Capítulo nueve.

Bella

Es una persona cruel. Eso es todo lo que puedo pensar mientras la escucho, y aunque es cruel, creo que es demasiado astuta.

—Siempre me han dicho que soy una desinteresada, en el significado que me deja como la mala, pero no tengo la obligación por querer a alguien, ni siquiera por ser familia, eso es lo mismo contigo. No tienes la obligación de estar preocupada por tu madre, si no significa nada para ti.

—Ella significa mucho para mí.

—No lo creo.

—No sabes nada.

—No, de hecho, no, pero sé lo que vi, y ese no es el rostro de alguien preocupada, ¿asustada? Posiblemente, pero no preocupada, ni por saber qué fue lo que la llevo al quirófano, ni por saber si sigue viva.

—No es... no es cierto —mi voz se quiebra.

—¿Por qué te cuesta ser honesta contigo mismo? Miénteme en la cara si eso te hace sentir segura, pero ¿por qué te estás mintiendo tanto?

—Tú no sabes nada —repito.

—Ja, no, no lo sé, ya te dije, pero sé que estás mintiendo, no te interesa si tu madre vive o muere, como el hecho de que te gustan las mujeres —siento que me sofoco, como si sus palabras fueran un gancho directo—. No sé nada de ti, y honestamente no me interesa saber, sin embargo, detesto a los mentirosos, y siempre que alguien quiere mentirme y mentirse, no puedo evitar molestarlo hasta que sus mentiras sean descubiertas.

—¿Por qué eres tan...? —no puedo terminar la pregunta, mis ojos se llenan de lágrimas y termino llorando, no porque me duelan sus palabras, sino porque me siento asqueada de mí misma, sé lo que soy, sé lo que ocultó y por eso sé perfectamente cuando estoy mintiendo, mentirme era cosa de todos los días, lo he hecho casi toda mi vida, Stacy fue la primera en darse cuenta de que me mentía, pero lo dejó pasar, ¿por qué una completa desconocida no puede dejarlo pasar?

—Tu llanto está haciendo que me sienta incómoda, pero no culpable, así que deja de llorar o llora más bajito —ahora me enfado lo suficiente como para sujetarla del cabello y jalárselo—. ¡Ah! ¿Qué haces?

—¡Eres una perra malvada! ¡¿Por qué no puedes simpatizar un poco más?! ¡¿Te falta empatía, psicópata?! ¡Tú y tu hermana deberían estar encerradas en el mismo manicomio! —con mis dos manos sujeto su cabello y se lo jalo, mientras sigo llorando, Olivia lleva sus manos a las mías e intenta apartarlas, pero toda mi frustración acumulada explota y no hay fuerza que me aleje de ella.

>> ¿No puedes fingir que no te das cuenta de mis mentiras? ¡Yo no soy una perra malvada como tú! Pero me haces sentir como una.

—Ay, está loca. ¡¿Es esa mi culpa?! —deja de intentar alejarme, y ahora lleva sus manos a mi cabello y lo jala.

—¡Ah!

—¡Eso duele! —se queja mientras yo jalo del suyo.

—¡Suéltame!

—¡Tú empezaste! —jala más fuerte y yo tampoco me contengo.

—¡No, no estaba preocupada! En realidad, salí corriendo porque esperaba la noticia de que ya estuviera muerta, todo el camino hasta este lugar recé porque muriera. Yo... no la odio, no importa qué tan mala fue conmigo, no la odio, pero sé que es mejor que muera a que siga viviendo miserablemente en un hospital psiquiátrico —grito y mis manos se resbalan hasta su ropa, también la jalo, porque ya no puedo detenerme y no quiero—. Sigo esperando a que muera, incluso haciendo todo esto, sigo rezando para que muera. Pero no quería admitirlo, ¡porque no soy una mala persona! ¡No soy una mala persona deseando la muerte de mi madre! ¡Buaaaaa! —la suelto y ni siquiera me di cuenta cuándo Olivia ya me había soltado. Cubro mi rostro con mis manos y de repente me abraza, es una posición muy incómoda por el poco espacio del auto.

—Me dijeron que debo disculparme cada vez que se me sale lo perra... la cosa es... que lo siento. No debí presionarte de esa manera, es solo que estaba enfadada y me desquité contigo —bueno, no es tan malvada—. Aun así, quiero golpearte por haberme jalado el cabello. Creo que fui humillada de alguna forma, así que no estaré tranquila hasta que te golpeé —mis sollozos se mezclan con mi risa—. No eres una mala persona. No creo que lo seas.

Sorbo mi nariz y ella hace un ruido como de asco y me río, pero enseguida me da hipo.

—Hic...

—Ay, no puede ser. No sabes cómo me estresa el hipo, tenerlo y escucharlo —se aleja de mí y yo doy un respingón por el hipo—. Contén la respiración.

—¿Cómo voy a hacer...? Hic —me interrumpo, rueda sus ojos y me tapa la nariz y la boca con sus manos, mis ojos se agrandan.

—Esto te quitará el hipo —los primeros segundos no pasa nada, luego me siento mareada, la manoteo hasta que se quita—. Oye, trato de ayudarte.

—¡Asfixiándome! Hic...

—Vamos, faltaba poco.

—Suelta... hic... —nos damos de manotazos en lo que intenta taparme la boca y la nariz y yo tratando de evitarlo.

—Ay, vamos, coopera, me estresa tu hipo.

—Eres una psicópata... —me alejo de ella, se estresa lo suficiente como para hincarse sobre el asiente y saltar sobre mí, me golpeó la cabeza contra el cristal de la ventana y no solo está frío, también duele, estoy por quejarme, pero Olivia aprovecha para taparme la boca, pone una mano en mi boca y la otra contra la ventana para apoyarse.

—Solo serán unos segundos.

—No quiero —mi voz se escucha apagada por su mano, rueda sus ojos y veo cómo su mano se resbala, haciendo que se tropiece y caiga encima de mí, su frente golpea con mi nariz y al fin el hipo desapareció—. ¡Ah! —llevo mis manos a mi nariz y por suerte no estoy sangrando.

—Ay, maldita nariz de perico.

—¿Qué le dijiste a mi nariz? —me ofendo, levanta su cabeza y me fulmina con la mirada.

—¡Me duele la cabeza por tu culpa!

—Oye, yo soy la más herida de las dos —me quejo, creo que seguiremos peleando, pero suena mi celular.

—Que horrible tono de llamada.

—Ah, voy a golpearte —intento alejarla de mí, y ella también intenta levantarse, pero de nuevo se resbala y esta vez no solo se golpea mi nariz contra la suya, también nuestros labios se juntan ¿o se golpean?

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