La luz del atardecer se filtraba tenuemente a través de las cortinas raídas, proyectando sombras alargadas en las paredes de la pequeña habitación. Nezu yacía en la cama, su respiración irregular y su piel pálida contrastaban con las vendas que cubrían sus heridas. La espada descansaba sobre una mesa cercana, envuelta en una tela oscura, como un secreto oculto a la vista.
Somi estaba sentada junto a la cama, su rostro reflejaba una mezcla de preocupación y agotamiento. Había logrado llevar a Nezu hasta aquel lugar, una casa solitaria en medio del pueblo, gracias a la ayuda inesperada de su abuelo. Pero ahora, la desesperación comenzaba a apoderarse de ella.
—No es un herido común, ¿verdad? —La voz del anciano rompió el pesado silencio, arrastrándola de vuelta a la realidad. Estaba de pie junto a la puerta, observándola con unos ojos que parecían haber presenciado demasiado en su larga vida. Su figura encorvada y su cabello blanco contrastaban con la firmeza de su mirada.
Somi asintió lentamente, sin apartar los ojos de Nezu. No había tenido tiempo de explicarse ni a sí misma qué estaba ocurriendo realmente, pero sabía que algo en él, en la espada, era diferente, inquietantemente diferente.
—¿Quién es él? —insistió el anciano, dando un paso hacia adelante, su tono ahora más suave, casi paternal.
Somi tomó aire antes de responder, sintiendo que las palabras se le atragantaban en la garganta.
—No lo sé… se llama Nezu. Lo encontré en el bosque, herido y… —Se interrumpió, sintiendo el peso de las preguntas que no había podido contestar—No sé qué le ha pasado, pero sé que no puedo dejarlo solo.
El anciano la observó por un momento, evaluando la determinación en su voz. Luego, asintió con un gesto lento y deliberado.
—Tuviste suerte de que te encontrara —dijo el abuelo, su tono más grave, casi regañándola— Sabes lo peligroso que es adentrarse en el bosque sola.
—Tampoco tuviste que entrar al bosque, ya estás anciano, fue más peligroso para ti que para mí —replicó Somi, cruzando los brazos con firmeza.
—Puede que esté viejo, pero eso no significa que sea menos fuerte —respondió el anciano, su tono impregnado de un orgullo terco.
Un silencio incómodo cayó sobre ellos, mientras ambos miraban a Nezu. Somi finalmente se levantó y se acercó a la mesa. Con cuidado, desenrolló un poco la tela oscura que cubría la espada, revelando un logo en la parte inferior de la funda: unas alas blancas con una corona dorada y cuatro estrellas.
—¿Has visto este logo antes, abuelo? —preguntó, mostrando el símbolo al anciano.
El abuelo frunció el ceño, examinando el logo con detenimiento.
—Nunca lo he visto… tal vez sea de otro reino o de una compañía extraña —murmuró— Aunque… hay algo que me inquieta.
Somi levantó la vista, sorprendida por el tono enigmático de su abuelo. Volvió a cubrir la espada y la dejó sobre la mesa, su mente dando vueltas.
—¿Qué es? —preguntó, su voz apenas susurro.
—¿Cómo le explicarás a Stefan todo esto? —El anciano entrecerró los ojos— Él debe seguir buscándote en el bosque.
—Estoy esperando a que vuelva —respondió Somi, aún con la mirada fija en Nezu—¿No fue él quien te pidió ayuda antes de regresar al bosque?
—Sí, sabía que necesitaba la ayuda de un veterano como yo —dijo el abuelo, con un tono que dejaba ver su orgullo.
—Solo estaba desesperado —replicó Somi rápidamente—De todos modos, ¿cómo me encontraste?
—Encontré un oso muerto, seguí su rastro de sangre y luego vi tus pisadas —explicó el abuelo.
—¿Seguiste la sangre de un oso agonizante? —Somi lo miró con incredulidad—¿No te pareció peligroso?
—Supuse que alguien te había rescatado… No pensé que fuera al revés —admitió el abuelo, encogiéndose de hombros.
—Diría que fue algo mutuo —dijo Somi en voz baja, su mirada volvió a posarse en Nezu.
El anciano la observó en silencio, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y curiosidad. Dio unos pasos hacia la cama, inclinándose ligeramente para examinar mejor a Nezu.
