Capitulo 18. Viaje a Alaska (parte 2)

Lían.

Si me preguntan que tal ha ido el viaje, pues empezando con que odio el frío, va de mal en peor, ayer hubo una tormenta de nieve y por poco y me congelo del puto frío que hizo, no salí de mi habitación, solo cuando tocaba comer.

No me he cruzado con Mía, desde el día que llegamos, o sea hace dos días, hoy es su cumpleaños y aunque la evite, creo que hoy no puedo hacerlo.

Dylan no me habla, a penas y cruzamos palabras, Anderson nos preguntó, pero ninguno de los dos dimos explicaciones, es mejor así y es en algo que ambos estamos de acuerdo.

La verdad no sé que es lo que está tramando Mía, espero y sea algo que pueda hacer, no estoy de ánimo para llevarla a otro concierto, mucho menos con el frío que hace.

Son las seis de la mañana y aunque quiera quedarme unas horas más en la cama, ya no puedo, Dylan ronca mucho, quisiera desquitarme por haberme despertado anoche cuando llegó, pero no merece ni mi tiempo ni mi atención.

Sé que volvió a salir con Mía y aunque Dana me vino a invitar, tuve que denegar la invitación, hubiese sido incómodo y un poco tedioso, por lo que preferí evitar eso, aunque a cada nada veía por la ventana a la espera que llegarán, pero el sueño me venció y me quede dormido hasta que Dylan llegó.

La mañana sigue fría, ya no está nevando, pero el frío sigue, estiro un poco mis extremidades y me preparo para trotar, necesito coger calor para empezar el día.

No puedo quejarme con el paisaje que me rodea, los árboles llenos de nieve le dan un toque especial. Me alejo un poco de la casa de los Evans y me sumerjo al bosque.

Se siente bien alejarse un poco del bullicio de la casa, ya los gritos de Anderson y Rolan me tenían con los tímpanos a nada de estallar. Desde dónde estoy diviso un pequeño lago que está congelado, camino sin perder de vista lo que estoy viendo y cuando llego me quedo anonadado con lo que tengo enfrente.

No sabía que patinaba, no es que sea profesional, pero lo hace tan bien que si se lo propone puede ser una patinadora de las ligas mundiales.

Me quedo contemplando cada cosa que hace, como en cada giró demuestra su delicadeza que la caracteriza, pero lo que me tiene en este estado, es la hermosa sonrisa que se le dibuja cada vez que el viento revolotea su cabello.

No sé cuánto tiempo llevo aquí, pero me espabilo cuando oigo voces a los lejos, medio me alcanzo a esconder para que no noten mi presencia, pero fue un error, porque el ver a Dylan acercándose a Mía me amarga la mañana.

- No pensé que fueras tan buena-. Le dice.

- No lo soy, pero hago mi mayor esfuerzo-. Le responde Mía mientras se quita los patines.

- Creo que eres fabulosa-. La alaga.

- Gracias-. Le regala una sonrisa.

Ambos se van y yo me quedo dónde estoy, observando hasta que desaparecen de mi vista, quisiera ser yo el que la acompañe pero...

Sigo mi camino y trato de sacar de mi mente a Mía con sus patines, pero no logro hacerlo por lo que opto por regresar a la casa, ya todos están desayunando, pero no voy al comedor, paso de largo y me encierro en la habitación.

No me he terminado de sacar el calentador cuando dan dos toques en la puerta, sé quién es y aunque quisiera no abrirle ya fue suficiente de escabullirme como si tuviera algo a que temer.

- Que quieres ahora-. Le digo ni bien abro la puerta.

- Te traje esto-. Me da un late.

Miro lo que me ofrece y levanto la ceja, esto no puede ser nada bueno, ella siempre tiene un haz bajo la manga.

- Anda al grano que no estoy de humor-. Digo tajante al recordarla a ella y Dylan en el lago.

- ¿Por qué estás así?-. Pregunta ofendida.

