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La lluvia llegó a la noche, la pequeña se despertó en cuanto las gotas comenzaron a mojarla, no recordaba donde estaba ni quién era. ¿cómo había llegado allí? Se levantó como pudo, se dio cuenta de las heridas de su espalda, y empezó a caminar rumbo al bosque negro. No sentía miedo de la oscuridad de la noche, solo tenía dolor y frío, estaba mojada de pies a cabeza. Camino por varios días, descansando en los huecos de los árboles, comiendo frutas que encontraba en el camino, poco a poco iba recordando su pasado y empezaba a llorar por todo lo ocurrido. No sabría decir con exactitud cuánto tiempo camino o cuanta distancia recorrió, hasta que llego a un lago, se sacó el vestido todo roto y sucio que tenía y se metió en el agua para lavarse. De pronto un ruido la puso en alerta, se escondió tras una roca que estaba cerca de la orilla para espiar a ver quien era o que era lo que se acercaba. De pronto una mujer sale de atrás de un árbol, su vestimenta era rara, pero era tan hermosa que solamente se quedó mirándola.

La chica se desvistió y dejó todo acomodado, al parecer al igual que ella, iba a tomar un baño, se introdujo también en el agua y se sumergió en ella. Al salir a flote miro para el lado que Ámbar estaba escondida.

¿Piensas espiarme mucho tiempo más?- soltó junto a una risa.

No era mi intención, discúlpame- salió de su escondite.

Pero si eres una pequeña, ¿acaso vives por aquí?- dijo asombrada pues esperaba encontrarse con alguien más.

Vivía, en el reino del sur, mi nombre es Ámbar- la desconfianza hacía que no pudiese acercarse más.

Mi nombre es Ana, soy la sacerdotisa de la aldea de Um, ¿con qué el reino de los brujos?- dijo curiosa - ¿eres de la realeza?.

Eso ya no importa, no queda nada de ese reino- la tristeza cruzo sus ojos, y las lágrimas no se pudieron contener.

Ven preciosa, es hora de salir del agua y conversar- dijo amablemente Ana.

Al principio Ámbar tenía miedo de esa mujer, pero poco a poco fue confiando en ella y le contó todo. La sacerdotisa le preparo algo de comer y le consiguió ropa nueva para reemplazar la porquería que le habían hecho usar.

He escuchado de la existencia de los brujos malditos, pero la verdad creo que cada uno es responsable de poder manejar sus propios demonios y la gente alrededor es también responsable de no despertarlos, tú has sufrido lo que nadie debe sufrir en el mundo, pues al final no dejas de ser una niña que no merecía todo lo que te hicieron. Si quieres puedes venir y vivir conmigo, no permitiré que uses magia así nadie sabe de tu existencia y de paso te enseñaré a usar tus poderes espirituales así puedes ayudarme en el santuario- le dijo amablemente.

¿Crees que me aceptarán en la aldea en la que vives?- temía ser de nuevo presa de las maldades y atrocidades de la gente.

Mientras estés conmigo nada malo te pasará, solamente no digas nada de tu pasado, al que pregunte le diremos que te encontré en el bosque y que tu aldea fue atacada por demonio, de esa manera jamás te molestaran y te aceptarán siempre, no usaras tus poderes sobre los elementos y vivirás la vida normal de cualquier ser humano- le explicó pacientemente -¿crees que puedes hacerlo?

¿Puedo mantener mi nombre? Es lo único que pido- dijo con la cabeza agachada. Quizás una nueva posibilidad de vida era mejor que vagar sola por toda la eternidad.

Claro que puedes, solo recuerda tú eres Ámbar hija de unos aldeanos asesinados por demonios- le guiñó el ojo y le extendió su mano.

La pequeña no dudó en tomarla y aferrarse a esa idea. Tomaron un rumbo más al este y se alejaron de todos los malos recuerdos que el sur representaba para ella, solo se guardaba en su corazón el amor que templanza y raíl le habían dado a lo largo de esos 7 años de vida. Solamente eso quería conservar en su corazón. No le habían dado tiempo de despedirse, no habían dejado que ellas siguieran con vida. Pero ahora podía hacer lo que ellas querían que hiciera VIVIR, aun si fuese una simple humana, viviría por ellas, por su memoria y por lo que habían hecho.

Tardaron un día entero en regresar a la aldea, cuando todos vieron a su sacerdotisa acompañada de una niña, empezaron las preguntas, pero a todos se les daba la misma respuesta, una aldea aniquilada completamente por demonios, solo ella había sobrevivido y así nadie más preguntaba, al contrario, la trataban muy bien por la pena de que hubiese perdido todo. Todos los habitantes la hicieron sentir muy cómoda y como en casa, por fin había encontrado su lugar en el mundo.

Empezó a practicar el uso de sus poderes espirituales, se le daba muy bien la formación de escudos protectores y el uso de arcos y flechas, en pocos meses aprendió a dominar las flechas sagradas y cuando cumplió los 9 años, comenzó a salir con Ana a ayudar a otras aldeas que tenía problemas con demonios de menor rango. Así comprendió que su trabajo era ayudar al que lo necesitaba. Como ya había estudiado en el reino de plantas medicinales y sus empleos, el preparar ungüentos era algo que sabía hacer hasta con los ojos cerrados. Podía curar heridas profundas y también ayudaba a las mujeres a dar a luz. De hecho ayudó muy bien a Ana cuando dio a luz a su hija Anahi.

Le gustaba mucho poder ser útil en la aldea que la había recibido con los brazos abiertos, así que despertaba antes de que se pusiera el sol para empezar con sus labores, visitaba a todos los enfermos o a los bebés recién nacidos, ya a la edad de doce años, iba por los caminos con su pequeña hermanita a upa, mientras Ana aseaba el santuario o se iba, a veces por días a exterminar demonios en otras aldeas.

Aunque por las noches extrañaba a sus mamas, sabía que ahora la cuidaban desde el cielo y que no había encontrado un mejor hogar que en el que estaba. Ámbar aprendió a agradecer cada cosa que el destino le puso en el camino fuese buena o mala. Pues así había llegado adonde estaba hoy. Y no sé arrepentía, ahora tenía a Ana y a Anahi en su vida y juro protegerlas de lo que fuese.

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