CAPÍTULO 4

Si bien le había dicho que lo cuidaría hasta que él se sintiera mejor y pudiera escapar, tenía la leve esperanza de que se quedara y fuera su familia. Todas las noches se sentía tan sola y los días eran una tortura cruel, que es gatito había sido algo nuevo pero lindo en su vida. Aunque solo durara un pequeño momento.

A raíz de lo contado por Aiden, el príncipe, aprovechando que su madre seguía durmiendo, decidió ir a hacerle una visita sorpresa a la esclava. Siendo que si ella era la encargada de mantener el estanque de su progenitora, por lo que no debería ser complicado para el llegar a esa área; sin embargo, había decidido mejor vestirse lo más sencillo posible para pasar con algún trabajador más de las caballerizas.

"Ir a cuidar a la mujer que te quiere quitar a tu hombre, ¡¿Cómo puedes tolerar aquella situación?!"

Fueron las palabras que llegaron a su mente, por parte de su espíritu guardián Torgal. Aquel ente espiritual lo había acompañado desde niño, luego de que el rey, en un ataque de ira, intentará asfixiarlo con una soga probando sus "métodos a adoctrinamiento" para la familia de Aiden.

"El hecho de que esté enamorado de Aiden, no quiere decir que él sea mi compañero destinado. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que desperté como brujo, sin que jamás, en ningún momento, mi alma se sintiera enlazada con Aiden?"

Respondió cabizbajo mientras salía rumbo al estanque de patos, pero con un claro nudo amargo en su garganta. Celoso era poco para describir los miles de sentimientos que le causaba, el saber que el hombre que había amado desde niño, el cual solo lo veía como un amigo de la infancia, había encontrado al fin a su compañera destinada.

—Igual, tampoco es como si hubiéramos podido estar juntos—dijo en un susurro saliendo al patio trasero del palacio.

Su padre, un rey tiránico y sin compasión, había prohibido las relaciones entre el mismo sexo. Siendo el solo un príncipe de adorno, sin gran poder, ni siquiera tendría la fuerza para luchar solo a no ser que estuviera Aiden a su lado. Por eso mismo aceptó cuidar a la esclava, debía y quería que ella pudiera liberar a su amigo del control de la monarquía para acabar con todo ese infierno.

"¡Aun así! ¡Tú llegaste primero!"

Gritó de nuevo su espíritu guardián enojado porque sentía que alguien se estaba metiendo en su territorio para robar algo valioso de su amo. Anthony solo movió de un lado a otro su cabeza, en señal de desaprobación, mientras llegaba al estanque de patos.

Más que estanque, se pudiera decir que era un lago, de no ser porque estaba limitado por el terreno del castillo, pudiera tener más terreno donde expandirse. Bellamente adornado con árboles de hojas rojas y amarillas, en realidad era un lugar de en sueño en toda la oscuridad que se estaba viviendo. Aquella era la razón, aparte de él mismo, que su madre no terminaba de perder la cordura.

—¡Cuidado!—la voz de una mujer lo alertó.

Sintió como algo se tiraba encima de él y lo protegía de algo fétido que había caído encima de ella. Al darse la vuelta, notó que se trataba de una mujer que parecía una niña, delgada, con los huesos prominentes, los ojos blancos como la leche que daba la ilusión de estar ciega y una cicatriz que marcaba su rostro.

—¿Está bien, señor?—preguntó la esclava a cargo del estanque.

La chica, al ver como la sirvienta que la había molestado en la mañana, regresó y con algunas de sus compañeras habían decidido ahora tirarle encima los excrementos que ellas habían hecho en el día; sin embargo, al ver que un extraño joven estaba en medio, había decidido parar el ataque con su propio cuerpo.

—¡Vaya regalito le has hecho a tu amante!—dijeron al unísono—¡Mierda para más mierda!

Las sirvientas, al ver que el hombre vestía ropa de los empleados de las caballerizas, nunca se imaginaron que se trataba del príncipe mayor. Por consiguiente, no les importó en absoluto humillarlo a él también.

—¡Límpialas antes de la tarde!—dijeron las sirvientas tirándola las bacinillas al cuerpo de la esclava.

Una vez las sirvientas se fueron, con una sonrisa un tanto dolorosa, la esclava miró directo a los ojos del príncipe. Aquello le causó impresión, tenía una herida en su tobillo a causa de la caída, su mano lastimada y una cortada en la cabeza producto del golpe con las bacinillas.

—¡No!—gritó la esclava preocupada—¡Manchó su uniforme! ¡Lo van a regañar por mi culpa!

Con una cara apremiante, aun con las heridas abiertas, dejó al hombre en su choza y sacando los implementos de limpieza, procedió a limpiar el desastre en el estanque antes de que la regañaran. Con rapidez, aun si siquiera limpiar la sangre, volvió a la choza y le pidió la camisa del príncipe para poder lavarla en una bandeja que tenía afuera.

—¿No vas a curar tus heridas?—preguntó el príncipe sentándose en la parte de atrás de la choza.

Su cara estaba tan roja que parecía y sentía en realidad que en cualquier momento podía desmayarse debido al olor que emanaba de la sangre de la esclava que suponía era la pareja de su amigo. No obstante, su espíritu guardián y su sangre de brujo le indicaban que ella era su pareja destinada también.

"¿Cómo es tan caprichoso destino de poner a una mujer como la compañera destinada de dos hombres?"

Preguntó Torgal, con ganas de irse encima de la esclava y hacerla suya, sin embargo, se estaba conteniendo por lo mal que se sentía el príncipe.

"No podemos hacerlo, ya Aiden la marcó, aparte sabes muy bien que no es recomendable que una humana sea marcada por dos criaturas"

Anthony no entendía como el lazo podía ser tan fuerte, siendo que él amaba a Aiden. Si lo que Torgal decía era cierto, entonces ¿El destino quería que esa mujer estuviera con dos hombres?

"¡Solo sería morder la otra mitad de su cuello! Al final Aiden ya la marcó en el otro lado, siendo que tú lo amas, ¿no estaría bien estar los tres juntos?"

"¡No! ¡No podemos! Ya suficiente tendremos al ocupar el trono, no podemos aspirar a más"

Dicho eso en su mente, aplacó un poco a Torgal y siguió observando a la esclava, quien colgaba su camisa mojada en las cuerdas, pálida por el dolor de los golpes.

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