Una joven genio

Comenzaba a oscurecer y la temperatura bajaba, aún faltaban al menos 4 horas para que el día en su etapa laboral terminara, lo que dejaba una única opción para aquel repentino cambio y era que pronto comenzaría a llover.

El anciano que con mucho esfuerzo araba en los campos alrededor delos muros de la ciudad Balanc se detuvo un instante para contemplar los cielos. Con los cúmulos de nubes que flotaban desde los 4 puntos cardinales era fácil decir que esta no era una pequeña lluvia. Quedarse mucho tiempo en el exterior podría ser imprudente, lo mejor era ir temprano a casa para realizar algunos preparativos para cuando la fuerte lluvia callera.

— ¡Seren, es todo por hoy, vamos a casa!

— Si, abuelo…

A la voz del anciano, una chica de aproximadamente 13 años de edad, que se encontraba recogiendo algunos frutos que caían al suelo, en una canasta de mimbre.

Mientras el viejo recogía sus herramientas, ella llevo su canasta hasta una carreta que se encontraba a un lado del camino que atravesaba los campos. Otros tres cestos de frutos variados estaban ya en la carreta, era el resultado del duro trabajo de la chica. Otras familias que tenían trabajos similares seguramente tendrían muchos más cestos recolectados, pero eso se debía a que simplemente recogían cada fruto que caía de las plantaciones sin importar su estado. Ella en cambio preferida toarse su tiempo en seleccionar aquellos que parecían tan sanos y en buen estado que parecerían recién comprados en el mercado.

— Si sigues haciendo eso, podríamos meternos en problemas. —Resoplo el anciano al ver lo que recolecto la chica— Viendo todos esos frutos en tan buen estado juntos, los patrones podrían creer que las estas robando directamente de las plantas.

— Yo estoy segura que Lord Seridan no cometería un error tan obvio.

Aquella solo era una conversación fabricada entre ambos. Aunque para el anciano esa era una preocupación real, él no correría el riesgo de delatar a la chica en frente de otros para que luego la acusaran con los guardias, en su lugar le persuadiría cuando estuvieran a solas. Pero Seren fue un poco más lista e insto a su abuelo para que la sermoneara en público por ello para dar aquella respuesta en la que supuestamente alabaría al lord de por allí, de ese modo si alguien se atrevía a acusar a la chica de haber tomado los frutos directamente de las plantas, sería tanto como decir que el Lord era incapaz de discernir cuáles eran sus frutos buenos y cuales los frutos que caían antes de tiempo… aunque probablemente tal habilidad sería más propia de un agricultor experto que de un noble.

Cuando todo fue empacado en la carreta y el anciano paso cuenta de su trabajo al capataz, juntos empujaron el vehículo de transporte a través del camino, con dirección a una pequeña aldea que se encontraba fuera de los muros, contigua al bosque.

La caminata desde los campos de cultivo hasta la pequeña aldea les tomo cerca de dos horas, lo que en un día normal les dejaría llegar hasta su hogar cuando la luna iluminaba el camino. Bien podría decirse, algo peligroso para una niña y un anciano, pero en su casa solo eran ellos dos y la esposa del anciano que era además quien servía como médico en la aldea.

Era una situación difícil la que vivía aquella familia, pero desde que Seren se había unido a la tarea de recoger los frutos caídos, la carga sobre los hombros del anciano disminuyo considerablemente. Mientras podían comer de lo que la niña recogía, el dinero que ganaban con el esfuerzo del viejo podía ser usado e conseguir leña, ropas, reparar su vieja cabaña y pagar las deudas que habían dejado los difuntos padres de Seren.

— ¡Abuelo, detente!

Faltando poco para llegar a la aldea Seren miro a alguien que salía de entre el bosque, arrastrando algo. Esa persona tenía muchas heridas y uno de sus brazos estaba roto. En tal estado era una gran hazaña que hubiera logrado mantenerse en pie hasta llegar a la orilla del camino, donde se desplomaría. Se requería mucha fuerza de voluntad.

Lo más sorprendente es que la persona con tal férrea voluntad, no era más que una niña poco menor que Seren. La chica no pudo evitar ponerse mentalmente en la situación que la otra niña estaba a sí misma, llegando a una conclusión inmediata en la que habría muerto en medio de aquel bosque hace mucho.

El anciano junto a su nieta, tomaron a la pequeña y la pusieron en la carreta para luego apurar su paso con el fin de llegar más pronto a la aldea, no querían que la chica fuera a morir por el camino.

— ¡Abuela Lea, abuela Lea, ven pronto, es urgente!

En cuanto llegaron a su maltrecha casa, el viejo tiro algunas cosas que habían en la mesa que normalmente usaban para comer y acostó la niña que habían recogido por el camino esta.

