11:58 am.
El trabajo de un guía de zoológico consiste en organizar y llevar a un grupo moderado de personas a través de las diversas zonas del zoológico-y en este caso también santuario. Debes dar indicaciones acerca de qué está permitido o no hacer, responder las preguntas que hagan los visitantes y ser cortés en todo momento. Principalmente, mantener el orden del grupo y hacer una descripción y o aportar datos curiosos sobre los diversos animales que se encuentren a la vista de tus seguidores.
“Este ejemplar de Panda forma parte de los animales resguardados en el santuario Jesse.” Dijo el guía Nicolás.
En este momento, el guía Nicolás se encontraba describiendo las características de una osa panda a la multitud.
“Mide 151 cm de largo y su peso es de 143 kg. Ella es una hembra y naturalmente es menos grande que un macho. Como podrán ver ella está acompañada por su pequeño hijo panda, él apenas tiene un año de haber nacido y aún sigue bajo el cuidado de su madre.”
“¡Wow, que panda tan enorme!” Dijo Lucie, asombrada. “Creo que no podría rodear su cabeza con mis brazos aunque quisiera,” ya podrán imaginarse a Lucie intentando hacer esa bobada.
Lucie estaba encantada admirando la majestuosidad y el colosalismo de la gran mamá panda. Pero luego su atención se centró en su pequeño hijo.
“¡Y su hijo es muy adorable! ¡Holaa!” Y saludó al pequeño panda haciendo un gesto amigable con su mano, como si el panda fuera a responder su saludo.
Cuando eres tan alegre y entusiasta como Lucie, para las demás personas podrías parecer algo tonto u infantil; no obstante, eso no debe ser impedimento para disfrutar de tu vida de la manera más feliz posible.
Conversar con un pequeño panda no es algo que no puedas hacer, es algo que te niegas a hacer. Entender eso es algo maravilloso.
Mientras Lucie seguía observando al pequeño panda con un gran brillo en sus ojos, por pura casualidad, el pequeño panda fijo su vista en Leo, y Lucie lo notó.
“¡Mira, te está mirando!” Lucie señaló al panda para que Leo también lo viera.
Pero Leo permaneció callado.
“¿Leo...?” Dijo Lucie, sin apartar la vista del pequeño panda que aún seguía viendo a Leo.
Leo no parecía estar tan emocionado como Lucie. De hecho, su rostro ahora mismo era uno de seriedad absoluta, pero, ¿por qué? ¿No se supone que están en una cita? En una circunstancia como esta, lo normal sería sonreír junto a la persona que te acompaña y disfrutar juntos del momento. Pero parece que para Leo algo no estaba bien.
Luego de unos segundos de vacilación, Leo empezó a decir: “... Lucie. Hay algo que tenemos que hablar...”
“¡Atención todos! ¡Es hora de tomar un pequeño descanso!”
Lo que sea que Leo había querido decir fue totalmente obstaculizado por los gritos del guía Nicolás.
Lucie se volteó para escuchar lo que decía.
“Nos reuniremos en este mismo punto a las 1 pm,” continuó el guía Nicolás. “Mientras tanto, pueden ir a almorzar. Y si quieren, siéntanse libres de echar un vistazo a la tienda de regalos. ¡Recuerden, nos vemos a las una!”
Durante el recorrido de la mañana el guía Nicolás solamemte había dado veinte minutos de descanso a su bandada de seguidores a las 9 am. Ahora mismo eran las doce en punto y esta vez el descanso sería de una hora.
“¡Qué bueno! ¡Ya es hora de almorzar!” Alabó Lucie, alegre. “Vamos a buscar una mesa, Leo.” Tomó a Leo de la mano y empezó a caminar hacia las mesas de pícnic. “Luego te dejaré comprarme algo en la tienda de regalos.”
Y así, todo el grupo partió hacia las mesas de pícnic esparcidas por toda la zona, para reposar y almorzar.
Si todos continuaban con ánimos de seguir con el recorrido, se reunirían con el guía Nicolás en el punto acordado para tomar la ruta de la tarde. Si algunos sentían que ya era suficiente del Zoológico por el día de hoy, se irían a sus hogares luego de almorzar y comprar algunos recuerdos en la tienda de regalos.
12:06 pm.
Lucie y Leo encontraron una mesa al lado de un árbol cedro y se sentaron en ella. Luego, Lucie pidió la mochila de Leo y procedió a esparcir sobre la mesa las bebidas y los alimentos que preparó para su pícnic.
