La Sombra de la Luna. (13)

La tarde había llegado.

Las clases vieron su final y los alumnos salieron de sus aulas apenas sonó el primer repique del timbre. La mayoría tomó el camino a casa, otros decidieron irse de aventura por la ciudad antes de llegar a sus casas.

En el caso de Denis, sus amigos del salón tuvieron la iniciativa del segundo plan. No obstante, el rubio los ignoraba ya que esperaba divisar a su novia. Era increíble como esa chica podía capturar su mente, y últimamente su actitud reservada no hacía más que preocuparlo.

—¡Fanya! —Denis la llamó al verla salir. Sus amigos lo vieron correr tras ella sorprendidos y sin decir nada. —¿Quieres que te acompañe a tu casa?

—Me gustaría, pero me temo que no será posible. —Rechazó la chica, cabizbaja. —Ya sabes, mis padres.

A Fanya le sonaba agradable caminar en compañía de su novio, más era irónico que a pesar de estar unidos por el destino, este siempre buscaría la manera de complicar su relación y hacerla imposible.

En sus vidas pasadas, eran los padres de Dionisia quienes prohibían la relación que tenía con Florian. Actualmente, la situación se repetía a la inversa.

—¿Estás segura? No tengo prisa... —Insistió él.

—Ya Denis, estoy bien.

—De verdad me gustaría acompañarte, te veo desorbitada y eso me preocupa...

—¿Y crees que provocando a mis padres estaré mejor? —Protestó Fanya. —Escucha Denis, me siento bastante presionada últimamente, y no quiero que se sume un problema innecesario entre mis padres y tú.

Denis sintió esa rechazo de manera dolorosa, sin saber que ella se lo decía por su bien. Fanya no podía decirle que, pase lo que pase, el destino los unía sin importar las circunstancias. Sin embargo, quería evitar a toda costa un conflicto que los pudiera afectar a largo plazo.

—Fanya. —Él la llamó otra vez. —¿Hay algo que no me has dicho?

La chica frunció el ceño confundida.

—¿Qué quieres decir?

—De las cosas que has... visto, ¿Hay algo importante que no me has querido decir? —Preguntó Denis, a lo que Fanya de inmediato evitó el contacto visual.

—Zafiro me prohibió contestar ese tipo de preguntas.

—Al carajo la pitufina, Fanya. Quiero que confíes este poder tuyo conmigo...

—No puedo, Denis. —Intervino Fanya. —No puedo confiar en ti, cuando lo único que veo de ti es un miedo que nos puede hacer infelices por siempre...

La chica se calló antes de que se le escapara otra palabra imprudente. Denis quedó desconcertado, pues no era la respuesta que esperaba.

—¿A qué te...?

—Denis, no te estoy exigiendo nada. —Fanya quiso terminar con el tema. —Por ahora, solo déjame sola.

Ella le dió la espalda y se fue, vigilando que su novio no la siguiera. Aunque no hizo falta, Denis se quedó quieto en su lugar, tratando de procesar el mensaje que Fanya le acababa de lanzar.

Por otro lado, como Alec había planeado, se reunió con Norkys después de clases en el lugar acordado para tener su salida prometida. La menor no pudo ocultar su emoción al ser la primera vez que montaba una motocicleta, solo rogaba que el maquillaje que tomó de su prima sin permiso no se derritiera ante el viento y el sol.

Luego de un largo paseo bajo el cielo de la tarde, los adolescentes acabaron en un restaurante de sushi a petición de Norkys, quien no paraba de tomarse selfies con Alec en cada oportunidad. En cada foto se notaba que Alec no disfrutaba la salida.

Además, la menor era demasiado charlatana e incluso se pasaba de entrometida en algunas preguntas; sumando la preocupación que no lo ayudaba a concentrarse.

—¿Ocurre algo, Alec? Te noto raro. —Preguntó Norkys mientras ladeaba la cabeza.

Alec se maldijo internamente, era la vigésima vez que la chica hacía la misma pregunta.

—No, no es nada. Solo pensaba en cosas sin sentido. —Se excusó.

—¿Pensabas en tu novia?

Aquella inesperada pregunta lo tomó por sorpresa.

—¿Perdón?

—¿Quién es tu novia, por cierto? —Preguntó otra vez, haciéndose la tonta.

