Pequeños Susurros 1.4

Somi respiraba de manera controlada mientras sostenía con firmeza la espada de madera entre sus manos. El peso, aunque mucho menor que el de una espada real, ya empezaba a sentirse en sus brazos a medida que repetía los ejercicios. Daba un paso adelante con determinación, levantando la espada hasta la altura de su hombro derecho antes de realizar un corte diagonal. Al terminar el movimiento, retrocedía con cautela, preparando su postura para un nuevo ataque.

—Levanta un poco más la espada —indicó Nezu desde un lado, observando con atención cada uno de sus movimientos— No dejes que la punta baje tanto y cuida tu equilibrio cuando retrocedas.

Somi, sudando ligeramente por el esfuerzo, asintió con la cabeza. Volvió a adoptar la postura, esta vez más consciente de la posición de la espada. Alzó la madera de nuevo y repitió el corte, esforzándose por mantener la punta firme y hacia adelante, como si estuviera lista para enfrentarse a un enemigo invisible.

Nezu la miraba con paciencia, notando los pequeños avances. Los movimientos de Somi aún eran torpes, pero había en ella una clara determinación. A pesar del cansancio que comenzaba a notarse en su respiración entrecortada, seguía levantando la espada una y otra vez, intentando mejorar.

—No se trata solo de fuerza —comentó Nezu con voz calmada— La técnica y el ritmo son igual de importantes. Si fuerzas el movimiento, perderás precisión.

Somi, notando la fatiga en sus brazos, se detuvo por un momento. Se secó el sudor de la frente con el antebrazo, respirando hondo. Sabía que aún le faltaba mucho por aprender, pero la tranquilidad de Nezu y su forma de enseñar la motivaban a continuar. Ajustó su postura una vez más, concentrándose en los detalles que Nezu le había señalado, y reanudó el ejercicio: avanzar, cortar, retroceder, bloquear.

El crujido de la madera de su espada al cortar el aire se mezclaba con el murmullo suave del viento, que parecía acompañar cada uno de sus esfuerzos.

—Toma un descanso —dijo Nezu, observando cómo Somi comenzaba a perder fuerza en sus movimientos.

Somi asintió, soltando un leve suspiro de alivio mientras dejaba la espada de madera en el suelo. Se sentó en la hierba, respirando profundamente para recuperar el aliento, mientras el sol seguía calentando el ambiente.

Nezu, por su parte, comenzó a caminar de un lado a otro, sujetando su espada de verdad con firmeza. Su mirada estaba fija en la hoja, como si estuviera evaluando algo importante, absorto en sus pensamientos.

—¿Por qué la sacaste del sótano? —preguntó Somi de repente, con curiosidad.

Nezu detuvo su marcha por un momento y alzó la vista hacia ella. Miró la espada que tenía en las manos antes de responder, con un tono tranquilo:

—Con toda la amenaza de Zuko... es mejor tenerla cerca. No puedo permitirme estar desprevenido.

Somi asintió lentamente, pero su mirada pronto se desvió hacia el rostro de Nezu. Tras unos segundos en silencio, señaló con su dedo hacia su mejilla.

—Oye... tu quemadura —dijo, aún jadeando un poco— Se ve más pequeña.

Nezu, algo sorprendido, se llevó instintivamente la mano al rostro, tocando la marca que siempre había llevado. Durante un instante, pareció no saber de qué hablaba Somi, pero luego frunció el ceño ligeramente.

—No lo había notado —murmuró, moviendo los dedos sobre la piel, como si intentara entender lo que estaba ocurriendo.

Somi lo observó con una mezcla de sorpresa y alivio, pero no dijo nada más. Los dos permanecieron en silencio por un segundo más, hasta que Nezu rompió la pausa, mirando la espada con una expresión pensativa.

—Tal vez sea mejor idea dejarla en el sótano —dijo, casi para sí mismo— No llevarla conmigo todo el tiempo... irónicamente, puede ser la mejor manera de protegerla.