- Me lo estás preguntado o es sarcasmo-. Me cruzo de brazos.

Abre y cierra la boca, pero no dice nada, empuña sus manos y arruga las cejas, pienso que se va a ir a ser un berrinche, pero no lo hace.

- Sabes que, contigo uno no puede tener ninguno detalle, eres un idiota y mal agradecido, pensé en dejar pasar mi deseo este año, pero al ver cómo me has tratado, te espero en media hora abajo-. Demanda.

- No eres quien para darme órdenes-. Le dejo claro.

- Si así lo quieres, entonces atente a las consecuencias-. Me amenaza.

- Has lo que quieras-. Le dejo claro.

Estoy por cerrar la puerta, pero me la detiene, otra vez pienso que se va a disculpar o algo por estilo, pero de nuevo me deja sorprendido.

- Esto es mío-. Me arrebata él late que me había traído y se va.

Cierro la puerta de un portazo y me meto a la ducha, no demoro mucho porque está haciendo un puto frío que si me quedo más tiempo me congelo en la bañera.

No me he terminado de vestir cuando ya tengo a Rolan en la habitación, se a lo que ha venido, porque de seguro Mía ya le fue con el cuento.

- El reto tienes que cumplirlo o...

- Yo no recibo órdenes de nadie, mucho menos de una niñata-. Lo interrumpo.

- Niñata que te gusta-. Me dice tensado mi cuerpo.

- Deja de decir babosadas-. Le recrimino.

- Babosadas o no, sabes que digo la verdad, pero ese no es el punto, yo cumplí mi reto y el tuyo aún no ha terminado, así que baja, pon tu mejor cara y complace a tu ama-. Dictamina.

- Jódete-. Digo tirándome a la cama.

No sigue insistiendo, pero a los segundos llega una notificación de un en vivo de Rolan donde pone como título, las verdades de Lían, medio me pongo la bufanda y corro escalera abajo.

- ¡Qué mierda contigo Rolan!-. Le grito cuando ríe como el gato en el país de las maravillas.

- Así me gusta-. Me palmea la espalda-. Ahora ponte los guantes porque nos vamos de excursión.

Salgo de la casa con mi cara de "si me miras te mato", más adelante va la culpable de que esté aquí afuera con este frío en vez de estar en la cama, acurrucado y viendo Netflix.

El teleférico nos lleva a la cima de la montaña, y por lo que va esto, ya no me está gustando nada ¿que tanto le contó Dana de mí a Mía?.

No quiero salir de la cabina del teleférico, ya tengo una idea de lo que la loca de Mía me pedirá y simplemente no lo voy a hacer.

- Primero les agradezco a los que se acordaron de mi cumpleaños y me felicitaron-. Dice mirándome con reproche-. Y lo segundo es que vamos a cumplir unos de mis mayores deseos.

Aplaude y me mira con malicia, trago grueso, porque yo ya conozco a la Mía vengativa y estoy seguro que mi trato de hace rato en mi habitación no me ha ayudado para nada.

- ¿Qué haremos?-. Pregunta Nora emocionada.

- Paracaidismo-. Dice con simpleza Mía y a mí se me quiere bajar la presión.

- Paso-. Dice Anderson.

- Lo siento hermanito, pero si no querías hacerlo ¿porque viniste con nosotros?-. Le pregunta.

- Te vine a cuidar-. Responde, pero todos sabemos que está aquí por Nora.

- A pues no te hubieses preocupado, que para eso está Lían-. Me señala.

Niego y su sonrisa se agranda, sabe que me tiene cogido de las pelotas, pero lucharé hasta que ya no me quede fuerzas.

- No pienso tirarme de ningún paracaídas-. Digo firme para que le quede claro.

- Si no te lo estaba preguntado-. Le hace señas a un señor y este empieza a prepararnos.

¡Joder con esta niñata!, pero más gilipollas yo que no puedo decirle que no a sus caprichos.

