—Este se llama Blackjack. —La niña le mostraba sus muñecos a la rubia que hoy era la invitada en su casa. —Siempre está junto a su amigo Trébol.
—Son muy bonitos. —Halagó Lena.
—Rosieeee... —Habló Bea desde la puerta de la habitación que compartía con su hermana. Tenía puesto un delantal que indicaba su labor en la cocina. —Ya no molestes a Lena con tus juguetes.
—Está bien, no la molestaré más con mis juguetes... —Aceptó la niña, mientras reflejaba una sonrisa maligna. —¡Lo haré con los tuyos!
—¡No, oye! —Bea quiso detenerla, pero al recordar la presencia de su compañera le entró algo de vergüenza. —Digo, no son mis juguetes, dejé de usarlos, porque crecí...
Luego de haber terminado con la tarea de dibujo la hermana pequeña de Bea, Rosie, llegó de la escuela con un carácter insoportable. Bea le pidió a Lena que la ayudara a entrener a su hermanita en lo que ella cocinaba la cena.
Pues si la niña era un fastidio, cuando llegarán sus hermanos Matt y Lionel sería doble fastidio. Y como siempre, su padre se encontraba afuera en reuniones, dejándole la carga a la adolescente.
—Si son tuyos. —Dijo Rosie, sacando los juguetes de su hermana mayor. Hasta que sacó uno algo viejo. —¡Y cuando nadie te ve duermes con el conejo!
—¡Deja a Señor Bigotes!
—Tranquila, Bea. —Lena detuvo la discusión entre ambas. —De todos modos debería irme, ya es tarde...
—¡No te vayas! —Gritaron las hermanas al unísono.
—Tú si eres chevere, no como Bea. —Soltó Rosie.
—¡Cállese! —Expresó la mayor, ofendida.
—Tengo hambreeee... —Canturreó la niña de forma irritante.
—Los frijoles están listos, ve a comer.
—¡No quiero comer eso! —Se negó asqueada.
—No hay nada más en el refrigerador, Rosie. —Pronunció Bea frunciendo el ceño. —En vez de pedirle dulces a padre, deberías pedirle que llene la despensa.
—¿Por qué no se lo dices tú? —Dijo la niña con malicia, despertando aún más la ira de su hermana. —¡Jajaja! ¡Tonta, tonta!
Rosie salió corriendo de la habitación cantando insultos hacia su hermana. Bea tenía ganas de golpear algo, pues le molestaba que esa niña de 7 años sin conciencia tuviese más voz para su padre que ella.
—Supongo que esto es tuyo.
Bea se recompuso al escuchar a Lena, quien le extendió su peluche favorito. Ganas de pelear no tenía, y aparentar ser alguien que no era comenzaba a cansarla. Lo bueno era que su amiga Lena, a diferencia de Miriam, si parecía aceptarla y no la molestaría por una cosa tan vergonzosa como tener juguetes.
—Gracias Lena. —La morena tomó el peluche de conejo y lo dejó en un sitio donde su hermana no pudiera alcanzarlo. —No tengas hermanos, son hijos del demonio.
—Jeje... lo anoto. —Asintió la rubia con una ligera sonrisa mientras se colocaba su mochila. —¿Me acompañas a la puerta?
Las dos salieron de la pequeña casa y se dirigieron a la capilla para abrirle la gran puerta de la iglesia a la rubia. Sin embargo, un fuerte golpe, o mejor dicho varios golpes en la puerta interrumpieron la tranquilidad del templo.
—¡¡¡¡BEEEEAAA!!!! —Gritó una voz masculina. — ¡¡Abre por favor!!
La voz sonó conocida para Bea, así que extrañada abrió la puerta encontrándose con sus angustiados cuatro amigos del instituto: Damaris, Kit, Alec y Denis.
—¿Chicos? ¿Qué hacen aquí?
Los chicos sin esperar algún tipo de permiso entraron a la iglesia. Bea estaba a punto de reclamar ese acto grosero y a pedirles que se fueran antes de que su padre los viera ahí, pero los chicos en verdad lucían preocupados.
—¡Qué bueno que las tres estén aquí! —Exclamó Kit. —¡Pasó algo inexplicable!
—¿Las tres? —Dudó Lena.
—Si, es una suerte que hayamos encontrado a Miriam justo en la puerta. —Dijo Denis.