Somi lo observó con curiosidad, aún recobrando el aliento después de su ejercicio.

—¿Por qué es tan importante esa espada? —preguntó, intrigada.

Nezu respondió de manera evasiva, su tono neutral pero algo distante:

—Es simplemente... algo muy importante.

Somi frunció el ceño, claramente insatisfecha con la respuesta.

—Eso no es una respuesta, Nezu.

Él la miró, su rostro mostrando un leve esbozo de una sonrisa, aunque mantenía su distancia emocional.

—Esa es la respuesta.

Somi, frustrada por su actitud esquiva, le lanzó una mirada de reproche.

—¿Alguna vez vas a responder sin ser tan misterioso?

Nezu, en lugar de tomarse la pregunta en serio, pareció divertirse un poco con la situación.

—Está bien —dijo— Inténtalo. Te doy dos intentos para adivinar.

Somi se cruzó de brazos, aún sentada, mientras lo observaba con sospecha. Claramente, Nezu estaba disfrutando este juego más de lo que ella esperaba.

Somi aprovechó la oportunidad para preguntar algo que había tenido en mente durante un tiempo.

—¿Qué pasa con tu afinidad? —dijo con tono curioso— Hace una semana te pregunté, pero no respondiste.

Nezu la miró tranquilamente y, sin darle mucha importancia, respondió:

—Mi afinidad es la del sonido.

Somi lo miró con una mezcla de sorpresa y decepción.

—¿En serio? —dijo, casi con una pizca de desilusión— Esperaba algo más... no sé, más extraño. Como un elemento o algo así.

Nezu soltó una ligera risa, con un toque de ironía en su voz.

—Perdón por decepcionarte —replicó con una inclinación leve de su cabeza.

Somi pensó en otra pregunta, intentando no dejarse llevar por el desconcierto. Luego, titubeando un poco, lanzó una más.

—¿Tus padres...?

En cuanto vio la expresión de Nezu, su seriedad palpable, se dio cuenta de que había cometido un error. Se apresuró a corregir su rumbo, nerviosa.

—Quiero decir, ¿crees que podrías vencer a Zuko? —preguntó rápidamente.

Nezu dejó que la pregunta flotara en el aire por unos instantes, y luego respondió con calma.

—No lo sé. No lo conozco.

Somi no pareció satisfecha con esa respuesta y lo presionó un poco más.

—Pero Zuko venció a Stefan sin muchas dificultades... ¿Eso no te da una impresión o algo asi?

Nezu se quedó pensativo, pasando los dedos por la empuñadura de su espada. Finalmente, respondió:

—Creo que es muy improbable que Zuko nos gane si Stefan y yo peleamos juntos.

Somi lo miró intrigada, y luego conectó lo que decía con una conversación anterior.

—¿Por eso le dijiste a Stefan que entre en guerra contra los secuaces de Zuko?

Nezu la miró, un poco sorprendido.

—Yo no le dije eso a Stefan.

Somi se quedó en silencio por un momento, confusa. Luego, soltó un suspiro.

—Entonces... ¿de qué hablaron?

Nezu, sin perder la compostura, simplemente sonrió.

—Ya agotaste tus dos preguntas. Ahora levántate, vamos a seguir entrenando.

Somi resopló, resignada, mientras se levantaba para retomar su espada de madera y continuar el entrenamiento, aunque sus pensamientos seguían girando en torno a esa conversación.

Somi, agotada pero determinada, se detuvo un momento y miró a Nezu con una expresión de frustración.

—¿Cuándo podré usar una espada de verdad? —preguntó, esperando una respuesta.

Nezu sacudió la cabeza, la mirada firme.

—No estás lista para eso todavía.

Somi frunció el ceño y respondió con cierta impaciencia.

—¿Entonces el entrenamiento solo consiste en hacer los mismos movimientos una y otra vez?

Nezu la miró con una mezcla de paciencia y severidad.

—Eso se llama disciplina. Aunque tienes un gran talento, aún no estás lista para una espada de verdad.

