—Han traído el vestido para su alteza real, — la criada anunció, entrando a los aposentos de la princesa con una caja amplia sobre sus brazos.
Las tres damas de compañía que estaban atendiendo a Eugenia chillaron de emoción. La princesa, agito sus dedos en el aire, en señal de que quería que mostrarán el traje. La criada sacó el voluminoso vestido de la caja y lo extendieron frente a ella. Era una pieza color lila, de mangas largas y holgadas, corsé bordado con hilos dorados y una falda de varias capas.
—Se le verá precioso, alteza— lady Joanne Pinnerly le dijo. —Ninguna otra mujer tendrá un vestido tan hermoso como este en el baile.
Después, Eugenia se probó el vestido. Con ayuda de sus damas, reviso que no tuviese algún detalle. La cosieron en él y al ver que estaba hecho a la perfección, se sintió satisfecha. La princesa de dorados cabellos le ponía especial atención a su vestimenta, pues era fiel creyente que lo que uno vestía servía para enviar contundentes mensajes y comunicar tu estatuto. Desde muy jovencita, le había gustado ser de las mejores vestidas de la corte.
Incluso cuando se encontraban en guerra y los recursos escaseaban, nunca escatimó en los costos de sus trajes. los ministros de su padre le aconsejaban no demostrar opulencia cuando había soldados al frente que morían de hambre y frío, hecho al que le hizo caso omiso. Las suelas altas, la seda, telas brillantes y encajes delicados eran de sus favoritos. Le gustaba que todos sus vestidos tuviesen mínimo uno de esos detalles.
—Manden un obsequio a la costurera. Me a gustado mucho el vestido,— aceptó la orgullosa mujer, acariciando el bordado que se extendía sobre su abdomen.
—¿Flores?— Joanne le consulto.
—Si, un ramo de Hortensias y Gardenias. Mis favoritas.— contestó Eugenia. —Espero que continúe con su buen trabajo como lo a hecho hasta ahora. Sería fatal para ella decepcionar a su Princesa.
Las damas se miraron entre ellas. Sabían muy bien que sería muy fatal decepcionar a la mujer así fuese solo la criada que le servía el té. Las costureras a su mando, vivían con una constante presión dado los perfeccionista que podía llegar a ser Eugenia. Bastaba un mínimo error para causar su furia.
De hecho, el día de su boda, había mandado a cortar la mano de la mujer que le había hecho el vestido de novia. Según ella, no era lo suficientemente ajustado y las costuras de las mangas no le habían agradado.
Todos se había horrorizado con su conducta pero por miedo, no dijeron nada.
—¿saben ya si la ramera salió de su habitación?— le pregunto a sus damas.
—Si, ya está en el salón violeta con el conde Eckhart.— le aseguró Joanne.
—Entren a su habitación y destruyan los vestidos en su baúl.— les ordenó, — a este paso, ninguna costurera será lo suficientemente rápida para hacerle un traje para el baile.
Joanne Pinnerly miro de soslayo a sus compañeras. Sabían que el insulto que Eugenia había recibido de parte de Anelise tendría su castigo, incluso se sorprendieron que no reaccionara de forma inmediata como acostumbraba. Ahora se dieron cuenta que había dejado pasar los días para que su golpe tuviera más efecto.
Sin decir más, Joanne y las otras damas salieron de la habitación y fueron a el deteriorado dormitorio de Anelise. A un lado de la cama estaba el baúl, el cual abrieron. Tomaron los trajes y empezaron a desgarrar la tela de las faldas, apuñalaron las mangas con tijeras y destruyeron los pechos de los vestidos.
Cuando acabaron, los dejaron tirados en el suelo.
—Quizas necesite que el mensaje sea todavía más contundente.— propuso Joanne.
Empezaron a sacar los cajones de las cómodas que había, vertiendo sus interiores por todo el suelo. Arruinaron la cama, tirando de las sábanas y rompiéndolas también. Enterraron el filo de las tijeras en las almohadas, sacando las plumas de adentro. Después volcaron el pequeño tocador de espejo sucio y empezaron a reírse.
—¿Rompemos las ventanas?— una de las damas preguntó a Joanne, quien sonrió de oreja a oreja y asintió.
La que propuso la idea tomó el banco que iba a par del tocador y lo lanzó contra el ventanal. El vidrio se destruyó por completo y decenas de brillante fragmentos de vidrio cayeron a sus pies. El banco cayó a los jardines y rompieron a reír de nuevo.
