Rick lo observó con desdén, rodando los ojos y mascullando una orden que caía sobre la sombra de Óscar como un golpe lejano:
—Cierra la boca, llorón de mierda, y haz lo que te dije.
Apenas se había incorporado cuando un zapato voló hacia Nikolay, impactando con fuerza en su rostro. El ángel, aturdido, apenas supo qué hacer. No esperaba una reacción tan grotesca de alguien tan frío y calculador como Rick.
El golpe lo lanzó al suelo, y sintió el calor ardiendo en sus mejillas, su cuerpo siguió protestando mientras la imagen de Killian comenzaba a desvanecerse.
Nikolay permaneció en el barro, agotado, mientras las energías de su transformación se disipaban lentamente. Con resignación, volvió a su forma original, dejando atrás las alas, esas alas que le otorgaban su esencia y que ahora, por la amenaza de Rick, prefería ocultar. Temía que, si se las dejaba visibles, Rick cumpliera sus palabras y las arrancara sin miramientos.
Rick avanzó hacia él con paso lento y firme, abriéndose camino en el lodo como si el barro no fuera nada más que otro obstáculo que aplastaría con sus botas. Cuando llegó hasta el ángel caído, lo levantó con una facilidad brutal, cargándolo sobre el hombro como si no fuera más que un peso intrascendente. Con una calma cruel, le dio un golpe con el zapato en el trasero, sus palabras goteando desprecio y amenaza surgieron aún con la lluvia que no daba tregua.
—Si vuelves a intentar algo tan estúpido, te voy a pelar como a un plátano. ¿Me oíste?
Nikolay apenas se atrevió a respirar, sometido al peso de la amenaza que envolvía esas palabras. Sentía cómo su cuerpo se tensaba cada vez que Rick hablaba de sus alas, ese único vínculo con su naturaleza que ahora se sentía frágil y expuesta.
Era como si Rick hubiera encontrado, en el punto más vulnerable de Nikolay y lo hubiera transformado en un placer oscuro, disfrutando ver el terror que eso le causaba.
Así que el ángel se quedó inmóvil, sin resistirse, guardando las pocas fuerzas que le quedaban para una ocasión mejor.
Rick caminaba sin prisa, descalzo, llevando al ángel a través del bosque y no mucho después a través de los pasillos de la mansión sin prestar atención a las marcas de barro que dejaba sobre las lujosas alfombras. Nikolay, debilitado y en silencio, observaba cada rincón de la mansión mientras lo llevaban, memorizando detalles, buscando con la mirada alguna posible salida. Pero sabía que, en el estado en el que estaba, escaparse era tan improbable como absurdo.
Al llegar a su habitación, Rick arrojó a Nikolay en una jaula estrecha, reforzada con cadenas adornadas de espinas. El metal cruel se enroscó en sus muñecas y tobillos, hundiéndose en su piel con un dolor que parecía aumentar con cada movimiento.
Rick, por su parte, solo observó por un momento, sin molestarse en ocultar el brillo sádico en sus ojos. Luego se dio media vuelta, dejando al ángel solo en su prisión, sin más pensamientos que los de sus propios y retorcidos planes.
Mientras la puerta se cerraba, Nikolay, atrapado en la jaula, escudriñaba el cuarto sombrío, buscando puntos de escape o algún rincón donde pudiera esconderse en el futuro.
Sentía el frío del metal en su piel y el sabor amargo de la derrota, la misma que lo obligaba a enfrentar el hecho de que, por el momento, estaba en manos de un ser cuya crueldad no conocía límites.
En la oscuridad de la celda, Nikolay se esforzaba por concentrarse, intentando canalizar sus últimas energías hacia las rejas de metal que lo mantenían atrapado. Apenas tocó una de ellas, sus dedos temblorosos lograron desintegrar una barra, dejándola hecha polvo, un polvo que cayó al suelo como cenizas doradas.
Sin embargo, el agotamiento lo vencía rápidamente; cada movimiento le robaba fuerzas que no podía permitirse perder. Si seguía así, el escape se convertiría en una fantasía imposible.
