La historia de mi vida

Lucie y Leo tuvieron una cita. El día estaba soleado. El lugar era muy entretenido. Podían disfrutar de la compañía del otro sin que nadie los molestara. Podían ser una pareja feliz rondando por ahí sin preocupación alguna. Incluso contagiarse de la risa de los niños que corrían por todas partes sin parar. Venían precavidos, con los horarios listos y con un grandioso pícnic preparado para la hora del almuerzo. Pero a pesar de todo... la cita en el zoológico y santuario, Jesse, había concluido de una manera determinantemente mal.

Lucie puede no haberlo notado, o quizás sí, pero Leo había tenido una actitud complicada desde antes de que iniciara la cita...

Cualquiera que los pudo observar durante el recorrido podía notar que en realidad solamente eran una pareja que estaba a nada de alcanzar su clímax hacia la desunión. Aunque parecía que ella era la única que no se daba cuenta, pues la podías ver sonriendo cada vez que un animal en el zoológico se movía un milímetro. En cambio, él, siempre pareció antipático e indiferente a las emociones de alrededor.

Las acciones y palabras de Leo habían logrado separarlos por una noche.

Desde que Lucie y Leo empezaron a vivir juntos, a principios de abril, Lucie ni una sola vez había dormido en otra parte que no fuera en su apartamento. (Actualmente, estamos en la última semana de junio.)

Lucie decidió irse a casa de sus padres para estar apartada de Leo. Tal vez así pensarían mejor en una manera de arreglar las cosas entre ellos, al menos esas eran las intenciones de Lucie.

Leo regresó a su apartamento luego de terminada la cita. Vaya golpe fue para él abrir la puerta y no encontrar a nadie sentado en el sofá. Ya nadie estaba ahí esperando por él. Aunque básicamente, eso era por su propia culpa.

Leo

Parte 1

A veces quisiera poder explicar las cosas sin hilos en la lengua. Que ironía de mi parte, al ser un profesor de Matemáticas que soluciona problemas y los explica a sus alumnos. Pero si las cosas en realidad fueran tan sencillas como decir que dos más dos son cuatro, no tendría que haber estudiado esa carrera por cuatro años para poderla ejercer. Sin embargo eso no viene al caso…

Mis razonamientos oscilan cuando tengo que expresarme correctamente ante un par de ojos que me hacen sentir que estoy haciendo todo mal. ¿Cómo se supone que deba afrontar esta situación?

Las indecisiones son la contraparte de la determinación que requeriría para poder ponerle fin a este asunto. Pero la verdad, no es nada fácil para mí tomar una decisión.

¿Será que mejor deba dejar las cosas a como están? ...

No, eso no estaría bien. De hecho sería muy egoísta de mi parte pretender que nada ha pasado.

Odio tener que ver a Lucie triste por culpa mía. Guardarse las cosas resultó ser un pésimo error. Además, creo que mi actitud resultó ser el colmo. ¿Qué demonios esperaba al comportarme de esa manera? Obvio Lucie lo notó. Y estoy seguro de que debió ser muy confuso para ella.

Me siento muy culpable pero... ¿Cómo le confieso algo qué sé que la hará muy infeliz? ... No quiero verla sufrir. Ella no tiene la culpa en esto.

... Resumiendo y dejando claro el punto de una vez: Es mi culpa.

... Cuando me presenté con los padres de Lucie, les prometí que mis intenciones con ella eran las mejores, y que me esforzaría por no decepcionarlos... aún sigo pensando lo mismo pero... creo que... fallé.

***

Cuando decidí tomar el trabajo como profesor de Matemáticas en la universidad, fue porque una amiga; Sara, quien es profesora de Literatura allí, me convenció de hacerlo.

“Dime, Leo. ¿Qué piensas hacer?”

Ella y yo nos conocimos cuando asistimos a la universidad en nuestro primer grado de literatura, profesión que Sara decidió ejercer. Yo por mi parte, decidí concentrarme en el área de las matemáticas porque mi padre me convirtió en un aficionado al atormentarme todos los días con sus clases personales de aritmética desde que era pequeño. Pero esa es una historia aparte...

Sara y yo estudiamos juntos los mismos grados de literatura. Desde que nos conocimos hemos sido muy buenos amigos y hasta el día de hoy aún lo somos. Solo que ahora ya no nos reunimos tan seguido a como lo solíamos hacer antes

La vida de adulto es algo dura, y no es algo que se deba descuidar. Aún así, actualmente los dos tenemos una muy buena relación de amistad. Ambos salimos de vez en cuando los días domingos, para conversar un rato en algún café, y además nos vemos casi a diario en la universidad.

Después de graduarnos, ambos conservamos la costumbre de ir de visita a la casa del otro en nuestros días libres. Aunque a veces era todo un desafío coincidir con los horarios.

