Nave a la deriva

Varios de los mercenarios rodearon a Frey intentando atacarla al mismo tiempo. Ninguno sabía porque ella había golpeado de forma repentina a uno de sus compañeros, pero ya que antes los había ofendido, todos aprovecharían este suceso para acusarla de traición y desquitarse. Ni siquiera ella debería ser capaz de enfrentarse a todos ellos a la vez, es lo que pensaban.

Pero aunque el filo de sus hojas golpeara una y otra vez sobre el torso y brazos de la joven mujer, no conseguían hacerle un solo rasguño, era como si estuvieran golpeando una sólida roca.

En su lugar aprovechando la apertura que se generaba tras cada ataque, Frey contraataco con sus puños enviándolos a volar uno detrás del otro.

Viendo que los ataques físicos no parecían surtir efecto en ella, algunos magos de entre los mercenarios procedieron a conjurar algunos hechizos, atacando estos también todos a la vez , lo cual resulto en múltiples explosiones  y una cortina de humo que tardo varios segundos en desvanecerse para dejar ver los resultados.

Esta vez el ataque conjunto si que había tenido efecto, gran parte de la ropa de Frey había sido destruida, dejando ver ahora la mayor parte de sus muslos en la zona inferior y la zona superior, de no ser por una pieza de bikini hecha con escamas de alguna bestia resistente al fuego, dejaría ver su busto.

Por lo demás, solo había ligeros rasguños sobre su piel y una sonrisa de desprecio en sus labios.

— ¿Eso es todo? ¡Mi cuerpo no va a ser dañado por una flama tan ligera como esa! ¡Solo consiguen que me pique un poco la piel!

Sin contemplación, la joven guerrera se lanzó contra los magos que acababan de atacarla, noqueándolos en cuestión de segundos. El último en cuestión intento huir de ella trepando por el mástil, pero fue agarrado de un tobillo y enviado a volar, chocando contra un pequeño grupo de guardias que fueron dados de baja en el acto.

— ¡Maldita mocosa! ¿Qué demonios crees que estás haciendo? ¡Mantén tu mierda lejos de mis hombres!

Hasta el momento los guardias de Barda y el líder de los mercenarios no se habían inmiscuido en la pelea, una riña entre mercenarios era un acontecimiento bastante normal y más si estos provenían de diferentes agrupaciones. Siempre habían quienes querían mostrarse superiores y dominantes, siendo una buena batalla la forma de solucionarlo.

Eso era lo que ellos creían que estaba sucediendo, pero al ver que la joven guerrera de los clanes barbaros hizo caso omiso al jefe de los guardias, dirigiéndose a ellos para continuar con el vapuleo, comenzaron a notar que algo no andaba bien.

— ¡Joder mocosa! ¿Qué crees que estas…?

El vocero mercenario se disponía a sermonear a Frey, pero se vio interrumpido al notar como el piloto y su acompañante abandonaban la cabina de mando y corrían a las capsulas de escape. Ellos sin decir nada habían huido ¿Qué demonios estaba pasando?

Frey también noto aquello, parando de inmediato lo que hacía para encaminar sus pies a la cabina de mando justo detrás de aquellos dos líderes de grupo. Lo que encontraron allí fue bastante inquietante. El timón de la nave estaba roto a un lado y la caja de gemas mágicas que debería mantener en funcionamiento la consola de mando en funcionamiento había sido completamente saqueada.

Había mucho que el jefe de los guardias quería decir al viejo mercenario parado a su lado, pero no había tiempo que perder, era cuestión de tiempo para que la nave se hundiera en el vacío, si es que no chocaba con algo antes.

— ¡Todos, abandonen la nave ahora! —Advirtió el jefe de guardias a sus hombres, quienes de inmediato buscaron las demás capsulas de escape.

Por parte de los mercenarios, el viejo que los lideraba opto por buscar su propia seguridad y dejar a los otros mercenarios por su cuenta con la advertencia del jefe guardia.

