III . Un encuentro al atardecer

Capítulo III

El tiempo seguía su curso en la Academia Nueva Era, y la relación entre Hope y Elías se volvía cada vez más intrigante a medida que los días pasaban. A pesar de las limitaciones de tiempo y la naturaleza especial de los vampiros, Hope no podía evitar pensar en él.

Esa tarde, después de clases, ella decidió explorar uno de los jardines interiores de la academia. Las enredaderas y las flores exóticas creaban un ambiente mágico, y el lugar estaba iluminado por una luz dorada que atravesaba los cristales del techo. Sabía que los vampiros solo podían tolerar breves momentos de exposición al sol, y en ese momento del día, el atardecer, era el instante más seguro para tratar de encontrarse con Elías.

Mientras paseaba por el jardín, la voz suave y melodiosa de Elías la sacó de sus pensamientos.

—Hope, no esperaba encontrarte aquí —indicó Elías, quien llevaba una capa negra que lo ayudaba a protegerse de la luz del sol.

Ella se volvió hacia él, una sonrisa llegó a iluminar su rostro. Había conseguido lo que tanto quería y Elías, como un ángel, estaba frente a ella.

—Estaba explorando esta hermosa parte. Parece que solo podemos encontrarnos cuando el sol está a punto de ponerse —reconoció ella con angustia. Le encantaría compartir las clases con él.

Elías asintió con una mirada pensativa. Él también sentía que el tiempo que compartían era poco, pero no había manera de verse de día y de noche Hope tenía toque de queda en su dormitorio.

—Sí, el sol es nuestro enemigo, pero también es un recordatorio de la belleza efímera de la vida —indicó él al recordar un poema que había leído cuarenta años atrás.

—Aunque las mariposas vuelen, caerán como la noche. ¿También te gusta esa autora? —preguntó Hope sorprendida.

—Sí, me dolió mucho enterarme de que había fallecido —indicó él sin darse cuenta de que había activado los celos de Hope.

—¿Se conocieron bien? —preguntó ella.

—En realidad no, solo la encontré un verano en una de mis vacaciones fuera de la academia —indicó él, ajeno a los celos de su amiga.

—¿Te gustó ella? —preguntó Hope de manera directa.

—Era muy talentosa —indicó él y en ese momento notó que Hope estaba de brazos cruzados—. Nunca me gustó alguien de esa manera. No pienses esa clase de cosas.

—Es que ella es maravillosa, y tal vez ustedes… Tienes derecho, después de todo eres mayor de edad —indicó ella ofendida.

Elías no pudo evitar empezar a reír. Le parecía muy dulce que Hope lo celara de ese modo.

—Ella no se compara contigo y lo que tú me haces sentir. ¿Comprendes lo que te digo? —preguntó él, pero ella no respondió, por lo que avergonzado trató de cambiar de tema—. Además, no soy mayor de edad, en edad de vampiro tengo solo diecisiete años. Nuestra manera de envejecer es distinta a la de los humanos comunes.

—¿Lo dices en serio? —preguntó Hope.

—Claro, tenemos una planilla que te puedo mostrar —dijo él, ajeno a la intención de la pregunta de su amiga.

—Digo, ¿soy especial para ti? —preguntó ella muy nerviosa.

—Sí, es decir, sí, no. Es que… —Ambos estaban muy avergonzados.

—¿Cuál es tu sueño? —le preguntó Hope apresurada, para cambiar de tema.

—¿Mi sueño? —repitió él sorprendido.

—Sí, ¿que deseas hacer cuando salgas de la academia? —preguntó ella sonriendo al notar la cara de sorpresa de su amigo.

—La verdad es que todavía no lo pensé, aún me quedan cinco años en la academia —indicó él y ella se sorprendió.

—¿Solo cinco años? —preguntó sintiendo que eso le alegraba el día.

—Sí, hace cuarenta y cinco años que estoy aquí. Por lo que debería empezar a meditar sobre mi futuro. Pero la verdad es que no tengo ganas —le comentó él, al recordar que sus padres estaban muertos y que cuando saliera de ahí se quedaría solo.

—A mí me gustaría ser restauradora —indicó ella, ese era el nombre que se les daba a quienes reparaban obras de arte—. Siempre me pareció interesante la historia. Aunque la verdad es que también quisiera ser detective.

—Tienes varios sueños, te envidio —dijo Elías sonriendo. Hope era una chica maravillosa, todo lo que él deseaba ser algún día. Lo efímero de la vida de los humanos comunes hacía que los casi inmortales los envidiaran—. Antes de pensar en tus sueños, en lo que quieres hacer cuando salgas de aquí deberías hablarme de tus pasiones. ¿Qué cosas son tus favoritas?

—Pues si es así, amo leer, los libros antiguos. Me parece que he memorizado más de los que debería —reconoció él.

—Eso es interesante, quizás podríamos trabajar juntos algún día —indicó ella sonriendo—. ¿Te imaginas? Sería genial que al salir de aquí ambos pudiéramos ser colegas y que los dos restauráramos libros antiguos.

Su conversación fluyó con naturalidad. Hablaron de sueños, de lo que anhelaban para el futuro, y de sus deseos más profundos. Hope se sentía cada vez más atraída hacia él, y parecía que Elías compartía esos sentimientos.

Lamentablemente, el atardecer se desvanecía en el horizonte, y fue cuando Elías se puso de pie con cuidado.

—Debo regresar a mis clases nocturnas —indicó él de mala gana, deseaba quedarse con Hope toda la noche, pero si lo hacía la metería en problemas—. Hope, no sé si tendremos muchas oportunidades como esta, pero quiero que sepas que cada momento a tu lado es precioso para mí. Y lo atesoraré por siempre.

Hope, asintió con comprensión, consciente de las limitaciones que su relación enfrentaba. Aunque fueran amigos y llegaran algún día a trabajar juntos, Hope moriría tras unos sesenta o setenta años. Solo unas décadas más de las que Elías había pasado en la academia, por lo que para él no era nada en realidad. Que dijera eso no haría sentir mejor a Hope, quien aún le costaba asimilar que ellos siempre serían de distintos mundos.

—Yo también valoro cada instante que compartimos —le respondió con tristeza, ya que el tiempo se les había terminado.

Elías le dedicó una última mirada apasionada antes de desaparecer en la penumbra de la academia. Hope se quedó sola en el jardín, con el corazón lleno de emociones encontradas. Sabía que, aunque su relación era complicada y fugaz a los ojos de un vampiro, cada encuentro al atardecer fortalecía su conexión.

Autora: Osaku

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