La comida: sándwiches de jamón y queso, un par de naranjas y manzanas. Y de postre: un bizcocho.
“Bueno, ya está todo listo.” Afirmó Lucie, casi babeando del hambre. “¡Buen provecho!” Y tomó su sándwich y le dio un bocado. “Ñam, ñam.”
Leo también tomó su sándwich, pero solo se lo quedó mirando.
Algo no estaba bien. Lo normal hubiera sido que Leo empezara a devorar la comida inmediatamente, luego de haber pasado casi toda la mañana recorriendo el zoológico a pie.
Lucie por su parte, seguía mordisqueando su sándwich con una evidente sonrisa de satisfacción en su rostro. Pero Leo... hay algo que había estado queriendo decirle a Lucie desde hace algunos días, pero no había encontrado una buena oportunidad para hacerlo. Hace algunos minutos había pretendido empezar una conversación para hablar sobre el asunto con ella, pero el guía Nicolás le había robado su atención con sus indicaciones dadas a medio pulmón.
El rostro de Leo ahora mismo declaraba que retenía una evidente intranquilidad en sus pensamientos.
Aún con la vista perdida en su sándwich, Leo susurró: “¿Por qué estás conmigo, Lucie?”
“¿Mm...?”
Lucie no pudo escuchar muy bien lo que Leo dijo porque estaba concentrada comiendo su sándwich, pero aún así le pareció escuchar un murmullo que provino de su dirección, asi que preguntó: “Leo, ¿dijiste algo?”
Leo dirigió su vista hacia Lucie.
“¿Por qué estamos aquí?” le dijo Leo.
“¿Qué? ¿No te gusta esta mesa?” Dijo Lucie ingenua volteando hacia los lados. “No creo que encontremos una mesa vacía a esta hora... ¿Crees que debí traer un mantel?”
“No, me refiero a...” Leo reestructuro su pregunta: “¿Por qué estamos tú y yo aquí?”
Lucie puso cara de confusión. “No te entiendo. ¡Es la hora del almuerzo! Es común que almorcemos aquí. Todos lo hacen.”
“Lucie.” Leo se inclinó en su asiento. “Quiero decir, que, ¿por qué estás tú conmigo?”
“¿De qué estás hablando?”
Lucie era una estudiante de enfermería; No obstante, no le hacía falta un grado en psicología para presentir que Leo estaba diciendo incoherencias sin parar.
“¡Pues eres mi novio!, ¿no? ¿Con quién más almorzaría en este zoológico?”
“¡¡No estoy hablando de comida, Lucie!!” soltó Leo enfatizando con su voz.
“¿Eh?”
Lucie se sintió completamente confundida. No tenía ni idea de lo que Leo estaba tratando de decir. Para ella, él solo parecía estar lanzando preguntas sin sentido alguno.
Sin haber entendido una sola palabra de lo que se dijo anteriormente, Lucie dijo: “¿Entonces de que hablas? No comprendo.”
Después de eso, hubo un silencio que los atrapó a ambos en una especie de esfera aislada de las demás personas alrededor. Lucie tenía toda su atención centrada en Leo, y la única sensación que Leo sentía era la de alguien que era observado.
Y Leo empezó a decir: “Tú... no mereces estar conmigo, Lucie...”
“¿Qué?” Lucie soltó su sandwich y puso las manos sobre la mesa.
¿Qué rayos fue eso? De un momento para otro esto se tornó en algo serio. Desde el inicio de la conversación, Leo se había expresado de una manera extraña. Aunque cada palabra que salía de su boca daba la impresión de que para él eran genuinas. ¿Todo lo que había dicho anteriormente tenía un significado oculto? Quizás había que leerlo entre líneas o algo así. Por otra parte, aunque sus palabras habían sido claras, Lucie no lograba ponerles sentido. Para ella eso era como intentar saber lo que un perro dice cuando ladra.
“¿De qué hablas?” protestó Lucie con un abrupto disgusto integrado en su tono de voz. “¡Explícamelo!”
Sin más paciencia, Lucie exigió una respuesta, una que fuera clara y concisa. Lucie tenía una justa razón en dicha exigencia, Leo había dejado que este asunto diera muchos rodeos.
“¿Por qué dices que no merezco estar contigo, Leo?”
Leo no respondió.
“¡¡Leo, explícame!!” Gritó Lucie. “¿A qué te refieres con eso?”
Tres segundos pasaron y Lucie no despegó la mirada de Leo, quien aún permaneció callado, hasta qué...
