Selvático despertar

Nikolay se tensó al ver cómo Rick continuaba desabrochándose la camisa. Comprendía perfectamente las intenciones del vampiro, y aquello le revolvía el estómago. Sin poder retroceder más dentro de la pequeña celda, alzó la vista hacia Rick con una expresión fría y desafiante.

—No.

Su voz sonó firme, pero en su mente, las ideas se atropellaban. A pesar del asco y el temor que sentía, sabía que esta podía ser su oportunidad para escapar. Quizás, si jugaba bien sus cartas, podría hallar un modo de acabar con el vampiro. Sin embargo, el problema radicaba en que no quería caer en el juego de Rick, ni mucho menos dejar que lo tocara.

Nikolay dudó por un momento, sopesando sus opciones. Finalmente, añadió con voz neutra, intentando mantener el control:

—¿Qué esperas obtener con esto, Rick? ¿Demostrarme tu poder? ¿O simplemente satisfacer alguna retorcida necesidad?

Rick sonrió, acercándose lentamente, disfrutando del evidente malestar de Nikolay. Su tono, lleno de burla, fue como un veneno:

—Oh, no se trata solo de poder, pequeño ángel. Es más bien… diversión. Después de todo, ¿no crees que alguien como tú, tan "puro", necesita un toque de realidad?

Nikolay mantuvo la mirada fija en él, sin permitir que Rick viera ningún signo de debilidad. Sin embargo, su mente trabajaba rápidamente, buscando cualquier apertura, cualquier posibilidad de contraatacar sin exponerse más de lo necesario.

Mientras que a miles de kilómetros de la mansión Nocturna, un escenario distinto se extendía, la escena en la jungla era una mezcla opresiva de humedad, sonidos exóticos y un olor a tierra mojada que solo intensificaba la desesperación de Killian y Niki. Ambos habían despertado en aquel claro desconocido junto a las rocas, todavía sintiendo las secuelas de haber sido arrastrados por el río, sus cuerpos adoloridos y sus ropas en un estado deplorable, cuadraban con el escenario tan desalentador.

Killian abrió los ojos lentamente, sintiendo el peso de la fatiga y la incomodidad en cada rincón de su cuerpo. Se miró la ropa rota, con evidente disgusto.

—¿Dónde estoy...? —Murmuró, incapaz de reconocer el entorno.

Miró sus prendas hechas trizas como si no lo pudiera creer, resoplando con frustración.

—Agh... Se me ve todo.

Al otro lado, Niki, maltrecha y agotada, escupió el agua del río mientras intentaba incorporarse. Su hombro sangraba y sentía algo clavado en él, quizá un fragmento de la lanza que los había hundido en las aguas. Apenas tenía fuerzas para moverse, y no se había dado cuenta de las sanguijuelas que comenzaban a adherirse a su piel.

Suspiró con amargura, mirando al cielo grisáceo entre las copas de los árboles.

—"Dios, si me vas a llevar, hazlo ya... No aguanto más..." —Susurró en voz baja, agotada tanto en cuerpo como en espíritu.

Killian, aún algo desorientado, comenzó a notar una extraña sensación en su piel. Al enfocar la vista, se dio cuenta de que estaba cubierto de babosas negras y viscosas, y el horror lo invadió de inmediato.

—¡AHHHHH! —Gritó, estremecido—. ¡No se quitan…! ¡¿Por qué no se quitan?!

Intentaba arrancarse las sanguijuelas, sacudiéndose frenéticamente, pero las criaturas se aferraban a su piel con tenacidad. Killian, temeroso de los insectos y cualquier cosa que le resultara desagradable, parecía estar al borde de la desesperación.

Niki, a unos metros de él, arrastraba su cuerpo malherido fuera del alcance del río, lidiando con las plantas enredadas en sus alas y el dolor punzante de su hombro. Escuchó el grito de Killian y soltó un suspiro de exasperación.

—Qué ruidoso... —Murmuró, con un tono cansado.

Sabía que el escándalo de Killian podía atraer criaturas peligrosas. Aquel lugar, que parecía un paraíso salvaje, se volvía una trampa mortal para dos personas tan vulnerables. Su ala rota colgaba pesadamente, y el dolor de sus heridas solo aumentaba su frustración.

