Rojo y Verde 1

Nezu cerraba su mochila en silencio, metiendo con cuidado cada una de sus pocas pertenencias en ella: un cambio de ropa, algunas vendas y un cuchillo pequeño que había conseguido en el pueblo. Observó la habitación donde había estado viviendo estas últimas semanas, notando cómo había dejado huellas inadvertidas de su paso: una pequeña hendidura en la pared de tanto entrenar en silencio y un rincón con marcas de hollín de las velas que usaba para entrenarse hasta altas horas de la noche. Con cautela, se asegura de no hacer ruido, al menos no hasta tener todo listo para desaparecer sin levantar sospechas.

Justo cuando estaba a punto de salir, escuchó una voz firme tras él. Somi se había plantado en la entrada, mirándolo con una mezcla de sorpresa y seriedad.

— Entonces, ¿te vas? —preguntó con un tono que combinaba el reproche con una aceptación implícita.

Nezu no se molestó en negarlo.

—Sí —respondió, impidiendo mirarla directamente.

Somi frunció el ceño, cruzando los brazos.

—¿Es por Zuko? ¿Porque escapó?

—No —respondió él, en voz baja.

Somi lo miró, esperando que continuara, pero al ver que no lo hacía, insistió:

—Entonces ¿qué es? ¿Por qué tan de repente?

Nezu se encogió de hombros, pensando que la respuesta era trivial.

—No es algo que te interese —dijo, tratando de sonar desapegado.

Pero Somi no parecía dispuesta a dejarlo pasar tan fácil.

—Así que simplemente ibas a desaparecer sin despedirte? ¿Sin decirle nada a nadie?

—Esa era la idea —Nezu dejó caer, aunque ahora ella ya sabía, y no había marchado atrás.

Somi dejó escapar una breve risa, como si algo en su expresión ya hubiera anticipado ese momento desde hacía tiempo.

—Siempre pensé que un día desaparecerías así, de la nada.

Nezu bajó la mirada, consciente de que su presencia había dejado alguna huella, aunque quisiera negarlo.

—Te agradezco por todo, Somi. ¿Podrías despedirte de los demás por mí? —intentó pedir, manteniendo la distancia.

Ella alzó una ceja y con una sonrisa un poco irónica, le respondió:

—Ya te dejé una nota.

Nezu parpadeó, desconcertado.

—¿Una nota? ¿Por qué…? —No tuvo tiempo de continuar antes de que Somi diera su siguiente paso.

—Porque voy contigo —dijo, decidida, mientras cruzaba los brazos de manera desafiante.

Nezu negó con la cabeza, esbozando una sonrisa cansada.

—Es muy peligroso —empezó, buscando hacerla entrar en razón— Y siendo sincero, solo estorbarías.

Somi, sin moverse de su sitio, lo miró con una determinación que no dejaba lugar a dudas.

—Voy a ir contigo, Nezu, o te seguiré las huellas. Da igual. Voy a seguirte.

—¿Por qué? —preguntó Nezu, frunciendo el ceño, intrigado y un poco irritado.

Somi sonrió levemente.

—Curiosidad y… libertad.

Nezu suspir, incapaz de entender todas esas palabras.

—Esa es una razón estúpida —dijo, sin mucho ánimo de debate—¿Qué significa eso de "curiosidad"?

Somi se encogió de hombros, sin perder la sonrisa.

—Quiero conocer el mundo.

—Hay otras formas de hacerlo —dijo él, impaciente— No tienes que...

—Quiero hacerlo de esta forma —lo interrumpió ella, mirando por la ventana con la vista perdida.

Nezu abrió la boca para insistir, pero antes de que pudiera continuar, Somi lo interrumpió de nuevo:

—Además, me debes un entrenamiento. ¿Lo olvidaste?

Justo cuando ella iba a salir de la habitación, Nezu se detuvo y lanzó una última pregunta, que salió casi como un susurro:

—¿Sacrificarías todo por ese deseo?

Somi se detuvo en la puerta, sin voltear. Guardó silencio por un segundo, y luego, en voz firme, le respondió:

—Si. —Entonces lo miró de reojo y añadió— Te espero en la entrada del pueblo.

Sin decir más, salió, dejando a Nezu solo en la habitación, sin tiempo para procesar completamente lo que acababa de suceder.