Somi lo miró con escepticismo y preguntó:

—¿Cuánto tiempo pasaste entrenando antes de usar una espada de verdad?

Nezu pensó un momento antes de responder.

—Siempre entrené con espadas de verdad.

Somi se sorprendió un poco.

—¿Me pasarías una espada de verdad, entonces?

Nezu negó con la cabeza.

—No. Vuelve al entrenamiento.

Somi se cruzó de brazos, desafiando la decisión.

—Voy a hacerlo cuando me des una espada de verdad.

Nezu se mantuvo firme, negando de nuevo.

—No insistas. Regresa al entrenamiento.

Somi, frustrada, le preguntó:

—¿Qué debo hacer para que me des una espada de verdad?

Nezu se quedó en silencio por un momento, antes de finalmente decir:

—Pon guardia.

Somi lo miró confundida, pero al escuchar el grito de Nezu:

—¡Ahora!

Se colocó en posición de guardia. Nezu se acercó rápidamente, moviéndose con agilidad y precisión. En un abrir y cerrar de ojos, la tomó del brazo y la tumbó al suelo con un movimiento firme.

—Cuando logres tocarme con la espada de madera, te daré una espada de verdad —dijo con una mezcla de desafío y determinación.

Somi se levantó, respirando con dificultad, pero con una nueva chispa de determinación en sus ojos. Estaba lista para aceptar el reto y demostrar que estaba preparada para el siguiente nivel.

Somi intentó atacar varias veces, pero Nezu se movía con una fluidez impresionante, esquivando cada golpe con pasos sencillos y una precisión envidiable.

—Tus ataques son muy torpes —le dijo, con un tono calmado y evaluador— Necesitas mejorar tu técnica y precisión.

Somi, respirando pesadamente, se lanzó nuevamente hacia él con un golpe más decidido. Sin embargo, Nezu se agachó con agilidad, evadiendo el ataque. Aprovechando su movimiento, le dio un golpe en el estómago que la hizo soltar la espada y arrodillarse, sosteniéndose el abdomen con una expresión de dolor.

—¡Ugh! —exclamó Somi, intentando recuperar el aliento y sosteniéndose del suelo con las manos— ¡Eso dolió!

Nezu se acercó, su voz aún serena.

—Debes aprender a controlar tus ataques. La fuerza bruta no te llevará lejos si no tienes precisión.

Somi miró hacia arriba, sus ojos llenos de determinación a pesar del dolor.

—¿Cómo voy a mejorar si no me das una oportunidad de pelear de verdad?

Nezu le ofreció una mano para ayudarla a levantarse.

—Primero necesitas aprender a no dejarte llevar por la frustración. Una espada real no hará la diferencia si no mejoras tu técnica.

Somi tomó la mano de Nezu, ayudada a levantarse mientras se sacudía el polvo.

—Lo entiendo. Solo... dame una oportunidad de mostrarte que puedo hacerlo.

Nezu asintió, su expresión mostrando un leve atisbo de aprobación.

—Lo harás. Pero primero, vuelve a intentarlo. Aprende a controlar tu ritmo y tu enfoque. Solo así estarás lista para el siguiente paso.

Nezu observó a Somi con una mirada evaluadora y le dijo:

—Solo tienes que darme un golpe. No importa si es efectivo o apenas un roce.

Somi, con el ceño fruncido, respondió:

—¿Me estás subestimando?

Nezu mantuvo la calma y replicó:

—No. Solo estoy aplicando varios métodos de entrenamiento en uno solo.

Mientras Somi intentaba atacarlo, con movimientos imprecisos y ansiosos, le preguntó:

—¿Cuáles métodos?

Nezu esquivó el golpe fácilmente, mientras le respondía:

—Precisión...

Le dio un golpe en la mano, haciendo que soltase la espada, y continuó:

—Destreza...

Somi recogió rápidamente su espada y se puso en guardia. Antes de que pudiera reaccionar, Nezu ya estaba frente a ella y le asestó un golpe en la cara.

