CAPÍTULO 7

El anciano mayordomo frunció su rostro al ver la expresión de confusión y dolor que tenía su amo, aquel niño que cuidó desde que el archiduque anterior murió. Aquel pequeño infante que fue secuestrado por un año por el rey y sometido a torturas, siendo que fue regresado a la mansión desnudo y lleno de sangre, que cuidó de sus heridas y hasta le dio de beber de su propia sangre para ayudarlo a sanar, lo quería como si fuera su propio nieto.

—Sé lo que estás pensando—respondió Aiden mirándolo—no moriré tan fácilmente, no lo hice antes, menos ahora que está ella.

—¿Está seguro que una esclava podrá soportar el peso de ser archiduquesa?—preguntó con total franqueza—usted sabe, mi señor, que yo no discrimino a nadie. Es solo que ese puesto puede matar de inmediato a su portador.

Aiden asintió ante la explicación de su principal mayordomo, ya que sabía de ante mano el peso de ser miembro de su familia; sin embargo, no tenía otra opción.

—Por ahora el rey me dejará quieto—dijo recordando la tortura anterior—si bien es cierto que se enojará por haber escapado, no me matará tan fácil por haberlo hecho, puesto que soy la única arma que él tiene. Siendo ese el caso, tenemos una ventaja por donde empezar.

—¿A dónde va, mi señor?—preguntó al ver que Aiden volvió a su forma de gato.

—A visitar a mi futura esposa—respondió antes de irse por una ventana.

Su poder de transformación le permitía pasar por desapercibido en varias ocasiones. Aunque no era la forma original heredada al ser de una raza vampírica, era mejor trasladarse como gato que como un horrendo ser chupasangre. Siendo que como humano también llamaba la atención, de verdad no tenía de otra.

Luego de una hora de caminata, aprovechando la oscuridad de la noche, se estiró antes de saltar el muro del castillo y poder ingresar al lugar que había significado por años su propio infierno en la tierra. Si los informes de los espías estaban en lo correcto, el príncipe había llevado al palacio auxiliar, muy cercano a la recámara de la reina y de él, a la esclava que lo salvó hacía unos días atrás.

Aiden, ya dentro del palacio, se dirigió de inmediato a la habitación donde estaba la esclava, cosa que fue fácil de ubicar debido a su olor que era característico.

—¿Quién?—preguntó la esclava.

La chica se había despertado tras escuchar unos pasos; sin embargo, lo único que vio fue la oscuridad que retrocedía a un lado gracias a la chimenea que estaba en el centro.

—Veo que pudiste salir de ese horrible lugar—habló Aiden quién estaba sentado en una silla.

La esclava tuvo que entrecerrar los ojos para intentar ver al hombre que estaba escondido bajo la sombra.

—¿Quién es usted?—preguntó la esclava.

—¿Tan pronto olvidaste al gatito que salvaste?—respondió Aiden acercándose.

Los latidos de la esclava eran demasiado rápidos para ella soportar el ambiente, justo delante de ella estaba un hombre con la misma presencia madura del príncipe; sin embargo, aquel extraño era más dominante.

Aiden, quien estaba embriagado por el olor tan fuerte de la sangre de la esclava, así como un perfume particular que era propio de Anthony, se colocó encima de la esclava y agarró con fuerza sus muñecas para que no escapara.

—¿El gatito?—preguntó asustada—¿Usted es el gatito negro?

Sin responder a su pregunta, de inmediato la mordió en su cuello. Empezando a succionar su sangre, hacía que poco a poco su debilidad y los años de tortura empezaran a sanar.

La esclava, quien sentía que se desmayaria debido al dolor, entre lágrimas tuvo una pequeña visión. En esta se encontraba una extraña mujer bajo un árbol haciéndole unas coronas de flores a dos hombres frente suyo que no distinguía bien.

—¡Aiden!—gritó Anthony al ver lo que pasaba.

El príncipe y próximo brujo, al sentir la presencia de su mejor amigo, salió de su despacho a su encuentro, lo que jamás pensó es ver como se estaba descontrolando.

—Quiero más—dijo en un susurro.

El archiduque, estaba siendo sostenido de los brazos, mientras no dejaba de ver a la esclava, que aún tenía los ojos abiertos.

—Lo entiendo, pero ella aún está mal, si la debilitas no podrá recuperarse—intentó hacerlo entrar en razón.

Anthony, quien sabía que su fuerza no era equiparable a la del archiduque, intentó en vano sacarlo de la habitación. En tanto, Aiden, al oler el mismo perfume que había en la esclava, provenir de Anthony, lo jaló de un tirón y lo colocó al lado de ella.

El príncipe llevó energía mágica para hacerlo entrar en razón, pero un mordisco en su cuello lo sacó un segundo de su razón.

—¡Aiden, suéltame!—dijo Anthony—¡Has bebido mucho!

Aiden, quien no podía controlarse, solo podía usar a su querido amigo para controlarse; sin embargo, el olor de este y la sangre de su alteza, le permitió poco a poco controlar su instinto animal.

Mientras tanto, entre una palidez fantasmal y un poco de sonrojo, la esclava observaba como el hombre estaba encima del príncipe, al lado suyo, haciendo lo mismo que hizo con ella.

No supo cuando quedó inconsciente, solo que despertó gracias a un golpe seco que se escuchó en su habitación.

El príncipe, con el cuello bañado de sangre, al igual que ella, tuvo que encerrar en el baño a Aiden con una barrera, para esperar a que recobrara la cordura.

—Perdona a mi amigo—lo escuchó hablar a lo lejos—tienes mi palabra que lo golpearé por esto.

Anthony, al ver que otra vez la esclava se quedó dormida, usó su magia para cicatrizar la mordida tanto de él como de ella.

“¡Por fin el archiduque nos marcó!“

Habló Torgal alegre, ya que sabía que había una probabilidad de que esa marca naciera del mordisco.

“¡Ya te dije que eso no pasará!”

Con rabia se acercó al fuego y tomando un pedazo de leña caliente quemó su mordida.

“¡No! ¡No sabes si eso ayudará!"

Estaba triste al ver como su amo se torturaba y quería negarse a todo, aunque él amara al archiduque y ambos compartieran la misma pareja destinada, evitaría a toda costa entrometerse en medio.

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