Capítulo 6. Mía escurridiza

Mía

Soy una chica amigable, divertida y sobre todos muy confiable, eso es en lo que respecta a mis afectos, pero también tengo defectos y entre ellos están mi impaciencia. Impaciencia que se me agota cuando mi alarma me recuerda que hoy hay que ir a clases.

No puedo decir que es el primer día de escuela porque ya han pasado dos semanas desde que empezaron, ¿qué porque no he ido?, mentiría si dijera que era porque estaba enferma, pero la verdad es que a mis padres se les presentó un viaje de emergencia a Alaska, si Alaska, o sea que estas dos semanas me la pasé con mi trasero congelado mientras que mis amigas disfrutaban del verano.

Me llevaron casi a rastra y solo por ser la pequeña de la familia, porque a mi hermano bien que lo dejaron en casa de Dana, cuánto odio haber nacido después de Anderson.

Llegamos anoche y lo primero que hice fue darme un chapuzón en las piscinas sin importarme nada, nade y nade hasta que mi cuerpo pidió descanso.

- ¡Mía baja a desayunar o tu hermano se irá y te dejará botada!-. Grita mi mamá desde la planta de abajo

- ¡Voy!-. Digo de malas saliendo de mi cama.

Mi reloj me avisa que solo tengo cuarenta y cinco minutos para prepararme y como relámpago corro al baño, no demoro nada en la ducha y mientras camino lavo mis dientes, me pongo lo primero que veo en el closet y salgo con las últimas al escuchar la bocina del auto de mi hermano.

- ¡Mía no desayunaste!-. Me grita mi mamá cuando salgo a toda carrera a la salida.

- ¡Comeré algo en la prepa!-. Le gritó y me lanzó al carro al ver que el estúpido de mi hermano lo puso en movimiento.

Su risa me produce estamparlo en el volante, pero trato de sacar esos malos pensamientos de mi mente porque Anderson es mi hermano y como sea tengo que soportarlo.

- En verdad no entiendo cómo se te hace tarde si el puto despertador está sonando desde la cinco de la mañana-. Dice mi hermano cuando me acomodo en el asiento de copiloto.

- Lo retraso diez minutos más cada vez que suena-. Me encojo de hombros y Anderson niega.

Me pregunta de todo lo que hice en Alaska y le respondo lo que hice, que fue ver tele y pasar todo el día arropada con un edredón y tomando chocolate caliente.

- Vaya, es un milagro que sigas con vida-. Ironiza Anderson mientras estaciona su auto en el parqueadero de la prepa.

- No por mucho-. Murmuro al ver a Lían acercase a dónde estamos con cara de pocos amigos.

Quizás se preguntarán que paso con el chico de ojos grises después del concierto y solo les diré que si no nos escupió lava hirviendo por su boca es porque quiere mucho a Dana y ella me quiere mucho a mí.

Me escabullo por el asiento de piloto empujando a Anderson que se queja por mi intromisión.

- No seas cobarde y dale la cara-. Me dice Anderson con burla.

- No soy cobarde, es solo que no quiero pelear con Lían mi primer día de escuela-. Explico.

Divisó bien mi camino de escape y cuando siento como está llegando hasta donde estamos me pego la corrida del siglo.

- ¡Mía!-. Me grita Lían.

- ¡No te conozco!-. Le grito mirando a su dirección.

Veo como aprieta los puños y mira mal a mi hermano que se le burla. Bajo la velocidad de mis pasos cuando veo que ya estoy a salvo de ese orangután, no entiendo cuál es su enojo, ni que fuera adivina, además es culpa de él por no decir que tenía una novia supercelosa y territorial.

Abro mi casillero y dejo los libros que tenía en casa y saco los que había dejado del curso pasado. Los pasillos están repletos de estudiantes que al igual que yo recién se incorporan hoy.

- ¿Hasta cuándo mi hermano seguirá enojado conmigo?-. Me pregunta Dana llegando a mi casillero.

- No lo sé y la verdad no entiendo por qué se enojó con nosotros-. Dana se encoge de hombros al no entender ella también.

- No idea, creo que solo es una escusa para que no lo busque en receso-. Opina Dana con deje de tristeza en sus ojos.

Pongo mi mochila en mi espalda y me acerco a ella para abrazarla, Dana sufre de depresión desde que en primaria sufrió mucho bullying, la dañaron tanto que ahora piensa que las personas que se alejan de ella es porque les da vergüenza que la vean junto a ella.

- Eso no es verdad, Dana-. Le aseguro, Lían podrá ser un grano en el culo, pero él ama a su hermanita.

- Me duele cuando deja de hablarme y ya lleva dos semanas sin hacerlo-. Sus ojos se empañan y le limpio la escurridiza lágrima que se le escapa de uno de sus ojos.

