Bea se encontraba caminando por un inmenso campo de flores coloridas que bailaban suavemente al ritmo de aquel viento mañanero. Al horizonte, apenas se veía el sol asomándose entre las nubes.
A pesar de que el ambiente parecía desprender tranquilidad, Bea no evitaba sentirse desorientada. No fue hasta que las nubes se posaron encima y dejaron caer un delicado rocío sobre ella y las flores.
No obstante, la chica al dirigir su atención a las flores notó que no fueron rociadas por rocío. En su lugar, de los pétalos goteaban rastros de sangre.
De inmediato pasó un dedo por su rostro, para darse cuenta de que ella también estaba cubierta de sangre. Aterrada, quiso gritar para pedir ayuda, pero al no haber nadie a poca distancia, comenzó a correr.
De repente, sus pies se enredaron con una especie de cadena, ocasionando que se tropezara y cayera sobre las flores. Bea se levantó exaltada, y al ver sus pies notó que se habían enredado con una especie de colgante.
—¡Es ella!
Bea se alarmó con aquel grito chillón, más no esperó tener a un grupo de personas delante de ella. La mayoría parecían caballeros armados con lanzas y escudos, y en medio de ellos alzaban a una niña como si fuera una reina.
—¿Q-Qué...?
—¡Mátenla! —Ordenó la niña.
Bea pensó que podía tratarse de una broma, pero al ver como uno de los caballeros desenfundaba una daga y la empuñó a su dirección, no hizo más que cerrar los ojos esperando la muerte.
—¡¡¡BEEEAAAA!!!
La morena saltó asustada por aquel grito que interrumpió su sueño, o mejor dicho pesadilla. Pensó incluso que el grito pudo haber sido producto de su imaginación, pues la habitación seguía oscura y su hermana roncaba como un oso; aún no salía el sol.
—¡¡Te llaman por teléfono!! —Al parecer no fue su imaginación, era su hermano Matt llamándola desde la cocina.
¿Quién rayos la llamaba de madrugada?
—¡Diles que no estoy! —Respondió Bea, mientras trataba de conciliar el sueño.
—¡Bea manda a decir que no está! —Le habló el menor al teléfono.
—¡Idiota! —Se quejó la morena.
—¡Cállense y dejen dormir, es muy temprano! —La voz de su padre entró en la discusión, parece que también dormía.
Matt y Bea cerraron la boca ante el regaño, y con la flojera dominando su cuerpo, ella se levantó de la cama en modo zombie para luego quitarle el teléfono a su hermano y contestar la llamada.
—¿Qué? —Habló Bea de mal humor.
—¡¡Beaa!! ¡Te necesito en la escuela, ahora! —Al otro lado de la línea, se escuchó la voz adrenalínica de su amiga Lena.
—¿Lena? ¿Pero qué dices? Es muy temprano... —Protestó la morena soltando un bostezo.
—Agradece que no te llamé anoche... ¡Ven y llama a los demás! —Convidó.
—Primero dime, ¿Qué cosa es tan urgente como para llamar a estas horas?
—Encontré quien nos llevará a la Megapolis.
Luego de confesar esa bomba, la rubia tuvo la iniciativa de cortar la llamada, dejando a Bea boquiabierta y con una notable confusión por lo que acababa de escuchar.
—¿Quién se murió? —Preguntó Matt, intrigado por la expresión de su hermana.
—Nadie, no es nada. —Evadió Bea, iba a su habitación a tratar de cambiarse. Pero... —Un momento, ¿Tú qué haces despierto tan temprano?
—Eehh... O-Olvidé hacer la cartulina. —Dijo Matt, desviando la mirada con un silbido que solo terminaba delatándolo.
Bea rodó los ojos, y en lugar de regañarlo optó por ignorarlo, tenía mejores cosas en que pensar.