Mientras tanto, en el bosque cercano al río, Marcos volaba entre la niebla y la lluvia, con una mezcla de ansia y frustración. Observaba desde lo alto, dudando en descender y arriesgarse a enfrentar su fracaso si no encontraba a Killian y a Niki. Una parte de él, oscura y hambrienta, anhelaba carne, sentía el impulso de cazar en medio de la tormenta. Cada gota de agua fría que caía sobre él avivaba su impaciencia, y sus pensamientos se tornaban sombríos.
—Estúpido Killian… Si hubieras mantenido la boca cerrada, todo habría sido más sencillo...—Murmuró, pero sus palabras acabaron perdiéndose en la furia de la tormenta.
No lejos de allí, Óscar, quien también había seguido el rastro hacia el bosque, divisó la silueta de su prometido y lo llamó desde tierra firme.
—¡¿Estás bien, amor? ¿Por qué no vuelves a la mansión?! —Gritó, alzando la voz por encima del sonido del río y esperando que Marcos lo escuchara.
Marcos, al oírlo, apretó los dientes y finalmente decidió descender hasta la orilla del río, donde Óscar lo esperaba con una mirada de preocupación.
Con un suspiro de resignación, Marcos empezó a hablar, buscando las palabras adecuadas para cubrir lo que en realidad había sucedido.
—Killian… cayó al río con Kye… Digo, Niki, como sea… Los alcanzó un rayo —Murmuró con la voz tensa, desviando la mirada mientras el agua helada le empapaba la ropa. No estaba seguro de si Óscar le creería, pero no le importaba; la mentira era lo mejor que podía improvisar en ese momento.
Óscar lo miró con una expresión de asombro, sorprendido por la mención de "Kye" y sintió una punzada de celos, un sentimiento que solo se intensificó al recordar que Rick le había contado sobre el pasado de Niki, justo para molestarlo. La sola idea de que Marcos se refiriera a Niki con ese antiguo apodo lo irritaba profundamente. Kye pertenecía al pasado, y ahora él era quien estaba con Marcos.
—¿Kye…? —Preguntó Óscar, como si el nombre le trajera una molestia que no olvidaría.
Marcos rodó los ojos, molesto.
—Sí, olvidé cómo la llamaban, ¿sí? No hagas un escándalo de esto —Respondió, su tono teñido de impaciencia, mientras se quitaba la bufanda que Óscar le había dado y la dejaba caer al suelo sin más cuidado.
Óscar suspiró, ignorando el desprecio que Marcos había mostrado hacia su gesto.
—Ya lo había oído… Varios vampiros dicen haberlos visto caer, pero cuando llegaron al agua, los perdieron de vista.
Marcos permaneció en silencio, con la mirada fija en el río oscuro, su mente un torbellino de frustración y orgullo herido. Apretaba los puños, luchando contra el deseo de expresar el resentimiento que lo carcomía. La tormenta y el frío parecían reflejar el conflicto interno que no podía, o no quería, compartir con nadie. Óscar, a su lado, apenas podía comprender el abismo que se abría en el interior de su prometido, en la mente de un hombre que oscilaba entre la posesión y el odio, entre el deseo de mantener a Óscar a su lado y el rencor hacia cualquier cosa que pudiera arrebatarle su control.
Marcos resopló, su voz impregnada de desprecio:
—Todo esto no habría pasado si tu estúpido primo no fuera un cobarde llorón, incapaz de matar a un simple cuervo.
Óscar se tensó, su paciencia agotándose. Sin volverse, respondió con una voz fría que apenas lograba contener su irritación:
—¿Acaso crees que tengo algo que ver con el comportamiento de Killian? No es mi culpa que sea un idiota.
—¡Déjame en paz, no quiero ver tu cara molesta ahora!— Exclamó Marcos con frustración mientras sacudía sus alas.
Con un gesto de desdén, Óscar le dio la espalda y empezó a alejarse, dejando a Marcos solo junto al río. Mientras caminaba, sus pensamientos giraban en torno al resentimiento que sentía cada vez que Marcos descargaba su frustración en él, como si su único propósito fuera cargar con los errores de su primo. Ni siquiera había estado allí, y aún así, todo se lo echaban en cara.
