Pequeños Susurros 1.7

Los hombres de Zuko comenzaron a alentar, sus voces se alzaban con gritos y risas, seguros de la victoria. Zuko sonreía con confianza mientras miraba a Nezu de arriba abajo, examinándolo con la misma indiferencia con la que se observan los insectos antes de aplastarlos.

—No pareces ser de por aquí —dijo Zuko, su tono burlesco se mezclaba con una calma peligrosa— así que déjame contarte cómo funcionan las cosas por aquí. En cada lugar que yo pise, soy el dueño. Construyo pueblos solo para divertirme y arraso con otros por placer. La tierra, este suelo bajo tus pies, es mi juguete, y hago con ella lo que quiero, sin discutir ni razonar.

Nezu lo escuchaba en silencio, su mirada fija en los ojos de Zuko, sin parpadear, sin mostrar emoción alguna. La espada que había tomado de la herrería descansaba con tranquilidad en su mano, como si aún no fuera momento de liberarla.

—Si necesitas algo —continuó Zuko, dando un paso hacia adelante— solo debes pedírmelo a mí. Soy quien decide aquí.

Los gritos de los hombres aumentaron, rugidos de aprobación que llenaban el aire de una energía vibrante. Pero Nezu no se inmutó, solo dejó que el silencio se interpusiera un instante antes de responder con voz baja, pero firme.

—Entonces espero que estés a la altura de tus palabras.

Zuko rió, un sonido cortante y cruel, como si la sola idea de ser desafiado fuera un chiste particularmente bueno.

—¿Eso crees? —sus ojos brillaron con una mezcla de interés y desdén— Si es así, entonces ya puedo destruirte, ¿no?

Nezu lo miró un instante, la calma en sus ojos permanecía intacta, casi desafiante, y con voz baja le dijo a Zuko:

—Lamento haberte hecho esperar.

Zuko sonrió con malicia y un toque de diversión oscura brilló en sus ojos.

—Será divertido —respondió, casi saboreando la batalla que venía. Pero antes de que pudiera decir más, Nezu lo interrumpió.

—¿De verdad lo crees? —preguntó sin perder su serenidad— Entonces comencemos de una vez.

Con esas palabras, Nezu se lanzó hacia Zuko. Su mano apretó el mango de la espada, pero no la desenvainó. Zuko, confiado, se preparó para bloquear lo que creía sería un corte. Sin embargo, en el último segundo, el ataque de Nezu no fue con la espada. En lugar de desenvainarla, saltó y le propinó una patada directa en el costado de su cabeza.

El impacto resonó y Zuko tambaleó por el golpe. La sorpresa en sus ojos apenas tuvo tiempo de asentarse antes de que Nezu volviera a la carga. No le dio espacio para reaccionar, no hubo descanso. Los puños de Nezu volaban en su dirección, atacando con precisión, buscando el abdomen de Zuko. Cada movimiento era rápido, feroz, implacable.

Zuko detuvo el siguiente golpe con facilidad, su brazo interceptó el puño de Nezu, y lo miró con una sonrisa burlona.

—¿Me estás subestimando? —dijo, aunque en su voz había una ligera incredulidad.

Pero Nezu no respondió. En lugar de eso, aprovechó el momento y tomó el brazo de Zuko, girando con destreza y lanzándolo con fuerza lejos. Zuko voló hacia atrás y cayó pesadamente al suelo. Mientras intentaba levantarse, Nezu saltó en su dirección, listo para asestar el golpe final.

—Este es el fin —dijo Nezu, con la determinación brillando en sus ojos.

Pero Zuko reaccionó a tiempo, agarrando la pierna de Nezu en pleno aire. Una risa oscura escapó de sus labios mientras lo sostenía firmemente.

—Muy bien —dijo, apretando con fuerza— Así es como debe ser una pelea.

Con una facilidad brutal, Zuko lo lanzó como si Nezu fuera un muñeco de trapo, estrellándolo contra el suelo. Nezu atravesó una valla que delimitaba el camino, rompiéndola en pedazos, mientras el polvo se levantaba alrededor de su cuerpo caído. La risa de Zuko resonaba entre los escombros, su figura imponente acercándose lentamente mientras la batalla apenas comenzaba.

Somi corrió hacia Nezu con el corazón latiendo a mil por hora. El golpe había sido brutal, y aunque ella sabía que Nezu era fuerte, la preocupación la consumía. Llegó hasta él, arrodillándose a su lado mientras lo veía levantarse, sacudiéndose el polvo de la ropa.

—Maldita sea... —Nezu murmuró mientras se incorporaba, con una mano sobre su costado— Creí que ese golpe sería el último.

Zuko, a la distancia, soltó una carcajada burlesca.