— ¡Zhavan! ¿Me escuchas? ¡Trae tu trasero a cubierta ahora! ¡La nave se hunde!

En este punto para Frey no tenía ningún sentido andarse con sutilezas. Ella y su amiga debían ponerse a salvo y punto. O al menos ese fue su primer pensamiento, pero enseguida recordó al chico en el cuarto de servicio y corrió allí para buscarlo.

Las capsulas salvavidas comenzaron a llenarse rápidamente, tan pronto como la primera tuvo su cupo completo, uno de los tripulantes acciono una palanca, logrando que la capsula fuera expulsada fuera de la nave.

Lo siguiente que debería verse es un brillo bajo la capsula y está siendo impulsada en el aire con dirección a la isla más cercana en su radar, pero eso nunca sucedió. Sin lograr encenderse, la capsula simplemente se hundió en el vacío, llevando en su interior casi un escuadrón completo de guardias.

— ¿Sin combustible? ¡Las capsulas no tienen combustible! —Advirtió una joven guardia a sus compañeros— ¡No accionen la palanca de escape, las capsulas no tienen combustible!

— ¿Qué mierda? ¿Por qué no hay combustible en las capsulas?

— ¿Qué se supone que hagamos ahora?

El pánico comenzó a esparcirse rápidamente entre guardias y mercenarios, este podría ser el momento en que sus vidas llegaban a un abrupto final. Pero manteniendo la calma el más viejo de los mercenarios tomo la palabra para aliviar el momento.

— Debieron ser esos dos imbéciles que huyeron primero, ellos seguramente tomaron todas las gemas mágicas en las capsulas así como lo hicieron en la cabina. Hay que imponerles un apropiado castigo la próxima vez que los veamos.

— ¿La próxima vez? ¿De verdad piensas que habrá una próxima vez, anciano?

— Bueno, bueno. Nadie está pensando con claridad. ¿Si recuerdan que la chica estaba tratando de traicionarnos? Pero estoy seguro que al igual que nosotros era una mercenaria, es solo que probablemente estaba aquí por un trabajo diferente al nuestro. ¿Qué piensan? ¿Ella escaparía en una capsula de escape? Yo creo que debe tener una nave de respaldo en algún lugar. Deberíamos ir a quitársela.

— E… esa mujer es un monstruo, no hay forma en que podamos quitarle su nave si es que la tiene.

— Eso sería en un enfrentamiento normal, pero tenemos muchos rehenes en cubierta, si los usamos apropiadamente incluso conseguiremos que ella nos lleve voluntariamente.

Independientemente de si resultara fácil o no conseguir la nave que tuviera Frey, si es que realmente la tenía, este plan era mejor que solo quedarse allí esperando su muerte. Todos estuvieron de acuerdo y regresaron a cubierta a por los prisioneros.

Varios de los prisioneros ya habían sido liberados cuando guardias y mercenarios llegaron de vuelta a cubierta. Junto a los que aún estaban atados había una mujer de baja estatura, piel verde y largas orejas puntiagudas. Ella era la que estaba liberando los prisioneros, convirtiéndola en un obstáculo para los planes de aquellos malhechores.

— ¡Tu, detente justo allí! —Advirtió uno de los guardias.

Ella al escucharlos hecho mano de una ballesta que tenía al menos la mitad de su tamaño y la apunto contra sus posibles contendores.

Normalmente eso no le podría importar menos a ninguno de ellos, lo que estaban en vanguardia eran lo suficientemente hábiles como para esquivar el proyectil disparado por una ballesta cuando estaban viéndolo, ya si le daba a alguien en la retaguardia, solo sería la mala fortuna para el desdichado.

Sin embargo el virote cargado en la gran ballesta de la extraña era algo peculiar, este brillaba intensamente, con un color azul celeste, expeliendo continuamente el mana que había sido comprimido en su interior.

