CAPÍTULO 10

La reina madre, al ser la primera en casarse, por derecho, le correspondía ser su primer hijo el heredero al trono; sin embargo, aunque en papel Anthony así lo fuera, en realidad la maldad de su padre lo había hecho quedar peor que los hijos de los sirvientes.

Cuando llegó al jardín del palacio auxiliar, luego de que su hijo la citara, se llevó una sorpresa al ver como este y Aiden estaban en una posición de conflicto, donde parecía ser que estaban discutiendo mucho.

Anthony, al ver como su bella madre, la cual su juventud y alegría fueron arrebatados por su monstruoso padre, se acercó a darle un beso en su mano.

—Solo hablábamos de la esclava que te comenté—dijo—madre, te quiero pedir un favor.

Invitándola a sentarse, en lo que esperaban la comida, la reina se quedó sorprendida por todo lo que estaba escuchando. Si bien no amaba al rey, ya que había sido obligada por este a casarse cuando apenas tenía diez años y el veintiuno, temía que el plan de ambos hombres no saliera como resultaba.

—Entiendo lo de la esclava—respondió—daré mi palabra de educarla; sin embargo, ¿cómo piensan usar eso para hacer que el rey retroceda?

Aun ignorando del todo que el destino final que ambos buscaban era matar al rey, estos suspiraron, ya que habían pensado mucho en la respuesta a aquella vital pregunta.

—Por ahora, solo es educarla, así sea como su doncella—respondió Aiden—más adelante le estaríamos informando, pero por seguridad entre menos usted sepa, mi reina, será lo mejor.

Anthony lo miró con recelo, sabía bien que no le diría a su madre que él lo había marcado, al igual que la esclava. En parte lo entendía, siendo que tampoco había dicho que la mujer también era su destinada, eso no evitó que un sentimiento de dolor punzara su corazón.

—Mi príncipe—la voz de un soldado, el cual se inclinaba en reverencia, resonó en medio del tenso silencio—el comandante lo llame.

Aiden, quien sabía lo que ese hombre, secuaz del rey, estaba planeando, se levantó en lugar de Anthony. Luego de mirar amenazante al soldado, le ordenó que comunicara que el mismo se encontraría con ese vejestorio.

—¿Qué piensas hacer?—preguntó Anthony, preocupado.

—Defender lo que es mío—respondió moviendo los labios para que él solo entendiera.

Una vez Aiden se fue, su madre lo miró nerviosa, al ver como su hijo estaba caliente y con la cara demasiado roja. Algo que dejó mal a su hijo, quien ya de por sí estaba mal por lo de la marca. Ahora se arrepentía de haberle dicho, días antes, la relación tensa que había con el comandante.

—Madre de mi corazón—dijo en un susurro—vayamos a comer, ya la mesa debe estar servida. Te presentaré también a la mujer y si es posible, ¿puedes ayudarnos a ponerle un nombre?

Su madre, aun preocupada, solo se limitó a asentir y una vez se levantó, arreglando la falda de su vestido, acompañó de la mano a su hijo dentro del palacio auxiliar.

—Reina mía—habló su hijo—le presento a la futura archiduquesa.

La mujer de mediana edad vio como una chica, la cual parecía una momia, intentaba hacer una reverencia con el cuerpo tan débil y maltratado como lo tenía. Más que asco, le dio fue lástima. Tragando duro de inmediato, frente sus ojos veía otra víctima de la maldad de su esposo.

Mientras tanto, Aiden, quien ya no soportaría más un solo abuso, teniendo a su cargo a dos personas que estaban enlazadas a él debido su marca, comenzó a caminar con propiedad y fiereza a la oficina del comandante.

Por un momento, al ver una estatua en un pozo, de una pareja de enamorados, se quedó pensando en sus propios sentimientos. Si bien no amaba ni a Anthony ni a la esclava, los protegería. ¡Haría pagar al rey por todo el daño que había hecho!

Se sentía tan bien, ya que poco a poco el enlace que tenía con el rey se iba disolviendo gracias a la presencia de la esclava, que con una sonrisa llegó finalmente a la oficina del vejestorio comandante. Una vez vio la puerta de su despacho, su mirada se volvió maligna, empezaría a derrumbar a todos los lacayos del rey, empezando con el comandante y luego con las sirvientas que acosaban a la futura archiduquesa.

Anthony, al ver que la noche pasaba y Aiden no volvía, decidió ir a buscarlo. Una vez que su madre se fuera, ayudó a que la esclava estuviera de nuevo en la cama.

Al ver que la esclava caminaba con dificultad, la tomó entre sus brazos y la dejó en la cama, arropada, en lo que las sirvientas llegaban a atenderla.

Al ver como sus labios estaban rosadas debido al jugo que estaban tomando en la cena, instintivamente los acarició, recordando también los de Aiden.

—Mi príncipe, ¿usted también quedó marcado, cierto?—preguntó—no quiero ser un problema para usted y el archiduque.

La esclava, cuyo nombre puesto por la reina ahora era Alicia, veía con dolor el cuello del príncipe, pensando que se había entrometido entre ambos.

“¿Cómo puedo explicarte que estoy así porque los quiero a ambos, pero no podrá ser?”

Después de pensar en aquella preguntó, negó con la cabeza y acarició la cabeza de la mujer, para que se calmara.

—Mi relación con el archiduque es solo de amistad—mintió con dolor—en cambio, el destino ha escogido que tú seas su amante, compañera destinada y futura esposa. Quédate tranquila.

Dicho eso, sin esperar a que le respondiera, salió de la habitación rumbo a la oficina del comandante de la guardia real.

Hacía unas semanas atrás que el comandante lo había descubierto salir de un bar, ya que deseaba desahogarse con otros hombres y no arrastrar a Aiden en sus gustos; sin embargo, aquello fue usado por el comandante a modo de chantaje para estar con él.

Se detuvo, apenas pensó en eso, si bien solo Aiden sabía lo del chantaje más, no que él era Gay, le preocupaba arrastrarlo de esa forma tan agresiva a su mundo, siendo que su querido amigo no lo era.

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