— ¡Oh, dios!

Exclamo la anciana al notar la causa del afán de su nieta. Aquella paciente que habían traído se veía en un estado crítico. Su brazo derecho estaba roto y presentaba graves quemaduras, también estaba quemada parte de su torso, varias flechas penetraron en su espalda y todas estaban rotas, además presentaba múltiples contusiones en todo el cuerpo, producto de ataques mágicos.

— Viejo ¿Viste las ropas de esa chica? ¡Se parece a lo usan los caballeros reales! ¿Por qué la trajiste aquí? ¡Esto va a ser muy problemático!

— jummm… —El viejo asintió ante la queja de su mujer, en el estado que estaba esa chica sería muy difícil salvarla y si alguien de procedencia mole moría en su “clínica” probablemente serian castigados con la muerte. Aun así…— Yo solo pensé en lo que ellos habrían hecho en mi lugar.

— Ya veo… aun así no tiene sentido que intentemos salvarla cuando no contamos con lo necesario en este lugar. Ve a buscar a la doctora Lu, yo intentare mantenerla viva mientras ella llega a hacerse cargo.

— Entiendo... tu solo has lo que puedas hacer, no te presiones.

La anciana despidió a su esposo y cerró la puerta tras él evitando que entraran las fuertes ventiscas de la próxima tormenta.

— Que no me presione dice el… solo con que ella este aquí ya es demasiada presión. Ahora ¿Por dónde deberíamos comenzar?

— Su ropa estorba para ver completamente la gravedad de sus heridas —Respondió Seren, tomando aquella pregunta como si fuera un examen práctico que le hacia su abuela— ¡Necesitamos remover sus ropas!

— Majadera ¿viste la calidad de sus ropas? Si se pierde alguna prenda, luego podría querer cobrárnosla. Si no tenemos suerte, incluso podría querer culparnos por los daños en su ropa. Por ahora calentare algo de agua, será difícil mantener su cuerpo caliente con el clima que se viene.

Ya que la tormenta se había hecho notoria desde temprano, la anciana tenía preparada agua en el interior de la casa con anterioridad, ella vacío dos cubetas en una olla mediana que tenía un color negro a causa del tizne que la cubría y puso esta sobre una estufa de barro que comenzó a encender con la velocidad que sus viejos huesos le permitían.

Seren confundida por la actitud de su abuela y aun pensando que se trataba de una prueba, decidió proceder ella misma con la atención hacia la pequeña. Que ella fuera a recoger los frutos caídos en los campos del lord de aquellas tierras, se debía simplemente a la escasez de recursos en su familia, desde muy temprana edad su abuela la había entrenado en las artes medicas; en una mejor situación económica ella estaría trabajando en la clínica con la anciana para mejorar sus habilidades, pero en la clínica de una pequeña aldea a intemperie realmente no se ganaba mucho, viéndose forzada a buscar otro medio para el sustento.

La anciana observo a su nieta comenzando a remover las ropas, o más bien los trozos de tela rota del cuerpo de la chica. Aunque no estaba de acuerdo no intervino, solo chasqueo su lengua y se centró en encender el fuego.

— ¡Kyaaa!

La pequeña grito, alarmando a la vieja quien se puso en pie y con ligeros pasos llego hasta ella para ver que ocurría.

— ¿Qué tienes? ¿Dónde te hiciste daño?

— No… No me sucede algo, solo me sorprendí un poco.

— ¿Sorprendida?

Aquella niña enérgica, muy entusiasta en hacer sus labores de repente tenía una actitud tímida y su rostro estaba ruborizado. La anciana giro a ver la meza donde se encontraba la paciente, dándose cuenta del motivo; ella en realidad era él.

Sería de esperarse ya que sus ropas se parecía más a las que usaría un niño, pero debido a su, aunque magullado, lindo rostro, su larga y sedosa cabellera roja algo desaliñada y el suave maquillaje aplicado sobre su piel facial, fue fácil confundirlo con una niña.

— Ya, ya. —La vieja palmeo la cabeza de su nieta mientras le sonreía con complicidad— Ahí tienes a tu paciente, no planearas echarte para atrás por un pequeño percance ¿O sí?

La actitud de la vieja dio un giro de 180 grados con respecto a brindarle tratamiento al chico. Era obvio que algo se traía entre manos, pero para la inocente mente de Seren paso completamente desapercibido.

— Yo… yo puedo hacerlo.

La pequeña pasó saliva muy nerviosa y reunió valor para continuar.

Ciudad de Balanc.

Habiendo cruzado el control en la puerta de la ciudad, el anciano se dirigió directamente a la clínica de la doctora Lu. Para ese momento la noche ya había caído y aunque por esta época la luna debería alumbrar los caminos, como las torrenciales lluvias habían estado cayendo ya desde hace un par de horas, era imposible mirar donde se ponía el pie al dar un paso. Aun así, gracias a los destellos de ocasionales relámpagos el viejo podía encontrar su camino.