—Es muy joven para haber sufrido tanto —murmuró el anciano, sus ojos recorriendo las cicatrices que marcaban el cuerpo de Nezu— Esas heridas no parecen obra de una simple caída o de un accidente en el bosque.
Somi asintió, sintiendo un nudo en la garganta al observar la quemadura que cubría el ojo izquierdo de Nezu, un recordatorio visible de un pasado que ella apenas empezaba a comprender.
—Lo sé, abuelo —susurró, sin apartar la vista de Nezu—Pero esas heridas no son lo único extraño. Su espada… no es como las demás. Hay algo en ella, algo que no puedo explicar, pero que siento profundamente.
El anciano frunció el ceño y se acercó lentamente a la mesa donde reposaba la espada, cubriendo la distancia con pasos cuidadosos.
—Es un arma inusual, nunca vi nada parecido, ni siquiera entre los altos mandos —dijo, su tono grave—Pero más que la espada, lo que me preocupa es él. Un chico de su edad con heridas tan profundas, con una quemadura tan precisa en el ojo… Y la manera en que dijiste que maneja esa espada. Parece un guerrero experimentado, pero a la vez… hay algo frágil en él.
Somi apartó la vista de Nezu y volvió hacia su abuelo.
—¿Crees que podría haber sido entrenado? ¿En el ejército o en algún otro lugar? —preguntó, con incertidumbre en cada palabra.
El anciano suspiró, su mente claramente vagaba por recuerdos lejanos.
—Es posible. Muchos niños son entrenados, pero nunca vi uno en el campo —respondió finalmente—Lo que me inquieta más es por qué alguien tan joven y entrenado está tan herido y solo. ¿Y por qué esa espada? Un arma tan extraña no pertenece a un simple soldado.
Somi sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había pensado lo mismo, pero escucharlo en voz alta hacía que la situación pareciera aún más siniestra.
—No podemos dejarlo aquí, Somi —continuó el abuelo, su tono ahora más severo—Si alguien lo está buscando, o si esas heridas son el resultado de algo más grande… ¿Y si es un criminal?
Las palabras del anciano la sorprendieron, y en un impulso, se acercó rápidamente a él, tomándole la mano con fuerza.
—¡Pero abuelo! —dijo, su voz cargada de desesperación—No podemos hacer eso.
Somi se sentó de nuevo en la cama, atrayendo a su abuelo hacia Nezu.
—Míralo, no podemos suponer cómo es o fue su vida —dijo, con un tono firme y desafiante.
—Somi, en este mundo debemos suponer lo peor siempre —respondió el abuelo con la misma firmeza, su voz como una advertencia.
Somi frunció el ceño ante aquellas palabras, pero antes de que pudiera responder, el anciano se acercó aún más a la cama. Observó a Nezu con detenimiento, sus ojos deteniéndose en la espada envuelta. Un suspiro pesado escapó de sus labios.
—Debemos ser cuidadosos —advirtió—Esta espada… y el muchacho, están conectados de una forma que no comprenderemos fácilmente.
Somi lo miró sorprendida, pero antes de que pudiera hacer más preguntas, el anciano continuó.
—Deberías descansar. Yo vigilaré a tu amigo por esta noche —ofreció, dándole a Somi un momento para asimilar todo lo que acababa de escuchar—Mañana, tal vez él pueda contarnos su historia.
Somi asintió lentamente, sintiendo cómo su cuerpo finalmente cedía al cansancio. Se levantó con dificultad, lanzando una última mirada preocupada a Nezu antes de dirigirse hacia la pequeña habitación que el anciano le había preparado.
Somi se dirigió lentamente a la pequeña habitación que su abuelo le había preparado. Cada paso que daba se sentía pesado, como si el peso de la noche y las preguntas sin respuesta se estuvieran acumulando en sus hombros. Al entrar, una brisa suave entraba por la ventana abierta, moviendo las cortinas de forma casi imperceptible. El colchón, aunque humilde, parecía un lujo en comparación con la dura realidad que había vivido ese día.
Se dejó caer en la cama, exhalando un suspiro profundo. La imagen de Nezu, frágil y herido, no abandonaba su mente. Recordó cómo lo había encontrado, solo y desamparado en el bosque, y cómo había sentido una conexión inmediata, una urgencia por protegerlo. Pero ahora, tumbada en la cama, las dudas empezaban a surgir. ¿Quién era realmente Nezu? ¿Qué significaba esa espada tan inusual? Y más importante aún, ¿en qué tipo de peligro se había metido al traerlo aquí?
