Capítulo 11. La feria

Mía.

Dicen que las verdaderas amistades están en las buenas, en las malas y en las peores, y vayan que tienen razón al decir aquello.

Cuando Lían estacionó la moto en la dirección que me envió Nora, en serio pensé que sería divertido venir, pero mi sonrisa recayó al ver la famosa "feria". No digo que no me gusten, pero no son llamativas para mí.

Yo soy más de adrenalina pura, me gusta lo arriesgado como el paracaidismo, pero no puedo faltarle a mi amiga en estos momentos, así que no queda de otra que arriesgarme.

-. ¿Entramos?-. Le pregunto a Lían que mira todo con detenimiento.

Arquea una ceja haciéndolo ver más atractivo, porque en verdad Lían es muy atractivo, y eso es una desventaja para mujeres que se cruzan el su camino.

- No hablas en serio-. Dice.

- Muy en serio-. Me cruzo de brazos.

- Vamos Mía tú odias todo esto-. Asegura.

- Tú que sabes-. Digo molesta.

No es nadie en mi vida para saber que me gusta y que no, aunque tenga razón jamás, pero jamás se la voy a dar.

- Sé mucho-. Se encoge de hombros.

- Ilumíname-. Digo sarcásticamente.

Sonríe de lado, odio que haga eso, es como si me dijera que él siempre va a tener la razón, vamos a ver si eso es verdad.

- Mía Evans, trece años, una niña mimada, caprichosa, obstinada, malcriada, berrinchuda y...

- ¡No te pases!-. Lo interrumpo.

- Solo son tus afectos-. Dice con burla y yo ruedo los ojos.

- Solo son excusas porque no sabes nada de mí-. Lo apunto con mi dedo.

- Te gusta la adrenalina extrema, cuando cumpliste nueve años, Anderson te lanzó de un puente solo con tu pie amarrado a una soga y vez de llorar gritaste aleluya, a los diez escalaste una montaña sin usar arnés y el año pasado te lanzas de un para caídas gritando "Anderson en una nena" mientras tu hermano lloraba porque lo te lo llevaste contigo-. Dice y mi mandíbula se me desencaja

¿Cómo sabe todo eso?, ¿me habrá mandado a investigar?.

- Estoy en lo cierto ¿verdad?-. Pregunta.

- Algo-. Es lo único que le digo y se ríe.

No voy a admitir que si me conoce un poco, bueno mucho, eso sería degradarse a un nivel muy bajo y yo no lo haré.

- ¿Ahora sí podemos entrar?-. Le vuelvo a preguntar, ya me dió hambre y eso me pone de mal genio.

- No-. Dice con simpleza.

- ¿No?-. Pregunto confundida.

- No entraremos hasta que no digas que te conozco lo suficiente como para saber que estás ocultando algo y eso tiene que ver con mi hermana-. Dice y mi boca se abre del todo.

¿Tendrá algún sentido telepático?, si es así, entonces que se entere que me cae de los cojones y que me parece una persona irritante e idiota.

- Nnno-. No sueno tan segura

- Tengo todo el tiempo-. Se recuesta en la moto.

Abro y cierro la boca, quiero decirle hasta de que se va a morir, pero me callo, no puedo fallarle a Dana.

- No sé de qué estás hablando-. Me hago la loca.

- No sabes mentir-. Me ataca.

- No lo estoy haciendo-. Digo convencida.

Lían vuelve a mirarme, sé que no me cree, pero no pienso decirle nada, suficiente con que tenga que venir con él a esta feria donde los únicos juegos son para niños de ocho años.

- Voy a fingir que te creo-. Da dos pasos hacia mí-. Primero las damas-. Dice sonriendo.

Lo miro con el ceño fruncido, estoy cien por ciento segura que está o ya tramo algo para mí, lo digo por esa sonrisa que tiene en el rostro.

Camino con cautela, no me fío de él para nada, le echo muchas cosas y es normal que encuentre su desquite aquí.