El señor deja todo listo y nos pregunta si ya estamos listos, niego repetidas veces mientras que Mía ansia estar en el aire.

- Escúchame Mía, lamento haberte tratado como lo hice hace un rato, también discúlpame por no felicitarte, pero por favor no me pidas esto-. Le digo, bueno casi le estoy rogando.

Sonríe y se posa frente a mí, sus ojos me calman un poco, pero el miedo sigue allí.

- Tranquilo, yo estaré contigo todo el tiempo-. Sus palabras no me dan consuelo.

Ella ama la adrenalina, a mí también me gusta, pero todo lo que tenga qué ver con tierra, porque otra cosa que odio más que el frío son las alturas.

Me pongo detrás de ella y el señor nos dice que empecemos a correr para coger vuelo, y yo lo único que quiero es coger mis maletas e irme a mi casa.

El frío choca en mi rostro, pero no abro los ojos y no los pienso abrir hasta que esto acabe. Mía maniobra el paracaídas y parece experta, escucho como alguien grita y no necesito abrir los ojos para saber de quién se trata.

- ¡Quiero a mi mami!-. Grita Anderson mientras escucho como Rolan se ríe.

No lo estoy viendo, pero apuesto a que lo está grabando, Rolan es así, todo lo filma y después te amenaza con publicarlo si no haces lo que dice.

- ¡Vamos Lían abre los ojos, te estás perdiendo del hermoso paisaje!-. Me dice Mía, pero no le hago caso.

Escucho la risa de Dylan que viene con la otra amiga de Mía, el saber que a él le gusta la adrenalina extrema igual que a Mía me hace arder el estómago.

- ¡Ahhhhh, no vamos a chocar con los árboles!-. Grita de repente Mía.

No abro los ojos, la conozco y se que hará de todo para que abra los ojos, pero no le daré el gusto.

- ¡Joder!-. Vuelve al gritar, pero esta vez su voz tiembla.

Sigo sin abrir los ojos, pero el sollozo de Mía me dice que en verdad estamos en problemas, lentamente abro los ojos y...

- ¡Puta madre Mía!-. Me desespero.

- ¡La tuya!-. Me grita entre medio de llantos.

- ¡¿No dijiste que si sabías manejar un paracaídas?!-. Le reclamo.

- ¡Si sé, pero...

- ¡Pero que!-. Le grito al ver que se quedó callada.

Intento ayudarla, pero no puedo y lo único que hago es abrazarla a mi cuerpo y si hoy es mi último día, pues moriré con ella a mi lado y abrazados y de aquí a que nos encuentren, de seguros estaremos congelados, vaya vida.

- Voy a jalar del cinturón y caeremos en la nieve-. Me informa.

- ¡Te volviste loca!-. Me desespero por su estúpido plan.

- ¡Siiiiii!-. Grita quitando el seguro

No me deja ni preparar mentalmente cuando ya estamos cayendo a la nieve, el golpe es leve y aunque caigo encima de ella trato de no aplastarla.

- Lo logramos-. Dice sonriendo.

Mis ojos se conectan con los de ella, pero bajan a sus labios, labios que ansió probar.

- Si-. Le digo acariciando su rostro-. Definitivamente estás loca.

Me vuelve a sonreír y acerco más mis labios a los de ellas, su respiración se vuelve agitada y sé que lo desea igual que yo, mis labios rozan los de ella y cuando estoy por unirlos de un todo, aparta la cara.

- No-. Susurra.

Suspiro con pesadez, porque ansiaba probar sus labios.

- Lo siento-. Digo en su oído.

Me levanto y le extiendo la mano para que también lo haga, se escuchan unos pasos y son nuestros amigos, que vienen corriendo a vernos, Dylan es el primero en llegar y abraza a Mía.

- ¿Estás bien?-. Le pregunta preocupado.

- Si-. Responde mirándome.

Todos le preguntan lo mismo, pero nadie me pregunta si me falta una pierna o un dedo. Dylan no se aparta de Mía y eso me enfurece.

