Una joven universitaria

Leo

parte 2

Ese mismo día. Me encontraba impartiendo mi última clase, la cual estaba prácticamente a punto de llegar a su fin; de manera que, solo me senté a esperar.

Los estudiantes salieron del salón cuando la clase terminó.

“Ay, ya quisiera irme a casa.”

“¿Sabes si hoy vino la profesora Suzanne?”

“¡Adiós, profesor Leo!”

“La clase de literatura es más divertida.”

“¡Nos vemos, profesor Leo!”

El salón quedó completamente desolado, solo conmigo adentro. Procedí a revisar si todo estaba en orden dentro de mi maletín. Pero luego de un momento, inesperadamente alguien me habló.

“Esté, eh, con... con permiso, profesor. Pu... ¿Puedo pasar?”

¿Cuál es el punto de pedir permiso si de todos modos entras?

“¿Ohm?” Hice al oír su voz, la cual por cierto casi no escuché.

“Este... Quería hacerle una pregunta.” Dijo mientras se acercaba a mi escritorio.

Se trataba de una chica joven. Al parecer era una estudiante que había olvidado algo, o quizás quería preguntarme algo sobre la clase. Normalmente, los estudiantes buscan a los profesores cuando no están rodeados de sus amigos... Quizás es por vergüenza a que se enteren de que no entendieron algo acerca de la clase. Pero para mí, esto siempre es como jugar a las adivinanzas... Nunca sabes qué es lo que un estudiante busca. Sobre todo porque la mayoría de ellos son muy quisquillosos a la hora de elaborar sus preguntas.

“¿Puedo hacer algo por ti?” Dije.

La chica abrió sus ojos completamente y respondió: “No, no... Solo, este... Quería preguntarle algo.”

“¿Acerca de la clase? Respondí sus preguntas hace poco. ¿Hay algo que te inquieta?”

“¿Qué? No, no,” y movió sus manos frenéticamente. “Yo... soy del curso de enfermería.”

“Ah... ¿Del curso de enfermería?”

Ella asintió “S... si. Así es. Yo... estuve en su primera clase de hoy, profesor.”

Ya lo decía yo. En mi última clase no había habido ningún estudiante de alguno de los cuatro cursos de enfermería. Pero siendo así, ¿qué hacía aquí esta chica entonces? Dijo que estuvo en mi primera clase del día, ¿no? ¿Qué es lo que quería preguntarme, y por qué esperó hasta esta hora para hacerlo? Había que indagar sobre el asunto.

“¿Puedo saber tu nombre?” Dije.

Ella se sorprendió de pronto y dijo: “¿Mi... mi nombre?” Volteó los ojos hacia los lados y luego me miró. “Yo... me llamo Lucie. Pero, este... Sí.”

“¿Cuál es tu pregunta, Lucie?”

Ella parecía estar muy nerviosa ahí frente a mí... En ese entonces yo solo la veía como una estudiante más...

“Qui... quisiera saber cuantos años tiene, profesor.”

De todas las preguntas que podría haber estado esperando, esa fue una que verdaderamente me tomó por sorpresa.

Normalmente, un estudiante de universidad no pregunta ese tipo de cosas. Al menos yo no recuerdo haber hecho esa pregunta en el pasado. ¿Por qué querría saber cuantos años tenía cualquiera de mis profesores? Esto, fuera de ser extraño, me parecía más bien raro. Era una pregunta realmente curiosa de parte de ella. No me quedaba más remedio que seguir indagando.

“¿Mi edad? ... ¿Quieres saber cuantos años tengo?”

“Si, así es.” Dijo Lucie con firmeza.

“¿Y cuál es la fuente de tu curiosidad?”

“La fuente de mi...?”

Lucie pensó en su respuesta por un momento y luego continuó:

“... Yo tengo 19 años.”

