Pequeños Susurros 1.6

El viento comenzaba a levantarse a medida que se acercaban a la entrada del pueblo. El ambiente se sentía extraño, pesado. Los pasos de Stefan eran firmes, seguros, mientras que Somi lo seguía unos pasos atrás, con la mirada fija en el horizonte. Sabía que Zuko los esperaba, y aunque estaba preparada para pelear, algo en la actitud de Stefan la mantenía alerta.

A pocos metros de llegar, Stefan se detuvo abruptamente, tomando a Somi del brazo. Ella lo miró con una mezcla de confusión y preocupación.

—¿Qué ocurre? —preguntó, sus cejas fruncidas en una línea de preocupación.

Stefan la miró seriamente, sus ojos oscuros reflejaban algo más que simple determinación; había una preocupación palpable, algo que no podía ignorar. Respiró profundamente antes de hablar, como si las palabras que estaba a punto de decir le costaran más de lo esperado.

—Necesito pedirte algo —dijo finalmente, con la voz baja y solemne.

Somi lo miró con expectación, su cuerpo tenso.

—Habla —respondió ella, esperando que explicara por qué habían detenido su marcha.

Stefan no apartó la mirada de ella, y su expresión se endureció aún más mientras continuaba.

—No te metas en la pelea entre Zuko y yo.

La sorpresa inundó el rostro de Somi por un instante. Abrió la boca para responder, pero la incredulidad y la frustración comenzaron a surgir con fuerza.

—¡¿Qué?! ¡Puedo pelear, Stefan! —dijo, dando un paso adelante, su voz subiendo de tono, mostrando su enojo. No entendía por qué Stefan estaba siendo tan protector.

Stefan sacudió la cabeza, su mirada no titubeó ni un momento. Sabía que sus palabras podrían herirla, pero también sabía que era necesario.

—No estás lista aún, Somi —dijo con firmeza— Sé que has mejorado increíblemente rápido, y lo reconozco. Pero este no es el momento ni el lugar para que te involucres. Zuko no es como los demás.

Somi cerró los puños, sus uñas clavándose en sus palmas mientras intentaba contener su frustración. Quería ser útil, quería estar ahí para luchar, no solo quedarse de lado mientras Stefan peleaba solo. Su orgullo estaba herido.

—¡Al menos puedo apoyarte, ser de ayuda! —protestó, su voz ahora llena de urgencia. No quería quedarse al margen, no esta vez.

Stefan, viendo la pasión en los ojos de Somi, la tomó suavemente por los hombros, bajando la voz. Sus palabras fueron más suaves, pero aún cargadas de seriedad.

—Por favor, Somi. No te metas —pidió, mirándola a los ojos con una sinceridad que no dejaba lugar a dudas sobre su preocupación— Si me distraigo pensando en ti, podría cometer un error... y no me puedo permitir eso.

Somi titubeó por un momento, sintiendo la sinceridad y el peso de la petición de Stefan. A pesar de su deseo de demostrar lo que había aprendido, no podía ignorar la gravedad de la situación. Sus ojos se encontraron con los de Stefan, buscando alguna señal de que podía cambiar de opinión, pero lo que encontró fue una determinación inquebrantable.

Finalmente, soltó un suspiro pesado, su enojo dando paso a la comprensión.

—Está bien —dijo en voz baja, aunque aún le costaba aceptarlo— No me meteré... pero no me pidas que solo me quede mirando.

Stefan asintió, sabiendo que no podía pedirle más.

—Eso es suficiente —respondió, antes de soltar sus hombros y volver a encaminarse hacia la entrada del pueblo, donde Zuko los esperaba.

Cuando Stefan y Somi llegaron a la entrada del pueblo, el sol comenzaba a caer, bañando el terreno en tonos anaranjados y dorados. Ahí, en medio del camino, estaba Zuko, esperándolos con una sonrisa burlona pintada en su rostro. Su imponente figura, más alta que la de Stefan, resaltaba con el contraste de su piel morena y su torso desnudo, que mostraba cicatrices de batallas anteriores. Los músculos en sus brazos y pecho se movían ligeramente con cada paso que daba, pero sus manos permanecían en sus bolsillos, como si la situación no le preocupase en absoluto.

