Vínculos Oscuros

Vínculos Oscuros

Un regalo molesto

En los albores del mundo, las criaturas del orbe danzaban en una armoniosa y frágil sinfonía, un equilibrio tan delicado que pronto se desharía.

Desde las profundidades de la tierra, una entidad horrenda emergió, fruto de la insensata ambición humana por alcanzar la inmortalidad. Esta abominación, nacida del capricho y la desesperación, se volvió contra su creador, devorándolo con furia inusitada.

Con insaciable sed de sangre, esta especie extinguió a la humanidad, llevando al mundo al borde del colapso. Mas, la vida no podía prosperar en tal penumbra; su voracidad y ansia de poder eran desmedidas, insostenibles incluso para ellos mismos.

Hoy, los vampiros, oscuros señores, se erigen como pilares de la civilización y la tecnología, prosperando a costa de las especies más débiles, que esclavizan para saciar sus más bajos instintos.

En este día, la noche no era común entre los vampiros, pues se celebraba una fecha de gran importancia: el natalicio de Killian, miembro más joven de la familia más poderosa. Killian alcanzaba los ciento once años, una cifra que, entre los mortales, sería extraordinaria, pero que para los inmortales era un susurro en la eternidad. Aun en su juventud, su presencia era notoria.

Con ojos de ámbar y un género secundario que lo marcaba como omega, Killian destacaba entre los suyos. En un mundo de ojos rojos como el vino derramado, su mirada casi humana era un misterio palpable.

La cena de celebración había concluido y llegaba la hora de los regalos. Sentado en su trono, el joven de cabellos dorados desvelaba los presentes, ninguno de los cuales lograba encender su ánimo. Entre ellos, un diario. ¿Qué menester tendría él con un diario?

Para lanzarlo por la ventana, no. Pero bueno, como no quería ser maleducado, sonreía.

—Gracias.

Entre los invitados, su primo Rick se asomó con una sonrisa maliciosa.

—Primo querido, ¿adivina qué te he traído hoy?

Aquel moreno alto y musculoso era un primo lejano de Killian. Solían jugar juntos de niños, pero ahora Rick se había convertido en un aventurero que, con la riqueza de su familia, exploraba criaturas inferiores, satisfaciendo sus necesidades sin importarle el sufrimiento causado. Rick era, sin dudas, un vampiro hecho y derecho, un alfa que podía poner de rodillas a cualquier criatura.

—En mi último viaje, encontré una especie que creíamos extinta hace cientos de años.

Rick tomó el micrófono para que todos lo escucharan, mientras las grandes puertas de caoba se abrían para dar paso a una enorme jaula cubierta con una tela roja de seda.

—Una especie que se mantuvo oculta de todos, menos de mí.

Su voz grave causaba escalofríos de excitación entre los invitados, que expectantes, veían cómo los esclavos de Rick arrastraban la jaula hasta dejarla frente a Killian.

—¿Mhm?

El rubio arqueó una ceja al ver cómo Rick hacía todo un espectáculo, llevándose todas las miradas. Todos los vampiros conocían al moreno; él era uno de los pocos que salía de su zona de confort para embarcarse en aventuras, viajando por todos lados. A veces, otros vampiros le pedían que trajera especies de lugares lejanos, y le pagaban generosamente.

—Y hoy te he traído el regalo más increíble que tendrás en tu corta vida.

Era de esperar que se pavoneara de sus logros, cosa que a veces hacía que Killian rodara los ojos ante el comportamiento único de su primo.

—Tú siempre me das los regalos más curiosos y originales, adelante, a ver si me sorprendes como el año pasado —Le retó Killian, mirando expectante, al igual que todos los invitados.

Finalmente, se reveló la criatura majestuosa. El omega no era gran fan de esclavizar seres, de hecho, esta sería su primera criatura. Ya tenía esclavizados a algunos de sus familiares, quienes le complacían en sus caprichos, con eso tenía suficiente, aunque una ayudita más no vendría mal.