Bea y Lena miraron impactadas hacia la puerta, en la que vieron a una persona que no había entrado al igual que los demás. Miriam no les dirigía la mirada, y curiosamente tenía la misma ropa con la que se fue, lo que significaba que ni siquiera se había ido a su casa a cambiarse de uniforme.
Lena le dedicó una mirada a Bea de "te lo dije", antes de que Damaris invitara a la castaña a pasar.
—¡Estuvimos al borde de la muerte! —Expresó alterada la pelirroja.
—¡A ver, a ver! Cálmense, no entiendo nada. —Pidió la rubia desconcertada. —Que hable uno a la vez.
—¡Aww! —Se escuchó el chillido de ternura que soltó Miriam al ver a Alec cargando a un gato gris. —¡Mira qué lindo gatito!
Enamorada, la castaña le arrebató el felino de las manos a Alec y quiso darle un beso, pero de repente sintió como el gato la detuvo con sus patitas.
—¡Aleja esos asquerosos labios de mi, enana! —Pronunció el gato con la voz de Haiden.
Miriam se espantó, pegó un grito del susto y dejó caer al pobre Haiden, el cual se golpeó contra el suelo lastimándose. Algo raro considerando que los gatos caían de pie.
—¡Auch! ¡Enana torpe! —Exclamó Haiden adolorido.
—¿Ha-Haiden? —Preguntó Lena con un nudo en la garganta.
—Qué onda, prima... ¡Miau! —Saludó el gato, y aunque trató de sonar tranquilo al instante se preocupó. —Ese "miau" no fue intencional.
—¿Pe-Pero que...?
—¿¡Que pasó!? —El grito de Bea interrumpió a la rubia. —¡Denme una explicación!
—E-Estábamos reunidos en el restaurante del centro, cuando de la nada llegaron unos robots con máscaras negras que se hacían llamar... ¿Cómo era que se llamaban? —Cuestionó Kit.
—Creo que dijeron Cotari Némesis. —Supuso Damaris.
—No, no... yo creo que era Escotaki Némesis. —Contradijo Denis.
—¡No importa el nombre! —Intervino Alec, sin aguantar la angustia. —E-El punto es que n-nos atacaron con pi-pistolas, granadas...
Antes de que pudieran seguir hablando, un pajarito azul entró por la puerta de la iglesia capturando la atención de los chicos. El pájaro cantaba a la vez que daba unas cuantas vueltas alrededor de la capilla.
Kit se fijó de que el ave tenía un papel atado a una cinta en su pata cuando se le acercó y se posó en su hombro.
—Emm... ¿Hola? —Kit lo saludó y el pájaro le cantó en respuesta. —¿Ese papel es para mí?
—¿Está... hablando con el pájaro? —Miriam miraba boquiabierta como el ave le permitía a Kit tomar la carta en su pata y posteriormente leerla.
—Mi instinto de gato me dice que debo cazarlo. —Habló Haiden, observando al pájaro hipnotizado.
—¡No Haiden! —Damaris lo regañó. —¡Gatito malo!
—Chicos, hay que ir al instituto. —Informó Kit al terminar de leer la carta y el azulejo emprendió el vuelo. —Era una carta de Zafiro, quiere hablar con nosotros.
—Pero es de noche, está cerrado. —Comentó la pelirroja.
—Zafiro abrirá las puertas, después les explico.
—¡Esperen! —Bea los detuvo cuando estaban a punto de salir. —No puedo ir, mis hermanos aún no llegan y debo...
—¡Beatriz! —De repente la voz de dos chicos más jóvenes se hizo presente. —No sabía que hoy había culto...
—¡Gracias, Dios! —Bea vió aquello como un golpe de buena suerte. De inmediato se quitó el delantal y lo lanzó a su hermano Lionel. —¡Saldré un momento, cuíden a su hermana, los frijoles están en el caldero, adiós!
La morena se fue apresurada con sus amigos, dejando confundidos a ambos hermanos en la puerta de la iglesia.
—Acaso ese gato... ¿Los persigue?
...🌟...
El grupo caminó hasta la escuela, donde se abrieron las puertas por si solas apenas llegaron. Junto a ellos entró el pajarito azul que los había llamado y para su sorpresa también se dirigió al escondite de la bruja.