Olvídense de golpear a alguien en la retaguardia, si ese virote tan solo rosaba a alguien por error, probablemente explotaría causando un gran área de daño. Incluso ahora mismo en la ballesta sin haber sido disparado podría ser que explotara en cualquier momento, esa mujer debía estar muy demente para cargar algo como eso sobre ella.

— Señorita… ¿Estas bien de la cabeza? Si esa cosa explota, tu misma te verás afectada por el impacto de la explosión.

Advirtió el más viejo de los mercenarios queriendo persuadirla para que se deshiciera del virote.

— ¡Mira, que considerado de tu parte! Jajajajaja… No, no me preocupa en lo más mínimo. Resulta que mi cuerpo es muy resistente y podría aguantar una explosión con al menos 10 veces esta concentración de mana. ¿Qué piensan? ¿Puede alguno de ustedes con esto?

Ya que ellos tenían sus pies frenados, la mujer entrego un cuchillo a uno de los pasajeros liberados para que este continuara desatando a los demás, y envió al resto para que despertaran a aquellos pasajeros que aun debían estar en sus habitaciones.

— La nave podría hundirse en cualquier momento, lleven a todos al hangar, pero no tomen las capsulas de escape aun, estas están sin combustible.

— ¡Oye niña! Parece que piensas rescatar a todas las personas de este naufragio ¿Tienes una nave para llevarlos? —El viejo mercenario aún se aferraba a la esperanza de sobrevivir a esta situación y ahora pensaba en la posibilidad de usar su ingenio para engañar a aquella mujer y sacarle algo de información para así poder idear un plan. Pero había algo con lo que él no contaba.

— ¿Niña? Puede que no esté tan arrugada como tú, humano, pero créeme que he vivido al menos el doble del tiempo que has vivido.

Aunque pareciera joven, la mujer de piel verde al parecer era de una raza longeva, y cualquier cosa que el viejo mercenario pudiera pensar, probablemente ella ya lo había pensado pues tendría mucha más experiencia en este tipo de casos.

— ¿Es así? ¿No sabes que hay algunos humanos con vidas muy largas?

— Lo sé, los he conocido. Pero tu mana no tiene la calidad como para que tu vida se extienda más allá de los 80.

No parecía que el viejo fuera a conseguir algo y esto impaciento a los demás Malhechores, la sensación de impotencia no era algo que les agradara mucho.

Pero hubo uno en particular que tuvo mayor valor entre los guardias de Barda, lanzándose en embestida contra la pequeña mujer verde.

— ¡Maldita sea! ¿Si de todas formas vamos a  morir, porque dudan en intentarlo?

Esa era una cuestión con mucho sentido. Todos ellos se habían paralizado de miedo ante el virote, pero el asunto era que cada segundo allí parados les aseguraba más la posibilidad de muerte, al final solo ese chico había actuado como un verdadero guerrero, encarando la muerte para intentar salir victorioso.

Con una fuerte tacleada la mujer de joven aspecto fue arrojada atrás, a la vez que su arma voló por el aire.

— ¡NOOOOOOOOOOO!

El más viejo de los mercenarios se arrojó también, este con la intención de atrapar la ballesta antes que golpease el suelo y de hecho lo logro, dando un respiro de alivio a todos sobre la cubierta.

— ¡Tírala! ¡Arroja esa cosa por la borda! —Grito desesperado el jefe guardia, extendiendo su mano a un lado para mostrar la dirección, sintiendo que algo caía sobre su mano extendida.

La mirada del hombre giro lentamente a la palma de su mano para visualizar que era lo que ahora estaba sujetando, encontrando que se trataba de aquel virote sobrecargado con mana.  Que tanto temían. La munición había abandonado la escotilla del arma cuando aquel guardia tacleo a la chica y por mera suerte la había atrapado antes que golpeara la nave al caer.

— No muevas un solo musculo. —Dijo lentamente el viejo mercenario para que sus palabras tuviesen un mayor énfasis.