Killian, aún tratando de librarse de las sanguijuelas, balbuceaba con una mezcla de rabia e impotencia:

—¿Por qué... estamos aquí? ¡Esto es una pesadilla!

Niki, sintiendo cada vez más el agotamiento en sus huesos, lo observó de reojo, comprendiendo que, pese a la situación, aún le quedaba algo de fuerza para resistir. Aunque fuera una simple chispa de vida en medio de la jungla hostil, se aferró a ella, consciente de que ambos tendrían que luchar si querían salir vivos de allí.

Killian arrancaba las sanguijuelas una por una, con sus labios torcidos en una mueca de asco.

—¡Malditas cosas chupa sangre! ¡Lárguense! — Gritó, tratando de mantener la calma mientras sentía el asco recorriéndole la piel.

Desde su posición, Niki no pudo evitar soltar una risa seca. ¿Un vampiro quejándose de algo que le "chupara la sangre"? Era demasiado irónico. A duras penas logró sentarse, sus heridas pulsaban de dolor y los cortes en su piel recordaban lo cerca que habían estado de morir en aquel río furioso.

—Callarte, atraer bestias cuando. —Su tono era de advertencia, y lo miraba desde la otra orilla, donde el río apenas llegaba a la altura de la cintura.

Killian la miró con desdén, enderezándose para mostrar algo de dignidad en medio del desastre.

—No creo que haya algo peligroso aquí —Replicó con una sonrisa forzada.

Pero, por dentro, deseaba que Nikolay estuviera ahí, aunque fuera para crear alguna prenda de ropa y aliviarle la incomodidad de su situación. La última vez que lo había visto, el ángel al menos había podido solucionar sus problemas con facilidad. Pero ahora, con esta chica cuervo que apenas podía con su propio peso, solo sentía frustración. Estaba herida y era débil, y todo indicaba que solo entorpecería su camino, ya no le servía.

Niki, mirándolo con una mezcla de desprecio y resignación, suspiró con pesadez.

—Claaro… tú seguir con tus chupa sangres —Dijo, exhalando profundamente antes de transformarse en cuervo. La metamorfosis le ayudó a liberarse de las sanguijuelas más no de la lanza incrustada en su hombro, y con un par de patadas a aquellas criaturas resbalosas y negras, las lanzó de regreso al río.

Sin una palabra más, Niki se adentró en la jungla, tomando el sendero opuesto. Había vivido suficiente en el caos de la selva como para saber que sobreviviría mejor sola, y en silencio murmuró para sí misma.

—Hasta nunca.

Killian, viéndola desaparecer entre la maleza, sintió un molesto nudo de rabia en el pecho. ¿De verdad lo estaba abandonando allí, en aquel lugar desconocido? Frunció el ceño, conteniendo el impulso de gritarle.

—¡Menuda idiota! Estoy mejor sin ella… —Masculló, dándose media vuelta.

Pero casi de inmediato, su estómago le dio una dolorosa señal de que el hambre empezaba a apremiar. El ruido sordo en su vientre era un recordatorio de cuántas horas llevaba sin comer. Y con resignación, se adentró en la jungla por su parte, aunque la idea de cazar en ese lugar lo irritaba. Él prefería algo elegante, un banquete de buen gusto. Comer carne cruda y frutas silvestres iba en contra de todo lo que le gustaba, pero la necesidad era mayor que su orgullo.

—Espero encontrar algo decente… aunque sea sangre. —Murmuró, activando su habilidad para captar el rastro de sangre cercana.

El olor lo guió hasta un cuerpo inmóvil en el suelo, un ave de gran tamaño que yacía en un charco de su propia sangre, todavía fresca. Sus ojos brillaron de alivio y hambre, inclinándose hacia su hallazgo sin dudarlo.

Pero antes de que pudiera tocar al animal, un profundo gruñido lo paralizó. Al otro lado del claro, un tigre de pelaje rojizo lo observaba con intensidad, sus ojos verdes eran como dos cuchillas afiladas que parecían estudiar cada movimiento del vampiro. El tigre mostró los colmillos, una advertencia de su poder, y se preparó para lanzarse.

La sangre de Killian se congeló. En aquel momento, comprendió que en esta jungla no era el cazador; era la presa.

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Loammy Sequeira

Loammy Sequeira

Pobre Killian

2024-12-03

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