caminaba hacia ellos, traía un traje similar al suyo solo que este era negro y poseía unas hombreras de acero, su cabello era canoso y negro dejando una calva al centro de su cabeza, tenía unas cejas pobladas y una mirada centrada, poseía un bigote y una barba de chivo con un lunar bajo su labio inferior, las personas a su alrededor le saludaban con respeto y reverencias, los entrenadores del ejército de igual manera mostraban gran respeto a su presencia, Vincent miró en la misma dirección que Demetrio notando la presencia de aquel señor. No evitaron sentirse extrañados pues él los miraba fijamente; a simple vista lucía como alguien sencillo pero entre más se acercaba se sentía una pesada atmósfera como si ese hombre fuera más de lo que aparenta.

—Finalmente encuentro a los dos soldados perdidos... debo admitir que son tal y como me los imaginaba—dijo ya estando frente a ellos, estaba recto y mirando directamente a los ojos mientras les hablaba—Me imagino que esta situación es extraña para ustedes. Pero no se preocupen, vengo a presentarme —tras eso, extendió su mano para saludarlos, estas lucían callosas como si entrenara sus miembros duramente, cosa que Vincent notó de inmediato mientras pensaba en esa persona (Me resulta conocido, creo que lo vi cuando llegamos al palacio…)— es un privilegio para nosotros conocerlo, general.

—El placer es todo mío, ¿usted no habla, soldado? —preguntó a Demetrio.

Este último se negó a hablar pues se sentía intimidado dada la mirada del hombre, pero lo ocultó tanto como pudo.

—Parece que no. Bueno, les quería dar la bienvenida al ejército por mi mismo, ví su exhibición en las pruebas ¿saben algo curioso? esas pruebas no existían, se crearon esa misma tarde y, sin embargo, ustedes las completaron con suma facilidad e incluso nos dejaron un regalito al levantar esa enorme piedra que solo se pudo mover con cien hombres entrenados... ¿cómo es eso posible? —levantó un poco su rostro y los miró hacia abajo intentando obtener una rápida respuesta— me imagino que es por ese "entrenamiento" del que me hablaron. Si es así, eso es historia para otro día

A ambos chicos se les erizó la piel y un sudor frío les recorrió la frente pero rápidamente aquel hombre cambió el tema sin antes dejar una atmósfera de presión sobre ambos; aquel hombre era,sin lugar a dudas, alguien de cuidado— Esto es algo que les pregunto a muchos, es una prueba personal que tengo. Les propongo un escenario: Supongamos que tenemos a un rey de cuento, tiene una cara bonita y sabe hablar, pero en realidad este es un “tirano” que planea cosas a escondidas de su reino, que deja a su suerte a sus ciudadanos, gasta las riquezas en fiestas pero aún así, tiene a los plebeyos en su mano. Ahora... ustedes tienen una daga que le daría fin de una manera rápida y tienen la oportunidad para hacerlo, ¿lo harían?

Vincent tragó saliva a duras penas mientras intentaba formular una respuesta en su cabeza aunque muchas dudas le pasaban por encima “¿Qué clase de pregunta es esa?” trató de razonar pero su código de caballero le impedían en lo más profundo de su ser si quiera pensar en aquello, sin embargo Demetrio rápidamente y pareciera casi sin pensarlo respondió a penas Patrick terminó— Si la gente está sufriendo por culpa de ese rey la respuesta es muy simple —comentaba mientras hacia que tenía una daga en la mano y la clavaba al aire— Hay que matarlo —sentenció mirando a los ojos al general. Vincent le miraba desconociendo a su amigo pues tal respuesta no se lo esperaba en lo más mínimo, pero aquello le sirvió para formular su respuesta— Si dentro de mi juramento como caballero está protegerlo con mi vida debo cumplir con honor, aún si debo remar contra la marea sabiendo que es un tirano.

El general guardó silencio y simplemente caminó entre los dos jóvenes sin tocarlos directamente pero sintiendo la estela que dejaba su presencia, Patrick suavemente susurró entre labios “Aún son cachorros sin conciencia, eso es peligroso” tan rápido como llegó se fue perdiéndose entre la gente, Vincent que aún seguía algo perdido por tal extraña interacción no podía evitar cuestionarse tal situación, la velada era eufórica pues tales lujos eran fantásticos a su vista; un poco de tiempo bastó para finalizar el momento pues el propio Antoine había notado tal interacción entre Patrick y los dos soldados especiales cosa que no dejó pasar por alto. Subió y exclamó a todos los presentes:

—¡Mis queridos invitados, esta noche ha Sido fantástica, inolvidable pues su presencia aquí me hace reconfortar y olvidar las crisis que pasamos hoy en la guerra, espero que hayan disfrutado tanto como yo. Pero necesito ahora de su ausencia pues debo tratar asuntos reales, espero que hayan disfrutado de esta noche!—.