Pues obviamente Norkys ya sabía quien era la novia de Alec, pero quería saber qué pensaba el propio Alec de ella al respecto.

—Es Lena, la rubia que nos acompañó al campo el otro día. —Dijo Alec, inexpresivo.

—¿En serio? ¡No me digas, ni se nota! —Soltó Norkys, fingiendo sorpresa.

—Si, lo sé... —Respondió desanimado.

—Mmm... ¿Acaso pelearon? —Preguntó Norkys, con la esperanza de escuchar un "si".

—No, no peleamos.

Aquella mentira dicha por Alec era una indirecta para que la menor no se siguiera metiendo dónde no debía. Sin embargo, al parecer no funcionó, ya que Norkys siguió insistiendo en saber el estado actual de su relación.

—¿Por qué no mejor hablamos de ti? —Interrumpió Alec, bajándole los humos de intensidad. —¿Por qué no estudias en el instituto?

—Oh, bu-bueno... mis padres querían que estudiara fuera de la ciudad. —Contestó Norkys, nerviosa. —Pe-Pero por complicaciones, no pudieron inscribirme al final.

Mentiras.

Los padres de Norkys no podían costear su educación en un prestigiosa escuela como el instituto de Saublette, y ella no era tan inteligente como su prima Damaris para poder optar por una beca.

Mientras ellos seguían conversando, una oscura sombra los veía atentamente desde el gran ventanal del restaurante. En el momento indicado, la sombra entró de forma sigilosa y procedió a sentarse en la barra sin llamar la atención de nadie.

—Norkys, no quiero sonar irrespetuoso, pero acepte salir contigo por una razón... —Habló Alec con hartazgo.

Esperaba que la chica entendiera la indirecta para que le diera la llave de la Megapolis y toda esta farsa se terminara. Si la chica pedía otro roll de sushi más costoso que su alma, iba a colapsar.

—No creo que lo de Megapolis sea importante en este momento. —Dijo la pelinegra, mientras tomaba un roll de sushi y se acercaba al chico. Demasiado cerca. —Pruébalo, está bueno.

—¿Y cuándo entonces? —Alec apartó el roll de su cara. —¿Qué es más importante cómo para que no me quieras decir?

—Esto.

Norkys aprovechó la cercanía para robarle un beso al castaño, tomándolo desprevenido. No obstante, apenas reaccionó se separó de la menor con un ligero empujón. Ella lo observó confundida.

—¿Qué pasa? ¿No te gustó?

—No-Norkys, te he dicho que no me i-interesa nada de ti... So-Solo vine para que me des la llave de la Megapolis..

—¿En serio? —Norkys mostró frustración. — ¿Toda esta tarde tan bonita es solo porque querías hablar de un tonto juego?

—¿Un juego?

Es todo, se cansó.

Norkys no mostraba interés en darle la llave de la Megapolis, ya sería Damaris quien averiguaría como conseguirla o sacarle información. Se sentía acosado por una niña que quiso volver a robarle un beso a pesar de que la rechazaba.

—Es tarde. —Alec se levantó de su asiento al instante. —Pagaré y nos iremos.

Se retiró dejando a Norkys en la mesa con la palabra en la boca, era obvio que ella no quería irse y romper la ilusión de su cita romántica. Por el lado de Alec, comenzaba a lamentarse por sentirse tan inservible como siempre y fracasar la misión.

Al llegar a la barra donde se encontraba el cajero, casualmente quedaba al lado de esa persona oscura que cubría su rostro con una capucha. Alec ni se dio cuenta de su presencia, hasta que esa persona habló de una manera que le heló la sangre.

—Así que Norkys besa mejor que yo.

El castaño volteó a verla con temor de encontrarse con Lena. En efecto era ella, apenas se le veía su cabellera rubia cubierta por el buzo, pero lo que más resaltaba en su rostro era la mirada apagada e inexpresiva.

—¿Qué pasa, Alejandro? ¿Te comieron la lengua? —Preguntó Lena para después sonreír.

Más no era una sonrisa alegre como las que normalmente mostraba. Era una forzada, una decepcionada, una rota. Eso sin añadir que Lena NUNCA llamaba a Alec por su nombre completo.