- Bueno, Mía como no te conozco lo suficiente creo que podemos empezar con este juego-. Propone señalando los carritos chocones.

Quiero pegarle con una de las bolas que hay en el puesto que tengo a los lados, pero me controlo, todo por mi mejor amiga y su cita con el chico que le gusta.

- Me parece bien-. Finjo una sonrisa.

Paga mi boleto y nos subimos al mismo carro, pongo máxima velocidad, pero es una estafa, mi abuela corre más en bicicleta.

Lían quiere reírse, pero se las aguanta y hace como si no notara que estoy por tirarle el carro al niño que tengo atrás y que está choca que choca mi carro.

- ¡Deja de chocar mi puto carro!-. Le gruño y el mocoso en vez de irse me saca la lengua.

- ¿Vas a llorar?-. Me desafía.

- Conste que tú te lo buscaste-. Le digo.

Hago una maniobra para quedarme frente al mocoso que se sorprende al igual que Lían, que les puedo decir, soy fans de rápidos y furiosos.

Aprieto el acelerador y estampo mi carro con el del mocoso que agita su cuerpo por la sacudida que le he dado, pienso que así dejará de joder, pero el crío de mierda no se da por vencido y arremete con la misma potencia que yo.

- Ya verás engendro-. Le digo persiguiendo al mocoso cuando se da a la huida.

Lo alcanzó y golpeo su carro dos veces volviendo a batir su cuerpo, pero no es suficiente y doy una tercera embestida haciendo que llore.

¡¿Quién es el que llora, eh?!.

- Mía es solo un niño-. Me dice Lían cuando no dejo de perseguirlo.

- ¡Si te alcanzo te choco!-. Le grito y el mocoso llora más duro.

Estoy por volverlo a chocar, pero esta vez con más fuerza, quiero hacer que se salga del carro y así aprenda a no meterse con quién no debe, pero de un momento a otro mi carro deja de funcionar.

- ¡Qué cojones!-. Digo irritada.

- ¡Carro 15 por favor dejar la pista!-. Dicen por el megáfono.

Miro el número de mi carro y es ese, pero si recién acabo de entrar no se supone que son media hora para hacer rodar este cacharro, que estafa.

Cuando estaciono mi carro, el mocoso de hace unos minutos está llorando en los brazos que al parecer es su madre, lo digo porque me fulmina con la mirada cuando me acerco a reclamarle al señor que habló por el megáfono.

- Esto es una estafa, apenas y me estaba divirtiendo-. Le reclamo.

- No puede conducir como lo estaba haciendo-. Me dice señalando al mocoso.

- Solo jugábamos-. Digo con una fingida inocencia.

- ¡Más bien quería chocar a mi hijo como de lugar!-. Dice la madre del crío.

- Por algo son los carro chocones-. Le digo con obviedad.

La señora me vuelve a fulminar con la mirada y le dice al señor que si me deja entrar de nuevo va a poner una queja con el dueño de la feria.

Lían como siempre, no queriendo que haga un relajo me saca de allí y me lleva a mi segundo juego que para mi mala suerte es una puta casa del terror, si a eso se le puede llamar así.

- Siguiente juego y por favor está vez no pelees con niños-. Me advierte.

- Ojalá y te coman los zombis-. Le digo cuando paga mi ticket.

Ríe por mi comentario y me empuja hacia el interior de la casa, que más que eso es como una película de terror mal echa.

Escucho motosierras, gritos, risas macabras, pero nada de eso me da miedo, es más, me río cuando un hombre con una máscara sale a asustarme con su típica motosierra.

En mitad del camino pierdo a Lían, pero me da igual, ya estoy llegando al final y ansió poder salir de una vez por toda de aquí, pero cuando pienso que ya me van a abrir la puerta, salen los zombis.

¡Oh no, los zombis!.

- No dan miedo-. Les digo-. Pero mi amigo viene atrás y le tiene miedo a las arañas, les daré dinero extra si lo hacen chillar-. Sacó tres billetes y se los doy.