Intentó cerrar los ojos y dejar que el cansancio la arrastrara al sueño, pero los pensamientos seguían acosándola. Las palabras de su abuelo resonaban en su mente: "Debemos suponer lo peor siempre". ¿Y si Nezu realmente era peligroso? ¿Y si al ayudarlo había puesto en peligro a su abuelo y a ella misma?
Pero al recordar la expresión en el rostro de Nezu, esa mezcla de dolor y vulnerabilidad, la duda se disipó un poco. No podía creer que alguien tan joven y quebrantado pudiera ser malvado. Tal vez, solo tal vez, él estaba huyendo de algo mucho más oscuro.
Finalmente, el agotamiento venció a sus pensamientos. Su mente se fue apagando lentamente, y la oscuridad del sueño la envolvió, llevándola lejos de la angustia que la había mantenido despierta.
***
La luz del amanecer comenzaba a colarse por la ventana cuando Somi abrió los ojos. Se estiró en la cama, sintiendo los músculos entumecidos por la tensión acumulada del día anterior. Por un momento, todo le pareció irreal, como si lo que había ocurrido la noche anterior fuera solo un mal sueño. Pero al escuchar los sonidos lejanos de la casa, el crujido de la madera bajo el peso de alguien caminando, la realidad volvió a caer sobre ella.
Se levantó de la cama y se dirigió a la puerta, sintiendo un nudo de ansiedad formarse en su estómago. Al abrirla, el olor a café y pan tostado la recibió. Su abuelo estaba sentado en la pequeña mesa de la cocina, sorbiendo su café con una calma que casi parecía inapropiada, dado todo lo que estaba ocurriendo.
Pero lo que realmente captó su atención fue la figura junto a la ventana. Stefan, de tez oscura, cabello marrón y un cuerpo fuerte, estaba de pie, mirando hacia afuera con una expresión sombría en su rostro. Su postura era rígida, con los brazos cruzados sobre su pecho, como si estuviera conteniendo una tormenta interna. Cuando giró la cabeza al escucharla entrar, sus ojos, oscuros y penetrantes, se clavaron en los de Somi con una mezcla de preocupación y desaprobación.
—Por fin te levantas —dijo Stefan, su tono cargado de reproche—¿Te das cuenta de la locura que cometiste ayer?
Somi se detuvo en seco, sorprendida por la brusquedad de sus palabras. A pesar de su tono, sabía que Stefan estaba más preocupado que enfadado, pero eso no disminuía el impacto de sus palabras.
—Lo siento… No sabía cómo encontrarte y… no podía dejarlo solo —intentó explicar Somi, acercándose lentamente.
—¿El chico de la cama? —Stefan interrumpió, su voz fría y cortante—¿El mismo chico que encontraste en el bosque, herido, con una espada que nadie en este maldito pueblo ha visto antes?
Somi asintió, su mirada fija en Stefan, sintiendo un nudo formarse en su estómago. No esperaba una reacción tan dura de su parte.
—Sí, él… Nezu —respondió con voz baja.
Stefan la miró fijamente, su expresión endureciéndose aún más.
—Somi, sé que quieres ayudar a todo el mundo, pero esto es ridículo. ¿No has pensado en lo que podría significar? ¿En el peligro en el que podrías habernos metido? —dijo, alzando la voz con frustración contenida.
—¡Claro que lo pensé! —replicó Somi, levantando la voz también—Pero no podía dejarlo ahí, solo y herido. ¡No soy un monstruo, Stefan!
—No se trata de ser un monstruo, Somi, se trata de ser inteligente —respondió Stefan, dando un paso hacia ella, su cuerpo irradiando una energía protectora pero intimidante— ¿Y si es un soldado enemigo? ¿O peor, un espía? ¿Qué pasa si trae a su gente aquí? ¿Vas a poder lidiar con eso?
Somi sintió una ola de rabia y frustración. No podía creer que Stefan, que siempre había sido su aliado, fuera tan cruel en ese momento.
—¿Y qué quieres que haga, Stefan? —gritó, sin poder contenerse más— ¿Qué debería haber hecho? ¿Dejarlo morir en el bosque? ¡No puedo creer que estés siendo tan insensible!
Stefan apretó los dientes, luchando por mantener la calma.
—No es insensibilidad, Somi, es sentido común —replicó con dureza—Debes pensar antes de actuar, no solo lanzarte de cabeza en cualquier situación sin considerar las consecuencias.