Sin hacer ruido, se dignó a buscar ropa en su habitación para marcharse y descubrir el chisme, fue ahí que nació una duda: ¿Debía ir en uniforme o casual? Si fuese por ella, iría en pijamada, pero le harían más bullying del que ya le hacen.
Inesperadamente, surgió una duda muchísimo mayor y más preocupante: ¿Qué excusa le daría a su padre para ir a la escuela de madrugada?
Oh bueno, solo sería un momento. Tendría una reunión breve con sus amigos y después volvería a dormir hasta la mañana como si nada hubiera pasado.
Ese fue su plan, terminó por vestirse de manera casual: una camisa blanca y un blue jean, nada sobrepensado. Acomodó otra mochila con sus cosas y trató de salir de la manera más sigilosa posible hacia la puerta trasera.
Ya que si abría la del frente (la de la capilla) resonaría en toda la casa y la atraparían. A pesar de que podía echarle la culpa a su hermano, no quería jugar con esa suerte.
Aunque luego esto, le hubiera encantado hacerlo.
—¿A dónde vas, jovencita?
Apenas puso la mano sobre el pomo de la puerta, Bea se sobresaltó al escuchar a su padre parado seriamente delante de ella, vestido con una bata de dormir y cargando una taza de café.
—A-Al instituto...
—¿A estas horas? —Dudó el señor Andrew.
—¡Y sin uniforme! —Exclamó Matt desde su lugar.
¿Ven por qué ahora le hubiera encantado echarle la culpa? Estuvo a punto de que la castigaran por meses, de no ser porque le llegó la excusa perfecta a la cabeza.
—S-Si, es que quiero... Reunirme, con unas amigas. —Bea tragó saliva nerviosa. —Va-Vamos a preparar una exposición importante y hay que alistar todo temprano. Ya sabes, es algo obligatorio para graduarnos, y así será el siguiente año...
—¡Qué mentira tan mala! —Dijo Matt.
—¡Cállate mocoso!
—¡Silencio los dos! —Intervino el señor Andrew, para mirar de forma amenazante a su hija. —Dios quiera y no me llegue a enterar de que hiciste algo indebido, Beatriz.
—No padre, nada de eso...
Bea agachó la mirada, viendo como su padre daba pasos hacia atrás, lo que ella vió como una señal para irse apresuradamente.
Al otro lado de la ciudad, Fanya descansaba al mismo tiempo que su mente viajaba escuchando voces lejanas y desconocidas. Sentía las partes más livianas de su cuerpo flotar, hasta que su atención se centró en los sonidos de un arpa.
Abrió los ojos, cruzando su mirada con la del chico pelirrojo que vió en su visión pasada. Notaba su actitud animada al tocar el arpa con alegría, la misma con la que le sonrió.
—Ya estamos cerca de encontrarnos. —Dijo el músico sonriente.
—¿Encontrarnos? ¿En dónde? —Dudó Fanya.
—En la Megapolis... ¿Dónde más? —Contestó el pelirrojo.
—Espera, ¿Qué?
Fanya fue interrumpida por un repentino dolor de cabeza que la cegó horriblemente, el cual no se calmó sino cuando despertó en su cama, sudada y con el corazón agitado. Era la primera vez que le pasaba eso, y no le gustaría volver a repetirlo.
—¡Fanya, cariño! —Llamó su padre entrando en la habitación. —Llevan horas llamándote, no importa cuanto cuelgue siempre vuelven a llamar. Responde a ver qué pasa.
Su padre le entregó el teléfono y regresó a la cocina, ellos solían custodiar su celular durante la noche para que Fanya no se desvelara. O al menos esa era una excusa para tenerla controlada.
Vió que eran las cuatro de la mañana, la hora en que su padre se iba a trabajar. Eso no era raro, lo raro era tener treinta mensajes y llamadas pérdidas de Bea y sus amigos del grupo.
Y serían treinta y uno hasta que Fanya decidió contestar la llamada entrante de Bea.
—¿Hola? ¿Bea?
