Mi amada y querida suegra (léase con sarcasmo) no disimulo su disgusto ante mi, pero cuando algun invitado se le acercaba para saludar o conversar era la mujer más feliz del mundo por mi matrimonio.
A mí me dio igual, ella no iba a arruinar mi día, así que conviví con los invitados y brinde con Alejandro por nuestro matrimonio.
Celebramos con nuestros invitados y disfrutamos el uno del otro.
Tres meses después era tiempo de casarnos en la iglesia. La recepción fue en un hermoso jardín lleno de flores, donde se colocaron mesas con manteles blancos y adornados con flores y velas. Sobre la mesa principal se encontraba un gran pastel adornado de igual manera por flores.
Las damas de honor asistieron vestidas de color lila, cada una traía un modelo diferente de vestido. Del lado del novio, Alejandro hizo las paces con Gabriel y este acepto ser el padrino.
Mi vestido era blanco, con un corset de encaje a mi espalda y pequeños tirantes brillantes, que acompañe con unos zapatos de tacón blancos y un ramo de flores naturales. Alejandro lucía un traje platinado con una camisa blanca y zapatos negros bien lustrados. Mi pequeño Leandro lucía un traje igual al de su padre. Ambos se veían guapísimos.
Cómo yo no tenía en esos momentos contacto con mi padre y la verdad no me interesaba tenerlo, le pedí a mi madre que ella me entregará en el altar. Para mí era muy importante, ya que ella había sido padre y madre para mí.
Una vez casados Alejandro y yo procedimos a tener nuestro primer baile como marido y mujer. Para ese momento escogimos la canción de Bryan Adams 'Todo lo que hago lo hago por ti' en su versión en español. Creo que fue lo único en lo que Alejandro me apoyo a decidir.
Durante el festejo, todos los invitados se divirtieron, todos se unían a mostrar sus pasos de baile. Algunos mostraban lo bien que lo hacían y algunos otros hacían reír.
También hubo cantos, donde uno que otro invitado nos atormentaba con su afinación, pero todo con gusto y diversión.
Al término de la fiesta, la madre de Alejandro se ofreció a llevarse a Leandro con ella, para que pudiéramos tener nuestra noche de bodas. O al menos eso fue lo que me comentó Alejandro.
Así que tomamos nuestras cosas para dirigirnos a nuestra casa. De los regalos y demás cosas que teníamos en la recepción el servicio nos lo mandaría al día siguiente así que nos fuimos sin preocupaciones.
Al llegar a casa Alejandro quiso cargarme para entrar como en las películas, con la novia en los brazos y cruzar el umbral como marido y mujer. Pero mi vestido parecía tener la tarea de no permitirlo, lo cual nos causaba mucha gracia y decidimos al final entrar tomados de la mano.
En nuestra habitación, Alejandro me ayudó a quitarme el vestido, me acariciaba la espalda y me besaba el cuello al mismo tiempo. Yo por mi parte le ayudé a quitarse el saco y la camisa y de igual manera le daba pequeños besos por su pecho y espalda
Cuando pasamos a la cama, para continuar nuestras caricias; ambos nos quedamos dormidos.
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