Cuando Lucie se vino a vivir conmigo a mi apartamento, Sara dejó de visitarme. No por nada en particular. Ella y yo decidimos que desde ese momento lo mejor sería dejar de hacerlo. Sobre todo porque Sara es mujer y ella entiende que no es muy agradable que otra mujer visite a su novio o viceversa, que su novio visite a otra mujer. Al menos esa fue la explicación que ella me dio.

Volviendo al tema. Como de costumbre, Sara estaba de visita en mi apartamento -obviamente en ese momento yo todavía no conocía a Lucie y mucho menos vivíamos juntos- Sara y yo habíamos estado conversando sobre mi situación actual...

... Desde que me gradué de la universidad tuve muchos trabajos distintos, pero en ese entonces, había quedado desempleado después de que la escuela en donde yo trabajaba cerró.

“Hey, Leo. ¿Me escuchaste? Que, ¿qué planeas hacer ahora que estás desempleado? ... ¿Tienes suficientes ahorros para sobrevivir unos cuantos meses, o te irás a vivir a casa de tus padres?” Eso último, Sara lo dijo con un tono de burla mientras se reía.

“Estoy desempleado, no desesperado, Sara.” Dije y ella se rio nuevamente. “Creo que me conformaré con dar clases particulares a estudiantes de instituto. Ganaría menos dinero, pero creo que sería más relajante.”

“Con que más relajante, ¿eh?” Dijo Sara poniendo su mejilla sobre su palma mientras miraba hacia mí.

En el pasado yo ya la había visto hacer esa pose mientras me miraba firmemente... Ella estaba a punto de hacerme hacer exactamente lo que ella quería.

“¿Uhm? ¿Por qué ? ¿qué tiene?” Dije.

Sara se acomodó en su asiento y empezó: “En la universidad donde yo trabajo el profesor de Matemáticas acaba de alcanzar su jubilación, y hay rumores de que va a retirarse en este mismo año...”

“¿Y qué?”

“¿No te gustaría ocupar su lugar si decide irse?” preguntó Sara inclinándose hacia el frente.

“Creo que no entendiste mi frase de menos dinero pero más relajante, Sara.”

“¡Vamos!” Dijo echándose hacia atrás. “Al menos deberías considerarlo como una oportunidad... Sería un buen trabajo para poder sustentar a tu familia.” Se enderezó en su asiento y levantando un dedo dijo: “Un buen padre lo haría.”

“¿De qué estás hablando? Yo no soy papá, ni tengo una familia de la cual hacerme cargo.”

“Eso ya lo sé.” Respondió Sara levantando los hombros. “Pero algún día la tendrás. Y cuando llegue ese momento, sería más oportuno tener un trabajo estable para poder brindarles paz. ¿No lo crees?”

“Hablas de eso como si fuera a suceder pronto. ¿Acaso tú...?”

¿Será que Sara estaba enamorada de mí y quería formar una familia conmigo? En ese caso a nuestro primer hijo le pondríamos Rubéndino. Él sería recordado como el poeta que triunfó luego de hacer que el pueblo formara una revolución en contra del estado.

“Ni lo pienses.” Dijo firmemente Sara cruzándose de brazos. “... Tú y yo solo somos amigos y así nos vamos a quedar.” Y me apuntó con su dedo incide con el codo flexionado.

“Sí, eso ya lo sé. Solo estaba bromeando.”

Lo siento, Rubéndino. Tu mami no comprende tus ambiciones.

“Ja, ji, ja,” río Sara.

“Ji, ja, ji.”

Derivó en que el profesor de Matemáticas sí se retiró de la universidad para disfrutar de su jubilación junto a su familia. Así que, seguí el consejo de Sara. Y me sorprendió ver lo rápido que aceptaron mi solicitud de trabajo. El rector de la universidad estaba aliviado, al parecer, les estaba costando trabajo encontrar un reemplazo para la asignatura, lo cual me pareció bastante insólito teniendo en cuenta lo grande que es esta ciudad. Pero en fin, quizá solo tuve suerte.

... Con mi nombramiento oficial como el profesor de Matemáticas, me levanté muy temprano en la mañana de un día lunes y me dirigí hacia la universidad lo más puntual que me exigió mi juicio para dar inicio a mi primer día como catedrático.

“Buenos días a todos. Mi nombre es Leo y seré el nuevo docente de Matemáticas a partir de ahora. Espero poder ser lo suficientemente competente para esta universidad.”

En mi primera clase del día todo salió completamente adecuado. Y a lo largo del día impartí otras tres clases más apropiadamente.

“Si no hay ningún inconveniente, por favor, comencemos con la clase.”

Luego de que finalizó mi primera intervención, Sara y yo coincidimos en tener una hora libre antes de la hora del almuerzo; Así que, ella se ofreció a darme un rápido tour para mostrarme los diversos sectores de la institución.

