A la mañana siguiente despertamos ya muy tarde, y cuando caímos en cuenta que no habíamos tenido noche de bodas, los dos comenzamos a reír y a realizar bromas sobre lo que había pasado.
Teníamos muchas llamadas perdidas de mis suegros, así que nos apresuramos a averiguar que era tan importante.
Ellos querían ya entregarnos a Leandro desde que prácticamente amaneció, ya que mi pequeño estaba muy inquieto y lloraba por nuestra ausencia. Aunque yo me imagino que tampoco le gustaba estar con ellos.
Pasaron los días y poco cambio en nuestras vidas. Siempre era atender a Leandro y a mi hogar; y Alejandro trabajando y llegando a casa por las tardes.
Hasta que un día mientras Alejandro regresaba a casa tuvo un accidente de coche, dónde el coche contrario quiso pasarlo en el camino y no controlo su giro. Así que le pegó por la parte trasera del coche, lo que provocó que Alejandro también perdiera el control y chocará contra un negocio.
Al momento de chocar contra el negocio se activaron las bolsas de aire del coche, pero el parabrisas delantero se rompió y los vidrios lastimaron los brazos de Alejandro y tuvo algunas cortadas en el rostro.
Inmediatamente, lo trasladaron a una clínica para revisarlo, fue ahí cuando Alejandro se comunicó conmigo. Así que salí prácticamente corriendo hacia la clínica llevando conmigo a Leandro.
Al llegar ahí mis suegros también ya se encontraban esperando la parte médica. Pero como yo ya me encontraba ahí los doctores se dirigieron solo a mí, ya que yo era la esposa.
Obviamente, pude percibir la molestia de mis suegros, pero lo importante en esos momentos era ver a Alejandro.
Antes de verlo también llegó Gabriel, quien al verme me abrazo; diciéndome que todo estaba bien que no había sido grave, yo recordando lo que mi suegra pensaba le recibí el abrazo, pero me aleje lo más pronto posible. No necesitaba más problemas en esos momentos.
Dejé a Leandro en la sala de espera con sus abuelos y entre a la habitación de la clínica donde se encontraba Alejandro.
Al entrar lo vi con un par de costuras en brazos y en el rostro. Nada grave afortunadamente. Él al verme se alegró mucho y me menciono que se encontraba muy bien, solo estaba adolorido por la fuerza con la que se impactó.
No pude evitar llorar una vez que me relato lo sucedido, normal en toda esposa que se preocupa por su marido. Lo diferente, era que yo no podía parar de llorar. Fue como si me estuvieran pagando millones por hacerlo. A Alejandro esto le causó ternura y solo se limitó a abrazarme y pedirme que fuéramos a casa.
Me sentía muy sensible, volví a llorar mientras íbamos a nuestra casa y creí que esto del accidente me había afectado sobre manera. Pero repentinamente una idea vino a mi cabeza, podría estar embarazada, ya que mis lágrimas no cesaban en ningún momento.
Cuando llegamos a casa. Le pedí a Alejandro que descansará en nuestra habitación. Leandro se había dormido en el camino así que lo acosté en su cuna y sali a una farmacia cercana para comprar una prueba de embarazo.
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