Somi abrió la boca para responder, pero fue interrumpida por la voz firme de su abuelo, que había estado observando en silencio.
—Stefan, basta —dijo el anciano, levantándose con calma de la mesa—Sé que estás preocupado por Somi, pero ahora lo importante es proteger a ese muchacho y descubrir quién es realmente.
Stefan bajó la mirada hacia el anciano, la tensión en su cuerpo suavizándose ligeramente. Aunque su respeto por el abuelo era evidente, no podía ocultar su frustración.
—Lo siento, señor Wan —dijo Stefan, su tono ahora mucho más respetuoso—Pero no puedo dejar de preocuparme por ella. Esto es demasiado arriesgado.
El abuelo asintió, caminando lentamente hacia Stefan y poniendo una mano en su hombro.
—Entiendo tu preocupación, muchacho, y te agradezco por cuidar de mi nieta. Pero a veces, debemos confiar en que el corazón de Somi sabe lo que hace, incluso cuando no lo comprendemos del todo —dijo con una suavidad que parecía calmar a Stefan.
Stefan respiró hondo, tratando de soltar un poco de la ira que había estado acumulando.
—Está bien, pero tenemos que ser cuidadosos —respondió finalmente—No quiero que nada le pase a ella… o a usted.
—Y no pasará, porque estaremos alerta —dijo el abuelo, su tono firme y tranquilizador— Ahora, pensemos en lo que haremos a continuación.
Somi se acercó a ellos, todavía sintiendo la adrenalina de la discusión.
—Lo vigilaremos de cerca —dijo, dirigiéndose a Stefan—No le quitaremos el ojo de encima hasta que esté lo suficientemente fuerte para contarnos su historia.
Stefan asintió lentamente, aunque su expresión seguía siendo dura.
—Está bien, pero si veo algo que no me gusta, actuaré sin dudarlo —advirtió, con un tono que no dejaba lugar a dudas.
Somi lo miró directamente a los ojos, agradecida por su protección, aunque todavía molesta por su rudeza.
—Lo sé —respondió, más calmada—Y te lo agradeceré si lo haces.
Stefan relajó un poco su postura, aunque seguía mirando a Somi con una mezcla de preocupación y algo más profundo, algo que ella no podía definir.
—Solo no te metas en más problemas, Somi —dijo finalmente, en un tono más suave—No soportaría que te pasara algo por culpa de una decisión impulsiva.
Somi asintió, sintiendo que el peso de la tensión entre ellos comenzaba a disiparse.
—No lo haré —prometio.
Stefan asintió, aceptando a regañadientes.
—De acuerdo. Pero recuerda, no voy a bajar la guardia.
El abuelo observó a ambos, satisfecho con el compromiso que habían alcanzado.
—Vamos a prepararnos para lo que venga —dijo finalmente, con una sonrisa leve—. El día apenas comienza.
Con esas palabras, la tensión en la pequeña casa comenzó a desvanecerse, aunque la incertidumbre sobre el futuro seguía presente en el aire. El anciano se levantó de su silla con la misma calma con la que se había sentado. Miró hacia la puerta de la cocina, donde la luz del amanecer se filtraba a través de la madera.
—Muchacho, ya puedes salir —dijo con voz serena, sin siquiera girarse completamente.
Hubo un breve silencio, antes de que una figura emergiera lentamente de la penumbra. Nezu, aún un poco pálido pero más firme en su postura, apareció en la entrada. Su rostro mostraba una mezcla de admiración y respeto hacia el anciano, mientras mantenía una mano sobre la espada que llevaba consigo.
—Su percepción es admirable, señor —dijo Nezu, con un tono de sincero reconocimiento—. No hice ni un solo ruido, y aun así me detectó.
El abuelo esbozó una sonrisa tranquila, sus ojos llenos de una sabiduría que venía con los años.
—No fue solo percepción, muchacho. Escuché tus pasos hace minutos, cuando decidiste salir de tu escondite —respondió, inclinando ligeramente la cabeza—Pero apreciaría que no intentes espiar la próxima vez.
—Supongo que fui descuidado — respondio Nezu.
Somi, que hasta ese momento había estado sumida en sus pensamientos, se sobresaltó al ver a Nezu de pie en la puerta. Su corazón se aceleró al darse cuenta de que había estado observándolos durante la conversación.