Tan pronto como habló los invitados comenzaron a retirarse rápidamente, primero se fueron los invitados de la alta sociedad quienes no hicieron más que irse tan erguidos como siempre, como si aparentan más de lo que sus cuerpos podían, los siguientes fueron los caballeros invitados. Bartolomé y Briggs se retiraron silenciosamente sin llamar la atención, Vincent y Demetrio siguieron caminando cruzando aquella enorme puerta observándose entre si y al general quien lucía preocupado o más bien, extrañado. Alyssa y Nicolette siguieron, ambas estaban abrigadas con unas túnicas pasando desapercibidas pero notando la tensión que se generaba en el ambiente; luego seguían los militares, los entrenadores, capitanes entre otros pero antes de que pudieran cruzar la puerta fueron interceptados por los guardias reales con sus alabardas afiladas y su majestad quien caminaba detrás de ellos meciéndose de un lado a otro—Ustedes se quedan aquí —dijo caminando hacia ellos y posando sus manos sobre los hombros de ellos—Tengo un par de cosas que debo hablar con ustedes.

Ello caminaron seguidos por los guardias hasta una sala en la que al momento de abrirse las puertas daban a unas largas escaleras que daban a una habitación más abajo, antes de poder cruzar la puerta Patrick les interrumpió francamente cruzándose entre todos— Antes de que proceda a hablar con ellos en privado me temo que debo pedírselos prestados, tengo serias cosas que hablar con ellos…

—¿Perdón escuché bien?, ¿Dijo cosas serias?—le interrumpió fácilmente como si estuviera hablando con un niño al cual poder a ningunear— me temo que no comprende general. Mis asuntos son más “serios” que los suyos, yo soy el rey, soy quien dice quien habla y quién no, si usted tiene más urgencia que yo permítame entregarle la corona real entonces… Oh espere, yo soy el rey. ¿Quiere desafiarme? adelante, pero deberá saber que no combato con palabras —Patrick le miraba sorprendido pues aunque fuera el rey, el jamás hablaba así, era por lo general, alguien educado y considerado al hablar, pero ahora se notaba disgustado, enfurecido era decir poco a lo que el general entendió rápidamente antes de tomar acciones. Simplemente se dio media vuelta alejándose de ahí, Camilo uno de sus cercanos y que aspiraba a su cargo lo escoltó hacia la salida sujetándole del brazo.

Las puertas se cerraron abruptamente dejando un silencio seco, Patrick golpeó la pared de ladrillos con fuerza destrozándose el puño en el impacto dejando la pared manchada— Camilo, te juro que si algo pasa allí abajo y me entero… te juro que voy que no guardaré silencio, el consejó sabrá de esto.

—Mi general, no debería actuar así. Usted es un hombre de voluntad, siga adelante como lo ha hecho hasta ahora, no se arriesgue así por los entrenadores y capitanes… por mucho que le duela debe admitir que ellos son prescindibles. No tome riesgos tan grandes...

Patrick agarró del traje a Camilo y lo estrelló contra la pared con fuerza y lo levantó con enojo— No me importa si son generales, capitanes u obreros. El rey cree que está por encima de todos aquí, trata a nuestros compañeros como animales. ¿Te cuento algo? hace poco hubo un rebrote de peste negra en Marsella ¿lo sabías?

El general soltó a Camilo quien no podía creer lo que oía, llevo una de sus manos a su boca impactado por la noticia, era inconcebible que algo así pasara de nuevo, Patrick se sacó el pañuelo del cuello y envolvió su mano con fuerza parando el sangrado.

—No… no puede ser, señor eso debe una mentira, eso ya había pasado hace años.

—No seas incrédulo, ¿sabes cómo me enteré de eso? esas chicas que estaban en la fiesta, la joven de cabellos rojos y su acompañante que también es un soldado. Ellas dos son las únicas sobrevivientes de ese pueblo, ¡Las únicas!, por el amor de dios Camilo —soltó a su acompañante y una vez más golpeó la pared enfurecido— Son niñas, no tienen más de 17 años y ya son soldados, no digo que esté mal, pero se supone que nosotros protegemos Francia y mira lo que pasa a nuestras espaldas, el rey se gasta una fortuna en una gala como esta, en trajes caros y lujosos y ahora ellas deben luchar esta guerra que ni siquiera les corresponde. Irán a morir al campo de batalla ¿y para qué, para recuperar un trozo de tierra insignificante? no... dime, Camilo, ¿qué estamos haciendo mal?