—Como tú digas… —Murmuró, sus palabras disolviéndose en el viento.
Marcos apenas lo escuchó. Con la vista perdida en el caudal caótico del río que había engullido a su ex prometida y a su pariente, seguía ignorando la presencia de Óscar, sumido en su propio tormento.
—Esto es una mierda… —Susurró, su voz apenas audible bajo el sonido de la tormenta.
Se dejó caer al suelo, protegiéndose del viento y el frío bajo sus alas negras. Los relámpagos iluminaban el cielo, acompañando el trueno en una sinfonía que parecía reflejar el caos de su mente. Cada destello, cada trueno era un eco de la tormenta que llevaba dentro, y aquella similitud solo lograba irritarlo más.
Mientras tanto, en la mansión, Rick había regresado, ya seco y renovado, y observaba con una sonrisa oscura al ángel herido y empapado que se hallaba frente a él en la jaula, ahora rota.
—Veamos, fenómeno. ¿Eres el asesino de la plebe del que tanto hablan? —preguntó Rick con seriedad, escudriñándolo de arriba a abajo, sus ojos agudos como cuchillas.
Nikolay, empapado, estaba rodeado de un charco que se formaba bajo él, su ropa adherida a su piel, marcando su delgadez y vulnerabilidad. Aún así, levantó la mirada con una expresión serena.
—Claro que no, soy un ángel. No cometo pecados; deberías saberlo.
Apenas pronunció esas palabras, una marca peculiar apareció fugazmente en su frente: Una pequeña cruz invertida. Rick entrecerró los ojos, estudiando el símbolo, y dejó escapar una risa escalofriante, una mezcla de diversión y crueldad.
Cuando Nikolay notó la mirada fija de Rick, se irguió, tratando de sostener la mirada desafiante de su captor.
—¿Qué me miras? —Preguntó con voz firme.
Rick soltó una risa amarga y se inclinó sobre él, su voz cargada de burla y desprecio.
—¿Un ángel? Qué chiste tan patético te has montado, pequeño fenómeno.
Sus palabras cayeron como piedras, y la expresión de superioridad de Rick se hizo aún más evidente mientras continuaba con tono provocador:
—¿Así que dices que soy tan increíble que puedo derrotar a las marionetas de Dios? No me extraña que sus amados humanos estén muertos. Dios es una perra floja que no sabe hacer las cosas por sí mismo y manda a un inútil como tú, incapaz siquiera de vencer al más débil de los nuestros.
La provocación era intencionalmente cruel, y Rick observaba con satisfacción como la sangre dorada de Nikolay goteaba y se mezclaba con el agua en el suelo.
Nikolay, sin perder la compostura, le devolvió la mirada, su voz era tranquila, aunque sus palabras eran un desafío en sí mismas:
—Veo que tienes agallas para insultar a Dios… Pero no voy a caer en tus provocaciones. Sinceramente, me da igual lo que pienses. Eres un cualquiera.
Y tras decir eso, se dejó caer al suelo, cruzando los brazos, mientras sostenía la mirada de Rick con una calma que desafiaba su propio dolor.
La presencia de Rick era intensa y, a ojos de Nikolay, casi intimidante. Aquel aura cruel que emanaba era un reflejo perfecto de su naturaleza, y Nikolay no podía evitar notarlo. Con una voz calmada, aunque llena de ironía, comentó:
—Además, es bastante probable que tu querido primo ya esté muerto. Lo vi con mis poderes.
Esta vez, Nikolay decía la verdad, aunque lo que desconocía era que su visión no revelaba el destino completo de Killian; Podía estar vivo… o no. Aún así, continuó, disfrutando del juego de palabras:
—Cayó directamente al río, y quién sabe… quizás los peces estén disfrutando de un pequeño "sashimi a la Killian" ~.