Después se colgaron de las cortinas, las tres al mismo tiempo y desgarraron la pesada tela por la mitad. La fuerza de sus jalones las llevó al piso y entre risas as ayudaron a levantarse unas a otras.
—¡A su alteza real le va a encantar esto!
—Esto le enseñara a esa mujer que no debe meterse con la princesa.
Lanzaron una sola mirada a la recamara destruida y salieron de prisa de vuelta a su señora. En el camino, se toparon con Georgiana. Está las miró extrañada y las jóvenes bajaron la mirada.
—¿Qué travesura han cometido?— quiso saber la rubia.
—una de la cual no tardará en enterarse, señorita.— Joanne alzó las comisuras de sus labios y compartió una mirada de complicidad entre ella y las otras damas de compañía de Eugenia.
Después, siguieron su camino. No queriendo quedarse con la duda, Georgiana caminó por el pasillo y llegó hasta la habitación que sabía bien que pertenecía a Anelise.
Se detuvo ante la puerta y inhaló. Aquí dormía su enemiga, la mujer a la que no había visto en persona desde su llegada. La mujer con la que compartía techo y pronto, amante. Trataba de imaginársela, como era, como actuaba y sintió una punzada de temor por el poder que pronto adquiriría.
Unas sirvientas le habían descrito lo mejor que podían a la joven. Le habían dicho que era de complexión menuda, que era de tez clara y poseía una larga melena de rizos rojos. Cuando preguntó si era bonita, se habían quedado calladas por un instante y después habían dicho en voz baja :
—No más que usted.
Eso no la había convencido. Desde antes de que llegara Anelise, se corrían rumores de que era una mujer de excepcional belleza. Uno de los muchos motivos por los cuales sabía que su hermana Eugenia la despreciaba con fervor. Se preguntó si Eugenia ya la había conocido, si ya había cruzado palabra con ella.
No podía atreverse a preguntarle directamente a su alteza real aquel hecho, sabía que se ponía demasiado irritable los últimos días cuando se mencionaba a la prometida de su hermano.
De no ser por el aislamiento obligatorio que había ordenado Ernest a la joven, ya la habría visto. Aquella mujer era un completo misterio para toda la corte y todos estaban en cierto modo ansiosos por conocerla.
Georgiana en cierto modo agradecía no haber puesto sus ojos en ella hasta entonces, por su propia paz. Sabía que era bonita y varios años más joven que ella, un hecho que resonaba en su cabeza. Apenas era cinco años mayor que Anelise pero a sus veintitrés, Georgiana sabía que ya debía estar casada y con mínimo dos ojos, era lo mínimo esperado de cualquier joven.
En la corte, la mayoría de las señorita de su misma edad ya habían logrado aquello y miraban con cierta extrañeza el hecho de que ella se mantuviese “soltera”. A lado de Anelise, quien pronto estaría casada y en un par de meses se encontraría en espera, Georgiana se vería vieja y acabada, no lo dudaba.
Aquellos pensamientos empezaban a enterrar sus garras dentro de su mente, sembrando un poderoso sentimiento de envidia. Anelise sería alabada, respetada y todos se pondrían a sus pies como la reina que sería. Tendría un esposo, un título, una vida mucho más lujosa que ella misma y sería algo difícil de ignorar.
Pero recordó que ella era la amada del principe. Recordó que ella también pertenecía a la corte, con o sin marido. Recordó que tenía un lazo cercano a la familia real aunque no hubiese nacido como princesa como Anelise o Eugenia. Recordó que ella también era hermosa y que apenas se había presentado a sociedad, había recibido decenas de propuestas de matrimonio, incluida la de el príncipe Edmund.
Sonrió y trato de dejar todo eso en el pasado. No dejaría que la existencia de esa mujer arruinara su vida, su felicidad.
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Comments
Kelina Escobedo
De que va a sufrir va a sufrir mucho pues hay mucha maldad en la corte real y las mujeres más el día que la vean se morirán de envidia espero y el Conde sepa protegerla como hasta shora
2024-02-25
0
Jacqueline Guedes
me temo que analis sufrirá un montón y el próximo rey se arrepentirá mucho,ojalá se quede con Edmund o otro caballero
2023-06-16
2
🌺K@rôl🌺
Eugenia y esa familia merecen la orca 😡
2023-06-15
1