El duque por su parte iba unos pasos más atrás junto con sus hombres hasta que de pronto llegaron a un mar de arena, el paisaje hacia la Torre Mágica siempre era un misterio, puesto que además de estar llena de trampas y escudos mágicos, habían trampas como estas que si quien se acercaba a los magos con mala intenciones morirían tormentosamente.
El grupo se detuvo al llegar al mar de arena, observando cautelosamente el paisaje desafiante que se extendía ante ellos. Amalia sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras miraba las dunas interminables y las extrañas formaciones rocosas que se alzaban en el horizonte.
El duque Cisneros, con su experiencia y conocimiento, se acercó a Eric para advertirle sobre los peligros que podrían encontrar en ese lugar.
— Este mar de arena es solo una de las muchas pruebas que nos esperan en nuestro camino hacia la Torre Mágica. Las trampas y los escudos mágicos son solo el comienzo. Debemos estar alerta y ser cuidadosos en cada paso que demos.
Eric asintió seriamente, consciente de la gravedad de la situación.
— Entendido, duque Cisneros. No subestimaremos los peligros que nos aguardan.
Amalia, aunque sentía un poco de temor, pero si quería volver a su mundo esa era la única manera.
El viento soplaba fuerte, levantando remolinos de arena a su alrededor. Amalia y sus hermanos se cubrieron la boca y los ojos para protegerse de la arena que se arremolinaba a su alrededor. El duque Cisneros lideraba el camino, siguiendo una ruta que solo él conocía.
De repente, el suelo tembló y una trampa se activó. Un enorme foso se abrió frente a ellos, revelando una oscura y profunda caverna. El duque Cisneros rápidamente retrocedió, evitando caer en la trampa.
— ¡Cuidado! —advirtió el duque—. Esta es una de las trampas más peligrosas del camino. Debemos encontrar una manera de cruzar sin caer en el abismo.
Amalia miró el foso con determinación. Sabía que no podían permitirse perder tiempo. Observó a su alrededor y vio una serie de piedras dispersas por el suelo.
— ¡Tengo una idea! —exclamó Amalia—. Podemos usar esas piedras para construir un puente improvisado y cruzar el foso.
Eric y el duque Cisneros asintieron, impresionados por la astucia de Amalia. Juntos, comenzaron a recoger las piedras y a construir el puente mientras el viento soplaba y la arena seguía cayendo.
Después de un arduo trabajo, el puente estaba listo. Con cuidado y lentamente, el grupo cruzó el foso, sintiendo el alivio al llegar al otro lado, pero de pronto el puente cedió y se derrumbó bajo sus pies. Amalia y sus hermanos se encontraron en una situación peligrosa, al borde del abismo.
El duque Cisneros rápidamente agarró a Amalia y a Eric, evitando que cayeran al vacío. La adrenalina corría por sus venas mientras luchaban por mantenerse firmes en el borde del precipicio.
— ¡No podemos quedarnos aquí! —gritó el duque—. Debemos encontrar otra manera de cruzar.
Amalia miró a su alrededor, buscando desesperadamente una solución. Fue entonces cuando notó una cuerda atada a una roca cercana.
— ¡La cuerda! —exclamó Amalia—. Podemos usarla para cruzar al otro lado.
Con la ayuda del duque Cisneros, Amalia aseguró la cuerda a una roca resistente y la lanzó hacia el otro lado del abismo. Eric y el duque Cisneros se aferraron a la cuerda mientras Amalia los ayudaba a cruzar, uno por uno.
El viento soplaba con fuerza, amenazando con arrastrarlos hacia el abismo. Pero lograron cruzar al otro lado, a salvo.
— ¡Lo logramos! —exclamó Eric, aliviado.
Dylan quien se encontraba pálido producto del susto dijo.
— Senti morir...
Amelia contuvo su risa puesto que parecía que el chico en verdad la estaba pasando mal, pero todo su autocontrol se esfumó cuando escucho a Eric.
— Ya déjate de tus estupideces, mira a nuestra hermana, ella pareciera estar más tranquila y menos asustada que tú...
Dylan solo miró mal a Eric, pero al ver que su pequeña hermana parecía más preocupada por lo que venía que por lo que había pasado, decidió tranquilizarse y seguir al grupo, que ya se estaba alejando de ellos.
El grupo avanzaba con mayor precaución y cautela, conscientes de que el camino hacia la Torre Mágica era hostil y lleno de peligros. Amalia lideraba el grupo, utilizando su astucia y conocimiento para evitar trampas y obstáculos.
Caminaban en silencio, atentos a cada sonido y movimiento a su alrededor. El viento soplaba fuerte, haciendo que los árboles crujieran y las hojas volaran en todas direcciones. El terreno se volvía más escarpado y difícil de transitar, pero no se dejaron intimidar.
De repente, escucharon un rugido proveniente de lo profundo del bosque. Se detuvieron y se miraron entre sí, alertas y preparados para cualquier eventualidad.
— Debemos tener cuidado —advirtió Amalia—. Ese rugido no suena amigable.
Continuaron avanzando con cautela, siguiendo el sonido del rugido. Llegaron a un claro en el bosque y se encontraron frente a frente con una criatura imponente: un enorme lobo de ojos brillantes y pelaje oscuro.
El lobo gruñó y mostró sus afilados colmillos, claramente no dispuesto a dejarlos pasar. El grupo se preparó para defenderse, y Amalia escondiéndose detrás de sus hermanos pensó internamente.
—[Es nuestro fin.]
De pronto como si la villana estuviese viendo todo lo que sucedía en ese instante, dijo en su cabeza.
— 【Autora usa tu don de manipulación...】
—[¿Y como se supone que haga eso?]
—【 Tengo que explicar todo, levanta tus manos. Deja que tu neblina se desate 】
Amalia/Sofía, hizo lo que la villana le indico, pero tal parecía que ella no podía liberar su don, al escuchar que la bestia estaba cada vez más enojado y que en cualquier momento atacaría, cerró sus ojos y grito.
— Ah... esto no funcionará...
De pronto el lobo al escuchar como Amalia gritaba se dirigió en su dirección, pero antes de llegar cayó inconsciente al igual que todos lo que estaban al rededor de la chica. Al abrir sus ojos lentamente y ver el desastre que había causado frunció su rostro y mirando al cielo dijo.
— Será mejor que te estés divirtiendo, porque en cuanto salga de aquí ya verás... ya verás.
Sin más con cuidado tomó las patas traseras del lobo y lo llevó lejos de ellos, puesto que no podía mover a todos de ese lugar...
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