En el salón en el que antes había una fiesta, ahora era era usado como un sitio de tortura. Los entrenadores yacían tirados en el piso, tenían sus rostros cubiertos de sangre y con mucha suerte respiraban. Antoine se encontraba sentado sobre uno de ellos con sus nudillos destrozados por los golpes y el que antes era un traje dorado limpio, ahora tenía manchas de sangre oscuras y claras en él— A ver, recapitulemos. Ustedes me dijeron frente a mi, juraron por su nombre que esos chicos se habían perdido por ahí ¡sin más!, Pero adivinen mi enorme sorpresa cuando ellos se aparecieron frente a todos en la ceremonia, imponentes y exigiendo un puesto ¿entienden eso? ¡desafiaron mi autoridad! no les importó que estuviese allí el monarca. Eso es grave... ¿pero saben qué es más grave? lo que ustedes hicieron: mentir.

—…Lo, lo, lo sentimos majestad. Fue nuestro error que usted pasara esa vergüenza—decían a duras penas intentado que se les dejara en paz.

El rey se levantó y caminó frente a ellos, la poca luz de la habitación hacia difícil distinguir la situación pero si podías notar las venas remarcadas en la frente y manos de Antoine, la furia se podía sentir incluso a lo lejos— Ya los castigué una vez por sus errores, pero en realidad fue mi error. Fue mi error confiar en sus palabras, debí mandar un escuadrón de búsqueda de todos modos, pero no repetiré la situación. Contéstenme una cosa, pero quiero la verdad ahora, ¿Por dónde salen las mentiras?

Ellos se miraban extrañados por tal pregunta, pero tragaron saliva para hablar. Uno de ellos se levantó para responder, colocándose de rodillas— Por la boca su majestad —, y tan pronto como respondió Antoine metió la punta de su zapato por la boca de aquel. El zapato era más grande que su mandíbula haciendo que esta se abriera de manera inhumana, la sangre corría por la boca del caballero mientras Antoine movía de un lado a otro su zapato, cosa que hacia que el caballero moviera su cabeza de un lado a otro—Perdón por eso, no pude escuchar bien , ¿alguien sería tan amable de responder, por favor? — Los caballeros que resguardaban la puerta solo podían tragar su saliva mientras afirmaban con fuerza sus armas y trataban de no temblar ante tal situación, al contrario que los entrenadores que estaban en el suelo aún. Ni siquiera podían mirar al frente, el sudor corría por su frente y sus manos tiritaban sin control tratando de recomponerse siendo inútil pues la presencia del rey era abrumadora, como si hubiera un animal gigante frente a él, esperando que lo mirara para clavarle sus colmillos en su garganta— ¡¿Es que nadie va a responder?!

Antoine se dirigió hacia uno de los guardias y sacó la espada que tenía guardada en su funda— Muy bien, sino quieren responder la pregunta les obligaré a responderme —caminó con la espada en mano y tomó a uno de la garganta y poniendo la espada entre sus labios horizontalmente rozando el filo en las mejillas haciendo que unas pequeñas gotas de sangre gotearan por el borde de la hoja. Edoard que miraba desde atrás no podía soportar la situación se levantó y respondió entre temblores con voz quebradiza— La…las… las me tiras salen p-por por la boca su majestad —Antoine soltó a quien tenía agarrado dejándolo en el suelo retorciéndose de dolor entre gritos ahogados. Se acercó hacia Edoard con una amplia y siniestra sonrisa mientras aplaudía como a un niño— Finalmente, alguien que si responde, muy bien hecho, muy bien hecho —el rey le felicitó con unas palmadas en el hombro cosa que provocó que calmara un poco sus temblores y temor, pero Antoine lo golpeó en el rostro con el dorso de la mano tirándolo al suelo con facilidad, dio media vuelta tomando su cabello para atrás y suspirando les dijo a sus soldados —Córtenle los dedos, por cada vez que no respondan correctamente, pregúnten lo que quieran —se acercó a la puerta, la abrió y puso un pie en la escalera. Miró por encima de su hombro a los entrenadores con desprecio— No tengo que preocuparme por personas tan inútiles.

Cuando salió de la habitación notó en la pared una pequeña mancha de sangre, la miró detenidamente y la dejó pasar tratando de calmarse siguió adelante por largos pasillos de mármol hacia su salón de reposo personal, allí una cama grande y una mujer sentada a los pies de esta, traía un camisón y largos cabellos que estaba peinando, Antoine caminó hacia ella dejando caer sus ropajes al suelo sentándose cuidadosamente a su lado llamando la atención de la mujer—¡Oh!, amor mío, ¿Cómo estás?, ¿Cómo estuvo tu día?

Dejando de lado su corona se acercó a ella besando su mejilla suavemente y con sumo cuidado acercó su mano acariciando su vientre— Ni los días más oscuros podrían amargar esta hermosa noche a tu lado y nuestro pequeño o pequeña —dejándose caer sobre sus piernas como un niño pequeño con ojos brillantes y emocionado— cuando tenga tiempo saldremos a dar un paseo por los verdes campos que hay detrás del castillo, comeremos un picnic y beberemos algo —ella acarició su cabello notando lo tenso que estaba apaciguando la situación con cálidas sonrisas, terminando de peinarse dejando a Antoine descansar un poco en su regazo— Me encantaría dar un paseo contigo, pero no has respondido mi pregunta.