Sonriendo, desabotonó el botón de su saco y, agarrando la seda, descubrió con violencia la jaula iluminada, dejando a la vista de todos una mujer cuervo que trataba de soltarse de las cadenas que la aprisionaban. Le habían quitado las garras y cortado las plumas, pero su mirada permanecía desafiante mientras su aroma silvestre invadía la estancia, un aroma seductor innato en ella.

—Wow... Esto sí que no me lo esperaba.

Killian parpadeó sorprendido.

—Eres increíble, Rick. A veces me pregunto por qué no tienes un zoológico con todas estas cosas.

Sonrió de oreja a oreja, presentando aquel trofeo obtenido de las profundidades del Amazonas.

—¿No es encantador el aroma de esta bolsa de sangre? Además, son muy resistentes a las torturas. Puedes aporrearlas y siempre se levantarán.

Rick comentó con una sonrisa maliciosa, sacando una navaja con la que cortó el hombro de la mujer que luchaba por liberarse con todas sus fuerzas. La habían despojado de su dignidad, vistiendo su cuerpo con ropas de seda e hilos de oro que dejaban ver sus atributos. Aquellos senos redondos resaltaban a través de la escasa tela que la cubría. El dulce aroma provocaba un sobre estímulo en los invitados, que miraban envidiosos aquella muestra de un festín envidiable.

—¿Y adivina qué? Su especie está muy bien dotada por si te aburres del sadismo.

Rick levantó la tela que cubría la entrepierna de la mujer amordazada, de mirada salvaje con ojos negros tan profundos como el ébano. Era un cuervo albino. Sus preciosas alas habían sido cortadas en un patrón que le impedía volar. Su cabello ondulado y tornasol era enigmático a la vista.

—Gracias por este regalo, primo, te lo agradezco mucho. Déjamela en mi habitación y me encargaré de ella.

Obviamente, esta demostración pública ayudaría a Rick a conseguir clientes, quienes harían cualquier cosa por obtener criaturas poco comunes. Ya algunos vampiros se acercaban al moreno para pedirle que la próxima vez que encontrara una criatura majestuosa les avisara.

—Al parecer, esto te está promocionando como aventurero, siempre tan astuto.

Sonrió, cortando el trozo de tarta que tenía en su plato y llevándoselo a la boca. La tarta estaba deliciosa, era de las favoritas de Killian, de frambuesa. Seguramente os estaríais preguntando qué hace un vampiro comiendo algo que no es sangre, pero a algunos les gusta variar de alimentos.

—¿Seguimos con la celebración?

Rick asintió orgulloso mientras sus sirvientes alejaban de los ojos del público aquella majestuosa y bien dotada obra de la creación.

Los presentes sonreían, orgullosos de haber sido testigos de aquel espectáculo.

El resto de los obsequios, aunque impresionantes, como joyas raras y telas hechas de los mejores materiales, no podían competir con la novedad y la provocación del esclavo presentado por Rick.

Los vampiros de alta sociedad se codeaban entre ellos, saboreando la sangre de alta calidad servida en el banquete, pero ninguna era tan tentadora como la que habían olido en el regalo de Rick.

Rick narraba sus aventuras, contando cómo había exterminado a los más rebeldes miembros de la tribu y cómo había violado a los más atractivos por mero morbo mientras lloraban las muertes de sus seres queridos.

Los invitados lo miraban como un héroe admirable que había limpiado una parte del mundo para ellos y les había traído regalos que podían comprar con gusto. Esas bolsas de sangre eran algo sin igual.

La noche transcurrió llena de anécdotas del fabuloso aventurero, a quien la mayoría admiraba por sus cualidades de caza.

Se la pasaron muy bien en general, y como los vampiros no tenían la necesidad de dormir, se quedaron hasta muy tarde.

Killian decidió retirarse a su habitación para descansar. No es que estuviera agotado, pero le encantaba dormir.

Puede que no lo necesitara, pero nada era mejor que un pequeño desconectar de la realidad.