—Le-Lena, n-n-no es lo-lo que piensas...—Sus palabras salieron con dificultad.

—¿Sabes qué es lo que pienso?

Lena levantó del banco y sin avisar le estampó una cachetada al castaño, ocasionando que todos en el restaurante girarán a verlos, incluida Norkys, que se mostró preocupada y a la vez avergonzada.

—Tal vez no sepa expresar amor, pero eso no significa que sea estúpida Alejandro. —La voz de la chica se iba quebrando. —Si querías terminar conmigo, pudo ser de muchas formas, ¡No de esta!

—¡Nunca tuve esa i-intención! —Soltó Alec a duras penas.

—Aunque no la tuvieras, yo vi lo contrario. —Dijo Lena, mientras señalaba a cierta pelinegra con la cabeza. —Y ella también.

—Le-Lena, dé-déjame explicarte p-por fa....

—¿Todavía no entiendes que no me interesa escucharte? ¡Así Dios haya descendido del cielo y te dijo que lo hicieras, no me interesa! —La rubia descargó su ira. —Ya sé que nunca fui suficiente para ti.

Con los ojos cristalizados, pero sin soltar una lágrima, Lena se alejó hacia la puerta del restaurante manteniendo la mirada gacha. Su decepción era tan grande que ni siquiera le importó ser el centro de atención.

Alec permaneció anonadado en su sitio viendo la puerta, todavía sin poder procesar lo que pasó. A paso lento, Norkys se acercó a él posando su mano en el hombro del chico con tal de consolarlo.

—Alec...

—¡Solo...! A-Aléjate de m-mí. —Apartó la mano de su hombro, y luego de pagar se fue de ahí dejándola sola.

Alec manejaba su moto por las calles en un estado peligroso, ya que su vista estaba nublada por las lágrimas y su mente completamente desconcentrada. No tenía motivos para regresar a casa, después de todo nadie lo esperaba allá.

Le dolía como sucedieron las cosas, porque Lena antes de ser su pareja siempre hubo algo que los unió, y esa era su amistad. Ahora, se sentía un imbécil por haber arruinado eso también.

¿Por qué siempre tenía que arruinarlo todo?

Sus relaciones eran un desastre todo el tiempo, sin contar su caótica relación familiar, por decir que era inexistente. Alec se sentía ahogado en su propio ser, no tenía ánimos de nada.

Ni siquiera de vivir.

—¡Alec!

Escuchó que lo llamaron de lejos. Tenía intenciones de hacer caso omiso al llamado, pues no quería hablar con nadie. Sin embargo, el llamado fue suficiente para ver la carretera y permitirle frenar antes de cruzar el semáforo con la luz roja.

Donde seguramente si hubiera continuado, habría terminado arrollado por una camioneta.

—¡Hermano! —La voz que lo llamó se acercó. —¿Por qué ibas a esa velocidad? ¿Vas urgente del baño, o...? —El castaño tenía la respiración ajetreada, lo que preocupó a su amigo. —¿Qué pasó?

Cuando pudo, Alec alzó la vista para encontrarse con uno de sus amigos: Denis, lo miraba con preocupación. El rubio lo convidó a salir del medio de la carretera y sentarse un rato en la acera hasta que se calmara.

—¿Q-Qué haces en la calle a estas horas, Denis? —Dudó Alec.

—Pues... Quise caminar, tuve una conversación con Fanya que me dejó pensando en nuestra relación. —Explicó Denis, algo decaído. —¿Y tú por qué estás tan alterado? Si no te grito seguro te perdemos.

—Y-Y-Yo... —El castaño habló dolido por dentro. —Te-Terminé con Lena.

...🌟...

Esa noche era más oscura que de costumbre, ninguna estrella iluminaba el nublado cielo y no había luz de luna que espantara la neblina, debido a que esta se encontraba en su fase de luna nueva, su aspecto más siniestro.

No era recomendable andar por las calles de Saublette a horas tan tardías de la noche, por razones de seguridad al evitar exponerse a la delincuencia.

No obstante, había un lugar en Saublette que despertaba el temor de las personas a cualquier hora del día.

Era una serie de tres edificios abandonados cerca del centro de la ciudad, eran llamadas las Torres del Jizal, o mejor conocidas como "El Salto a la Muerte".