—Yo también lo creí —dijo, su tono lleno de falsa decepción.

Nezu lo observó un instante, y luego negó con la cabeza.

—Entonces no será tan fácil.

Zuko se encogió de hombros, estirando sus brazos y rodando los hombros con una sonrisa.

—Eres mejor de lo que pensé. Tu pequeño cuerpo no te hace justicia —dijo, casi divertido.

Nezu lo miró, frunciendo el ceño, y soltó una exhalación lenta.

—Eres una molestia, Zuko.

Zuko rió de nuevo, disfrutando del intercambio.

—¿Y por qué dices eso? —preguntó, claramente entretenido por la conversación.

Nezu se levantó por completo, sus músculos tensándose mientras lo miraba con una expresión seria.

—Porque nunca podría ganarle a alguien con afinidad de resistencia en un combate cuerpo a cuerpo.

Por un instante, el rostro de Zuko se quedó inmóvil. La sorpresa parpadeó en sus ojos antes de ser reemplazada por una expresión de desafío. Estiró todo su cuerpo, sus movimientos fluidos, como si se estuviera preparando para algo mucho mayor.

—Bien, bien, bien... —dijo, casi cantando—. Desenvaina y peleemos hasta morir.

Nezu lo observó unos segundos más, luego volvió la vista hacia Somi, quien aún estaba a su lado.

—¿Puedo tomarla prestada? —preguntó, señalando la espada de madera que ella aún sostenía.

Somi, confundida, se la entregó sin dudar, pero antes de soltarla, le preguntó:

—¿No vas a usar la que llevas?

Nezu sonrió levemente, con un brillo de misterio en sus ojos.

—Tal vez... —dijo, tomando la espada de madera entre sus manos, evaluando su peso y textura.

Volvió a caminar hacia Zuko, quien lo esperaba con una mezcla de impaciencia y anticipación. Nezu bajó la mirada un segundo, observando la espada de madera, sintiéndola en sus manos como si estuviera absorbiendo la energía del arma, un suspiro apenas audible salió de su boca.

—No recuerdo la paz antes de llegar a este pueblo... —murmuró, casi para sí mismo.

Zuko levantó una ceja, claramente irritado por la reflexión.

—¿Qué demonios estás balbuceando? —preguntó, agitando su mano como si intentara sacudir las palabras de Nezu.

Nezu, como si regresara de sus pensamientos, lo miró directamente a los ojos y sonrió brevemente.

—Perdón, sólo estaba divagando. —Enderezó su postura y sostuvo la espada de madera con firmeza— Ahora, amigo, no te mueras al primer golpe.

La embestida fue feroz. Nezu atacó de frente, sin vacilar, y Zuko levantó los brazos justo a tiempo para bloquear el primer golpe. Pero eso fue solo el comienzo. Los movimientos de Nezu eran implacables, golpe tras golpe caía sobre Zuko con una precisión abrumadora. La espada de madera en manos de Nezu parecía más letal que una hoja de acero. Cada impacto hacía retroceder a Zuko, llevándolo a un terreno desconocido, donde estaba siendo superado.

Zuko intentaba mantener el control, pero los ataques de Nezu no le daban respiro. Nezu no paraba, impulsado por una mezcla de determinación y rabia contenida. Finalmente, Zuko fue llevado de cabeza al suelo, su cuerpo tambaleándose mientras intentaba recomponerse. El manejo de Nezu era impresionante, su precisión meticulosa. Sin embargo, cuando Nezu se acercó, dispuesto a acabar el combate, Zuko mostró su astucia.

En el último segundo, Zuko paró el golpe, y contraatacó con una furia desenfrenada. Su cuerpo se movía con una energía desbordante, lanzando un poderoso combo de golpes. Cada uno era más potente que el anterior, como si la frustración de haber sido superado lo impulsara a desatar toda su fuerza. Nezu, atrapado en esa tormenta, hizo lo único que podía: usar la espada para cubrirse. Pero los ataques de Zuko eran implacables, su velocidad y fuerza creaban una presión imposible de resistir por completo.

Nezu logró esquivar un golpe agachándose en el último momento, aprovechando la apertura para acercarse a Zuko. Zuko se sorprendió al sentir la proximidad de Nezu y, antes de que pudiera reaccionar, Nezu lo miró con una mezcla de cansancio y fastidio.

—Eres un verdadero fastidio —dijo Nezu con una media sonrisa antes de lanzar un gran espadazo.

Zuko levantó su brazo para bloquearlo, y aunque detuvo el golpe, el impacto fue lo suficientemente fuerte como para impulsarlo hacia atrás, haciéndolo retroceder varios metros. El peso del golpe retumbó en su brazo, dejándolo dolorido. Zuko se detuvo por un momento, bajó la vista y observó el daño que había dejado el ataque en su brazo. Pequeñas grietas y magulladuras aparecían, dejando claro que el cuerpo no era invencible.