Zuko los miró a ambos por un momento, y su sonrisa se ensanchó. Una risa grave y burlona escapó de su garganta.

—Vaya, vaya... No sabía que me odiabas tanto como para dejar a la niña desprotegida —dijo Zuko, sus ojos brillando con malicia mientras analizaba cada movimiento de Stefan y Somi.

Stefan no mostró sorpresa ante el comentario, pero algo en su postura revelaba un ligero nerviosismo. Aun así, avanzó hacia Zuko, manteniendo la calma en su rostro. Forzó una sonrisa, sabiendo que no podía permitirse mostrar dudas ahora.

—¿Quién dice que no me encargué de tus patéticos hombres? —respondió Stefan, su voz firme pero con un toque de desafío.

Zuko arqueó una ceja, claramente entretenido por las palabras de Stefan. Dio un paso hacia adelante, moviendo lentamente su cuerpo, como si disfrutara cada segundo de la tensión que estaba creando. Sus manos seguían en los bolsillos, y su expresión permanecía relajada, sin tomar en serio la amenaza.

—Eso me sorprendería... si fuera verdad —respondió Zuko, su tono cargado de burla. Sus ojos no dejaban de medir a Stefan, buscando cualquier signo de debilidad mientras se preparaban para lo inevitable.

Ambos hombres se miraban fijamente, sus cuerpos tensos, listos para el enfrentamiento. Stefan subió su guardia, concentrado en cada movimiento de Zuko. Sabía que el hombre frente a él no era como los otros a los que había enfrentado antes. Zuko era más grande, más fuerte, y, sobre todo, más experimentado.

Stefan respiraba profundamente, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a correr por sus venas. Había enfrentado a muchos de los hombres de Zuko antes, pero este era un enfrentamiento diferente. Sabía que Zuko era peligroso, no solo por su tamaño y fuerza, sino por su astucia en combate. Aun así, algo en Stefan se encendía, un fuego interno que no había sentido con tanta intensidad. Estaba emocionado, más de lo que debería estarlo en una situación como esta.

Zuko, con su usual desdén, observaba a Stefan con una media sonrisa. Soltó una risa leve, casi burlona, al ver la determinación en el rostro de su oponente.

—¿De verdad crees que tienes una oportunidad? —dijo Zuko, su tono despreocupado mientras daba un paso hacia adelante— Espero que sepas en qué te has metido. Voy a recordarte lo insignificante que eres.

Stefan no se dejó intimidar por las palabras de Zuko. Mantuvo su mirada fija en él, su cuerpo completamente tenso, pero listo. Sabía que Zuko era fuerte, pero él también había cambiado. No era el mismo joven inexperto de antes.

—He cambiado mucho —replicó Stefan con firmeza— Todo este esfuerzo... te hará ver lo lejos que he llegado.

Zuko inclinó la cabeza ligeramente, como si las palabras de Stefan fueran insignificantes para él. Su sonrisa se ensanchó mientras respondía:

—Esfuerzo... —Zuko dejó escapar una carcajada baja— Qué adorable. Te voy a mostrar la diferencia entre el esfuerzo y el talento natural. Y créeme, será una lección que nunca olvidarás.

Stefan, sintiendo cómo el desafío de Zuko lo impulsaba, apretó los dientes y decidió tomar la iniciativa. En un instante, se lanzó hacia adelante, cerrando rápidamente la distancia entre ambos. Su primer golpe fue directo, dirigido al rostro de Zuko, con la velocidad de alguien que había pasado años entrenando con dedicación.

Pero Zuko, con una tranquilidad desarmante, apenas se movió, inclinando su cabeza hacia un lado. El puño de Stefan pasó cerca, rozando el aire donde debería haber impactado, pero Zuko no parecía ni remotamente sorprendido. Su sonrisa se mantenía, y no dijo nada, dejando que Stefan continuara.