La mujer verde quien se recuperaba de la tacleada, noto el nuevo predicamento en que se encontraban y no pudo evitar sonreír irónicamente. El virote que antes brillaba e azul celeste ahora tenía un color naranja que esa cosa estallara era cuestión de algunos segundos.

— Si lo sostienes con firmeza en tus manos puede que la explosión solo te afecte a ti. —Dijo burlándose del jefe guardia— Pero si haces cualquier movimiento brusco, lo activaras de forma forzada y la explosión se cargara también a tus amigos.

Los ojos del jefe guardia se pusieron como un par de platos al escuchar eso. Lo primero que había pensado al ver el virote en su mano era arrojarlo tan lejos como pudiera, pero seguro eso lo habría hecho volar enseguida.

Por otra parte, parecía ser que no tenía muchas opciones, su destino estaba marcado como fin del juego. ¿Debería morir solo? Todo había terminado de este modo porque las personas a su alrededor eran un montón de incompetentes. Si de todas formas iba a morir debía llevarse a tantos de ellos como fuera posible. Así lo consideraba él.

Parecía que había tomado su decisión, pero al ver el rostro de sus camaradas que habían servido a su lado durante muchos años, fue incapaz de tal acción, en su lugar se propuso sujetar el proyectil fuertemente entre sus manos, pero en ese instante la nave choco con algunas rocas flotantes, sacudiéndose con fuerza. Todos perdieron el equilibrio, cayendo al suelo y esto activo el virote, el cual estallo cubriendo la cubierta con el impacto.

El más viejo de los mercenarios, junto con un par de sus compañeros más confiables logro esconderse en la cabina de mando, sobreviviendo con apenas algunos rasguños. Por su parte solo unos pocos guardias lograron mantenerse vivos gracias al poder defensivo de sus escudos, pero tenían múltiples quemaduras y lecciones graves.

La pequeña mujer verde no hablaba de más cuando decía que su cuerpo podría resistir aquella explosión de mana, teniendo solo una leve conducción por el golpe producido por la onda expansiva. Otra era la historia para su ropa, que había quedado completamente destrozada.

— ¡Zhavan! ¿Qué demonios estás haciendo ahí arriba? ¿Qué ha sido esa explosión?

La voz retumbo fuertemente en el oído de la pequeña mujer lo que hizo que su cabeza medio aturdida doliera.

— ¿Frey? ¿Qué demonios esas haciendo tú? ¡Vine a cubierta como me dijiste pero ya te habías ido!

— ¡SI, lo siento por eso! ¡Recordé que había dejado a alguien atrás en un cuarto de servicio junto a la cabina, pero cuando fui a buscarlo ya no estaba! ¡Estoy buscándolo ahora mismo! Más importante ¿Qué ha sucedido con los rehenes? ¿Están ellos bien?

A causa del aturdimiento Zhavan había olvidado completamente las personas a su alrededor, pero ahora que Frey se lo recordaba no pudo evitar preocuparse. Gran parte de ellos ya habían sido liberados y habían ido a buscar a los demás pasajeros en los camarotes, pero aún quedaban algunos aprisionados e indefensos allí. Sería muy complicado que alguno de ellos lograra sobrevivir.

Para sorpresa de Zhavan cada uno de ellos no solo vivía, se encontraban ilesos, asustados y encogidos de hombros tras lo que parecía ser un escudo de mana, generado por una pequeña maquina muy extraña.

Junto a la maquina había un chico que según lo que se podía observar alimentaba la maquina con su mana, pero eso parecía estar causándole daño, pues estaba sangrando a través de su boca y ojos. Además na parecía como si el chico fuera capaz de detener aquella cosa de seguir drenando su mana.

— ¡Maldición chico, suelta eso!

Olvidándose de cualquier dolencia Zhavan se apresuró hasta y lo sujeto desde atrás por ambos brazos atraerlo hacia ella, zafándolo de la maquina arrebataba la energía.