- Si ese fue tu deseo, creo que ya lo cumplí, ahora sí no tienes más niñerías, me voy-. Empiezo a caminar dejándolos atrás.

No sé que me pasó o en qué estaba pensando, Mía es una niña y yo ya tengo quien me caliente la cama, además Anderson es mi amigo y no vale que ande fantaseando con los labios de su hermana.

- ¿Qué sucedió mientras llegábamos?-. Me pregunta Rolan en el teleférico.

- Aparte de que casi una niñata me mata, nada-. Hablo fuerte y Mía me mira.

- No te hagas, que vine más adelante que todos y vi que ustedes…

- Además de alucinar cosas ahora eres ciego-. Lo interrumpo.

- No soy ciego, sé lo que vi y si en verdad te gusta actúa porque Dylan te está ganando en curva-. Señala dónde están los dos.

- Para lo que me importa-. Mía me escucha y arruga el ceño.

Rolan solo niega y mejor se aleja sentándose dónde está Dana que le sonríe cuando le dice algo al oído. Los miro fijamente para ver si allí está sucediendo algo, pero no logro descifrar nada, pero más le vale a Rolan que mi hermana no esté en su lista de conquista porque le romperé los huesos si eso sucede.

Llegamos a la casa y los adultos están teniendo una tarde-noche de karaoke, no me fijo en nadie y subo a la habitación, me doy una ducha y me recuesto en la cama, unos minutos después llega Dylan y se va al baño.

Todos están abajo con los adultos y Rolan me escribe para que baje, pero le respondo que no, que estoy cansado y un poco adolorido por la caída.

Dylan sale de la habitación y yo opto por ponerme los auriculares y escuchar música, cierro los ojos y los recuerdos de que casi besé a Mía inundan mi mente.

Siento como el colchón se hunde y abro los ojos de golpe encontrándome con los ojos azules que me tienen mal.

- Te recuerdo que solo puedes pedir un deseo por cumpleaños y yo ya te lo concedí-. Digo tajante.

- Lo sé y no vine a eso, vine a hablar contigo-. Dice.

- Sobre que-. Desvío la mirada.

- Sabes de lo que quiero hablar, mira Lían tu...

- No quise hacerlo, creo que me ganó la adrenalina del momento, pero tranquila que yo jamás intentaría besarte-. Le aseguro.

- ¿Tan horrenda soy para ti?-. Me pregunta.

- No eres ni horrenda, ni atractiva para mí, simplemente eres la hermana de mi mejor amigo a la que tengo que cumplirle cinco deseos por un puto reto que me puso un gilipollas como Rolan-. Mis palabras hacen que sus ojos se cristalicen.

- Pensé que éramos amigos-. Susurra.

Si ella supiera que no quiero ser amigo, que no quiero nada de ella solo su...

- Los amigos no hacen lo que tú me hiciste, sabías que odio el frío y las alturas, pero te dió igual y me trajiste en plan de venganza de algo de lo cual te pedí una y mil veces perdón, pero no las aceptaste porque así eres tu Mía-. La señalo.

- ¿Cómo soy?-. Su voz sale temblorosa.

- Vengativa y berrinchuda, así que te voy a pedir un favor, no me vuelvas a hablar hasta tu próximo cumpleaños, si me ves has de cuenta que no me conoces que yo de mi parte haré lo mismo-. Le dejo claro.

Dos lágrimas resbalan por sus delicadas mejillas, mi mano pica por secarlas y abrazarla, pero no lo hago, porque no quiero caer, no quiero sentir nada por ella y si así lo evito, pues prefiero alejarme ahora que estoy recién, a esperar que me dañe.

- Si así lo deseas-. Dice levantándose.

- Si-. Digo firme.

- Que así sea-. Me da la espalda y se va.

Es lo mejor, es lo mejor, me repito en mi mente, yo puedo con esto, el amor es una falsedad y yo no puedo amar a Mía Evans...

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