Stefan no se detuvo. De inmediato siguió con otro golpe, esta vez dirigido al abdomen de Zuko, buscando aprovechar su gran tamaño para intentar debilitarlo. Pero Zuko, con una simple flexión de su torso, evitó el golpe sin esfuerzo. Sus movimientos eran fluidos, casi perezosos, pero exactos.

Stefan, sintiendo la frustración empezar a crecer, lanzó un tercer golpe, rápido y fuerte, buscando la mandíbula de Zuko. Pero nuevamente, Zuko lo esquivó con un ligero movimiento hacia atrás, sin apenas esfuerzo. Stefan se movía con rapidez, sus puños viajaban con determinación, pero era como si estuviera luchando contra el viento. Zuko, sin decir una palabra, esquivaba cada golpe con precisión, sin siquiera mostrar signos de cansancio.

El ambiente alrededor de ellos parecía intensificarse, como si el aire se volviera más denso con cada movimiento de Stefan. Los pies de Stefan golpeaban el suelo con fuerza mientras lanzaba otro golpe, esta vez hacia el costado de Zuko. Pero antes de que el puño pudiera conectarse, Zuko simplemente levantó un brazo y bloqueó el ataque con un solo movimiento, sin siquiera inmutarse.

—¿Eso es todo lo que tienes? —preguntó Zuko, finalmente rompiendo su silencio, su tono lleno de burla—. ¿Este es tu gran esfuerzo?

Stefan, frustrado pero decidido, no respondió. En lugar de ello, giró sobre sí mismo, buscando sorprender a Zuko con una patada baja dirigida a sus piernas. Sin embargo, Zuko anticipó el movimiento. Saltó ligeramente hacia atrás, dejando que la patada de Stefan fallara, y luego bajó sus manos lentamente de los bolsillos, sin perder la sonrisa.

Stefan, respirando con mayor esfuerzo, no dejó de atacar. Sabía que no podía detenerse, no ahora. Con un rápido movimiento, volvió a lanzarse hacia Zuko, lanzando una combinación de golpes al cuerpo y la cabeza. Pero cada vez que sus puños se acercaban, Zuko los esquivaba o los bloqueaba con una facilidad desconcertante. Cada golpe que fallaba solo aumentaba la frustración de Stefan.

Zuko, aún con las manos en los bolsillos, se inclinaba de un lado a otro, dejando que los golpes pasaran cerca, pero nunca conectaran. Su expresión era de una confianza absoluta, como si estuviera jugando con Stefan, disfrutando de la ventaja abrumadora que poseía. Cada vez que Stefan intentaba acercarse más, Zuko se retiraba un paso, manteniendo la distancia perfecta.

Stefan, con la mandíbula apretada, retrocedió un poco, respirando pesadamente. Sabía que Zuko estaba jugando con él, pero no podía permitirse detenerse. Ajustó su guardia, y con un gruñido de frustración, se lanzó de nuevo, decidido a romper la defensa de Zuko. Pero el hombre frente a él era como una sombra, siempre un paso por delante, siempre fuera de su alcance.

Zuko, tras esquivar uno de los últimos golpes de Stefan, dejó caer finalmente su sonrisa burlona y cambió su postura. Dejó de moverse con la ligereza con la que había jugado hasta ahora y, con un destello de seriedad en su mirada, decidió atacar. Su cuerpo se tensó, y de repente, lanzó un ataque con velocidad y precisión.

Stefan, aunque agotado por sus intentos fallidos, estaba preparado. Los reflejos que había desarrollado tras años de entrenar sin descanso le permitieron esquivar el golpe de Zuko por un margen mínimo. La sensación del aire cortado por el puño de Zuko rozó su rostro, pero Stefan no se dejó intimidar. Respondió con rapidez, lanzando un contraataque, el cual Zuko esquivó con igual habilidad.