—Óyeme, no sé qué está pasando ni nada por el estilo, pero Lena me llamó diciendo que vengas a la escuela cuanto antes... —Explicaba Bea rápidamente. —Porque al parecer ya encontraron quien nos llevará a la Megapolis.
—¿Q-Qué?
—Te veo en la escuela.
—E-Espera, Bea...
La morena colgó, dejando a Fanya con la palabra en la boca. Ella se quedó un rato en silencio intentando procesar la información y en relacionar esto con lo que dijo el pelirrojo en su visión.
Fanya se levantó, se puso lo primero que apareció en su armario y salió a la cocina, no sin antes llevar su violín, ahí encontró a su padre terminando el desayuno.
—¿Qué ocurre cariño? —Preguntó Eduard al ver a su hija lista para salir tan temprano.
—Oh, nada. Solo me llamaron... unas amigas de la academia de música, para practicar nuestras partituras de las siguientes audiciones.
—¿Audiciones? —Cuestionó el padre, intrigado. —¿Audiciones para qué?
—Para la Orquesta Nacional, pensé que te había dicho. —Obviamente era una mentira, pero era perfecta para que sus padres le dejaran salir.
—Vaya, pues buena suerte hija. —Fanya sintió alivio de que le creyeran, más cuando estuvo a punto de irse su padre la frenó mientras señalaba la comida. —Pero... no te irás sin desayunar.
—Papá, por favor. Tengo prisa. —Se quejó. —Me lo como en el camino.
—Siéntate, sino no te caerá bien. —Demandó el señor Eduard, a lo que Fanya no tuvo más opción que obedecer.
Se sentó a comer disgustada. No podía comer rápido, ya que su padre también la regañaría por ello, y quería evitar sentirse culpable de llegar tarde para no decepcionar a sus amigos, aunque era lo más probable.
En lo que desayunaba, inesperadamente tocaron la puerta principal. Padre e hija cruzaron miradas, extrañados... ¿Quién sería tan temprano?
Eduardo, no muy contento fue quien se levantó a averiguar de que se trataba, mientras que Fanya quiso aprovechar la oportunidad para comer aceleradamente.
—Bu-Buenos días, señor García.
Fanya casi se atraganta con un pedazo de la comida al escuchar lo que parecía ser la voz de su pareja. Miró hacia la puerta viendo a un Denis temblando en su posición, con su padre dedicándole su rostro más intimidante.
La diferencia de altura entre ambos era abismal, en cualquier instante el padre de Fanya podía matar a Denis de un pisotón, de así quererlo.
—¿Qué quiere joven? —Preguntó Eduardo, en tono grave y degradante.
—Bu-Busco a su hija...
Uff... ¡Mala elección de palabras!
Denis había cavado su propia tumba al pedirle eso a un padre sobreprotector.
—¡¿Qué tu qué?! —Exclamó el hombre, indignado.
—Déjalo, papá.
Fanya llegó al rescate, con paso seguro tomó su violín y se acercó a la puerta para salir. Sin embargo, su padre se puso en medio de ambos.
—¿Qué te he dicho de los amiguitos, Fanya? —Le reclamó notablemente molesto mientras la sujetaba del brazo. —Adentro, no irás a ningún lado...
Fanya deshizo el agarre.
—Ya no soy una niña, padre.
Después de enfretarlo, Fanya tomó la mano de Denis y se fueron corriendo de ahí. Los gritos de su padre llamándola resonaban en todo el edificio, pero ella no sería quien recibiría la queja de los vecinos.
Denis caminaba con la cabeza gacha. Él recibió la llamada de Kit diciéndole que Lena lo llamó diciendo que habían encontrado a la persona que los llevaría a la Megapolis. Apenas lo escuchó pensó en Fanya, preocupado por si le había pasado algo y sin pensarlo fue a buscarla. Seguramente ella estaba enfadada con él al aparecer así sin permiso.