Antoine suspiró largamente cerrando sus ojos comenzó a hablar mientras pensaba en todo lo sucedido durante la noche— en realidad todo salió bien, tuvimos una hermosa fiesta en el salón real, hubieron muchos invitado, una que otra cosa de locos la verdad… ¿Recuerdas esa enorme roca que íbamos a usar para esculpir una estatua de tu padre?

Elodie le miraba confundida pero asintió dulcemente ante Antoine quien se levantó cambiándose de ropa—Bueno, hubieron dos personas que pudieron levantarla, no, no solo la levantaron también la movieron de ahí.

—¿Qué?—preguntó confundida con ojos abiertos y sorprendida—¿Quiénes pudieron hacer eso?

—“Soldados” —respondió el rey— nuestros soldados.

Al cambiarse de ropa se metió dentro de la cama y colocando su corona en un mueble al lado de la cama se acomodó abrazando a aquella mujer que de igual manera de metía debajo de las sábanas— Hablo de guerra, de soldados, de muertes y batallas todo el día y toda la noche, hablo con capitanes, con instructores, con el general y más soldados… cuando estoy contigo, con la persona que más amo en este mundo solo quiero olvidar que soy el rey y pensar que estoy acostado con mi esposa.

Ella entendió la situación y gentilmente lo abrazó mientras terminaba de apagar la vela durmiendo finalmente, cediendo ante la noche.

Pero no acababa ahí, Demetrio y Vincent caminaban por París, pasaban por un barrio y por el otro, habían caminando por horas y horas bajo la luz de la luna; dentro de un callejón estrecho y largo fueron detenidos repentinamente por un fuerte olor, era tan profundo que se metía por sus narices impregnando el ambiente—¿Qué es este olor?—preguntó Vincent tapándose con la manga.

—Aquí solía ser mi hogar—respondió Demetrio—Creí que con el paso del tiempo este sitio cambiaría un poco, pero todo se ve igual—ambos siguieron caminando por los barrios pobres de París meramente iluminados sumado a una densa niebla provocaba que la visión fuera difícil de distinguir por dónde iban, entre más caminaban más se denotaba como era el sitio, habían personas que vestían harapos y sacos rasgados que los veían fijamente y a sus ropas elegantes y mujeres que se les abalanzaban ofreciendo sus servicios por pocas libras pero tuvieron que quitárselas de encima y seguir caminando, a varios metros de allí notaron una casa que se caía a pedazos entre llamas y personas tiradas alrededor. —Aquí… aquí es donde crecí varios años de mi vida, los peores que viví, había pobreza, gente vendiéndose por unas míseras libras y allí dentro pasaba lo peor, allí la gente era abusada, destrozada, humillada y sometida por unos miserables cerdos asquerosos—sacó unas libras de su bolsillo a punto de tirarlas frente a las personas.

—No lo hagas, Demetrio—dijo Vincent agarrando de la mano a su compañero—Solo crearás más problemas si las tiras por ahí—.

—¡¿Más problemas?!—exclamó Demetrio sacándoselo de encima con fuerza—¿Qué sabes tú de esto? ¡Por el amor de dios!, ¡Creciste con una familia, con un hogar!—.

Vincent no soltaba su muñeca, en cambio le afirmaba con más fuerza sin quitar la mirada de la suya, el estaba tranquilo a pesar de los gritos—Cálmate Demetrio, si tiras las monedas al suelo las personas se lanzarán a por ellas solo hay dos opciones. La primera es que se peleen entre ellos o la segunda es que luego de recoger las monedas nos ataquen a nosotros y ambas terminarán mal, pero te pregunto ¿Cuál es peor?, Si ellos nos atacan me voy a defender y eso saldrá peor. Hay más opciones, para eso nos unimos al ejército, para eso nos entrenamos de tal manera que rompimos cada músculo de nuestro ser y si no hay opciones nosotros crearemos otra nueva, pero no te pongas en esta situación—.

A regañadientes Demetrio aceptó guardando las monedas en su bolsillo y dándose media vuelta caminó perdiéndose entre la neblina, Demetrio estaba enceguecido a tal punto que no oía soluciones o capaz de pensar alguna, eso era peligroso y él lo sabía bien, el sabía que su amigo podía ser peligroso si se quedaba en ese estado, pero algo dentro de él le decía que no podía, que no era él quien debía ser quien lo ayudara. Ese sentimiento resultaba agudo como si le apretaran desde su interior, una impotencia que lo carcomía; o quizás, ahora el se dio cuenta de la situación pues no todos pueden entender que es lo que pasa por cada cabeza.

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