Rojo y Verde 1.5

El Shokan observaba la ceremonia desde su palco, con la mirada fija en los competidores mientras las voces de la multitud llenaban la arena. De repente, giró hacia Rowan, quien permanecía tranquilo, con las manos ocultas bajo su capa.

— ¿Qué piensas de este resultado hasta ahora? —preguntó el Shokan, con un tono casi casual, pero sus ojos buscaban un atisbo de la reacción del representante.

Rowan levantó la cabeza, dejando que una pequeña parte de su rostro se vislumbrara bajo la capucha. Su voz, aunque baja, resonó con la ayuda de la magia que impregnaba el palco.

—Está entretenido, sin duda. Hace años que deseaba ver esta ceremonia. Mis expectativas eran altas, pero debo admitir que han sido cumplidas.

El Shokan sonó ante la respuesta antes de volver su atención a Rubi, quien se encontraba junto a ellos. Sin embargo, algo en su postura le llamó la atención. Rubi mantenía la mirada baja, y un leve temblor recorría sus manos mientras tocaba los bordes de los portales con magia.

— ¿Qué ocurre, Luz Rosa? —preguntó, con un matiz de preocupación en su voz.

Rubi alzó la mirada, con el cansancio evidente en su rostro.

—Algo está interfiriendo... —murmuró, su voz apenas audible—. No sé qué es, pero mantener los portales abiertos se está volviendo complicado. Me siento mareada.

El Shokan frunció el ceño. Sin perder tiempo, hizo una seña rápida a uno de sus sirvientes. Este, entendiendo de inmediato, conjuró unas llamas que formaron un mensaje codificado en el aire. En cuestión de segundos, el tambor que marcaba el ritmo de la competencia cesó su estruendo.

La voz del Shokan, amplificada por un hechizo de Rowan, resonó por toda la arena.

—Atención, competidores y público. Estamos experimentando dificultades técnicas. Daremos un receso de quince minutos. Por favor, aproveche este tiempo para descansar.

La confusión invadió la arena, pero tanto los competidores como los espectadores aceptaron la pausa. Los dos equipos abandonaron el campo, dirigiéndose a las instalaciones cercanas.

Dentro del área del Equipo Verde

Somi y Sol, con una energía contagiosa, celebraban el marcador a su favor.

—¡Estamos ganando! —exclamó Sol, riendo mientras se quitaba el sudor de la frente. Se giró hacia Somi con una mirada llena de orgullo—. Por cierto, ¡qué forma de defender ahí afuera! Estuviste increíble.

Somi, aún sorprendida por sus propios reflejos, sonriendo tímidamente.

—No sé cómo lo hice, fue pura suerte…

—¡Nada de suerte! —respondió Sol con entusiasmo— ¡Fue puro talento!

Zen, por su parte, estaba acostado en el suelo, con las manos detrás de la cabeza y la mirada perdida en el techo, ignorando por completo la conversación. Mientras tanto, Nox se mantenía de pie junto a la puerta, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

Nezu notó la actitud de Nox y se le acercó, apoyándose contra el marco de la puerta.

— ¿Qué pasa? ¿No te sientes bien por el punto que hiciste?

Nox le dirigió una mirada fulminante antes de girarse hacia el resto del equipo, alzando la voz.

— ¿Cómo pueden hacer tanto ruido por una jugada destacada? —gruñó— ¡Sean concientes que aún no hemos ganado nada!

El grupo guardó silencio por un momento, sorprendido por la reacción. Nezu, en lugar de molestarse, dejó escapar una leve sonrisa.

—Tienes razón, Nox. Pero entonces… ¿qué tal si dejamos todo en el campo? —miró a los demás, elevando la voz para incluirlos a todos— Cuando regresemos, ¡destruyámoslos!

El ambiente cambió. La tensión dio paso a una energía renovada mientras las palabras de Nezu resonaban entre ellos. Somi evaluando con determinación, Sol alzó un puño en señal de victoria y hasta Zen abrió los ojos por un momento, murmurando algo como:

—Eso suena interesante.

Por el otro lado en la zona del equipo rojo.

Kael estaba de pie en el centro de la sala, lanzando miradas de desprecio a su equipo. Su voz resonaba con rabia contenida, como un tambor a punto de romperse.

—¡Son unos inútiles! ¡Si solo hubieran resistido un poco más, yo habría anotado ese punto!

El ambiente se tensaba con cada palabra. Sea, con los brazos cruzados, le devolvía una mirada indiferente, pero antes de que pudiera responder, Azazel se adelantó desde la esquina de la habitación, tarareando una melodía desafinada mientras recorría el cuarto.

—¿Y yo? ¿Cuándo entro? —preguntó con una sonrisa torcida, sin mirar a nadie en particular.

Ion, sentado en un banco, no tardó en responder.

—Ya te lo dije antes. Nunca.

Azazel continuó paseándose como un depredador acechando a su presa, sus ojos recorriendo a cada miembro del equipo. Cuando llegó frente a Christian, detuvo su marcha y, sin previo aviso, le propinó una patada en la cara que lo derribó al suelo.