—Eh... Lo siento Fanya, sé que no tuve que...
—Gracias por venir por mí. —Intervino Fanya, robándole un beso en la mejilla.
Eso dejó a Denis tranquilo. Ambos se dedicaron una sonrisa que reflejaba el cariño que sentían mutuamente.
—Vamos, hay que apresurarnos. —Convidó la chica. Denis asintió y ambos caminaron tomados de la mano hacia la escuela.
...🌟...
—Yo nací y crecí en la Megapolis, hasta que esos robots oscuros lo destruyeron todo. —Star inició con su relato, un poco tímida al ser el centro de atención. —Yo y mi tío logramos escapar, pero mis padres y mi hermano no tuvieron el mismo destino...
Los nueve chicos la escuchaban atentos en la guarida subterránea de la bruja azul, quien estaba concentrada estudiando una especie de colgante. La mayoría de ellos estaban sorprendidos de que fuese ella la persona que buscaban, teniéndola tan cerca.
—Mi tío y yo nos adaptamos al Mundo Real, fue difícil, pero lo logramos. Hace poco falleció, y antes de morir me pidió que ayudara a las reencarnaciones de los Ángeles Guerreros a llegar a la Megapolis. —Finalizó la chica, mientras se abrazaba a sí misma.
—¿Cómo supiste que éramos nosotros? —Preguntó Kit curioso.
Star liberó una pequeña sonrisa para sus adentros, pero al ser observaba por todos prefirió ponerse seria. Después de un suspiro, prosiguió:
—Ustedes son un fenómeno en ese lugar. Existe mucha literatura y mitos sobre ustedes, y para una persona como yo fue fácil saberlo. —Explicó Star. —Por no decir que se parecen mucho a sus antepasados, y que el único grupo de nueve chicos más unido del instituto.
—Si siempre supiste que éramos nosotros, ¿Por qué no nos hablaste antes? —Interrogó Miriam, cruzándose de brazos.
—Lo intenté, por eso mejoré mis notas para estar en el mismo salón de la mayoría. —Una expresión de tristeza se mostró en la chica. —Pero no me recibieron muy bien que digamos... no diré nombres.
No diría nombres, pero si las miradas mataran, Denis estaría cien metros bajo tierra. Star lo miró de manera poco disimulada, haciendo que todos fijaran su vista en él y lo juzgarán por haberla tratado mal.
—¡Vale, vale, lo siento! Admito que me pasé... un poquito. —Se disculpó el rubio, arrepentido.
—Piñas, yo le dije tabla. —Murmuró Damaris. No volvería a criticar a nadie por su físico nunca más.
—Si había alguien asustada en todo esto, era yo. Pasé de vivir una vida sin compromisos, a tener uno muy grande sobre mis hombros. —Confesó Star. —Pero cuando Lena me ayudó eso me hizo confiar en ustedes.
Star vió a la rubia esta vez, y ella le regresó una sonrisa sin ánimos.
—Lamento cualquier ofensa de los chicos hacia tu persona... Starling. —Habló Zafiro en nombre de todos, mientras le regresaba el colgante.
—¿Y ese nombre? —Se escuchó la pequeña voz de Haiden, todavía en modo gato.
—Es el nombre que tiene grabado la llave. —Dijo la elfa.
—Ugh... solo mi tío me decía así, suena un poco sonso jeje... —Star rió incómoda.
El colgante que le habían entregado era una cadena dorada de la que colgaba una llave antigua. Star explicó que su tío se la dio antes de morir, y le dijo que debía enseñársela a los ángeles apenas los encontrara.
—¿Y qué clase de puerta abre esa llave? —Dudó Kit.
—Vengan conmigo. —La bruja azul les sonrió, emocionada.
Los chicos siguieron a Zafiro hacia lo más oculto de su guarida, donde habían más escaleras que debían bajar. Cuando llegaron al final de estas, frente a ellos se mostró una pared de piedra cubierta de moho y enredaderas, mientras, en el centro de la pared, se distinguía lo que parecía ser una cerradura.