*Bong* *Bong* *Bong*

Con el fuerte sonido de la lluvia sería imposible escuchar un llamado normal a la puerta, por eso el viejo golpeo tres veces con todas sus fuerzas, luego espero pacientemente esperando haber logrado su cometido. 5 minutos pasaron y na parecía que alguien fuera a abrir, el viejo se dispuso a golpear de nuevo.

*Bong* *Bong*

Al segundo golpe la puerta se abrió unos pocos centímetros dejando salir una brillante luz desde el interior, lo cual cegó momentáneamente al anciano.

— ¡Maldición! ¿Acaso tienes idea de que hora es? ¿Qué es lo que se te ofrece, pordiosero?

Un joven de actitud arrogante sostenía una lámpara desde el otro lado de la puerta, que se mantenía a medio cerrar con una cadena, muestra de desconfianza a quien quiera estuviera llamando a estas horas.

— Estoy buscando a la doctora Lu ¿Eres su aprendiz?

Con curiosidad el joven levanto su lámpara lo suficiente para lograr ver el rostro de la persona fuera de su puerta, si se tratara de algún paciente importante, sería malo dejarlo ir sin más, pero en su lugar reconoció a alguien que le parecía desagradable.

— ¿Viejo Rodun? Qué pena, ayer surgió algo importante en la mansión del lord, la doctora no ha vuelto a casa desde entonces, y por como pintan las cosas no lo hará en varios días.

— Entiendo… —el viejo Rodun pauso su voz pensando si lo que tenía en mente ahora sería buena idea, pero ya que era su única opción, procedió sin dudarlo más— Tenemos un paciente gravemente herido, necesitamos ayuda ¿Tu podrías…?

— ¿Bromeas? —Interrumpió el arrogante joven— A estas horas de la noche, en medio de semejante tormenta ¿Por qué habría de ir a la sucia clínica de esa vieja inútil?

Conteniente los deseos de golpear a aquel niño el viejo se mordió los labios hasta sangrar para conseguir calmarse y pensar en algo. Su principal objetivo era que aquella niña que había recogido antes sobreviviera, lo demás no debía importarle.

— Creo que la persona en cuestión es de la nobleza. Mi vieja… sus manos y ojos ya no son lo que solían ser. No hay nada que ella pueda hacer a su edad… Supongo que si un noble muere allí todo lo que podre decir es que el pupilo de la doctora Lu se negó a prestar sus servicios.

Ese era el motivo por el cual el chico detestaba a ese anciano, aunque era un simple plebeyo, él siempre sabía que decir para que los demás actuaran según sus necesidades. Era alguien despreciable.

Por otra parte, según los rumores que había escuchado la paciente a quien atendía ahora mismo la doctora Lu no era otra que una de las hijas del marques Balanc. Según tenía entendido, ahora mismo la gemela de esa chica estaba perdida y todos la buscaban incesablemente. Si el paciente que este anciano tenía en su clínica resultaba ser esa chica perdida, los beneficios serian incalculables… bueno incluso si no lo era, salvar a algún noble sería bueno para su reputación como médico, caso opuesto que si se quedaba sin hacer nada.

— Espere ahí un momento, viejo.

El joven cerró la puerta y comenzó a prepararse para salir, cambiando su camisón de dormir por ropas apropiadas y preparando una lámpara mágica. Si salía con aquella de aceite que usaba en el interior, probablemente la tormenta la apagaría después de dos o tres pasos.

“Debería tomar un carruaje de la maestra” pensó en sus adentros. “La situación lo amerita”.

Con esa idea en mente se dirigió al estudio de la doctora, sin saber que se encontraría allí a la joven señorita de la casa. Dorammi, una joven de anteojos bata blanca y bolsas en sus parpados inferiores a causa de quedarse hasta tarde en la noche, leyendo a la luz de una lámpara. El libro que en esta ocasión tenia abierto sobre su escritorio era uno sobre anatomía.

— ¿Rolp? ¿Por qué vienes al estudio de mi madre tan tarde en la noche? No te conocía esas perversiones.

Aunque era más que obvio que ella solo bromeaba con el joven, el no pudo evitar desviar una mirada sonrojada. Probablemente Rolp tenía algunos pensamientos que prefería ocultar.

— Se presentó una urgencia, tomare prestado uno de los carruajes para salir, solo vine la gema de desbloqueo.

Una urgencia que incluso Rolp quería atender a pesar de la hora y las condiciones climáticas sonaba como algo muy interesante para una fanática de la medicina como lo era Dorammi. Con emocionada sonrisa cerro su libro y salto sobre el cajón donde sabia, su madre guardaba esas gemas de seguridad para los carruajes y tomo una de ellas.