Durante unos instantes, ambos se enfrentaron a un ritmo frenético. Sus puños viajaban a gran velocidad, atacando y defendiendo, pero ninguno lograba impactar al otro. Era como un baile mortal en el que cada movimiento debía ser calculado al milímetro. La concentración de Stefan aumentaba con cada esquive, con cada golpe fallido de su oponente.

Pero poco a poco, algo cambió. Stefan comenzó a leer los movimientos de Zuko, ajustándose a su ritmo. Cada vez era más rápido, cada golpe lanzado por Zuko era evadido con una precisión asombrosa, mientras que los ataques de Stefan, aunque inicialmente fallidos, empezaban a acercarse cada vez más. El sudor cubría su frente, pero sus ojos estaban completamente enfocados.

Y entonces, ocurrió. Un golpe finalmente conectó. El puño de Stefan impactó en el costado de Zuko con un sonido seco, haciendo que Zuko retrocediera un paso, sorprendido, aún con la respiración controlada, no pudo evitar abrir los ojos un poco más de lo habitual. La seriedad reemplazó cualquier rastro de burla en su rostro.

—Vaya, —dijo Zuko mientras tocaba el lugar donde había recibido el golpe— Con que tu fuerza está en tu resistencia mental... —Su voz sonaba más grave, sin el tono juguetón de antes. Stefan lo miraba, recuperando el aliento, pero también sabiendo que ese golpe no era suficiente para ganar.

Zuko se irguió por completo, sus músculos tensándose aún más bajo su piel. La diversión en su rostro había desaparecido por completo.

—Golpear no será suficiente —continuó Zuko, mirando fijamente a Stefan— No contra mí.

Zuko adoptó una nueva postura, y Stefan lo observó con atención. Lo que vio lo dejó atónito. Zuko estaba imitando su propia postura de combate. Los pies de Zuko se colocaron en la misma posición que los de Stefan, sus manos levantadas con la misma guardia. Era como si Zuko hubiera absorbido cada uno de los movimientos de Stefan y los hubiera hecho suyos.

—Voy a destruirte —dijo Zuko, su voz gélida— Y lo haré usando tu mismo estilo. Verás lo que es enfrentarse al talento natural. — Sus palabras resonaron como una sentencia, y en ese momento, Stefan comprendió el nivel de peligro que representaba Zuko. No solo estaba enfrentando a un luchador formidable, sino a alguien que podía adaptarse y mejorar en tiempo real.

Stefan respiraba hondo, tratando de calmar la furia que comenzaba a formarse en su interior. Escuchaba las palabras de Zuko, pero se negaba a aceptar la realidad que le intentaban imponer. Su puño se cerró con fuerza, y sin dudarlo, lanzó un golpe directo al rostro de Zuko, confiando en su velocidad y habilidad. Sin embargo, antes de que su puño siquiera llegara a la mitad del trayecto, Zuko, con una sonrisa cruel, ya había anticipado el movimiento. Con una velocidad impresionante, lo bloqueó con facilidad y, antes de que Stefan pudiera reaccionar, un golpe certero llegó a su abdomen.

El impacto fue devastador. El aire se escapó de los pulmones de Stefan, y su cuerpo se dobló de manera instintiva. Antes de que pudiera recobrarse, otro golpe llegó a su rostro, empujándolo hacia atrás. Zuko se mantuvo firme, con los brazos aún en la postura que había copiado de Stefan.

—¿Eso es todo? —dijo Zuko con una risa burlona— ¿De verdad crees que puedes hacerme frente? —Stefan, mientras retrocedía, trataba de mantener el equilibrio, pero las palabras de Zuko pesaban tanto como sus golpes— No lo entiendes, ¿verdad? Cada movimiento que haces, yo lo puedo hacer mejor. Siempre he sido superior a ti, Stefan. No importa cuánto te esfuerces, jamás podrás superarme.

Stefan trató de mantenerse firme. Sabía que Zuko tenía razón en muchos aspectos; siempre había tenido talento natural, mientras que él había dependido de su esfuerzo, de sus interminables horas de entrenamiento. Aún así, no podía dejar que esas palabras lo hundieran.