—¡Miau! Esta escuela está llena de sorpresas. —Comentó Haiden, siendo cargado por Alec.
Zafiro miró a Star, dándole a saber que era su turno. La chica tragó saliva nerviosa, y a pasos inseguros se acercó a la pared con su llave en mano. Limpió un poco los alrededores de la cerradura para luego introducir la llave.
Hizo un sonido singular, indicando que se había abierto. Pero aún así, todo se veía normal.
Los muchachos se miraron confundidos, y cuando la decepción empezaba a inundarlos, repentinamente esa habitación de piedra comenzó a temblar. Todos se esforzaron por no caer, la pared se empezó a agrietar poco a poco, dejando ver un círculo que desprendía una luz no tan cegadora.
En el momento que el temblor se detuvo, los chicos se quedaron viendo embobados el portal.
—Una vez que crucen, aterrizarán en un sitio aleatorio de la ciudad en los cielos. —Pronunció Zafiro, sacando a los chicos de su trance.
—¿Po-Podremos volver? ¿Ci-Cierto? —Preguntó Alec, asustado.
—No hasta que hayan terminado con su misión. —Aclaró la Bruja.
—¿Estás segura de que debemos ir ahora? La mayoría de nosotros no desarrollamos nuestros poderes todavía. —Interfirió Bea.
—Créanme, lo harán más rápido allá que aquí. —Dijo Zafiro en un tono sereno con tal de transmitir calma.
—¿Y-Y nuestras familias? ¿La escuela? ¿Qué pasará con eso? —Preguntó Miriam.
—No cambiará nada, pueden ir tranquilos. —Aseguró la elfa, nuevamente.
—Sé que esto da miedo, pero nosotros podemos hacerlo. —Expresó Lena, dando un paso al frente. —¿Qué podría pasar?
—Que nos maten. —Soltó Denis.
—Si tu pudiste contra uno de esos robots, nosotros también podemos. Solo hay que permanecer juntos.
—Lena tiene razón. Estar unidos será nuestra fortaleza, siempre lo ha sido. —Apoyó Bea, mientras trataba de convencer a los demás. —De seguro será la mejor aventura de toda nuestra vida, volveremos sanos y salvos.
Los chicos asintieron, aunque la duda y el miedo seguía en ellos, se dejarían llevar por la curiosidad. Si estaba en su sangre, ellos podrían enfrentarse a lo que sea.
—Esperen un momento, ¡Yoki! —La bruja llamó a su amigo azulejo desde arriba. —Trae el frasco, por favor.
El pajarito azul obedeció, salió volando por las escaleras y después de unos segundos volvió con un frasco de vidrio cubierto por una tela y una cuerda de la que el pajarito la sostenía.
Zafiro le cedió el envase a Star. Los chicos no sabían que contenía ese frasco, excepto Star, quien pudo reconocer su contenido al instante.
—Son lágrimas de Fallon, la Deidad del Agua. —Sus ojos brillaron al admirar el frasco. —¿Cómo las consiguió?
—Soy la Bruja de las lágrimas, es mi especialidad. —Dijo Zafiro con orgullo.
—¿Para qué son? —Preguntó Damaris.
—Son para revivir a las Deidades. Ellos poseen artilugios que fortalecen su poder; la Deidad de la Tierra, Kramer, tiene una semilla, Fallon sus lágrimas y Phoebe con un fuego especial, según entendí. —Explicó Zafiro. —Revivir a las Deidades les hará el trabajo más sencillo para enfrentar a Mistral.
-Significa que si queremos salvar a las Deidades... ¿Debemos encontrar todos sus elementos? —Supuso Fanya.
—El problema no es encontrarlos realmente, el problema es devolvérselos a sus respectivos santuarios. Pero no se preocupen, confió en que lo harán bien. —Sonrió la elfa de manera cálida. —Les deseo buena fortuna.