La sonrisa tranquila de Nikolay se borró de sus labios cuando notó la irritación en la expresión de Rick. El vampiro clavó su mirada en él, su tono estaba cargado de reproche:
—¿Ah, sí? Y si tus maravillosos poderes son tan extraordinarios, ¿por qué no viste venir esto?
Rick se inclinó levemente hacia él, su voz cargada de sarcasmo:
—Eres la supuesta mayor creación de Dios, y ni siquiera puedes salvarte a ti mismo. ¿No se supone que eres su representante? Porque eres un fracaso total como ángel guardián.
Nikolay soltó una risa burlona, como si las palabras de Rick no fueran más que una tontería. Con una media sonrisa, respondió sin perder la calma:
—Ay, Ricky… ¿cuándo vas a entender que no todos los ángeles somos iguales? A mí no me enviaron para proteger a nadie, así que eso de ser "guardián" no va conmigo. Y, para serte sincero, me da igual si tu primo vive o no. Ni siquiera sabes cuál es mi misión y ya estás aquí, quejándote porque no hice algo que jamás fue mi trabajo.
Estuvo a punto de explicarle que no podía usar sus poderes en la Tierra con total libertad, pero decidió morderse el labio. Darle esa información sería peligroso, y quién sabe qué consecuencias podría traerle.
—Ahora hazme el favor de dejar de molestar, gracias —Añadió, mientras creaba con sus poderes una manta y una almohada, y se tumbaba en el suelo, mostrando su clara indiferencia.
Rick lo observó en silencio, meditando por un momento. ¿Era esta la forma en la que Nikolay trataba de desorientarlo? No estaba seguro, pero no iba a dejarse atrapar por juegos tan simples. Tras un momento de reflexión, lanzó otra provocación:
—Puede que mi primo te importe poco, pero aquella esclava no parece correr la misma suerte, ¿verdad? ¿No hiciste todo lo posible para mantenerla viva? Sería muy irónico que alguien que supuestamente proviene de "un ser todopoderoso amante de la vida y la bondad" abandonara a su suerte a una simple esclava con un cuerpo atractivo.
Rick se acomodó en su sofá, frente a la jaula de Nikolay, y añadió con una sonrisa maliciosa:
—¿Sabes lo que le harán a esa chica por seguir tus palabras? No será más que una cáscara de lo que podría haber sido si no te hubiera conocido.
Mientras decía esto, Rick se remangaba la camisa, dejando entrever una sonrisa siniestra. Nikolay lo miró con frialdad, sin un rastro de compasión en su voz:
—¿De verdad piensas que soy un ser de bondad? Dime, si lo fuera, ¿por qué he matado a cada vampiro que se cruzó en mi camino… y lo disfruté? No soy ningún salvador, y nunca lo seré. En cuanto a la chica… pueden hacer con ella lo que quieran. No estoy hecho para sentir empatía ni pena.
Aquellas palabras reflejaban en parte la realidad de los ángeles de alto rango, seres creados para mantener el equilibrio y el orden, no para dejarse llevar por sentimientos humanos, aún si estos ya no existen. Sin embargo, Nikolay no estaba siendo completamente sincero. En su respuesta mezclaba lo que los demás querían que fuera con lo que él sentía en realidad, creando una maraña de emociones que incluso podía confundir a alguien como Rick.
—Por mucho que intentes amenazarme, no va a funcionar.
Rick soltó una risa sonora, una carcajada que resonó por la habitación mientras permanecía frente al ángel.
—¿Y esta es la famosa encarnación de Dios? Ni siquiera están tan lejos de los míos. ¿Por qué matar a la otra cara de la moneda?~
Para Rick, todo aquello carecía de sentido. Siempre había pensado que los ángeles al menos se preocuparían por preservar alguna forma de vida, pero la cruda realidad parecía ser que ni siquiera Dios cuidaba realmente de su creación.
—Algo me dice que me darás horas de diversión ~ —Dijo Rick, desabotonando lentamente su camisa con un tono sugestivo, observando cada reacción de Nikolay.
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Comments
Loammy Sequeira
hay no!!!!
2024-12-03
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