—Hola Yoki, ¿Trajiste a los chicos? —El pajarito cantó con afirmación a la pregunta de la elfa. Luego Zafiro se percató de la presencia de los jóvenes. —Hola chicos, lamento llamarlos a estas horas...
—Sinceramente, nos llamaste en el momento justo. —Afirmó Kit.
—¿Fanya? —Habló Denis, al ver a una chica similar sentada en la chimenea. —¿Eres tú?
La chica volteó a mirarlos y se dieron cuenta de que cargaba su violín consigo, al igual que unas partituras tendidas en el suelo.
—Hola chicos... —Saludó con voz serena.
—¿Estás bien? —Denis se hincó cerca de ella mostrando preocupación.
Fanya asintió con la cabeza.
—Si, no se preocupen. —Aseguró Fanya mientras liberaba una sonrisa. —Estoy en tonalidad mayor.
—¡Zafiro, tenemos un problema! —Exclamó Damaris, histérica.
—Claro... Esperen, ¿No falta uno de ustedes? —Preguntó la Bruja azul.
—¡Miau! ¡Digo, aquí! —Gritaron desde el suelo.
Zafiro bajó la vista, honestamente no esperó encontrarse con el felino de pelaje gris y ojos penetrantes que "de pura casualidad" tenía la voz de Haiden.
—Imagino que este es su problema. —Asumió la elfa, a lo que todos asintieron. —¿Puedo preguntar qué pasó?
—¡U-Unos robots con máscaras llegaron y nos quisieron matar! —Explicaba Damaris. —Eran cinco, se hacían llamar... ¡Algo con Némesis!
Alec chasqueó los dedos al recordarlo.
—¡Ya recordé, Skotady Némesis!
—Esa madre. —Evadió la pelirroja. —Logramos espantarlos tirándoles agua, pero cuando nos dimos cuenta Haiden estaba... ¡Así!
Damaris terminó señalando a Haiden, que a pesar del pánico que sentía no se le podía notar en su rostro de gato. El pájaro azul volvió, se detuvo en el hombro de la Bruja azul y le cantó, como si le dijera algo al oído.
—Si Yoki, es un hechizo de Infravaloración. —Pensó Zafiro en voz alta. —Es magia negra, sin duda de Mistral. Esos robots fueron enviados por ella.
—¿Qué carajos es un hechizo de "Infravaloración"? —Cuestionó Kit.
—La Infravaloración es un hechizo que te transforma en la versión más... por decir inútil, de tu poder interno. —Explicaba la Bruja Azul. —Por tu forma de gato, Haiden, puedo deducir que eres la reencarnación de Hilaria, la tigresa que podía controlar el hielo.
—¿El hielo? —Reaccionó el gato con asombro.
—Si, pero por culpa del hechizo tus poderes fueron inutilizados. —Respondió Zafiro desanimada. —Por ejemplo, puedo decir que los gatos normales tienen habilidades especiales, como caer de pie, pero Haiden no podrá hacerlo porque la magia negra te arrebata la agilidad.
—Bueno pues... —Haiden carraspeó su garganta. —Sé que ser un gato se ve genial y todo, pero... ¿Cómo regreso a ser normal?
—¿Cómo rompemos el hechizo? —Preguntó Lena.
No obstante, los chicos se preocuparon al ver la expresión triste de la elfa. Por lo que empezaron a temerle a la respuesta.
—Lamento decir que no se puede. —Contestó la bruja en medio de un suspiro. —Esta clase de hechizos están fuera de mi alcance, no sé nada de magia oscura.
—¿En serio? ¿Ninguna de esas pociones puede hacer algo? —Interrogaba Damaris, consumida por la desesperación. —¿Qué clase de Bruja es usted?
—Damaris, controlate. —Dijo Bea.
—Solamente estoy aquí para orientarlos, para ayudarlos a controlar sus poderes. —Se justificó la elfa. —No esperaba que Mistral los encontrara y le quitara sus poderes a Haiden.
—En resumen... ¿Haiden se quedara así para siempre? —Comentó Lena.
—Si quieren que regrese a la normalidad deben encontrar a su llave para llegar a la Megapolis, ahora más que nunca. —Aconsejó Zafiro. —La magia de una Deidad natural será suficiente para contrarrestar el hechizo. Y debe ser rápido, porque les aseguro que los "Skotady Némesis" volverán por ustedes, y lo harán más fuertes.