Nezu lo miró de reojo y con un tono sarcástico le dijo:

—Vigila que no se te caiga ese brazo.

Los hombres de Zuko, que hasta ahora habían observado en silencio, comenzaron a gritar su nombre con fervor. Su apoyo resonaba en el campo de batalla, llenando el ambiente con ecos de confianza.

—¡Zuko! ¡Vamos! ¡Tú puedes!

—¡Tú vas a ganar!

Zuko sonrió, pero esta vez su expresión perdió la burla de antes. En su lugar, apareció una sonrisa más seria, casi sombría. Los vítores de sus hombres parecían encender una chispa dentro de él.

—Supongo que no puedo decepcionarlos —dijo, mientras enderezaba su postura, flexionando los hombros y sacudiendo su brazo herido.

Zuko, a pesar de los estragos que los golpes de Nezu habían causado en su cuerpo, no se detenía. Todo lo que tenía, toda su fuerza y su voluntad, se enfocaba en aplastar a su oponente. No había una estrategia compleja, no había una técnica refinada en ese momento. Cada movimiento de Zuko era puro instinto, una mezcla de tenacidad y rabia que lo empujaba a seguir avanzando, a atacar con aún más furia. Sus puños parecían pesar más, como si cada golpe ahora llevara consigo el peso de su ira reprimida. Las aperturas que dejaba Nezu, los desequilibrios que Zuko detectaba, eran explotados sin piedad. Cada ataque era un golpe calculado en su brutalidad, buscando abrir camino a la victoria.

Zuko lanzó un golpe tan potente que, cuando Nezu intentó bloquearlo con la espada de madera, esta se partió en dos bajo la fuerza del impacto. El crujido de la madera rompiéndose resonó en el aire, pero Zuko no le dio tiempo a Nezu para reaccionar. Con una velocidad despiadada, lo tomó de la cabeza con ambas manos y, sin dudarlo, comenzó a estrellar su propia frente contra la de Nezu. Cabezazo tras cabezazo, un ritmo constante y brutal que Nezu no podía evitar. La mera tenacidad de Zuko, su voluntad de seguir atacando a pesar del dolor, lo hacía parecer indomable.

Nezu intentaba zafarse, su visión comenzaba a nublarse con cada impacto. La sangre empezaba a brotar de su frente, pero los ataques no cesaban. Zuko, inmerso en su frenesí, murmuró casi inconscientemente entre golpes:

—Hace tiempo que no peleaba así... ¿Verdad, Hiro?

El nombre cayó de sus labios como un eco olvidado. Zuko ni siquiera parecía consciente de lo que decía, como si ese recuerdo hubiera emergido por sí solo en medio del combate.

Finalmente, Nezu logró apartarse, tambaleándose mientras llevaba una mano a su frente ensangrentada. Respiraba con dificultad, su cuerpo dolido por los impactos.

—¿Qué demonios estás balbuceando? —le preguntó Nezu, su tono mezcla de agotamiento y confusión.

Zuko, aún con la respiración agitada, esbozó una pequeña sonrisa. Su risa fue baja, casi inaudible, pero llena de una extraña melancolía.

—Lo siento... —respondió Zuko, su voz teñida de una extraña calma que contrastaba con la brutalidad de la pelea— Solo estaba divagando, eso es todo.

Zuko, con una mirada desafiante, se plantó frente a Nezu, los músculos tensos y el sudor resbalando por su frente.

—Es hora de que acabemos con esto. —Su voz era firme, una promesa de lo que vendría. —Mira atento.

Con un movimiento rápido, Zuko se lanzó hacia él, desatando una serie de ataques que Nezu apenas podía bloquear. Cada golpe era más rápido y contundente que el anterior, empujándolo hacia atrás, arrinconándolo contra la pared de la calle.

—Intenta seguir mi ritmo. —Zuko sonrió, disfrutando de la ventaja, mientras sus puños se cerraban con fuerza, dejando marcas de dolor en el cuerpo de Nezu. —¿Qué tal? ¿Te divertiste?

Nezu retrocedió un poco, la sangre brotando de su boca, y, con una mueca de frustración, desenvainó su espada.

—Eres un verdadero fastidio, Zuko. —dijo, sus ojos fijos en su enemigo.

Zuko soltó una risa burlona, como si le hubiera contado un chiste.

—Creí que nunca la sacarías. —respondió, disfrutando del espectáculo.

Nezu asintió con una determinación renovada.

—No tiene caso contenerse más.

La emoción iluminó el rostro de Zuko mientras veía cómo Nezu adoptaba una postura de combate, agachando ligeramente su cuerpo, lista para el ataque.