—No importa lo que hagas... yo seguiré firme —dijo Stefan, apretando los dientes, decidido. Avanzó hacia Zuko, decidido a no dejar que esas palabras lo quebraran. Con toda la fuerza que tenía, lanzó una serie de golpes rápidos y precisos, tratando de recuperar el terreno perdido.

Pero Zuko estaba preparado para él. Con una facilidad casi insultante, Zuko esquivaba cada uno de los ataques de Stefan, como si estuviera jugando. Cada golpe que lanzaba Stefan era anticipado y bloqueado, y cuando intentaba cambiar de estrategia, Zuko estaba un paso adelante. Como un reflejo distorsionado de sí mismo, Zuko se movía con mayor velocidad y precisión, devolviendo cada golpe con una fuerza que hacía tambalear a Stefan.

—¿Eso no lo viste venir? —se burló Zuko, conectando un golpe en el costado de Stefan, haciéndolo retroceder un par de pasos. Stefan se inclinó, intentando recobrar el aliento, pero Zuko no le dio tregua.

Zuko avanzó, lanzando una serie de golpes rápidos y devastadores, cada uno de ellos impactando con fuerza en el cuerpo de Stefan. Sentía el dolor recorrer sus músculos, sus costillas vibrar con cada impacto, pero lo peor no era el dolor físico. Lo peor era la sensación de impotencia, de estar luchando contra un espejo que lo superaba en todo.

—¿Te das cuenta? —Zuko seguía hablando mientras lo golpeaba—. No hay nada que puedas hacer. Cada movimiento tuyo, cada táctica... soy mejor. Siempre lo seré. —Otro golpe conectó con la mandíbula de Stefan, haciendo que su cabeza girara bruscamente hacia un lado. Sangre salió de su boca, pero aún así, intentó mantenerse en pie.

Desesperado, Stefan lanzó un puñetazo más, uno que Zuko detuvo sin esfuerzo con una sola mano. El villano lo miró con frialdad.

—Mírate. Estás luchando contra un reflejo —dijo Zuko, su voz goteando con desprecio—, pero este reflejo es superior a ti. Todo lo que crees que has logrado, yo lo hago mejor. ¿De verdad pensabas que podías derrotarme?

Stefan retrocedió unos pasos, tratando de encontrar una brecha, una manera de volver al combate, pero cada vez que intentaba un nuevo ataque, Zuko lo bloqueaba con una facilidad desconcertante. El cuerpo de Stefan comenzaba a resentirse. Cada golpe recibido se sentía más pesado que el anterior. La frustración y la desesperación crecían dentro de él.

Zuko avanzó de nuevo, esta vez con una sonrisa maliciosa en su rostro. Cada paso que daba era una burla silenciosa a los esfuerzos de Stefan.

—Acepta tu lugar —dijo Zuko, antes de lanzar un golpe brutal que impactó en el estómago de Stefan, haciéndolo caer de rodillas—. No importa cuánto te esfuerces, siempre seré superior. Es algo que nunca podrás cambiar.

Stefan, arrodillado, respiraba pesadamente, su mente luchando por encontrar una solución. Sentía como si todo lo que había hecho hasta ese momento hubiera sido en vano. Sus ojos se cerraron por un instante, tratando de calmar el caos en su mente, pero el peso de las palabras de Zuko seguía golpeándolo, tanto como sus puños.

Stefan respiraba con dificultad, su cuerpo estaba lleno de golpes y cada músculo le dolía, pero no se permitía flaquear. Levantó los brazos, adoptando una postura completamente defensiva. Sabía que no podía seguir atacando a ciegas, cada vez que lo intentaba, Zuko respondía con una brutalidad que lo dejaba al borde de colapsar. Sus movimientos se volvieron más calculados, buscando resistir el aluvión de ataques de su oponente.

Zuko, viendo la nueva estrategia de Stefan, sonrió con una mezcla de burla y desprecio.