—Eres el más inservible de todos —dijo Azazel con desdén, inclinándose hacia Christian— Así que tomaré tu puesto.

Christian intentó levantarse, pero antes de que pudiera reaccionar, Azazel se preparaba para saltar sobre él. Fue entonces cuando un destello cruzó la habitación. golpeó a Azazel, lanzándolo contra la pared.

El impacto sacudió la sala, y Azazel se levantó lentamente, sacudiéndose el polvo con una sonrisa peligrosa.

—Eres muy molesto, Ion —dijo con una voz que mezclaba burla y amenaza— Creo que tomaré tu lugar entonces.

Ion lo miró con frialdad, ajustando su postura y preparándose para el enfrentamiento.

—Estoy cansado de ti, Azazel —respondió, firme—. Te dejaré fuera de combate para que dejes de estorbar.

Ambos se dirigieron al centro de la habitación, las miradas de sus compañeros fijas en ellos. El ambiente era eléctrico, y el aire parecía vibrar con la tensión.

Sea, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, se inclinó ligeramente hacia adelante, con una sonrisa traviesa.

—Cuidado, Ion. No te vayas a confiar con tu heroísmo.

Ion no apartó los ojos de Azazel, pero le respondió con confianza.

—No te preocupes. Perder no es una opción.

Sea dejó escapar una pequeña risa.

—Adelante, héroe.

Kael, observando desde un rincón, no podía ocultar su interés.

—Vamos, Azazel —dijo, cruzándose de brazos—. Gánate tu lugar.

Azazel, con los ojos encendidos de emoción, se preparó para el enfrentamiento.

—¡Al fin! —exclamó con una risa maníaca—. Ahora podré demostrar de qué estoy hecho.

Los dos quedaron cara a cara, las tensiones al borde del estallido, mientras los demás observaban en silencio, conscientes de que este enfrentamiento no era solo una disputa personal, sino un reflejo de las fracturas dentro del equipo rojo.

Ion lanzó un destello hacia Azazel, intentando conectar un golpe directo con su puño derecho. Sin embargo, esta vez Azazel estaba listo y bloqueó el ataque con facilidad, usando ambos brazos para absorber la fuerza.

—Ya no quedan personas justas en este mundo —dijo Azazel con una sonrisa torcida.

Antes de que Ion pudiera retroceder, Azazel saltó con agilidad sobrehumana, lanzando una patada dirigida a su rostro. Ion alcanzó a esquivar parcialmente, retrocediendo justo lo suficiente para evitar el impacto total. Pero Azazel no perdió el ritmo; usando la pared detrás de él como punto de apoyo, impulsó su cuerpo nuevamente hacia Ion, esta vez apuntando a su cabeza con otra patada.

Ion levantó ambos brazos, cubriéndose justo a tiempo, pero el impacto lo hizo tambalearse. Azazel se apartó, retrocediendo con un movimiento fluido, mientras una expresión de euforia comenzaba a dibujarse en su rostro.

—¿Eso es todo? —preguntó Azazel, con los ojos brillantes—. Quiero ver algo nuevo, algo que explote. ¿No tienes una manera de luchar que no sea tan predecible?

Ion se mantuvo en guardia, su respiración controlada mientras evaluaba los movimientos erráticos de su oponente. Sus destellos eran rápidos, apareciendo y desapareciendo alrededor de Azazel, intentando flanquearlo y alcanzar un punto ciego. Pero Azazel parecía estar un paso adelante, moviéndose de manera impredecible.

Azazel lanzó un ataque en espiral, combinando un giro rápido con un golpe dirigido al torso de Ion. Este último lo esquivó por un pelo, contrarrestando con un destello que lo colocó justo detrás de Azazel. Ion intentó conectar un golpe en las costillas, pero Azazel, como si lo hubiera previsto, bloqueó con su antebrazo y respondió con un cabezazo que obligó a Ion a retroceder.

Mientras la pelea continuaba, Vira, observando desde un rincón, se volvió hacia Kael.

—¿Quién crees que ganará? —preguntó, con un tono neutral.

Kael, sin apartar la vista de los combatientes, respondió sin dudar.

—Azazel.

Vira arqueó una ceja, sorprendida por la seguridad de su respuesta.

—¿No crees, objetivamente, que Ion podría ganar?

Kael negó con la cabeza.

—No. Azazel es un chico obsesionado con luchar. Es un demonio que puede leer cada movimiento del rival antes de que lo haga.

En ese momento, Azazel capturó el brazo de Ion en medio de un destello, deteniendo su velocidad en seco. Con una fuerza impresionante, lo estampó contra el muro de la habitación, provocando un crujido que resonó en el aire.

—Tú nunca podras entenderme, Ion. Tu forma de pensar es... —Azazel hizo una pausa, mirándolo fijamente—. Mierda básica.

Ion apretó los dientes, liberándose con un destello repentino. Usando la inercia de su velocidad, intentó derribar a Azazel con una barrida, pero este, una vez más, lo atrapó en pleno movimiento. Con un giro brusco, lo lanzó al suelo con un impacto que dejó a Ion sin aliento.

—Si tú eres el héroe, entonces yo seré el demonio del que todos hablarán. El que te sometió.