—...Resistencia.

Somi se tocó la nariz adolorida y miró a Nezu con frustración.

—¿Y qué pasa con la experiencia en combate?

Nezu la miró con una mezcla de comprensión y seriedad.

—Se me olvidaba mencionarlo. Aunque en un combate real, ya estarías muerta... muchas veces.

Somi se levantó, frotándose el rostro y respirando profundamente, mientras Nezu observaba con una mirada de expectativa, esperando a que ella se preparara para el siguiente intento.

Rina abrió la puerta de la casa y salió al patio, caminando hacia donde estaban Nezu y Somi. Con una sonrisa burlona y un tono irónico, le dijo a Nezu:

—¿Ya terminaste de golpear a mi hermanita?

Nezu sonrió levemente, sin perder la compostura.

—Tal vez pueda hacerlo un poco más —respondió, justo en el momento en que esquivó con facilidad un intento de ataque sorpresa de Somi.

Con un movimiento, Nezu la hizo perder el equilibrio, haciéndola caer al suelo de nuevo. Somi, frustrada pero sin perder la determinación, se sentó mientras Nezu añadía:

—Es todo por hoy.

Somi, aunque algo adolorida, se levantó despacio mientras Rina la observaba, conteniendo una pequeña risa ante la escena.

Nezu sacudió el polvo de las manos y miró a Somi con algo de seriedad en su expresión.

—Desde ahora, harás los ejercicios normales, y cuando los termines, podrás intentar golpearme—Hizo una pausa, esperando su reacción.

Somi asintió con determinación, levantando la mirada hacia él mientras se sacudía la ropa.

—Pronto te daré un buen golpe, ya lo verás.

Rina, que había estado observando todo con un aire despreocupado, soltó una pequeña risa.

—Sí, claro, pronto lo lograrás —dijo mientras se cruzaba de brazos, divertida por la situación. Luego, al ver que Nezu la miraba, continuó— Me gusta ver cómo todos se están esforzando. Se siente como si estuviéramos haciendo algo importante.

Nezu inclinó la cabeza hacia un lado y le preguntó:

—¿Y cómo va Stefan?

Rina se encogió de hombros y respondió:

—Va bien, se le nota animado. Casi ha derrotado a todos los secuaces de Zuko.

—¿Cuánto tiempo crees que tardará Zuko en llegar? —preguntó Nezu, esta vez con un tono más serio.

—Bueno... las últimas veces llegó unas tres semanas después de que algo le pasara a sus soldados. —Rina hizo una pausa, evaluando los días en su mente— Así que aún tenemos algo de tiempo.

Nezu asintió, pensativo, antes de mirar nuevamente a Somi.

...***...

El tiempo pasó con la misma rutina diaria de entrenamiento. Cada mañana, Somi salía al patio a realizar los ejercicios básicos que Nezu le había indicado. Estocadas, movimientos de muñeca, pasos coordinados. Su determinación nunca flaqueaba, y aunque la repetición a veces parecía monótona, entendía que era lo que construiría su fuerza.

Cada tarde, después de completar los ejercicios, Somi intentaba golpear a Nezu. El desafío siempre terminaba igual: un rápido movimiento de Nezu, un giro inesperado, y Somi en el suelo. Aunque ella perfeccionaba poco a poco su técnica, sus golpes aún no eran lo suficientemente certeros.

Una semana entera transcurrió así. La madera de su espada cortaba el aire cada vez que intentaba un golpe. Somi mejoraba su destreza y velocidad, pero Nezu seguía siendo implacable. Con una paciencia infinita, él esquivaba cada embestida sin necesidad de usar su espada, a veces casi burlón y otras veces en silencio, como si estuviera evaluando cada movimiento.

Al final de cada día, Somi quedaba exhausta, con las manos adoloridas y los músculos tensos. Sin embargo, la idea de que, al final, lograría ese único golpe la mantenía firme. Pero el momento aún no había llegado.