—Lo intentaremos, pero... ¿Cómo encontraremos a esa persona? —Preguntó Bea. —No tenemos ni una pista.
—Trabajo con Fanya para eso. —Dijo la elfa.
—¿Con Fanya? —Dudó Miriam.
—Escuchen con atención. —La bruja alzó la voz. —La manera correcta de descubrir sus poderes es encontrándose ustedes mismos, de forma pacífica como fue el caso de Kit. Haiden los descubrió por culpa de la magia oscura, pero en el caso de Fanya... sus traumas internos despertaron su magia antes de tiempo.
—¡¿Cómo que sus traumas?! —Exclamó Denis alarmado.
—No los míos, los de mi antepasado. —Contestó Fanya. —Al parecer había cosas que aún no se perdonaba.
—¿Qué poderes tiene Fanya? —Preguntó Bea.
—Los del viento. Este poder es único, ya que puede tener visiones y sueños proféticos. —Añadió Zafiro, a lo que los chicos se sorprendieron. —Tengamos la fe de que eso nos ayudará con una pista.
Luego de eso, la bruja azul se agachó hasta la altura de Haiden.
—Por obvias razones, no puedes volver a casa. Mi recomendación sería que te quedaras aquí en mi guarida.
—No tengo opción. —Accedió. —¿Pero qué dirán mis padres? ¡Miau!
—Te recomiendo que no hables mucho, podrías perder tu voz y terminar maullando para siempre. —Zafiro se reincorporó y fijó su atención en los chicos. —Fanya hará lo posible por encontrar la llave de la Megapolis, pero mientras tanto estén atentos. Sin más que decir, es hora de irse, mañana tienen clases.
—Gracias Zafiro. —Se despidió Kit, llevándose a Damaris a rastras antes de que cometiera una locura.
—Nos vemos.
Todos los chicos se despidieron de la bruja azul y consecutivamente abandonaron el escondite. No obstante, ahí solo quedó una chica además de Zafiro y Fanya.
—Zafiro, tengo otra pregunta... —Dijo Bea con algo de timidez.
—¿Qué sucede, Bea?
—Dijiste que los poderes de Fanya se reflejaron con los traumas de su antepasado... ¿Existe la casualidad de que, eso pueda pasar con alguien más? —Cuestionó la morena. —Es decir, ¿Qué Fanya no sea la única?
—Mm... No sabría decirlo con certeza. —Dijo Zafiro, pensativa. —Pero descuida, todo estará bien si posees un dominio sobre tus emociones.
Aquello lo dijo tan fácil, como si mantener dominio sobre tus emociones fuera igual que controlar la respiración. Bea solo quería saber si esos sueños que sentía reales, donde presenciaba constantemente una casa arder en llamas, podían ser traumas de su antepasado.
Pero tal vez solo era signo de su delirio.
—Gracias, buenas noches. —Bea se despidió para luego retirarse a su casa.
Zafiro suspiró pesadamente. No quería demostrar su inseguridad al saber que Mistral había puesto los ojos sobre los chicos, trataría de mostrarse segura y hacer lo posible de ser necesario.
—Eehh... Zafiro. —Haiden la llamó, preocupado. —Algo le pasa a Fanya.
La bruja volteó a ver a la joven, la cual estaba en una especie de trance en la que sus ojos cambiaron a un color más tétrico. Sus iris adaptaron un color dorado brillante, y su esclerótica era oscura tal obsidiana.
—¿Fanya? —Zafiro se le acercó y la tomó de las manos sin hacerla reaccionar. —¡Está teniendo una visión!
Eso era una buena noticia, aunque Haiden no lo veía así. Le daba miedo que su amiga se viese tan ida de la realidad, y de que no volviera a ser la misma. Por suerte eso no ocurrió, después de unos minutos los ojos de Fanya volvieron a la normalidad, y ella sólo mostró una ligera migraña al igual que confusión.
—¿Qué escuchaste? —Zafiro insistió en saber. —Dime que escuchaste.
—Escuché... —Fanya tardó en asimilar las palabras. —"Salven al dragón."
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Comments
Julia Monta88lvan
no digas eso autora!!
que no ces q yo vivo de tus novelas.
Aishhh... que bestia, ya supongo quien los hizo, pero bueno, lo unico que importa aqui es q... como q "Salven al Dargon", ya ni modo tocara esperar el siguiente capitulo con mas ansias.
2024-08-13
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