¿Y eso qué? ... Ella se quedó callada luego de decir eso... Por un momento me sentí un poco incómodo. Afortunadamente, luego de esa pausa repentina, ella siguió hablando.

“... Ahora usted conoce mi edad.” Arremetió Lucie. “Lo justo es, que ahora me diga la suya.”

“Wow. Sin duda alguna, elaboraste un fundamento irrefutable.”

Ella sonrió orgullosa al oír mi respuesta. Al parecer, estaba muy convencida de su forastero ímpetu para obtener lo que quería.

... Yo podría haber dicho que estaba muy ocupado como para andar respondiendo cada curiosidad que tuvieran mis estudiantes; sin embargo, no soy la clase de persona a la que le molesten ese tipo de trivialidades. Si un estudiante tiene una duda, o llámese en esta ocasión curiosidad, mi deber como profesor es resolverla. Así que, ¿por qué habría de negarme?

“No tengo objeción alguna en decirte cuantos años tengo.” Dije. “¿Quieres que te lo escriba o que lo cante?”

“Escríbalo, por favor.” Dijo Lucie inmediatamente.

Solo estaba bromeando. Yo no canto. En realidad, esperaba escuchar una tierna risita de universitaria como respuesta al oír ese mal chiste.

“Eh, ¿escribirlo...? O... okay.”

Sin más remedio, saqué papel y lápiz para escribir cuantos años tenía. ¿Estaría bien poner una dedicatoria a un lado como: De: Leo. Con cariño para:?

Dejando las bromas de lado. Así de la nada, mientras Lucie me observaba escribir, repentinamente dijo: “Si no es mucho, ¿también podría escribir su número telefónico ahí?”

“¿Mi número telefónico? ... Creo que no puedo darle esa información a un estudiante.”

En primer lugar, ¿por qué alguien querría el número de teléfono del nuevo profesor de Matemáticas? Todos saben que los profesores de Matemáticas solo te dan problemas. (Guiño, guiño. Chiste de profesor de Matemáticas.)

“Pro... prometo que no se lo daré a nadie más,” dijo Lucie apretando sus puños hacia su pecho e inclinándose.

Supongo que ese era su objetivo desde el principio... Ella no se veía con malas intenciones, pero, en realidad, no sabía qué podrían decir si alguien de la universidad se enteraba.

“¿Para qué quieres mi número de teléfono, Lucie?”

Ella sonrió mientras dijo: “Eh... asuntos universitarios,” y asintió.

Con que asuntos universitarios, ¿eh? ...

Por alguna razón, decidí no darle más vueltas al asunto y accedí. Así que, escribí todo lo que ella me pidió en el papel y luego se lo di.

“Ten.”

Lucie revisó el papel apenas se lo di. “¡Oh! ... Así que tiene 34 años, ¿eh?” Y susurró algo viendo hacia el piso.

“¿Dijiste algo?”

Lucie miró hacia mí y dijo: “No, no. Gracias por haber accedido. En verdad lo aprecio,” y apretó el papel en sus manos.

Me pareció haberla escuchado decir: “Interesante.” ¿Qué tenía de interesante tener 34 años? Pero bueno, qué iba a saber yo sobre lo que podría estar pensando una universitaria de 19 años.

“Bueno,” dije, “no fue nada. Espero que cumplas tu promesa.”

“¿Mi promesa?” Ella pareció confundía y ladeo su cabeza.

¿Era en serio? Apenas había pasado un minuto y ya había olvidado su promesa. Valla que sí era muy distraída. No obstante, luego de un momento lo recordó.

“¡Ah, claro!” Exclamó Lucie recuperando su usual expresión. “... Prometo que no se lo daré a nadie,” y estiró su mano ofreciéndome su meñique.

Yo ya estaba bastante grande como para andar haciendo promesas de ese modo. Pero no podía negarme a hacerlo. Así que tomé su meñique y lo apreté con el mío.

“Lo prometo,” dijo Lucie sonriendo.

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