Las personas afirmaban que en la construcción se podía sentir una mala energía capaz de erizarte la piel, a la vez se escuchaban voces paranormales que te incitaban a saltar de lo más alto de estas torres. Los que no creían en esos mitos, decían que el lugar no era más que un punto de reunión para delincuentes o cultos satánicos que buscaban espantar a la gente de su guarida.

Para ella, las Torres del Jizal no eran ninguna de esas cosas. Al contrario, era un sitio calmado con vistas hermosas de la ciudad, en el que sólo te hablaba el viento al chocar contra las paredes. Solía escaparse de casa y subir a fumarse un cigarrillo.

Esperando que el espíritu que la perseguía y la atormentaba, se quedara con los fantasmas de la torre.

«¡Lo sabía! ¡Jajá! ¿Qué pasó, Elenita? ¿Acaso no funcionó tu faceta de niña buena? Es normal que todo te salga tan mal, siendo honesta te lo tienes muy merecido...»

A veces se preguntaba: ¿Qué tanto daño debía hacerle esa voz para que la dejara en paz? ¿Era su estrategia para que terminara de lanzarse por el vacío?

¿Debía morir?

¿De esa forma estaría contento esa espíritu? En ocasiones, al tomar una calada del cigarrillo lograba callarla, pero apenas exhalaba el humo volvía a escucharla con más insultos y críticas destructivas.

—Fumar es malo.

Lena se sorprendió al escuchar una palabra que no fue un insulto. Giró a ver quién había logrado subir las "torres malditas" para encontrarla, porque estaba segura de que nadie las subiría sin razón.

Se percató de una chica que vestía prendas negras, aunque claramente se podían divisar sus distintivos ojos dorados y su corto cabello rubio teñido de rosa en las puntas.

—¿Qué haces aquí? —Cuestionó Lena, regresando su vista al horizonte.

Star no le respondió, sin esperar una aprobación se sentó junto a la rubia y la observó con curiosidad.

—Pensé que estabas en contra de estos vicios. —Comentó Star. —Es decir, siempre luces como que nada te derrumbara.

Lena soltó una risa nasal.

—Si supieras que no es el único vicio que tengo. —Dijo mientras fijaba su vista a la nada. —Si supieras cuantas veces le he dado una oportunidad a la vida... pero al final, te hace querer tirarlo todo a la basura.

—¿Dónde están tus padres? —Preguntó Star. —¿No te dan miedo estas torres?

—Esa pregunta debería hacertela a ti.

—He venido aquí antes, y no es lo que los mitos dicen. —Afirmó, y aunque Lena no estuvo satisfecha con esa respuesta, Star le insistió en que contestara. —¿Tus padres dónde están?

—Los biológicos están muertos, y los postizos tal vez estén en casa, o trabajando. No lo sé, tampoco me interesa. —Confesó Lena indiferente, a la vez que tiraba el cigarrillo por la borda del edificio. —¿Y los tuyos?

—Los míos... también están muertos. —Contestó Star, mordiendo sus labios nerviosa. —Ellos murieron... intentando protegerme.

—¿Protegerte? ¿De qué? —Preguntó Lena, sin ningún tipo de delicadeza.

—De la oscuridad. —Respondió Star, mientras miraba sus pies colgando. —O al menos eso decía mi tío.

—¿Vives con tu tío?

—Si, crecí con él. Pero también murió, hace poco... —Dijo con tristeza.

«¿Ves? La muerte se ve agradable, ¿Por qué no tomas su mano y ambas se lanzan al vacío omo buenas amigas? Le estarían haciendo un bien al mundo.»

Lena asintió sin prestarle atención a la voz en su cabeza, aunque si en algo le hizo caso fue en tomar la mano de Star para mostrarle una especie de apoyo. Las dos cruzaron miradas, y Lena estuvo a punto de preguntarle nuevamente el por qué la siguió hasta ahí.

—¿Por qué tu...?

Pero no esperó escuchar lo siguiente:

—Yo nací en la Megapolis, yo soy a quien ustedes buscan. —Dijo Star, decidida.

Lena quedó en shock y de inmediato soltó su mano, sin poder asimilar aquella confesión.

«...»

«Admito que esa no la esperaba.»

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