—¿Cómo? ¿No vendrás con nosotros? —Preguntó Denis, perplejo.
—No puedo, todavía tengo asuntos que resolver aquí. —Aclaró la bruja, desviando la mirada. —Los he apoyado en lo que podía en este lugar, ahora su guía será Starling.
Zafiro puso su mano en el hombro de la mencionada, quien después de un rato reaccionó desconcertada.
—¿Quién, yo? ¡No, no! —Star le regresó el frasco a la bruja, mientras negaba con la cabeza. —No se confundan, mi tío me dijo que guardara la llave hasta encontrarlos, no que debía ir con ustedes. Me fui de la Megapolis cuando era muy pequeña, soy más de aquí que de allá, no sería de ayuda...
—Starling. —Zafiro la observó fijamente a los ojos. —Esa es tu tierra, el sol que te vió nacer, y sé que por dentro también añoras regresar.
—Lo siento... É-Él me prohibió volver ahí.
—Él te prohibió muchas cosas... —En eso, la bruja le tocó el pelo, especialmente su parte teñida de rosa. —¿Le obedeciste alguna vez?
Star achinó sus ojos, mirando despectivamente a la bruja. Luego de un rato en silencio, pensando, le dio la razón a la elfa y tomó el frasco de lágrimas en sus manos otra vez. Los chicos se aliviaron de ir acompañados, y sin más empezaron a despedirse de su primera mentora.
—Te extrañaremos, Zafiro. —Confesó Bea con una sonrisa.
—Te debemos mucho. —Agradeció Fanya.
—Sí, si... —Asintió indiferente. —Si quieren llorar, adelante. Sus lágrimas serían valiosas para algunas pociones. —Los chicos rieron. —Esto no es un adiós muchachos, es un hasta luego.
—Tienes razón, adiós pitufina. —Se despidió Denis, sentimental.
El primero en estar frente al portal era Alec, quien tenía a Haiden en sus brazos. Ambos tenían miedo de entrar, sobre todo el castaño.
—¿Qui-Quién v-va primero? —Preguntó Alec, Haiden solo lo apoyó con un maullido.
—Mmm... Damaris, tú que tienes mejor retención en esa cabezota tuya. —Habló Denis, ganándose la mirada despectiva de la pelirroja. —¿Quién es el mayor?
—Emm... ¿Kit, por qué? —Dijo Damaris, confundida.
—¿Y el segundo?
—Es Haiden...
—¿Y el tercero?
—¿Alec...?
—¡Que casualidad! Kit, Haiden y Alec son los mayores, así que por derecho ellos entran primero! —Disimuladamente, el rubio se acercó al castaño junto al felino.
—E-Eso no tiene senti-
—¡Adiosito!
Denis empujó a Alec y a Haiden, ocasionando que ambos desaparecieran dentro del portal. Lejanamente se escuchó el grito de Haiden maldiciendo a su amigo, y los demás no pudieron evitar reír.
—Eres malo, Denis. —Comentó Miriam.
—Claro que no...
—¡Adiós!
Denis no esperó ser el siguiente empujado, y mucho menos por su novia. De hecho nadie esperó ver esa sonrisa malvada en el rostro de la chica prodigio.
—Admito que si es divertido. —Rió Fanya, sujetando bien su violín antes de entrar. —Nos vemos del otro lado.
Fanya saltó al portal, lo que hizo que varios se animaran. Kit y Damaris entraron juntos, Miriam esperó por Bea y Lena entró acompañada de su nueva guía. En un abrir y cerrar de ojos, los jóvenes desaparecieron de la vista, dejando a Zafiro sola en la habitación, exceptuando a Yoki.
—Se ven bien juntos. —Comentó la bruja, a lo que el azulejo cantó en respuesta. —Es una lastima que uno de ellos no deba estar ahí...
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 23 Episodes
Comments