Capítulo once.

Olivia

—No los dejes entrar —le respondo a mi asistente, quien me marcó para informarme de las visitas poco gratas de mis padres. A quienes por obvias razones no quiero ver ni en pintura o podría terminar encerrada junto con Kristel en ese hospital.

—¿Paso algo? —me pregunta el idiota de Mason, con quien estaba teniendo una agradable reunión de negocios. El idiota mira de la puerta a mí, como si sintiera la cercanía de mis padres.

—Nada que no sea normal —le respondo—. Volvamos con el trabajo —señalo con un láser rojo la pantalla, rodeo una de las palabras—. Si vamos a empezar con la modificación, necesitamos empezar por aquí. Los hijos de puta de los Kimber quieren abrir un negocio de electrodomésticos con los Sorin de Rumania. ¿Sabes lo que significa? Competencia —murmuro, enfadada—. Y odio la competencia.

—¿Sabes? Por eso la gente cree que estás loca —lo fulmino con la mirada y Mason rueda sus ojos—. Ya investigué, no van a abrir una empresa de electrodomésticos y aunque lo hicieran, nosotros tenemos el puesto número uno en ventas —me sonríe, triunfante, mi ceño se frunce y quiero lanzarle algo.

—Por eso es por lo que tu esposa te dejó —me mira, ofendido.

—Oye, eso fue muy grosero.

—Cállate. Si sigues obsesionado que tu legado permanecerá intacto luego de tantos años, te van a derrumbar —no tiene caso hablar sobre electrodomésticos y las mejoras que nuestros equipos idearon, en su lugar cambio de diapositiva y la muevo a la que me importa.

—¿Qué es eso?

—Es un nuevo proyecto. Hable con los O'Neal y con los Garrett —luce sorprendido, me aplaude un poco y ve la diapositiva—. Vamos a trabajar en la fusión de una parte de nuestras empresas, entre ellas, la tuya.

—¿Yo? Pero a mí no me habían dicho nada —pongo mis ojos en blanco, tengo que explicarle todo dos veces para que entienda.

—No, yo lo hice.

—¿Por qué...?

—Es una buena idea, solo tienes que firmar. la fusión de cuatro grandes empresas es algo colosal, así podrá hacer que Gabriel Kimber se meta un palo por el culo.

—¿Cuál es tu odio por los Kimber? No son personas honestas, pero tampoco son personas malvadas.

—No hables bien de un grupo de mafiosos, Mason.

—Solo no debes involucrarte con ellos —se encoge de hombros.

—Siempre vas a tener que involucrarte con ellos, porque es parte de las franquicias y los negocios, ya sea para trabajar con ellos o para obtener su protección.

—A Wentz no le gustará eso.

—Los Dankworth planean retirarse y entregarles la organización a los Kimber —exclama.

—¿Cómo sabes eso?

—Tengo que estar bien informada todo el tiempo. ¡Como sea! —golpeo mi escritorio y le señalo la imagen—. Te enviaré toda la información de lo que trata la fusión y quiénes estarán aliándose y por supuesto que los beneficios que representa la fusión de las empresas.

—¿Estás segura de que es un buen plan?

—¡Es un plan perfecto!

—¿Por qué eres una controladora? —pregunta en un susurro, pero alcanzo a escucharlo.

—¿Qué dijiste? —antes de poder iniciar una pelea verbal, las puertas de mi oficina se abren.

—Ay, presidenta, lo intenté, hice todo lo que pude, pero su padre... —mi asistente luce agotado, no sé qué pudieron haberle hecho, parece que fue torturado por mis padres, quienes entran triunfantes.

—Bueno, esperaré tu mensaje. Nos vemos —cobarde, Mason se pone de pie y se marcha luego de saludar brevemente a mis padres. Tomo asiento y le hago una señal a mi asistente para que se retire. Una vez los tres solos compartiendo un espacio privado en donde podemos hablar de negocios, pero que ellos prefieren usar la comodidad de la privacidad para hablar de asuntos banales como la familia.

—¿No fui muy clara? No quiero verlos —me cruzo de brazos y quisiera distraerme en otras cosas, pero necesito lucir determinada viéndolos fijamente hasta presionarlos emocionalmente para que me dejen en paz.

—Sé que estás enfadada, cariño —empieza mi padre—. Sin embargo, lo que tu madre y yo hicimos fue de acuerdo con...

—La doctora charlatana de Kristel, pero no importa cuánto te lo pidan, te vuelves cómplice cuando aceptas y creo que ustedes aceptaron felizmente el traicionarme —soy un poco dramática, pero es que en serio que me hicieron enfadar—. Y no estoy enfadada. Estoy más que eso, ahora mismo desearía poder correrlos de la empresa, pero es tuya más que mía. Así que me voy yo —me pongo de pie y tomo mi abrigo y mi bolsa, junto con mi celular.

—Olivia —mi madre llega hasta mí y sujeta mis manos—. Por favor, no hagas esto más difícil. La doctora de Kristel dijo que tu hermana mostraba más avances cuando tú ibas.

—¿Qué? En serio que es una charlatana —resoplo, me suelto del agarre de mi madre, que me está dando asco y camino evitándolos—. Hagan lo que quieran, no les voy a impedir ayudar a su hija, pero no me involucren. No estoy interesada en ella o en ustedes.

Necesito alcoholizarme con urgencia.

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