Se había olvidado totalmente del regalo de su primo, dado que, como hemos dicho, no le interesaban los esclavos; sólo se había sorprendido porque no había visto a esa especie nunca.

Entró en su habitación y se quedó parado, viendo a su regalo encadenado, aún en la jaula.

—Espero que no seas muy ruidosa... Realmente quiero dormir.

La esclava había estado tratando de quitarse las cadenas o al menos la mordaza, pero estaba atada.

Tenía frío y se cubría con sus alas. Sus garras arrancadas eran una molestia, mientras sus plumas, suaves como la seda, relucían a la luz de la luna.

Niki hablaba una lengua muy antigua, por ello no se entendía del todo lo que dijeran esos chupasangres, pero aprendía rápidamente que eran criaturas crueles y hostiles.

Killian abrió la jaula donde la chica estaba encerrada, quitándole la mordaza. No solo lo hizo por curiosidad de escuchar su voz y cómo hablaba, sino también porque sabía lo incómodo que podía ser llevar aquel artilugio durante tanto tiempo. También le cubrió con una manta para protegerla del frío.

— ¿Qué voy a hacer contigo? Tal vez podría darte a otra persona.

Pensó en voz alta, creyendo que la chica no le entendía. El problema era que Killian no tenía intención de utilizar a la esclava y consideraba que sería mejor dársela a alguien que pudiera sacarle más provecho. Sin embargo, aún estaba reflexionando sobre ello.

Los dientes de la chica, sin colmillos, eran blancos y limpios, y su aliento olía a frutas silvestres.

Ella no podía evitar recordar lo aterrador que había sido ver aquel monstruo que masacró a su aldea y secó cada gota de sangre de los guerreros con sus colmillos.

Su mirada, de un tono oscuro, irradiaba el odio que había desarrollado por su especie.

"Bestia", dijo con una voz aterciopelada, lo cual resultaba irónico, ya que todos sus intentos de intimidación, en la cultura de los vampiros, no eran más que una provocación seductora de un animal exótico.

— Ajam, di lo que quieras, como si me importara. Solo no hagas mucho escándalo y porta bien. Tal vez así te dé una cama digna.

Killian tiró la mordaza con poco interés y se tumbó en su cama. No cerró la jaula porque era inútil; después de todo, la chica estaba encadenada tan firmemente que resultaba aterrador, gracias a las habilidades de su primo para capturar cosas, pobres criaturas.

— Genial, ahora no me podré vestir aquí.

Aunque para la mayoría de los vampiros aquella chica solo era vista como un animal, Killian encontraba extraño tratarla de esa manera. No era por empatía, simplemente no le resultaba tan natural.

Niki comenzó a lamerse la herida hecha durante la exhibición con la poca movilidad que tenía, una herida que le dolía más que los moretones causados por las cadenas.

Mirar la luz de la luna la entristecía profundamente. No hace mucho, había estado feliz celebrando con su tribu durante la luna llena anterior, y ahora estaba despojada de su identidad como mujer cuervo.

"El dolor en el trasero, el vampiro ser un idiota, el vampiro ser vacío, el vampiro no tener vida", murmuró en su lengua antigua, expresando su desdén hacia los vampiros y su situación actual.

— Wow... Esto sí que no me lo esperaba.

Killian parpadeó sorprendido al ver la reacción de la mujer cuervo dentro de la jaula.

— Dime, chica, ¿te vas a portar bien?

Preguntó inclinando la cabeza, evaluando cómo respondería ella. El trato que recibiría dependería de su respuesta; si cooperaba, soltaría una de las cadenas y le proporcionaría una cama en su habitación, donde había camas de sobra. Pero si se negaba, la dejaría tal como estaba.

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Comments

Mariana Anderson

Mariana Anderson

Me agrada Killian. Al menos su aparente indiferencia muestra más calidez que la de los demás vampiros.
Por cierto, excelente narración 🖤

2024-11-19

3

Mariana Anderson

Mariana Anderson

Un susurro en la eternidad 😍 que bello 🖤✨

2024-11-19

2

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