—¿Eso es todo lo que te queda? ¿Resistir? —dijo mientras lanzaba un puñetazo directo al estómago de Stefan. El impacto resonó en su cuerpo, pero Stefan se mantuvo firme, cubriéndose como podía. Las manos de Zuko golpeaban como martillos, pero Stefan, con paciencia, resistía cada uno.

Cada vez que veía una oportunidad, Stefan intentaba devolver un golpe, pero solo lo hacía cuando estaba seguro de que su ataque podría conectar. Sin embargo, Zuko siempre encontraba la manera de esquivar o bloquear en el último segundo, aunque algunos de los golpes de Stefan lograron rozarle. Para Stefan, cada golpe que conectaba era una pequeña victoria, aunque efímera.

—Mi esperanza es más fuerte que cualquier golpe que puedas darme, Zuko —dijo Stefan, con la voz entrecortada por el esfuerzo.

Zuko, riendo, le devolvió otro golpe en la mandíbula, haciéndolo tambalearse.

—¿Esperanza? —dijo Zuko, burlón—. La esperanza no te salvará. —Le dio una patada en el costado, haciendo que Stefan cayera de rodillas al suelo— No hay nada más. Ya no te queda nada, Stefan. Eres débil. Qué pena que apenas este mostrando mi fuerza.

Stefan apretó los dientes, el dolor recorriendo cada parte de su cuerpo. Sabía que Zuko tenía razón en parte, pero la verdad es que nunca había pensado rendirse. Aun arrodillado, sentía que algo dentro de él seguía luchando. Se levantó de inmediato, aunque su cuerpo apenas podía soportar el esfuerzo. Levantó de nuevo los brazos, subiendo su guardia, sus ojos fijos en Zuko.

—Admirable —dijo Zuko, con un tono de burla en su voz—, pero ya sabemos cómo va a terminar esto. —Zuko avanzó con una sonrisa cruel en el rostro, y empezó a lanzar una serie de golpes devastadores. Cada uno de ellos se sentía más fuerte que el anterior, como si Zuko estuviera ganando energía con cada intercambio.

Stefan bloqueaba lo mejor que podía, pero no podía evitar sentir cómo el poder de Zuko iba superando cada una de sus defensas. Los puños de Zuko golpeaban su cuerpo con una fuerza implacable, llevándolo de nuevo al suelo, con sus rodillas casi tocando la tierra. Sus brazos temblaban por el dolor, y sus piernas apenas podían sostenerlo.

—Desesperación, Stefan —Zuko dijo mientras lo golpeaba sin piedad—, la desesperación penetra toda esperanza y toda defensa. No importa cuánto intentes resistir. —Sus palabras parecían más pesadas con cada golpe. Stefan lo escuchaba, sintiendo cómo la desesperación intentaba infiltrarse en su mente.

El último golpe de Zuko lo envió nuevamente al suelo, el polvo volando alrededor de su cuerpo caído. Por un momento, todo parecía desmoronarse para Stefan, pero, a pesar de todo, no se rindió. Con un esfuerzo tremendo, volvió a ponerse de pie, su respiración agitada, pero su determinación intacta.

—Es admirable, Stefan, realmente lo es. Pero el final está claro —dijo Zuko, acercándose, confiado— No importa cuántas veces te levantes, el suelo ya sabe cómo va a terminar este duelo.

Somi, observando la brutalidad del combate, no podía quedarse quieta. Su corazón latía frenéticamente mientras veía a Stefan recibir golpe tras golpe. Con un impulso de desesperación, tomó su espada de madera, dispuesta a lanzarse hacia Zuko para detener la paliza. Pero justo cuando dio un paso adelante, el grito de Stefan la detuvo en seco.

—¡No lo hagas, Somi! —gritó con la voz quebrada por el cansancio y el dolor— Caer y levantarme... eso me hace fuerte. Eso me hace indomable.

