Capítulo 7. Pronto sabrás de mí.

Mía

Mi hamburguesa está en el piso sin haberla probado un poco, tengo ganas de llorar y al mismo tiempo de clavarle mis uñas al orangután que tengo en frente.

- Oye...

Me tapa la boca y me arrastra no se a donde, la señora del comedor solo me sonríe como si fuera normal ver a una chica ser arrastrada por un idiota.

Las voces del resto de los estudiantes las escucho a lo lejos, tengo intensión de morderle la mano para que me suelte, pero prevee mi movimiento y rápido me mete a un cuarto completamente oscuro.

- ¡Que pasa contigo, Lian!-. Digo una vez siento como su mano abandona mi boca.

- Calla-. Es lo único que me dice.

Lo escucho mover cosas y de repente el cuarto se ilumina, mis ojos se acostumbran a la luz y me doy cuenta que estamos en el cuarto de limpieza.

- ¿Que hago aquí?-. Pregunto con los brazos cruzados.

- Por tu culpa estoy metido en un rollo con la chica que me gusta así que es tu...

- Para hay campeón-. Levanto la mano-. Culpa mía no es, más bien, es tuya porque si más no recuerdo fuiste tu el que mintió y no soy adivina para saberlo.

Lían abre y cierra la boca intentando decir algo, pero nada le sale, él sabe que tengo razón, sabe que si no le hubiese mentido a la tal Abby ahora no estuviera en aprietos.

- Si, fue mi culpa-. Acepta después de unos minutos-. Pero también tuya y de Dana por subir una foto cuando claramente les dije que nada de fotos-. Su dedo baila en mi rostro.

Detengo el dedo que al parecer se quiere salir de su mano, me recuerda a papá cuando me está regañando.

- No teníamos idea de nada-. Me defiendo.

- Pues no les creo-. Dice cruzandose de brazos.

- Tu problema no el mío-. Me giro para salir pero su mano me retiene.

Miro su agarre y lo suelta de inmediato, carraspea un momento para luego volver a poner su grisácea mirada en mí.

- Necesito pedirte un favor-. Me dice o más bien me súplica con la mirada.

- No-. Le digo de inmediato.

- ¿Pero no te he dicho que es aún?-. Me reclama.

- Sea lo que sea mi respuesta seguirá siendo no-. Cito las mismas palabras que él me dijo el día del concierto.

Niega sonriendo y me apunta con su dedo, como si me dijera que esta me las va a cobrar, pero no me imuto ni me intimido, solo me cruzo de brazos para que vea que no le temo ni nada por el estilo.

- Será mejor que te vallas por los lados-. Me amenaza.

- No le tengo miedo a amenzas vanas-. Lo reto.

Suelta una risa ronca que me eriza los bellos del cuerpo, nunca lo había oído reírse de cerca y me parece que tiene una exquisita risa, ahora entiendo porque muchas chicas de esta preparatoria mueren por él.

- Cuida tus palabras, Mía-. Vuelve a amenazarme y en vez de temer ahora soy yo la que ríe.

- Y tu cuida tus mentiras, cuenta y un día la chica que te gusta se entera que esa noche no solo andabas conmigo y Dana si no que habían dos mujeres más ¿te imaginas?, sería una pena-. Lo vuelvo a dejar callado.

Su iris gris se torna un poco negro y sus manos las vuelve puños, si aún no estaba enojado ahora creo que lo está y lo confirmo cuando prisiona mi cuerpo con el de él y me habla cerca de mi mejilla.

- Pronto sabrás de mí, Mía Evans-. Su aliento choca en mi mejilla.

Quiero refutarle, pero la puerta se abre de un momento a otro y la cara de Lían queda en blanco al ver a la persona que nos mira con sorpresa y tristeza a la vez.

- Abby-. Susurra Lían.

La tal Abby no me quita la mirada y la entiendo, si fuera yo, ya la estuviera agarrando del cabello y sacado del cuarto, aunque no estuvieran haciendo nada.

- Yo me retiro-. Digo alejándome de Lían que se ha quedado paralizado en el mismo lugar-. Por cierto, no estaba pasando nada, él solo me amenazaba y...

- ¡Solo vete Mía!-. Reacciona Lían antes de que yo meta más la pata.

- Ya, ya, ya-. Digo saliendo del cuarto-. No sé cómo lo soportas-. Le susurro a Abby antes de irme.

Camino a pasos grandes o más bien corro, pero no es por lo que acaba de pasar, no, eso me vale, corro por la comida que dejé sin probar y que espero siga allí.

Ya quedan pocos estudiantes en el comedor y me apuro en ir a dónde esta la señora que me atendió hace unos minutos.

- Hola de nuevo-. La saludo-. ¿Tiene mi almuerzo?-.Le pregunto cruzando mis dedos en mi espalda para que diga que si.

Asiente y sonrió como el gato de Alicia en el país de las maravillas, no me siento, allí mismo empiezo a comer con desesperación, me vale si los pocos estudiantes que aún se encuentran allí se ríen, muero de hambre y eso es lo que me importa.

- Veo que tu novio te dejó con apetito-. Dice y mi último bocado queda en pausa.

- ¿Novio?-. Pregunto.

- Si, el chico que la llevo casi a rastra para tener un momento de soledad con usted-. Dice con inocencia y me invade un ataque de risa.

¿Lían mi novio?, ja, ni porque fuera el último hombre del mundo y no lo digo por su aspecto, porque valla que está guapo el idiota ese, lo digo por su mal humor e impaciencia.

- Él no es mi novio-. Digo cuando la risa me calma.

La señora me va a decir algo, pero se calla al ver detrás de mí, intento ver que es eso que la dejó callada, pero me lo impide.

- No te lo recomiendo-. Me dice con tristeza haciendo crecer mi curiosidad.

- Tranquila, estoy preparada para lo que sea-. Intento hacerle creer que si sé lo que sea que esté pensando.

Asiente y suelta mi rostro, giro a velocidad de la luz porque la curiosidad me está matando, pero me quedo estatua al ver a Lían y a Abby agarrados de la mano como si no haya pasado nada.

Me alegra por ellos, porque eso quiere decir que ya no tengo que andar huyendo o dejar de ir donde Dana.

- A veces no nos damos cuenta de el daño que le hacemos a la persona que amamos-. Me susurra la señora del comedor y mi ataque de risa vuelve.

Rio como loca hasta que las lágrimas brotan de mis ojos, Lían me mira con el seño fruncido mientras que Abby me mira mal, pero no eso me detiene y sigo riendo.

Que buen chiste, no pensé reírme de esta manera el día de hoy, mi estómago duele y creo que si me hubiera comido la hamburguesa que Lían me hizo caer, estoy segura que ya hubiese vomitado de la risa.

- ¿Todo bien?-. Me pregunta preocupada la señora cuando me agarro la barriga.

- De maravilla, hoy me he reído como nunca-. Me giro para verla otra vez.

- Las risas simulan las verdaderas lágrimas que queremos sacar-. Dice dándome una servilleta.

- Si usted lo dice-. No la contradigo.

Recojo todo lo que comí y lo llevo a la basura, paso por dónde está la parejita feliz y hago como si no estuvieran allí, ya he tenido suficiente de ellos dos.

Con pasos lentos camino al salón e ingreso cuando el profesor de malas ganas me deja entrar. Mi amigos me miran con el seño fruncido y yo les enconjo los hombros, no puedo explicar el día loco que he tenido hoy en la prepa...

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