Nezu llegó a la entrada del pueblo en la penumbra del amanecer, con la mochila ajustada sobre los hombros y su espada colgando al costado. Somi ya lo esperaba allí, con una expresión relajada, aunque en sus ojos brillaba una emoción contenida. Cuando él se acercó, ella le lanzó una mirada inquisitiva, esbozando una sonrisa.

—¿Una nota será suficiente como despedida? —preguntó él, todavía algo incrédulo.

—Planeo volver —respondió ella con una naturalidad despreocupada— Además, despedirse en persona solo haría que las cosas sean más complicadas. Tú eres el que tiene prisa, ¿no?

Nezu ascendió, y su expresión se suavizó un poco. Cualquier rastro de duda que pudiera tener comenzó a desvanecerse al ver la decisión en su compañera. Somi, entonces, le mostró una espada que había estado sosteniendo detrás de ella. La espada reflejaba la suave luz del amanecer, y parecía casi nueva.

—Hasta me preparé para esto —dijo ella, con una mezcla de orgullo y emoción.

Nezu entrecerró los ojos, analizándola con cierta sorpresa.

—¿De dónde la sacaste? —preguntó, observando el arma con detenimiento.

—Es de mi abuelo —respondió ella, como si fuera lo más normal.

—Entonces, ¿la robaste? —Nezu negó con la cabeza, un poco divertido por su osadía, aunque no tenía tiempo para discutir— Bah, no importa. Vámonos rápido.

Somi afirmando, claramente emocionada. Se giró por última vez hacia el pueblo, observando las casas, los caminos polvorientos y los techos de tejas con un último atisbo de nostalgia. Quizás su abuelo ya estaría despierto y pronto notaría su ausencia, pero había tomado su decisión. Sin una palabra más, se colocó la espada en la espalda y se puso en marcha al lado de Nezu.

                                                                                   ***

El bosque que los rodeaba estaba lleno de altos y delgados bambúes, que se alzaban como delgados pilares verdes hacia el cielo. Las cañas delgadas se balanceaban suavemente con la brisa, creando un susurro casi musical que acompañaba sus pasos. La luz del sol se filtraba a través del follaje, proyectando sombras en el suelo cubierto de hojas caídas y pequeños brotes. En el aire flotaba un aroma fresco y terroso, mezclado con la fragancia sutil de los bambúes.

Mientras caminaban, Somi miró a su alrededor, algo inquieta por la monotonía del paisaje.

—Ya casi llegamos? —preguntó, con un tono de impaciencia en su voz.

Nezu miró hacia el horizonte, tratando de enfocar su mente en el mapa que sostenía.

—Ya casi… o eso creo —respondió, aunque la inseguridad en su voz era evidente.

Somi se dejó caer al suelo, frustrada, con un suspiro. Las largas caminatas le estaban pasando factura y el constante bamboleo de los bambúes comenzaba a sentirse agotador. Nezu, aún de pie, revisó el mapa.

—Debemos estar cerca —murmuró, frunciendo el ceño mientras trazaba líneas imaginarias en el mapa con su dedo.

—Y ¿por qué tenemos que llegar allí? —preguntó Somi, mirando con curiosidad su expresión concentrada.

Nezu intentó recordar el nombre del lugar, pero se quedó en blanco por un momento. Finalmente, recuperó el hilo.

—Nairal —dijo, pronunciando la palabra con firmeza.

Somi lo miró con sorpresa.

—¿No prestaste atención cuando te lo dije? —le preguntó.

—Estaba demasiado cansada por las repeticiones —respondió ella, encogiéndose de hombros.

Nezu entusiasmado ante su sinceridad.

—Nairal es una ciudad centrada en las aguas, con cascadas y arroyos que fluyen por toda su extensión.

Somi ascendió, recordando lo que su abuelo le había contado sobre el lugar.

—Sí, sí… el  abuelo me dijo que sus aguas eran muy relajantes. Pero, ¿no quedaba en el sur? —preguntó, frunciendo el ceño.

Nezu asintió, tratando de corregir su sentido de la dirección.

—Sí, hacia allí vamos.

Somi lo miró fijamente, perpleja.

—Pero hemos estado yendo al norte.

Nezu se quedó en silencio un momento, sus ojos parpadeando al comprender.

—Con razón había tanto bambú —dijo, sacudiendo el mapa.

El sol comenzaba a ocultarse tras los bambúes, bañando el bosque en un tono anaranjado que acentuaba las sombras alargadas de los troncos. Somi, con una mezcla de cansancio y frustración, miró a Nezu mientras él observaba el mapa con el ceño fruncido.