Durante esa semana, Somi había ido ganando algo más de soltura. Aunque al principio sus intentos por alcanzar a Nezu con la espada de madera parecían torpes, con el paso de los días sus movimientos se fueron volviendo más fluidos. Cada vez que Nezu la derribaba, la fuerza de los golpes parecía hacerle menos daño, su cuerpo adaptándose a la rutina intensa. Aún así, no había logrado lo que tanto anhelaba: un golpe certero.

El sol estaba cayendo mientras Somi realizaba otro intento más. Se movía con más agilidad, esquivando con rapidez los amagos de Nezu, quien se limitaba a observarla con esa calma habitual, sus manos desarmadas y su postura relajada.

Somi vio una oportunidad. Nezu, distraído por un sonido que venía de la casa, había bajado un poco la guardia. Ella atacó con velocidad, apuntando con la espada de madera directamente a su costado.

Por un instante, pareció que su golpe finalmente daría en el blanco. Pero, justo cuando la madera estaba a punto de tocarlo, Nezu se giró con rapidez. En un solo movimiento fluido, tomó a Somi por el brazo, utilizando su propio impulso en su contra. Sin que ella pudiera reaccionar, la lanzó hacia atrás.

Somi se estrelló contra el árbol que decoraba el patio, sus pies levantando un leve polvo mientras el aire escapaba de sus pulmones. Aún así, esta vez el golpe no le dolió tanto como las primeras veces.

Nezu se acercó, su tono inalterable:

—Mejor... pero aún no lo suficiente.

Somi, algo aturdida pero determinada, apretó los dientes y se puso de pie, volviendo a tomar la espada con fuerza. Había estado cerca, muy cerca.

Somi observó a Nezu mientras este se agarraba la cabeza, notando algo fuera de lo normal.

—Te noto algo distraído —comentó ella, con un toque de preocupación en la voz.

Nezu soltó un suspiro leve, bajando la mano lentamente y sin hacer contacto visual.

—Mejor dejemos todo por hoy. Ve a descansar —respondió, mientras comenzaba a caminar hacia la casa, sus pasos algo más pesados que de costumbre.

—¿Estás bien? —preguntó Somi, siguiéndolo con la mirada.

—Todo está bien —respondió Nezu sin mucho entusiasmo, pero con ese tono cerrado que indicaba que no deseaba hablar más del asunto.

Somi lo vio entrar en la casa, dirigiéndose directamente al sótano, como lo hacía después de cada entrenamiento. Decidió no seguirlo y, en cambio, fue hacia la sala, donde encontró a su abuelo Wan sentado tranquilamente.

—¿Todo bien, abuelo? —preguntó, sentándose a su lado.

—Sí, todo bien —respondió Wan, con una sonrisa tranquila— Nezu siempre va al sótano después del entrenamiento, no te preocupes por él.

Somi se acomodó en la silla, cruzando las piernas, y miró alrededor.

—¿Dónde está Nina? —preguntó, con la mente vagando un poco.

—Salió a caminar con Rina —respondió Wan, antes de que la puerta se abriera de golpe.

Stefan entró rápidamente, su rostro cubierto de sudor, pero con una sonrisa que reflejaba orgullo. Se veía agotado, pero había algo en su expresión que irradiaba satisfacción.

—Lamento entrar de esta forma, señor Wan —dijo, con la respiración entrecortada.

—No te preocupes, muchacho —contestó el abuelo Wan con calma— ¿Qué pasa?

—¡He echado a todos los hombres de Zuko! —anunció Stefan, con el pecho hinchado de orgullo.

Mientras la emoción llenaba la sala por el logro de Stefan, Nezu, en el sótano, desenvainaba su espada lentamente. El sonido metálico del acero al deslizarse fuera de la funda resonó en el espacio cerrado. Nezu observó la hoja, como si esperara que esta le revelara algo, alguna respuesta a las preguntas que rondaban su mente.