Ion, con esfuerzo, logró levantar su brazo y descargar una carga eléctrica en el pecho de Azazel. El golpe lo hizo retroceder ligeramente, jadeando. Pero en lugar de detenerse, Azazel soltó una carcajada eufórica, su voz reverberando en la sala.

—Yo soy diferente al resto. ¡Luchar para mí es una necesidad biológica! —gritó mientras se lanzaba sobre Ion.

Sin piedad, Azazel comenzó a golpear el rostro de Ion, sus puños moviéndose con una ferocidad casi animal. Ion intentó resistir, pero cada golpe lo empujaba más hacia la inconsciencia.

—¡No peleo por vivir! —gritó Azazel, con los ojos encendidos de locura—. ¡Vivo para pelear!

Finalmente, Ion quedó inmóvil, ensangrentado e inconsciente en el suelo. Azazel se levantó, respirando con dificultad mientras reía con satisfacción.

—Esto... —dijo, mirando al equipo con una sonrisa maníaca—. Esto es lo que soy.

La habitación quedó en un silencio incómodo, roto solo por las risas de Azazel y el eco de su proclamación.

Kael se acercó a Azazel mientras este limpiaba el sudor de su frente con el dorso de la mano, las manchas de sangre aún visibles en sus nudillos.

—Lávate las manos antes de entrar al campo —dijo Kael con un tono frío, mirando el desorden que había dejado— Estar cubierto de sangre es asqueroso.

Azazel dejó escapar una pequeña risa, restándole importancia.

—Lo haré, capitán —respondió con un tono burlón, pero sus ojos todavía brillaban con la euforia del combate.

Mientras tanto, el Shokan caminaba lentamente por los lujosos pasillos de mármol, sus pasos resonando con eco. Su túnica ondeaba suavemente mientras se detenía frente a una puerta ornamentada. Empujándola con calma, ingresó a una habitación adornada con muebles de madera oscura y vitrinas llenas de artefactos únicos. Sobre una mesa central descansaba la espada.

Con cuidado, el Shokan se acercó, observando la elegante funda. Sus dedos recorrieron el grabado en la parte inferior: unas alas blancas que sostenían una corona dorada, rodeadas por cuatro estrellas que parecían brillar bajo la tenue luz.

—¿Cómo algo tan hermoso y sofisticado terminó aquí? —se preguntó en voz baja, sin desenvainar el arma.

El Shokan permaneció en silencio, dejando que su mente divagara, pero la tranquilidad fue interrumpida abruptamente por un sirviente que entró apresuradamente.

—Mi Shokan, ya han pasado los 15 minutos, y la luz rosa está lista para continuar.

El Shokan giró lentamente su cabeza hacia el sirviente, su expresión de calma transformándose en una de molestia.

—¿Y por qué me lo dices ahora? —preguntó, acercándose al sirviente. Antes de que este pudiera responder, el Shokan le golpeó la cabeza con el dorso de la mano— Si estaba todo listo, debiste haberme avisado antes, inútil.

El sirviente, con la cabeza baja, se masajeó el lugar del golpe mientras el Shokan salía de la habitación, dejando la espada sobre la mesa.

Cuando el Shokan desapareció por el pasillo, el sirviente levantó la vista, su rostro enrojecido por la rabia contenida.

—El único inútil eres tú... —murmuró para sí, escupiendo las palabras entre dientes—. Si yo fuera líder, Bamburashi sería el mejor reino del mundo.

Con cautela, se acercó a la espada, su mirada fija en la funda. Extendió una mano temblorosa y la tomó, sorprendido por lo ligera que se sentía a pesar de su apariencia imponente.

—Tal vez... —murmuró, su voz apenas un susurro—. Tal vez debería darte una lección...

Pero mientras sostenía la espada, un sonido extraño comenzó a llenar la habitación. Eran susurros, suaves pero persistentes, que parecían provenir de todas direcciones. El sirviente se congeló, mirando a su alrededor con creciente inquietud.

—¿Quién está ahí? —preguntó en voz alta, pero no obtuvo respuesta.

Los susurros continuaron, más intensos, como si se dirigieran directamente a él. Giró la mirada hacia la espada, que ahora parecía más oscura, más pesada.

—Lo siento... no lo decía en serio... —dijo, sus palabras saliendo atropelladas mientras sus ojos se movían frenéticamente por la habitación.

El sonido se intensificó, palabras indistintas llenando su mente, sugiriendo acciones que no quería considerar.

—No puedo... me matarían... me matarían... —repitió frenéticamente, como un mantra.

Con un movimiento rápido y desesperado, desenfundó la espada, los susurros ahora claramente audibles en su mente. Su cuerpo temblaba, las palabras le repetían una y otra vez lo que debía hacer, lo que necesitaba hacer.

—No... no... ¡NO!

En un acto de pánico, el sirviente levantó la espada y, con lágrimas en los ojos, la hundió en su propio cuello. La sangre manchó el suelo mientras su cuerpo caía, dejando la espada clavada.

La habitación quedó en silencio nuevamente, excepto por el goteo rítmico de la sangre que caía al suelo.

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