— ¡Yo conduzco! —Dijo mientras corría al patio trasero.

— ¡Espere, señorita Dorammi! ¡No es apropiado para usted ir al lugar donde voy!

— ¿Eh? ¿Va a ir Rolp a ver mujeres de la vida nocturna?

— de… ¡De ningún modo! ¡No me refiero a eso!

— ¡Entonces no hay problema! ¡Apresúrate o voy a dejarte atrás!

Rolp era completamente incapaz de contener a la joven señorita, todo lo que le quedaba por hacer era seguirle los caprichos y llevarla consigo.

Ya que estaban volviendo en un carruaje uno supondría que el camino de vuelta a aquella pequeña aldea, tomaría menos tiempo, pero a causa de la tempestad y el terreno húmedo los caballos se vieron incapaces de acelerar. Cuando finalmente estaban frente a la clínica comenzaba a amanecer.

Las lluvias torrenciales se habían detenido, pero fuertes vientos aun soplaban susurrando una tenebrosa canción a sus oídos.

Al bajarse del carruaje Rolp miro con desdén la maltrecha cabaña de los ancianos, para él era inaudito que una clínica pudiera funcionar en un lugar como ese. Si no podían tener algo mejor, lo plebeyos no deberían conducir una clínica, era lo que él pensaba.

— Me sorprende que este lugar se sostenga en pie después de la tormenta ¿Es seguro entrar? ¿No nos caerá encima?

— ¡No seas grosero! —Lo regaño la señorita Dorammi— ¡Si no piensas comportarte, mejor quédate en el carruaje, yo me ocupare de esto!

No esperando una respuesta ella corrió por delante de los dos hombres hasta la puerta de la cabaña disponiéndose a dar suaves golpes en la puerta, pero esa se abrió al instante, topándose con la inquisitiva mirada de la anciana que allí vivía.

“¿La doctora Lu?” Se preguntó en su mente la anciana al ver a aquella chica. “No, es demasiado joven… ¿Es su hija?”. Independientemente si sus pensamientos eran ciertos o no, la mujer mayor decidió no darle importancia y solo hizo un gesto de desprecio.

— Has perdido tu tiempo viniendo hasta aquí, mocosa. La situación ya está bajo control. Puedes volver a tu casa. Chuu, chuuu…

— ¿Es eso así, doctora Zanna? ¿No será que solo quiere retener al paciente y sacar provecho de este?

Dorammi, que ya había sido puesta al día con la situación durante el viaje por el pupilo de su madre, no pretendía retroceder ahora que había llegado hasta allí, y aunque sus palabras la hacían parecer una bribona malcriada, en realidad había mostrado un gran respeto al llamar doctora a una vieja plebeya procedente de los barrios bajos. Eso había dejado completamente desarmada a su contrincante, quien no tuvo más remedio que cederle el paso a su hogar.

— Adelante, doctora, puede verificar por usted misma que no miento.

Lo primero que vieron los recién llegados al entrar, fue al paciente en cuestión, sentado junto a la estufa para mantenerse en calor, envuelto en una manta.

Sobre la mesa en el centro de la habitación había restos de flechas, trapos ensangrentados fragmentos de hilos, probablemente usados en suturas. Alguien ya había hecho el trabajo, aunque el anciano había dicho que no podrían. Bueno, Dorammi era consiente que la anciana Zanna continuaba operando a pesar de su edad. Si antes había dicho que no lo haría era probablemente por algún capricho, pero entonces algo la había hecho cambiar de parecer.

— Veo que la doctora Zanna no ha perdido su toque.

Sugirió la joven señorita jugueteando con algunas ensangrentadas puntas de flecha que tomo de la mesa. Extraer esas durante la noche y que el paciente estuviera ahora allí sentado, eso requería mucha habilidad.

— Si, en realidad yo no hice nada, todo fue obra de mi necia nieta. —refunfuño la anciana.

— Cariño ¿Es eso cierto? — Pregunto el viejo muy alarmado.

— Así es… esa mocosa entrometida simplemente comenzó a atenderlo aunque se suponía que no debíamos inmiscuirnos con un noble. Para cuando termino estaba tan rendida que tuve que arrastrarla a su cama.

La cama en que dormía la pequeña prodigio, se encontraba en una esquina de la misma habitación. Las condiciones de vida allí eran realmente precarias. .

— Señorita, ve ese cabello rojo y ese lindo rostro, estoy seguro que se trata de la chica perdida.

— Ah, pero no es ella. En realidad es un chico.

— ¿Un chico? ¿Cómo puedes saber que es un chico si ni lo haz examinado?

— Pues es simple, lo diferencie por su olor.

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