No le digo nada y solo la abrazo, Dana es mi mejor amiga desde pequeña, fuimos al kínder juntas, a la primaria y ahora estamos juntas en secundaria. Odiaba cuando los niños y niñas de la escuela se le burlaban por su sobrepeso.

No es que mi amiga esté pasada de peso, es más, se podría decir que tiene un cuerpo fenomenal, pero no me cree cuando se lo digo, piensa que lo hago por lástima o para que ella se sienta bien.

Bueno como les seguía ,,diciendo, Dana no es gorda, ella es voluptuosa y su cuerpo, aunque no lo crea, provoca envidia de muchas chicas de esta preparatoria.

- Todo estará bien, ya verás como Lían te volverá hablar y todos seremos felices-. Le digo con una sonrisa.

Al fin logro que ella me devuelva la sonrisa, y juntas caminamos por los pasillos que nos llevan a nuestro salón donde seguro ya están nuestras demás amigas.

— Sabes, no me agrada Abby-. Me dice de repente Dana.

- ¿Tan odiosa es?-. Le pregunto.

- Es una perra de lo peor, siempre que Lían comparte conmigo hace lo que sea para que él solo le preste atención a ella-. Me cuenta.

- Que zorra-. Digo y Dana se ríe.

- A veces me gusta imaginar que mi hermano se enamora perdidamente de ti y que seremos cuñadas por toda la eternidad-. Dice y mis pasos se detienen de golpe.

- Por favor no imagines eso y no lo digo por ti, sino por el orangután de tu hermano, la verdad que hasta me apiado de la tal Abby-. Digo con cara de dramática haciendo reír.

Su risa llama la atención del grupo donde por supuesto está Lían, que al verme se levanta de golpe y camina en mi dirección.

- Es hora de ir a clases-. Le murmuro a Dana y esta apoya mi causa.

Entramos de golpe al salón y todos nuestros compañeros se nos quedan mirando raro, les sonreímos y buscamos nuestros asientos.

Nora y Clara están riendo de algo que les está diciendo Javier, nuestro amigo en común de todas nosotras.

- Vamos a saludar a las chicas-. Ánimo a Dana y niega varias veces.

- Ve tú yo te espero aquí-. Dice y antes de que se aleje la agarro del brazo y casi la arrastro al grupito de nuestros amigos.

- Vamos a ir las dos Dana, yo jamás permitiría que alguien te diga o haga cosas sin tu consentimiento-. Le aclaro.

Mira dónde están nuestros amigos y asiente, somos un grupito de cuatro y jamás la dejaríamos fuera de algo o peor aún, jamás la negaríamos como amiga.

La primera que nos ve es Nora y en dos pasos ya está colgada de nuestros hombros.

- Llegaron las perdidas-. Dice Clara-. ¿Ya las perdonó Lían?-. Nos pregunta.

Las dos nos miramos y sonreímos a medias, Clara fue testigo del ataque de pánico, o más bien rabieta, que hizo Lían después del concierto solo por subir una simple foto en Instagram.

Javier se acerca y me da un sonoro beso que hace voltear al resto de mis compañeros, luego se acerca a Dana y le besa la comisura de sus labios sin importarle que estemos nosotras.

- ¿Cómo ha estado mi futura esposa?-. Le pregunta y Dana voltea los ojos.

Javier es nuestro mejor amigo, y se hace, o más bien, está enamorado de Dana, pero lo disfraza como broma, lástima que mi amiga tenga a otro en su corazón.

- Creo que contigo cerca no tan bien-. Le dice Dana y Javier se hace el ofendido.

El profesor llega y cada uno se va a su asiento, yo comparto con Clara el asiento y Dana con Nora.

- ¿Irás el viernes a la fiesta de cumple de Dylan?-. Me pregunta en un susurro Clara.

- Si me lleva Anderson-. Le digo y ella asienta.

- Espero que sí, porque pienso robarle un beso a tu hermano-. Me dice alzando sus dos cejas.

Niego sonriendo por las ocurrencias de mi amiga. El profesor nos deja un montón de deberes como para que no pensemos en fiestas ocasionando que me dé jaqueca.

Las horas pasan volando y cuando suena el timbre soy la primera en salir, no he desayunado y mi estómago se quiere comer mi hígado del hambre que tengo.

Soy la primera en llegar a la cafetería y pido una hamburguesa, un refresco de durazno, uvas y manzanas picadas y por último un pastelito de arándanos, amo comer, ya se los dije y si no lo sabían, pues ahora lo saben.

La señora del bar me sonríe y me entrega mi orden, mi estómago gruñe más y ya quiero sentarme para disfrutar mi delicioso lonche, pero cuando me giro.

- Aaaa-. Grito y mi hamburguesa se sale de mi charol.

- Hola, Mía escurridiza Evans-. Dice Lían con sus ojos grises oscuros de enojo...

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