Somi apretó los puños con fuerza, sus uñas clavándose en la palma de su mano. Sabía que Stefan estaba sufriendo, que sus movimientos ya no tenían la misma precisión ni fuerza de antes. Sus golpes se volvían erráticos, y sus pasos, torpes. A cada segundo que pasaba, se hacía más evidente que Stefan estaba llegando a su límite, pero Somi también sabía que no debía intervenir. El dolor y la confusión la llenaban por completo, quería ayudar, quería pelear, pero las palabras de Stefan resonaban en su mente como una barrera que no podía atravesar.

Stefan seguía luchando, tambaleándose, pero no rendido. Mientras intentaba mantener su guardia y lanzar ataques, su mente viajaba hacia lo profundo de su frustración. ¿Cuántas veces había caído para llegar hasta aquí? Había entrenado cada día, desde que tenía memoria, había soportado los golpes, el dolor, el agotamiento. Todo para ser más fuerte, para proteger a aquellos que amaba. Sin embargo, ahora que se encontraba frente a Zuko, alguien que parecía haber nacido con el poder innato que él tanto anhelaba, no podía evitar preguntarse si todo su esfuerzo realmente valía la pena.

La injusticia de todo esto le golpeaba con la misma fuerza que los puños de Zuko. ¿Cómo era posible que alguien como Zuko, que no parecía haber luchado como él, que no había sentido la misma desesperación ni la necesidad de mejorar, pudiera superarlo tan fácilmente? ¿Cómo podía alguien como él, alguien que confiaba únicamente en su talento natural, vencerlo una y otra vez?

Stefan odiaba a los genios. Odiaba a aquellos que, como Zuko o incluso Nezu, podían sobresalir sin apenas intentarlo. Nezu también le venía a la mente en ese momento: el chico que parecía desbordar talento en cada paso que daba, en cada golpe que lanzaba. Nezu, a pesar de ser más joven, ya tenía un dominio sobre el combate y su espada que Stefan tardaría años en alcanzar, si es que alguna vez lo lograba. No podía entender cómo alguien podía ser tan bueno, tan rápido, con tan poco esfuerzo aparente. Para Stefan, cada pequeño avance había sido una batalla, cada mejora, una herida.

—Da igual... —murmuró entre jadeos, sus labios apenas moviéndose mientras miraba el suelo con los ojos entrecerrados— Da igual todo… seré un héroe... para los que me necesiten… no puedo perder.

Esas palabras, apenas un susurro, eran más para sí mismo que para Zuko o Somi. Era como si intentara aferrarse a una esperanza que ya se desvanecía. Su cuerpo estaba al límite, cada músculo dolía, cada respiro quemaba, pero aún no se dejaba caer. No, no podía caer.

Stefan cerró los ojos por un instante, y cuando los abrió, se obligó a levantar las manos una vez más. Su guardia temblaba, sus pasos eran inseguros, pero su determinación, aunque desquebrajada, seguía viva. Sabía que su tiempo se estaba acabando, pero no se permitiría ceder antes de dar todo lo que le quedaba.

Zuko lo observaba con una mezcla de burla y fastidio. El hombre ya no veía a Stefan como una amenaza real, sino como un perro herido que se negaba a aceptar su derrota. Stefan, sin embargo, no estaba peleando solo contra Zuko. Estaba peleando contra algo más profundo: la balanza de su vida, donde todo su esfuerzo y entrenamiento siempre parecía quedar corto ante aquellos con talento natural.

Somi, observando todo, sentía un nudo en el estómago. Quería gritar, quería correr hacia Stefan y ayudarlo, pero algo la detenía. No solo las palabras de Stefan, sino la realidad de lo que estaba ocurriendo. Stefan estaba luchando no solo contra Zuko, sino contra la idea de su propio valor, de si su esfuerzo había valido la pena. Y ella no podía quitarle eso. No ahora.

Stefan, aunque apenas consciente, parecía transformarse ante los ojos de Somi y Zuko. Su postura cambió de forma repentina, y sin que Zuko pudiera preverlo, Stefan comenzó a moverse con una rapidez inusual. Sus palmas, que antes eran meras herramientas para protegerse y atacar con torpeza, ahora cortaban el aire con precisión letal, tan afiladas como si fueran espadas. Zuko, sorprendido, retrocedió un paso cuando sintió un ardor en su mejilla; Stefan le había hecho un rasguño.