—Entonces… ¿dónde estamos? —preguntó ella, suspirando.

Nezu, aún concentrado en el mapa, levantó la vista y contestó:

—Si estamos al norte, lo más probable es que hayamos llegado al Reino Tenryu.

Volvió a mirar el mapa con escepticismo, murmurando para sí mismo.

— ¿Cómo es que llegamos hasta aquí…?

Somi, divertida por el desconcierto de Nezu, estiró la mano y le pidió el mapa.

—¿Por qué no me deja a mí? Tal vez se me da mejor.

Nezu se lo entregó sin discutir, y ella lo examina con curiosidad, señalando con el dedo los nombres de los lugares.

—¿De dónde sacaste este mapa? Cuando llegaste al pueblo no tenías nada.

—Me lo dio la herrera —respondió él, sin darle demasiada importancia.

Somi encontró la ubicación de Nairal y soltó un suspiro exagerado.

—Está muy lejos… ¿y si descansamos primero en Bamburashi?

Nezu negó rápidamente con la cabeza, su expresión grave.

—No. Este reino es peligroso. Entrar aquí sin permiso nos convierte en delincuentes.

Somi hizo una mueca de fastidio.

—Entonces… ¿todo el camino de vuelta?

Nezu negó de nuevo, mirando alrededor con tensión.

-No. Espera… hay alguien acercándose… y es rápido.

Justo entonces, una voz se escuchó detrás de ellos, tan cerca que ambos se sobresaltaron.

—Tienes buen oído —dijo un joven uniformado, con una sonrisa confiada mientras los observaba—, pero no lo suficiente. He estado rondando por aquí un buen rato.

Somi intentó hablar con calma, aunque estaba sorprendida.

—Lo sentimos, estamos perdidos. Nos vamos de aquí, ya mismo.

El joven se cruzó de brazos, negando con la cabeza mientras señalaba las espadas que ambos llevaban.

—Eso no será suficiente. Tal vez los dejaría ir si fueran simples civiles, pero son guerreros. Y aquí, los intrusos pagan las consecuencias.

Somi intentó de nuevo calmar la situación.

—No hay necesidad de que esto termine mal…

Sin embargo, el joven desenfundó su espada con un movimiento ágil y murmuró unas palabras solemnes:

—Por la autoridad que me entrega el Shokan de ser el que tiene la autoridad de castigar a los intrusos.

Somi estaba a punto de insistir, pero el joven la interrumpió con un gesto brusco.

—Silencio. Mis chicos ya están impacientes.

Nezu notó algo extraño detrás de los bambús a sus espaldas y, sin dudarlo, empujó a Somi con una patada suave, haciendo que esquivara un golpe repentino. Una figura con una hacha había aparecido justo donde ella estaba parada. Al mismo tiempo, Nezu usó sus manos para detener el ataque de otro hombre que emergió con dagas en ambas manos, lanzándolo hacia atrás con fuerza.

Somi se incorporó rápidamente, sacando su espada mientras miraba a Nezu, quien se había posicionado de manera defensiva, listo para enfrentarse a los dos atacantes adicionales que ahora los rodeaban en el bosque de bambúes.

El sonido metálico de las espadas resonaba entre los bambúes mientras Nezu bloqueaba el ataque del joven uniformado, quien esbozó una sonrisa arrogante.

—Eres bueno —dijo, y una chispa azulada comenzó a formarse en su brazo.

Nezu sintió la creciente energía y, usando toda su fuerza, desvió el ataque hacia un lado. La espada del joven soltó un destello en forma de relámpago que impactó con precisión en el hombre de las dagas, quien cayó al suelo, sorprendido y aturdido.

A unos metros, Somi luchaba por mantenerse en pie mientras intentaba bloquear cada golpe del hombre del hacha. Cada impacto de su oponente resonaba con fuerza, haciéndola retroceder tambaleante y debilitando su agarre en la espada. Nezu, viendo la desesperación en sus ojos, aprovechó un momento de distracción del joven uniformado y le dio una patada que lo alejó unos pasos. Sin perder tiempo, Nezu se lanzó hacia el hombre del hacha y, con un solo movimiento preciso, atravesó su estómago. El hombre cayó de rodillas frente a Somi, dejando una mancha roja en el suelo.