“Y por aquí están los baños,” dijo Sara, que caminaba delante de mí. “... Y supongo que ya sabes que ahí adelante está la oficina del rector,” e hizo un gesto hacia delante con sus brazos.

Ya llevábamos casi media hora caminando de aquí a allá. En realidad, eso fue un poco agotador. Agradezco tener a Sara siempre conmigo para ayudarme. Sin ella yo seguramente estaría perdido. Y no me refiero exactamente en la universidad, sino, en todos los aspectos. Ella siempre está para mí cuando la necesito... De hecho, ella le había hablado muy bien de mí al rector de la universidad antes de que me dieran el trabajo. Aunque eso fue algo que estuvo de más, teniendo en cuenta que llevaban semanas buscando un buen candidato. Pero de todos modos la intención es lo que cuenta.

“De hecho, no sabía que por aquí también se podía llegar a la oficina del rector,” dije viendo hacia el frente. “Yo llegué hasta allí precisamente por la entrada principal.”

“Bueno,” respondió Sara, “esta es una universidad muy grande; así que, posee varias rutas disponibles para que todos puedan llegar a donde sea por donde sea.”

“Ciertamente así veo.”

La universidad en la que estábamos era realmente grande. Pero el tamaño no lo es todo. Un lugar no es bien visto si no está debidamente estructurado. De ahí los lemas de la universidad:

(1) En el mar de los sueños no te hace falta un mapa para saber a donde quieres ir.

(2) Las estrellas son mi guía y en mi pequeño barco zarparé.

Estos dos, juntos, a mi parecer, se complementan muy perfectamente. Sobre todo porque, en cierto sentido, ambos se refieren a la universidad como a un inmenso mar en el cual bizarramente es imposible perderse. Y no lo digo por poner en lo alto a mi centro de trabajo pero, la verdad, es qué yo difícilmente me perdería caminando por sus pasillos... Para que eso no sucediera, primero debías saber a qué sitio querías ir y lo demás sería sencillo. Es como si la universidad te guiara por medio de tus instintos o algo así.

“Bueno,” habló Sara, “creo que eso sería todo.” Y se colocó frente a mí. “Y ahora cuéntame. ¿Qué tal tu nuevo trabajo, Leo? ¿Te sientes cómodo en este lugar?”

"Sí. De hecho me gusta. Y es muy agradable. Me recuerda a cuando estudiamos juntos la carrera.”

“A mí, igual,” coincidió Sara sonriendo. “Recuerdo que en ese entonces no te separabas de mí ni un instante. Siempre me seguías a todas partes. Dime. ¿Acaso estabas enamorado de mí?” Se burló Sara con una sonrisa juguetona mientras empujaba con sus dedos mi hombro.

“No seas tonta,” dije, apartando sus fastidiosos dedos de mí. “Tú eras mi mejor amiga y además la presidenta del curso. Como el vicepresidente, me veía obligado a estar a tu lado a toda hora.”

Que usara nuestra buena amistad para fastidiarme era algo de lo que yo ya estaba acostumbrado. Pero que utilizara su superioridad como la antigua presidenta de nuestro curso para hacerlo, eso era un nuevo golpe bajo.

“Sí,” siguió Sara, conteniendo su risa. “Sí que fueron buenos tiempos. Y mira, aún seguimos siendo amigos, después de tantos años.”

“Sí. Y podríamos ser más que eso sí tú quieres.”

Sara se puso repentinamente nerviosa y dijo: “¡Qué! ... ¿que estás diciendo? Ya cállate, alguien te va a oír,” y observó los alrededores. “¡Ya... ya te lo había dicho! ¡Tú y yo solo somos amigos, Leo!” Y me empujó enterrando su dedo en mi pecho.

Que bien se siente fastidiarla, al igual a como ella lo hace conmigo.

“Ya lo sé.” Dije riendo. “Solo estoy bromeando... Además, tú empezaste.”

“Sí. Bueno, olvídalo.” Dijo Sara recuperando la compostura “... Mejor, ¿por qué no vamos a almorzar ahora?”

“Si, mejor.”

Sara y yo fuimos a almorzar juntos ese día, y eso en verdad sí que me hizo sentir como cuando los dos éramos dos jóvenes amigos en la universidad. Fue algo un poco nostálgico de realizar...

Después de esa vez, ambos regularmente nos poníamos de acuerdo para almorzar juntos. A veces se nos unían los demás profesores para hacernos plática, pero eso era algo normal. Algunas veces ni siquiera veía a Sara durante todo un día entero hasta la hora de salida. Pero eso también era algo normal. Ya saben, vida de universidad...

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Comments

Dondi

Dondi

Esa Sara, se pone nerviosa con todo lo que Leo le dice, jajaja.😅

2023-08-16

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