Volvió a envainarla y la dejó sobre una mesa cercana, su mirada fija en ella, como si la espada tuviera algo que decirle.

—¿Qué es lo que intentas decirme? —preguntó en voz baja, casi susurrando al vacío, como si esperara que la espada le hablara.

Pero todo era silencio. Nezu continuó, sus palabras saliendo con un tono de frustración.

—No entiendo... ni siquiera parece que me estés diciendo algo. Es como un mensaje en bucle, pero... ¿para quién? —dijo, rascándose la cabeza.

El silencio en el sótano era abrumador, solo roto por el murmullo distante de las conversaciones en la sala de la casa. Nezu volvió a observar la espada con detenimiento.

—No comprendo lo que significan esos susurros —continuó, su voz bajando— No comprendo el mensaje...

Finalmente, envolvió la espada en una tela oscura con movimientos cuidadosos, casi reverentes, como si el simple acto de ocultarla pudiera traerle algo de paz.

—Por favor, guarda silencio —murmuró, antes de dejar la espada a un lado y salir del sótano, con el peso de sus pensamientos aún colgando sobre él.

Nezu subió lentamente las escaleras, sintiendo el eco de sus pasos mientras la algarabía de la sala llegaba hasta él. Todos parecían estar llenos de orgullo por el logro de Stefan, pero antes de que pudiera siquiera decir una palabra, la puerta se abrió violentamente. Rina entró, con el rostro pálido y asustado, su respiración entrecortada.

—¡Zuko llegó! —exclamó, y de inmediato, el ambiente se tensó.

Somi se levantó de golpe, alarmada.

—¿Dónde está Nina? —preguntó con urgencia.

Rina, con un temblor en la voz, respondió:

—Ellos la tienen.

Stefan, visiblemente confundido, frunció el ceño.

—¿Dónde está Zuko?

—Está en la entrada del pueblo —dijo Rina, mirando a Stefan— Dijo que decidas: pelear con él o salvar a Nina.

Stefan miró a Rina, aún más extrañado, mientras trataba de procesar la información.

—Entonces... Nina no está con Zuko —murmuró, tratando de comprender.

El abuelo Wan, siempre observador y calmado, intervino.

—Es solo un juego de Zuko. Quiere distraerlos. Pero sospecho que ellos no saben que Nezu está aquí.

Somi asintió, viendo la ventaja en eso.

—Esa es nuestra ventaja.

Stefan, sin embargo, ya se estaba preparando para moverse.

—Voy a ir por Nina —dijo con determinación.

Antes de que pudiera hacer algo más, Nezu, que había estado callado hasta ahora, dio un paso al frente, saliendo de la casa con decisión.

—Yo iré por Nina. Tú vas por Zuko —dijo, sin darle muchas explicaciones.

Stefan lo miró sorprendido, y no pudo evitar preguntar.

—¿Por qué? —le cuestionó, confundido.

Nezu, mientras se alejaba de la casa, habló con claridad y serenidad.

—Tú eres mejor en las peleas uno a uno, tardarás más en rescatar a Nina que yo.

Somi, todavía preocupada por su hermana menor, intervino.

—¿Dónde está Nina? —preguntó, mirando a Rina.

—En la herrería —respondió rápidamente Rina, con el corazón en la garganta.

Stefan, mirando con intensidad a Nezu, lanzó una última advertencia.

—No dejes que le pase algo a Nina.

Nezu le devolvió una mirada firme y respondió.

—Tú solo resiste hasta que llegue. Yo iré por Nina, y Somi acompaña a Stefan por si ocurre algo

Somi, con el corazón apretado por la preocupación, asintió rápidamente.

Sin más palabras, Nezu salió corriendo, moviéndose rápidamente hacia la herrería.

Stefan, viendo cómo Nezu se aleja, tomó aire y miró a Somi

—Rápido. Vámonos —dijo, y juntos se dirigieron a la entrada del pueblo, listo para enfrentarse a Zuko.

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Comments

Luna

Luna

Está bueno 👍

2024-09-26

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