*Cof* *Cof* *Cof* *Brow*

El chico tosió unas cuantas beses y después escupió una gran bocanada de sangre antes de lograr reaccionar.

— ¿Qué? ¿Qué ha pasado? ¿Lo logre a tiempo? —Su mirada medio perdida logro enfocar a las personas que ahora mismo estaban siendo liberadas por un par de los que antes también habían estado atrapados y sonrió con autosatisfacción. —Aun puedo ser de utilidad. —Susurro para sí mismo.

Aquellas palabras del chico hicieron que Zhavan se sintiera muy enfadada. ¿Por qué el que apenas era un niño pensaría algo como eso al punto de poner su propia vida en juego?

Bueno, esa misma actitud del pequeño había salvado el pellejo de aquellas personas en esta ocasión, por lo que debería sentirse era agradecida.

— Oye… ¿La persona que buscabas era ese niño de cara bonita? —Dejándose caer de espaldas sobre el suelo Zhavan contacto nuevamente a Frey mientras respiraba hondo para relajarse.

— ¡Su nombre es Ferd! ¿Lo has visto?

— Upa… parece que te has encariñado bastante con él. Lo tengo ahora mismo en mis manos, acaba de desmayarse, pero debería estar bien, puedo escuchar su corazón latiendo fuerte y claro.

— ¿Desmayarse? ¿Qué demonios? ¿Qué es lo que está sucediendo allá arriba?

— ¿Aquí arriba? En todas partes amiga, Varias rocas flotantes chocaron en la proa, el casco está roto y nos estamos hundiendo. Si no salimos pronto de aquí el vacío será nuestra tumba.

— Ok, recogeré al objetivo y me iré enseguida al hangar. Espero tengas solucionado el transporte. Hay mucha gente para sacar de aquí.

A pesar de haber pasado su enojo y el estrés de la resiente pelea, Zhavan aún se sentía algo ofuscada y no era para menos, tenía la vida de decenas de personas y una cuenta regresiva a toda velocidad y sin saber que tan poco faltaba para que llegase a cero.

— Ok… hagamos esto. —Ella se levantó y miro alrededor. Aunque momentáneamente se podía decir que había salido victoriosa del anterior encuentro, los guardias y mercenarios sobrevivientes comenzaban a reagruparse, debían estar tramando algo, pero no había tiempo para lidiar con ellos.

Entre ellos había un mercenario repartiendo pociones de sanación, justo lo que necesitaría.

Coloco al chico cuidadosamente a un lado dejando a otro de los pasajeros a cargo de cuidarlo y se dirigió hacia los enemigos, recogiendo la enorme ballesta por el camino. Lentamente giro la manivela para tensionar el arma y cargo un nuevo proyectil antes de apuntar al viejo mercenario y extender su mano libre al chico que repartía las opciones

— ¡Entreguen las malditas pasiones, o los hare volar… de nuevo!

La mirada de todos en aquel grupo poso sobre la ballesta, sobresaltándose al notar un segundo virote como el que había explotado antes, aunque su brillo era un poco más ligero y este tenía un color turquesa.

— ¡Diablos señorita! —Exclamo el viejo mercenario— ¿Cuántas de esas cosas traes encima?

— ¿Qué puedo decirte? La mayoría fueron esparcidos por ahí luego de la explosión, pero aún tengo suficientes para hacerlos volar unas diez veces más.

Todos ellos se quedaron viéndola de arriba hacia abajo, la mayor parte de su ropa se había arrancada en la explosión, quedando solo girones de tela que cubrían apenas lo necesario en la parte inferior y una pequeña cota de malla sosteniendo sus pronunciados pechos en su lugar. No quedaba donde ocultar arma alguna. Poco quedaba a la imaginación y eso era algo difícil de imaginar, al final fue el viejo quien pregunto lo que todos pensaban.

— ¿Donde?

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