Somi miró al caído con los ojos muy abiertos, su rostro reflejando un terror que no podía disimular. En ese instante, al ver a Nezu, su voz tembló al llamarlo.

—Nezu…

Nezu apenas tuvo tiempo de girar la cabeza hacia ella antes de sentir un intenso dolor en la espalda. El tajo de trueno del joven uniformado lo alcanzó con fuerza, lanzándolo hacia adelante y haciendo caer de rodillas al suelo. Su espada se soltó de su mano, y un amargo sabor a sangre inundó su boca.

El joven uniformado se acercó con calma, observando a Nezu en el suelo con una sonrisa de satisfacción antes de girarse hacia Somi y apuntarle con su espada.

— ¿Qué tenemos aquí? —dijo, disfrutando de su ventaja.

Somi, al ver a Nezu caído y sin fuerza para levantarse, sintió cómo la desesperación la invasión. Con las manos temblorosas, dejó caer su espada al suelo y levantó las manos, mirando al joven con miedo y rabia contenida.

—Por favor… basta —murmuró, sin apartar la vista de Nezu, quien respiraba con dificultad.

El joven bajó su espada y se acercó a Somi, una sonrisa despreocupada en su rostro. Sin embargo, apenas había dado dos pasos cuando sintió un tirón violento que lo lanzó hacia atrás. Nezu, con la mirada llena de furia contenida, lo había derribado y ahora lo sujetaba con fuerza, colocando ambas manos alrededor de su cuello. Somi se quedó inmóvil, su respiración entrecortada mientras veía a Nezu encima del joven, apretando cada vez más.

El joven uniformado intentó liberarse, forzando en el suelo, pero Nezu lo sujetaba con una firmeza desesperada, sin aflojar un solo segundo. La expresión de Nezu era sombría y determinada, como si cada segundo de presión en su agarre fuera una cuestión de vida o muerte.

—S-suéltame… —logró decir el joven, apenas con un hilo de voz.

De repente, el joven colocó su mano sobre el pecho de Nezu, y de inmediato una descarga eléctrica recorrió su cuerpo, sacudiéndolo violentamente. Nezu cerró los ojos por un segundo, sus músculos temblando bajo la intensidad del golpe, pero no aflojó. Su respiración era pesada, y sus manos no cedieron.

Otra descarga, más intensa esta vez, golpeó el pecho de Nezu, haciendo arquearse del dolor, pero él solo presionó más fuerte, como si estuviera dispuesto a soportarlo todo para impedir que el joven escapara. Somi miraba, inmóvil, sin saber si gritar o intervenir, sintiendo el latido acelerado de su corazón.

—¡Nezu…! —susurró, sin poder encontrar la fuerza para gritar.

El joven le dio otra descarga, y otra. El cuerpo de Nezu temblaba con cada golpe, su respiración se volvía cada vez más irregular. Finalmente, con una última descarga desgarradora, Nezu soltó un gemido ahogado y su cuerpo se desplomó, cayendo a un lado, inconsciente. Las manos del joven se soltaron de su cuello, y él se quedó un momento en el suelo, tosiendo y jadeando, mientras recuperaba el aliento.

Lentamente, se incorporó, pasando su mano por el cuello con una expresión de asombro mezclada con una chispa de respeto al ver a Nezu inconsciente en el suelo. Al alzar la mirada, se encontró con Somi, quien sostenía la espada con ambas manos, temblando. La apuntaba hacia él, pero su miedo era evidente; su agarre era inseguro y la hoja temblaba.

El joven caminó lentamente hacia ella, sus pasos firmes pero cuidadosos. Somi intentó contener el temblor de sus manos, apretando los labios con fuerza, pero sus piernas parecían ancladas al suelo. Apenas podía respirar.

—No… no te acerques… —susurró, su voz rota por el miedo.

Sin decir nada, el joven extendió su mano hacia la espada de Somi. Con un gesto suave, pero firme, la agarró y, con un ligero movimiento, la apartó de sus manos. La espada cayó al suelo, y Somi miró, sin saber si moverse o rendirse, mientras él mantenía su mirada fija en ella, midiendo cada uno de sus movimientos.

(La cuestión es adaptarse a la enfermedad)

descargar

¿Te gustó esta historia? Descarga la APP para mantener tu historial de lectura
descargar

Beneficios

Nuevos usuarios que descargaron la APP, pueden leer hasta 10 capítulos gratis

Recibir
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play