—¿Qué... qué demonios...? —Zuko murmuró, incrédulo, mientras esquivaba los siguientes ataques.

Stefan, con los ojos entrecerrados y un aire casi inconsciente, no dejaba de avanzar. Su cuerpo se movía por instinto, como si toda la frustración acumulada por los años de lucha y sacrificio ahora se liberara de golpe. Cada golpe que lanzaba era más veloz que el anterior, y Zuko, quien normalmente mostraba una confianza abrumadora, se vio obligado a ponerse a la defensiva, esquivando como podía. Aun así, no lograba escapar por completo. Las manos de Stefan lo alcanzaban, dejando pequeños cortes y rasguños en sus brazos y pecho.

—¡¿Qué te pasa?! —Zuko gritó, claramente irritado, intentando mantener el control de la situación.

Pero Stefan no respondía, su rostro no mostraba emoción alguna. Moviéndose como una bestia desatada, lo acorralaba, empujando a Zuko hacia atrás. El espacio entre ambos se reducía cada vez más, y aunque Zuko esquivaba los ataques, no podía evitar recibir uno tras otro, acumulando heridas menores.

—Para combatir a los genios… —Stefan murmuró con una voz fría y distante— me volveré un monstruo.

Zuko abrió los ojos, sorprendido por esas palabras. Aquel Stefan que alguna vez consideró un oponente mediocre estaba ahora frente a él, empujándolo a su límite. Pero justo cuando Stefan lanzó lo que parecía ser su ataque final, directo a la cara de Zuko, el instinto de este último se activó. Con puro reflejo, Zuko lanzó un golpe rápido, impactando de lleno en la cabeza de Stefan.

El cuerpo de Stefan se desplomó al suelo, finalmente noqueado. Zuko respiraba pesadamente, mirando con incredulidad al joven que yacía a sus pies. Tocándose la mejilla, donde aún sentía el escozor del corte, Zuko no pudo evitar esbozar una leve sonrisa.

—Maldito loco —dijo en voz baja, mientras lo observaba— Pero aún no es suficiente.

Somi, con su espada de madera firmemente agarrada, estaba lista para lanzarse al ataque, pero justo cuando tensó los músculos para avanzar, sintió una mano en su hombro. Al voltear, vio a Nezu, quien ahora llevaba una espada que había conseguido en la herrería. La calma en los ojos de Nezu le transmitió confianza.

—Aparta a Stefan —dijo Nezu con una voz baja pero firme— yo me encargaré de esto.

Somi asintió en silencio, confiando en Nezu. Se apresuró hacia Stefan, quien yacía inconsciente en el suelo, y lo comenzó a arrastrar fuera de la zona de peligro. Mientras tanto, Nezu se adelantó unos pasos, interponiéndose entre Zuko y Somi.

Zuko, observando la escena, soltó una carcajada llena de burla. —Este no es lugar para niños —dijo con desdén—. Vuelve a casa con mami antes de que te lastimes.

Nezu no respondió. Simplemente lo miraba, evaluando cada uno de sus movimientos con la misma calma que había demostrado desde el principio. Esa falta de reacción irritó a Zuko, quien esperaba algún tipo de miedo o titubeo en Nezu. A su alrededor, los hombres de Zuko empezaron a gritar su nombre, llenando el ambiente con vítores y gritos de apoyo, como si aquello fuera un espectáculo.

—¡Zuko! ¡Zuko! ¡Muéstrale lo que puedes hacer!

Zuko sonrió al escuchar el apoyo de sus hombres y luego dirigió su mirada de vuelta a Nezu, quien seguía impasible.

—Me gusta pelear con espadachines —dijo Zuko con una mueca de desafío— Vamos a ver si puedes darme un buen espectáculo mocoso.

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