CAPÍTULO 9

Dicho eso dejó aún más sonrojada a la esclava, la cual no se podía creer ni siquiera eso. No solo sería su esposa, sino también su compañera destinada, con la única que podría procrear hijos. Suspiró con cansancio, estaba empezando a creer que estaba muerte y que todo era una alucinación.

Analizando en retrospectiva, el haber rescatado a ese gatito de verdad la llenó de alegría, por una vez se sentía acompañada. Había veces en que las sirvientas venían y la amordazaban, mientras la azotaban. Todo aquello mientras escuchaba las burlas de ellas por su condición. No obstante, todo esto era un paso del infierno al cielo.

—¿Por qué no se quedó como gatito?—se preguntó en un susurro, ya acostada en la cama, mientras recordaba al dulce gatito.

No obstante, se llevó su mano a su pecho, intentando tranquilizar su corazón. No solo había conocido y se casaría con el archiduque Aiden, un bello hombre de piel un poco morena y cabello negro, sino también era la protegida del príncipe Anthony, de cabello rubio como el sol y piel que se asemejaba a la nieve.

Los dos de verdad podían tener a la más hermosa de las mujeres. Eran guapos, ricos e inteligentes, siendo ese el caso, ¿qué hacía una mendiga como ella al lado de ellos dos?

Una vez dejó a la esclava sola, en búsqueda del príncipe, para que ella mientras tanto pudiera descansar, suspiró y masajeó sus sienes. Era la primera vez que su debilidad lo había descontrolado tanto, de hecho, pedía a sus criados de confianza que capturaran a criminales para beber su sangre, sin miedo de matarlos. Debía ser cuidadoso o se llevaría a las dos personas más en importantes en su vida en esos momentos.

—¿Estás bien?—le preguntó al príncipe, apenas lo vio.

El hombre, quien tenía casi su misma edad, estaba sentado en el sofá del jardín, después de haber dado la orden de traer algo de comer tanto para ellos como para la esclava. Como estaba inclinado con la cabeza gacha, sosteniéndose el lado del cuello donde Aiden lo había mordido, no se dio cuenta de su llegada.

—Sí, lo estoy—respondió intentando ocultar su sonrojo.

"¡Dulce mentiroso!"

Escuchó el regaño mental de Torgal, haciendo que este se riera. Era cierto, era un mentiroso. Pero era lo único que podía hacer.

—No te preocupes—dijo Aiden tocando su hombro—yo me haré cargo de ti.

Con una sonrisa socarrona, le dio un pellizco en su brazo, haciendo que Aiden se retorciera de dolor. Aquello provocó que se sonrojara aún más, impidiendo que ocultara su vergüenza; sin embargo, debía ponerle los pies sobre la tierra al archiduque.

—¡¿Por qué me lastimas?!—preguntó sentándose en el sofá frente al príncipe—¡Te mordí y te terminé marcando, ahora tú y ella son míos!

"¡Aleluya! ¡Por fin!"

El grito de Torgal en su interior ni siquiera lo hizo cambiar de opinión, al contrario, provocó que su amo comenzara a tirarle todos los cojines que había en el sofá.

—¿Quién es el que se va a casar aquí?—preguntó enojado—¡Solo alguien es tuyo y solo tú eres de alguien!

Explicó haciéndose referencia a la unión entre los dos, tanto el cómo la esclava. Un hecho que lo sacaba de la ecuación, aunque ella también fuera su compañera destinada. Pensando en eso último un miedo lo invadió, si de verdad querían que él llegara el trono, debía asegurar su descendencia; sin embargo, él solo podía tener hijos, al igual que Aiden, con la esclava.

—¡Joder, Aiden!—gritó frustrado—¡Solo olvida lo que pasó! Aparte, ¿cuál marca dices que tengo?

Dicho eso le mostró el cuello y como estaba la cicatriz que él se hizo para ocultar la marca, de modo que Aiden no supiera tan a simple vista. Era un mago del fuego, podía intentar ocultarse gracias a ese elemento; no obstante, jamás pensó la actitud que tomaría Aiden al ver su cuello.

La ira de Aiden, al ver lo que se hizo su amigo, incrementó tanto que de inmediato agarró su cuello y lo mordió. Anthony, en el forcejeo, incrédulo por la fuerza de Aiden, intentó safazarse; sin embargo, al hacer presión donde antes lo mordió, hizo que sus nervios se quedaran palarizados.

—¡¿Cómo te atreves?!—preguntó al separarse—tú y ella ya fueron marcados por mí, ni tu magia de fuego evitará eso.

—Tienes agallas siendo que yo soy el príncipe—preguntó golpeando su rostro—¡¿Tengo que recordarte que las relaciones del mismo sexo están prohibidas?!

Aiden sabía eso, y si bien no fue su intención el haber marcado a su amigo con esa mordida, ahora siendo que él la tenía, ¡Era suyo! Al igual que la joven que lo salvó, ¡Tenían su marca!

Si bien no entendía por qué cuando olió el perfume del príncipe, mezclado con el aroma de la esclava, lo hizo sentirse más apegado a los dos, ya no podía echarse atrás sobre lo que hizo. Se haría responsable, aun cuando tuviera que matar a quien creó esa ley.

—Recuerda esto—se acercó y tomó su mano para luego besarla—yo seré quien te ponga en el trono; sin embargo, ahora que te he marcado, no solo serás mi rey. No solo mataré al rey, sino que haré que todos acepten que ustedes dos son míos, ¿algún problema, mi príncipe? Al fin y al cabo, quienes viven nuestras vidas somos nosotros, ¿por qué debería importarme lo demás?

—¿Y como crees que será eso?—preguntó en burla—¿El futuro rey será el esposo o concubino del archiduque? ¡Para ya con eso, Aiden! ¡Eres un hombre de mente!

Dicho eso intentó levantarse; sin embargo, la voz de su madre lo detuvo. Asustado, pensando en que de pronto ella escuchó la conversación, se tapó rápido su cuello y se arrodilló, junto con Aiden.

—¿Hijo mío?—preguntó su madre—¿Ocurre algo?

La reina madre, al ser la primera en casarse, por derecho, le correspondía ser su primer hijo el heredero al trono; sin embargo, aunque en papel Anthony así lo fuera, en realidad la maldad de su padre lo había hecho quedar peor que los hijos de los sirvientes.

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