Stefan, en cambio, reaccionó de inmediato, dando un paso adelante con los músculos tensos y preparados para cualquier eventualidad. Su mano se movió instintivamente hacia el arma que siempre llevaba consigo, sus ojos oscuros fijos en Nezu con una expresión de desconfianza.
—¡Alto ahí! —exclamó Stefan, su voz dura y llena de autoridad— ¿Qué estabas haciendo ahí escondido?
Nezu levantó las manos en señal de paz, sus ojos claros y serenos.
—No vine a causar problemas. Solo quería asegurarme de que no corría peligro —respondió con calma, aunque su mirada no se apartaba del anciano, como si aún tratara de comprender la profundidad de su percepción.
El abuelo alzó una mano hacia Stefan, indicándole que se calmara.
—Tranquilo, Stefan —dijo el anciano, con un tono que no permitía discusión—Nezu no tiene malas intenciones, y por lo que parece, solo está tan cauteloso como tú.
Somi observó el intercambio, sus pensamientos todavía revueltos por la reciente discusión. Se acercó lentamente a Stefan, colocando una mano en su brazo, en un intento de calmarlo.
—Está bien, Stefan —murmuró— El abuelo no permitiría que alguien peligroso se acercara a nosotros.
Stefan miró a Somi por un instante, y luego a Nezu, quien permanecía en la puerta, su postura relajada pero alerta. Finalmente, después de unos segundos tensos, Stefan bajó su mano, aunque su expresión seguía siendo dura.
—Está bien —murmuró, sin apartar la vista de Nezu—. Pero no me relajaré.
Nezu asintió manteniendo una expresión neutra.
—Eso es lo que esperaba. No quiero causar problemas, solo agradecer su hospitalidad y asegurarles que no soy una amenaza —dijo, dirigiéndose tanto al abuelo como a Stefan.
El abuelo lo miró con una mezcla de comprensión y curiosidad.
—Eso lo veremos, muchacho. Por ahora, solo siéntate y descansa un poco. Tienes mucho que contarnos.
Nezu asintió y dio un paso adelante, entrando en la pequeña cocina, mientras Stefan y Somi intercambiaban miradas, ambos aún tratando de procesar lo que acababa de ocurrir. La atmósfera seguía siendo tensa, pero había una sensación de que, al menos por el momento, las cosas estaban bajo control.
Nezu tomó asiento en la mesa, su rostro permanecía tranquilo, aunque sus ojos no dejaban de moverse, analizando a cada uno en la habitación. El abuelo sirvió una taza de café para él, pero Nezu apenas lo miró.
—Agradezco su amabilidad, pero no puedo quedarme aquí más tiempo —dijo Nezu, rompiendo el silencio de manera inesperada.
Somi y Stefan lo miraron, ambos sorprendidos por su repentina declaración. El abuelo, sin embargo, no mostró ninguna reacción. Solo lo observó con la misma calma de siempre.
—No es seguro para ustedes que me quede —continuó Nezu, su voz firme—Hay cosas que ustedes no saben… y es mejor que sigan así.
Somi frunció el ceño, sin poder evitar sentir una mezcla de frustración y preocupación.
—Pero, Nezu… Apenas puedes mantenerte en pie —protestó ella, su voz cargada de incredulidad—No puedes irte así, es peligroso.
Nezu se levantó lentamente, apoyándose en la mesa para mantener el equilibrio.
—Lo sé, Somi, pero no puedo arriesgarlos a ustedes —replicó con suavidad, aunque su determinación era evidente—He estado solo por mucho tiempo… y es mejor que siga así.
Stefan cruzó los brazos, su ceño fruncido mientras observaba al joven.
—Eso es una tontería —dijo con desdén—. No irás a ninguna parte en ese estado. Te quedarás hasta que estés completamente recuperado, te guste o no.
Nezu lo miró con seriedad, pero no respondió. Sus ojos se encontraron brevemente con los del abuelo, quien asintió levemente, como si entendiera algo que los demás no podían.
—Descansa un poco más, muchacho —dijo el abuelo, su voz serena—Mañana decidirás si te quedas o te vas
Nezu dudó por un momento, pero finalmente asintió. No porque estuviera convencido, sino porque reconocía que no tenía la fuerza para discutir. Por ahora, tendría que aceptar la hospitalidad que se le ofrecía, aunque sabía que no podría quedarse mucho tiempo.
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Comments
☯THAILY YANIRETH✿
Por favor actualiza lo antes posible. quiero saber que pasa dsps
2024-08-27
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