capítulo 14, EN LOS BRAZOS DE SU AMADO

Inmediatamente fueron atendidos, Olive necesitaba descansar antes de bajar a los calabozos, sabía que ahí habían más seres oscuros.

Se recostó en un sofá y se durmió, Kenric permaneció a su lado, la observaba, la veía tan hermosa con una mano acariciaba la frente de Olive removiendo algunos mechones de cabello y suspiró.

La sirvienta que venía con comida y bebidas los vió y no pudo evitar suspirar antes de hablar.

—Aquí tiene majestad. La señorita estará bien, solo está cansada, usó su magia para abrir la puerta y como no logró se agotó.

Kenric solo asintió, se sorprendió saber eso, no se imaginó que Olive se preocupara tanto por él.

El resto del personal comenzó a limpiar y organizar todo, cuando Olive despertó había anochecido, estaba un poco confundida, manchas la contuvo y le contó lo ocurrido, comieron y una vez que estuvieron listos y con fuerzas renovadas decidieron bajar a los calabozos.

Olive uso el mismo proceso, polvo dorado y sus amadas plumas, Kenric no dudó en acabar con todos, revisaron los calabozos y encontraron un grupo grande de niños, algunas mujeres, en un calabozo estaba el príncipe era un chico de unos quince años y cuando vio a al manchado se postró en el suelo y exclamó..

—¡Majestad he estado esperando su presencia!, ayude a mis padres, han enloquecido, se lo pido por favor 

—Levántese majestad, ahora usted es el Rey, sus padres ya no están.

—¡Qué!, ¿Cómo que no están?.

 El joven príncipe fue sacado de los calabozos y atendido por las sirvientas, mientras que el manchado seguía revisando los calabozos. Al final de los fríos y malolientes calabozos, estaba un hombre, con vestiduras sucias y harapientas.

—¿A qué han venido?, los seres oscuros tienen mucho poder, no podrán con ellos, están por todos lados.

—¿Quién eres?—preguntó el Rey.

—Soy Palermo, era el mago del Rey, pero ahora solo soy un desastre.

—¿Qué te pasó?—indagó Olive.

—No supe defender a mis reyes, creí que era el único mago, pero veo que no era así, nunca sentí tu poder, ¡Busque en todos los reinos y nunca te sentí!, al verme solo, viejo y sin futuro, al lado de un rey maldito preferí el encierro, el ser oscuro no quiso poseerme pero me quitó los poderes.

Olive no pudo evitar derramar lágrimas por la triste historia de Palermo, era un hombre mayor de unos cincuenta años, aunque todo harapiento aún se podía ver su belleza.

—Creo que puedo ayudarte a recuperar tus poderes,¡ven debemos salir de aquí!, los seres oscuros ya no están.

Palermo la miró con agradecimiento y asintió, decidió salir del calabozos y permitir que Olive lo ayudará. El también fue atendido por la servidumbre y fue llevado a su habitación para que descansara.

Aunque ella se sentía feliz de que existiera otro mago, también sintió tristeza, tenía la esperanza de que fuera joven igual que ella para poder tener esa compañía permitida entre magos, pero no fue así.

Cuando todo estuvo calmado, plumitas fue al jardín le gustaba estar al aire libre, derramó lágrimas de tristeza, se sentía muy aturdida por todo lo ocurrido.

Kenric la vio a lo lejos y decidió acompañarla. Cuando estuvo cerca de ella se dio cuenta de que estaba llorando, nunca la había visto llorar.

—¿Estás bien?, ¿te pasa algo?.

Olive se limpió las lágrimas, no quería que él la viera llorar.

—Si, no pasa nada.

—¿Por qué estás llorando?

—por nada, así soy yo.

Kenric suspiró y pensó “aquí vamos otra vez con esta plumitas berrinchuda y malcriada”

—¿Puedo ayudarte en algo?—acercándose más a ella.

—No, solo quiero estar sola.

Obviamente manchas no la dejaría, entonces se le ocurrió cambiar el tema.

—Me iré, pero antes quería decirte que todo está limpio, al fin sacaron todos los restos de esas cosas, el peor fue el primero, lo hubieras visto, las tripas por un lado y el cuerpo por otro ja, ja ,ja, nunca me imaginé sentir tanta emoción.

—¡Basta!—gritó Olive, molesta.

Kenric hizo silencio y se sorprendió.

—Solo te contaba—sonriendo.

—¡Te estás riendo!, ¿te parece divertido lo que pasó?

—Mmm, si me pareció divertido.

Olive se acercó molesta a él y le comenzó a reclamar.

—Te parece divertido pelear con esas cosas, cuando ni siquiera sabes controlarte, una bestia de esas casi te mata en la biblioteca, y tú te ríes de las tripas que le sacaste al otro,¿Qué pasa contigo Kenric?

—Pues simplemente veo esto divertido.

—¡Divertido!, pues a mí no me parece divertido, por qué tengo una responsabilidad contigo—comenzó a llorar nuevamente—,mira al pobre de Palermo, como decayó por ver qué no pudo salvar a su rey, pero tú no entiendes eso, no entiendes lo que siento y no te importa lo que siento, porque si te pasa algo yo…

Olive se detuvo justo allí y cerró sus ojos y apretó sus labios.

—¿Qué?, continua plumitas, dime—La animó el rey acercándose más a ella.

—¡Me muero, yo me muero Kenric!—lloraba, gritaba y hacía gestos con las manos— cuando ese ser oscuro te atacó por la espalda sentí que te perdía y yo sería testigo de eso—llevo sus manos al pecho—cuando quedaste encerrado con esa bestia me desesperé, quería tumbar esa puerta y no podía.

Kenric se acercó más a ella y la abrazo muy fuerte, para consolarla, no soportaba verla llorar. Él era más alto que ella así que la arropó completamente con sus musculosos brazos. Ella escuchaba el latir acelerado de su corazón y su cuerpo estaba caliente.

—¿Si me pasa algo en verdad te morirías?

Ella lo empuja para separarse de él, un poco molesta, creyó que seguiría burlándose de ella, pero la sujetó con fuerza y mirándola a los ojos le dijo.

—A mí me pasaría igual, si te pasa algo malo, me moriría mi plumitas, desde aquel beso me siento extraño contigo, quiero tenerte cerca y no quiero que nadie más te mire.

Olive estaba sorprendida por la confesión de Kenric y sin perder tiempo el volvió a besarla está vez no tan apasionado, fue más suave y delicado, no hubo plumas al aire ni polvo dorado, pero sin duda alguna fue mágico ese beso dónde sintieron de todo, sus cuerpos responden muy bien ante las sensaciones y Kenric la sujetó muy fuerte por la cintura, ella se sintió protegida, amada, resguardada, estaba feliz por estar en los brazos de su amado./

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