Por fin salgo de la casa y espero con paciencia a Lían, escucho sus gritos desde donde estoy y no puedo dejar de reír con fuerzas.

- ¡Odio las putas arañas!-. Grita.

De pronto la puerta se abre y un colérico y asustado Lían sale con un zapato en la mano y con el pelo desordenado sacudiéndose las arañas de mentira que tiene en el cuerpo.

Me ve y se acerca a grandes zancadas a mí, pero no soy masoquista para esperarlo así que me doy a la huida como una vil cobarde.

¡Vive hoy, pelea mañana!.

- ¡No huyas!-. Me grita Lían.

Corro y me escondo en unas lonas que al parecer recién están lavadas, lo veo que pasa de largo y respiro con normalidad, tengo que esperar a que se le pase el enojo.

Mi estómago gruñe y me voy a un puesto de hog dot y me pido uno con una soga mediana, saboreo mi deliciosa comida chatarra dándole un mordisco.

Termino mi comida y me enjuagó la boca, no quiero oler a cebolla, sigo merodeando la feria, pronto se hará de noche y no quiero seguir aquí, por lo que decido llamar un taxi.

Mi teléfono es arranchado de mis manos y no me dan tiempo a nada cuando me voltean y estampan mi cuerpo en el poste que hay allí.

- No sé cómo cojones haces para siempre salirte con la tuya-. Brama Lían respirando por la boca.

- Soy más lista y asusta que tú-. Le respondo con una sonrisa de dientes.

- No siempre será así, Mía-. Dice con sus labios a centímetros de los míos.

- ¿Quieres apostar?-. Digo viendo sus labios.

Los míos se resecan y tengo que pasar saliva con mi lengua para que se hidraten haciendo que Lían vea con detalle aquel gesto. Empieza a acortar el espacio y yo ansió que lo haga, que me bese y sea el primero en tocar mis labios.

Siento sus labios rozar los míos y por inercia cierro los ojos, no he besado jamás y no me molestaría que Lían sea el primero, pero aquel beso no llega y en vez de eso escucho su estúpida risa.

- ¿Pensabas que te iba a besar?-. Pregunta con burla.

Mi cara se torna roja y es por la vergüenza que estoy sintiendo en estos momentos.

¿En verdad quería que me besara?, pues si, si quería que lo hiciera, pero bueno, él se lo pierde.

- Sigue soñando-. Le digo empujándolo.

Suelta otra risa y ahora estoy roja, pero no de vergüenza, sino de la ira, me acerco a él y le doy un guantazo en la boca para que se calle.

- ¡¿Qué te pasa loca de mierda?!-. Me grita tocándose el labio.

Lo miro de arriba a abajo y me doy la vuelta, no pienso regresarme con él a casa, además a esta hora ya Dana debe de estar en su casa. Llamo un taxi y no demora en llegar.

Cuando estoy por subir al taxi, Lían agarra mi mano y me detiene, viene con la respiración errática y me imagino que es por qué ha corrido.

- ¿Qué haces?-. Me pregunta.

- Me piro de aquí-. Le digo.

- Tu andas conmigo-. Le dice.

- Andaba, tiempo pasado-. Me zafo de su agarre y entro al taxi.

- Mía yo...

- Me divertí mucho, tenemos que hacerlo de nuevo-. Digo callando sus palabras y arruga el entrecejo.

No quiero que se disculpe, porque en primera no fue para tanto, pero lo que no logro entender es el porqué me dolió que él se burlara por creer que me iba a besar.

- Si así lo deseas-. Me dice alejándose de la ventana.

- Adiós-. Le digo sin dejar de sonreír.

Subo el vidrio y el taxista echa a andar el taxi, tengo unas inmensas ganas de llorar y un nudo se me atora en la garganta, no sé que carajos me está sucediendo, pero de algo si estoy segura y es que debo poner distancia con Lían...

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