6.

Volví a ser una niña al sentirme asombrada al ver tanta gente en un lugar.

Sabía que no era de extrañar que un baile organizado por un duque tuviera tantos convocados pero era tan loco volver a estos lugares, momentos después de tanto.

Junto a mis padres y hermano, nos acercamos a otras familias para saludar. Como esperaba, sus miradas estaban mayormente en mi, destilaban duda, curiosidad.

En escasos momentos desviaba mi mirada a otros grupos de personas, estas me miraban y hablaban entre si. Deben estar peleando para ver cuál de sus teorías sobre mi es cierta.

- Conde Moreir, un gusto encontrarlo aquí. A usted igual, señorita - saludó papá al encontrarse a un hombre alto, cabello castaño con algunas hebras plateadas y ojos verdosos y su hija, una chica un año menor que yo. Cortos 17 años pero llenos de malas vibras. El conde es un "amigo" de mis padres, suelen frecuentarse seguido.

Como siempre, la presencia de Amelih me genera incomodidad. Mis padres y su padre siempre intentaron que nos hagamos amigas desde pequeñas pero ella desde muy temprana edad tiene una actitud altanera y desagradable.

- Nami, querida tanto tiempo sin verte-

Me sobresalté al escuchar su voz tan cerca de mí. Estaba pegada a mi seguro para que los demás no puedan escuchar el veneno que suelta cada vez que me habla.

- Si, tanto tiempo sin vernos- respondí sin mirarla

- ¿Qué pasó que desapareciste? Hay tantos rumores que no se en cuál creer- dijo con una sonrisa maliciosa

- Puedes creer en el que tu quieras- respondí cortante. A ella no le importa la verdad.

- Oh, que respuesta tan curiosa. Creo que no sabes que uno de los tantos rumores es que Dios te bendijo con un hijo. ¿Lo tuviste o lo perdiste?-

Apreté la mandíbula con enojo, no podía creer como podía hablar de esa manera.

- Es un rumor y como no se si es falso yo nunca lo pude desmentir amiga. Lo siento- fingió la dulce voz.

Maldita. Entendí lo que quiso decir, ella fue una de las personas que fomentó ese rumor.

- La libertaria y la que tiene más posibilidad de quedar embarazada, eres tú así que mejor ni hables. Estuve mal de salud y mi familia me cuidó, pero entiendo que no lo entiendas porque no recibes atención en tu casa- dije en voz baja cerca de su oído.

Muchas personas saben que si sale un rumor de que Amelih tuvo un hijo sin estar casada, no sería rumor sino una verdad. Pero ella finge ser una santa y se mete con otras chicas que son buenas.

La miré de reojo y estaba bocabierta y con el ceño fruncido. Antes de que dijera algo, la agarré brevemente del brazo

- Ay eres tan graciosa, Amelih- dije entre risas fingidas, su mirada estaba llena de confusión. Mis padres y su padre nos miraron contentos, pensando que estaba creciendo una linda amistad entre nosotras y yo sólo estaba tratando de que ella no me pisoteara.

-Iré al baño, disculpen- informé y me alejé de ellos.

Relajé mi cuerpo, estaba tan tensa que me había comenzado a doler el cuerpo.

Comencé a observar la decoración la mansión, todo era tan elegante y hermoso. Detalles dorados y blancos, sirvientas caminando de aquí para allá ofreciendo aperitivos y bebidas de primera calidad, el Duque como siempre se esforzaba en dar los mejores bailes.

Miré para ambos lados y para atrás para cerciorarme de que Haco no me estuviera persiguiendo. Aunque era tonto ya que el lo prometió y nunca rompe sus promesas.

Sin saber a dónde ir, comencé a buscar el baño aunque no tuviera necesidad pero me detuve cuando la música de la orquesta que ambientaba el lugar se paró.

Todos los presentes miraron para un mismo lugar; las escaleras.

Entre abrí mis labios por inercia, ¿Desde cuándo era tan lindo Kenoir?.

Se veía imponente, no se si era por su gran altura o por su cuerpo trabajado o ambas cosas. Su traje no era tan extravagante, su color negro combinaba con su cabello y ojos.

-Vamos a saludarlo- dijo Haco a mi lado, no sabía desde cuando estaba allí pero sólo asentí y lo seguí.

- Kenoir, es un placer verte después de tanto tiempo. Gracias por invitarnos a este hermoso baile-

Levanté la ceja con incredulidad, no me había olvidado del comentario sarcástico que Haco había dicho de Kenoir en casa. Pero el hecho de que no le caiga bien una persona no significa que la vaya a tratar mal.

- Yo le tengo que dar la gracia a su familia por asistir-

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo ante su voz gruesa

- Usted es la señorita Nami ¿no? Disculpe si no la recuerdo- se dirigió hacía mí

- Si, soy Nami. No se preocupe, yo tampoco lo recordaba-

¿Qué acabo de decir? Dios, ¿por que no puedo coserme la boca? Siempre me pasa lo mismo cuando estoy nerviosa

- Disculpe, no quise decir eso- me disculpe torpemente

- No se disculpe, no nos hemos visto desde hace mucho tiempo y antes tampoco nos veíamos con frecuencia así que es normal- dijo con una media sonrisa.

Ahora que lo veo detalladamente, noté un lunar debajo de su labio inferior. Que tierno.

Maldición, Nami. Quita tu vista de ahí. El pensará que eres una indecente.

- Me gustaría seguir conversando con ustedes pero tengo que saludar a los demás invitados. Nos vemos luego- se despidió y se perdió entre la multitud.

- No digas nada- apunté a Haco, levantó las manos dando a entender que obtendría su silencio.

Con pasos apurados me dirigí al jardín trasero, necesitaba un poco de aire fresco.

No sé porque me puse nerviosa con él, ya he estado conversando e interactuando con otros hombres en el transcurso de la noche. No entiendo.

Un grito que provenía desde el salón me puso en alerta, entré rápidamente y me encontré con la escena de una sirvienta en el suelo de rodillas, un charco enorme de vino y una botella rota pero lo peor eran las lágrimas de la chica mientras sostenía su mano.

Me acerqué a ella viendo que nadie la ayudaba. Que insensibles.

A unos escasos metros estaba el Duque Farguelx y Kenoir, su respiración estaba agitada y su ceño fruncido, ¿por qué estaba enojado?.

Sin pensarlo, me puse a la misma altura que la chica y le agarré la mano. Su sangre mancho mis manos enseguida, su herida era grande. Sin poder controlarlo, centré mi poder y comencé a curarle la herida. La pelinegra miraba su mano sin poder creer lo que estaba pasando.

Con mi cuerpo cubrí todo lo posible para que nadie más viera lo que estaba pasando. Fue un impulso, soy una tonta por no controlarme.

- No pasa nada, tranquila- le murmuré aún sabiendo que esas palabras no le harían efecto. Nos levanté a ambas y nos dirigí al baño, esperando que nadie haya visto que le sané la herida y el tema de conversación sea sólo el motivo del accidente.

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Comments

Cruz Mejia

Cruz Mejia

que hinumanos,no porque sea una sirvienta no merece respeto y ayuda

2023-11-20

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