—¡Ataque con todo lo que tienes! —gritó Zuko, casi ansioso por el desafío.

Nezu rió bajo, un sonido que resonó con confianza.

—Eso es exactamente lo que planeo hacer. Para detenerme, hace falta más que tus brazos.

Con un movimiento explosivo, Nezu lanzó una embestida veloz, más rápida que cualquier ataque anterior. Zuko intentó cubrirse con los brazos, concentrando toda su energía en ellos, pero aunque logró evitar un corte profundo en sus extremidades, el impacto del golpe alcanzó su torso. La fuerza lo golpeó con tal potencia que lo lanzó fuera de la puerta del pueblo, aterrizando en el suelo con un fuerte golpe.

Somi observó desde la distancia, el corazón en un puño. Al ver a Zuko caer, una chispa de emoción la invadió. Sin embargo, se dio cuenta de que la espada de Nezu había sufrido daños en el proceso. Antes de que pudiera pensar más, notó que Zuko comenzaba a levantarse, su determinación intacta.

Los hombres de Zuko se acercaron, preocupados, murmurando entre ellos mientras lo veían intentar incorporarse. Pero Zuko, con una sonrisa confiada, levantó una mano.

—¡Confíen en mí! —les dijo, su voz resonando con autoridad. —Por todo lo que soy y por mi compañía, no puedo ser derrotado.

Mientras se acercaba nuevamente a Nezu, la atmósfera se volvió tensa. Zuko, con renovada energía, lanzó una advertencia que resonó en el aire:

—¡Voy a pelear hasta acabarte matando!

Frente a frente, Zuko y Nezu se plantaban ante el otro.Con un intercambio de golpes frenético, los de Zuko puños chocaban contra la espada de nezu, la fuerza de cada uno resonando en el aire, pero ninguno lograba asestar un golpe certero. Eran como sombras danzantes, que no se sacaban superioridad.

En un momento de respiro, ambos se separaron, el aliento agitado y los cuerpos cansados, pero sus miradas ardían con determinación. Nezu, con la respiración entrecortada, volvió a adoptar su postura de combate, el acero de su espada brillando bajo la luz de los ultimos destellos que daba el sol antes de ocultarse.

—¿Apostamos todo en esto? —preguntó, con un destello de desafío en sus ojos.

Zuko soltó una risa desafiante, preparándose para el próximo asalto.

—¡Ven con todo! Yo lo voy a recibir de frente.

—Así se habla. —respondió Nezu, su voz resonando con confianza. —Así debe ser un oponente.

Con un grito de batalla, Nezu embistió hacia Zuko, pero esta vez, el contacto fue devastador. La espada no pudo soportar el poder del golpe y se rompió al impactar contra los brazos de Zuko, astillas volando en todas direcciones. Antes de que Zuko pudiera capitalizar la oportunidad, Nezu se apartó rápidamente, buscando distancia.

En ese instante, un grito resonó a lo lejos, un eco familiar que hizo que Nezu volviera la vista. Allí, a la distancia, estaba Somi, sosteniendo la espada que había estado descansando en el sótano. Con un movimiento decidido, Somi se la arrojó, y Nezu la atrapó con precisión, sintiendo el peso del mango en sus manos.

—Hasta que al fin te callas... —murmuró Nezu, asegurándose de que estaba listo para volver a la pelea.

Aliviado, se volvió hacia Zuko.

—Es una lástima.

Zuko, en respuesta, soltó una risa burlona.

—No importa. ¡También romperé esa espada!

Con un rápido movimiento, Zuko se lanzó hacia él, pero Nezu estaba preparado. Desenfundó la espada con una agilidad que sorprendió a Zuko, levantando su brazo con una sola mano para bloquear el feroz ataque. La mirada de Zuko se llenó de sorpresa al ver cómo el nuevo filo se interponía entre él y su golpe, retrocediendo un poco ante la fuerza del impacto.

Sin embargo, Nezu no se detuvo allí. Con un movimiento rápido, colocó la espada en el torso de Zuko, sin llegar a tocarlo, pero dejando claro que el siguiente movimiento podría ser mortal. Zuko, sintiendo el peligro inminente, se dio cuenta de que estaba siendo atravesado por una espada imaginaria en su mente, una punzada que lo llevó a un estado de shock. A pesar de haberse endurecido, su puño le dolía, como si hubiera golpeado una montaña sin protección.

Con una mezcla de incredulidad y resignación, Zuko dejó caer su cuerpo al suelo, su espíritu doblegado.

—Lo que sea… —balbuceó, una sombra de su antiguo yo— Me rindo.

★(Viciado al fallout 3 🙂‍↕️)

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