“... Tú deberías estar con alguien de tu edad y no con alguien como yo.”
“¿Por qué rayos dices eso?” ¿Es en serio? Pensó Lucie. “¡Yo soy quien decide con quién quiero estar! ¡¡No tú!!”
“¿No piensas que sería mejor así?”
“¡Por supuesto que no!”
Nadie antes se había atrevido a decirle tal cosa a Lucie...
Es de conocimiento general que las personas (especialmente las que son mayores), piensen que la edad de alguien es un impedimento para que las cosas funcionen de la manera en que supuestamente deberían de ser, si nos referimos a las relaciones entre ellas claro. Por ejemplo: un niño de 11 años no puede salir con una chica de 16, y un chico de 16 no puede salir con una niña de 11. Eso está fatalmente mal visto dentro de la sociedad; no obstante, un niño de 11 años podría enamorarse hasta de una mujer de 34 años y una chica de 16 igualmente de un hombre de la misma edad...
Independientemente de si eso es algo que sería juzgado ante los ojos de los demás o no, nadie debería decirte a quien debes amar.
Con todo a lo que eso conlleva, Lucie se sintió completamente ofendida por las palabras de Leo. En realidad, no entendía por qué él se estaba comportando así. Lucie ahora mismo desconocía sus verdaderas intenciones. ¿Qué pretendía Leo diciéndole todo esto? Sus frases llenas de palabras vanas hacían que sus emociones estallaran sin saber que rumbo debían tomar.
“Hay muchos chicos que quisieran estar con alguien como tú.” Siguió Leo aún insistiendo.
“¡Pero yo no!” respondió Lucie, enfadada.
“¿¡Pero por qué no, Lucie!?”
“¡¡Porque yo te quiero a ti!!”
Leo se echó hacia atrás lentamente.
Silencio. La conversación en algún punto se había convertido en una discusión, pero luego terminó y se transformó en silencio.
¿Ya nada importaba? ¿Qué hacían los dos gritándose el uno al otro? Ellos llevan meses viviendo juntos en el mismo lugar, lugar el cual ambos reconocían como su hogar. ¿Qué eso ya no importaba? La persona con la que compartes un techo no solo es un acompañante, también es un guardián. Debes tener confianza absoluta en esa persona sin importar lo que pase, pero... ¿Qué hay si te grita? ¿Qué hay si te ofende? ¿Qué hay si te hace llorar?... Solo hay... desilusión.
Después de un momento, Lucie fue la que habló tenuemente, con lágrimas integradas en sus ojos:
“No te entiendo... No sé qué es lo que te está pasando. Tú... ya no eres el mismo de antes... Y haces que mis pensamientos se vuelvan más confusos cada vez que...”
Lucie ya no pudo continuar hablando. Realmente ya no quería seguir haciéndolo. De igual manera, tampoco sabía que era exactamente lo que tenía que decir, porque ni siquiera comprendió por qué Leo le había dicho todas esas cosas de un momento a otro.
12:41 pm.
Ambos sabían que ya no había ningún motivo para seguir en ese lugar; así que, sin cruzar palabra alguna, los dos salieron de allí después de comer.
Lucie se había apartado de Leo para hacerle una llamada a su madre. Leo se quedó esperando a que ella terminara la llamada, de pie, en la entrada del zoológico.
Lucie le había prometido a sus padres que iría a visitarlos luego de que terminara su cita; la cual, había terminado de una manera fatal.
Luego de unos cuantos minutos de conversación, Lucie terminó su llamada. Después se aproximó a Leo y se paró frente a él.
“Ya hablé con mamá,” le dijo Lucie. “... Dice que puedo quedarme en su casa esta noche.”
Leo se sobresaltó un poco al oír eso. Se suponía que Lucie solo haría una pequeña visita de unas cuantas horas a casa de sus padres. Pero después de escuchar lo que Lucie dijo a continuación, Leo lo entendió y se quedó completamente sin palabras que decir.
“Necesito que seas claro con lo que sientes por mí, Leo.” Dijo Lucie manteniéndose neutral. “Yo también necesito aclarar mis pensamientos... Nos vemos, Leo,” y se marchó.
La casa de los padres de Lucie quedaba a dos horas y media de distancia en tren desde ahí; por ende, Lucie llegaría con sus papás como a las tres y media de la tarde.
Leo, sin más remedio, luego de un momento se dirigió a la estación de tren para regresar al apartamento.
1:15 pm.
Leo llegó al apartamento.
3:43 pm.
Lucie llegó a casa de sus padres.
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