—Muy bien, no lo haces nada mal. —
Henry tenía la mano en la cintura de Anelise, mientras que con la otra sostenía su otra mano. El acto de danza los hacia estar demasiado cerca uno del otro, el apretado pecho de Anelise rozaba la solidez de los pectorales de Henry y podía sentir su calidez presionándose contra su cuerpo.
El aliento perfumado de Henry, tan cerca a su rostro la ponía nerviosa pero supo mantener la rigidez de su rostro para que no fuera demasiado evidente. Llevaban tres horas en la lección de baile. Henry le había enseñado la mayor parte de los básicos, como las vueltas y giros. Después le hablo de los bailes cruzados con otras parejas, muy comunes en los bailes que se ofrecían entre la gente de su nivel.
—Es muy probable que tengas que hacer uso de tus habilidades de danza más pronto de lo que crees.— le dijo Henry y Anelise sintió su mano ascender hacia el hueco entre sus omoplatos.
Anelise entreabrió los voluptuosos labios y lo miró confundida. —¿No sé supone que haré mi primera aparición publica hasta la boda?
Henry la hizo dar una vuelta, mientras que del otro lado del salón, el pianista seguía tocando la balada en el pianoforte. Estaban a una distancia segura de aquel hombre, ya maduro, quien además estaba demasiado concentrado en la pieza musical.
—Hay rumores de que se están llevando a cabo los preparativos para un baile en el palacio antes de eso.— le informó Henry, —es el primero que darán desde hace mucho tiempo. Creo que a Sido idea de la princesa Eugenia.
—No debe planear nada bueno en ese caso. No creo que vaya olvidar nuestro pleito del otro día.— Anelise humedeció sus labios y Henry apartó la mirada de su boca.
—Pero hay algo más.— Henry se acercó a su oído, hablando lo más bajo posible, —en el baile, te presentaré a las personas que se oponen a el rey. Tus posibles aliados.
Anelise sintió su cuerpo tensarse al oír eso. Asintió, —¿Habrá alguna manera de reconocerlos? Además de los que tú me presentes, por supuesto…
—¿Cuál es tu color favorito, mi lady?
Anelise no pudo evitar sonreír. —Que extraña pregunta, Eckhart. Especialmente cuando estamos hablando de algo tan serio…
—Solo responde.— pidió él.
Anelise busco en su memoria. Trató de nombrar un color pero no estaba segura del todo que ella siquiera tuviese un color favorito. En el convento, la mayoría de las cosas habían Sido blancas o negras. Pero, no siempre había vivido en la abadía. Mientras crecía en el palacio, Anelise recordaba ver siempre la bandera de su país colgada en todos los pasillos de su hogar.
Era verde con el escudo dorado de su casa en el centro, el cual tenía el oso pardo y el salmón dibujados en el centro, cara a cara. Oso. Pez. Los animales que caracterizaban a su nación, creaturas que abundaban en el montañoso país con lagos hermosos. Recordó también a su padre usar su saco de ese mismo tono de verde en diferentes ocasiones.
Sus hermanos llevaban siempre algún objeto decorativo del mismo color en sus ropas. Al menos, era lo que ella lograba recordar. Ahora las banderas verdes habían Sido reemplazadas por las de Orazor. Había puesto en sus lugares, sus propias banderas. Rojas con una espada atravesando el cuerpo de el oso que se encontraba de pie. Un detalle bien pensado con el cual hacer mofa de el reino y la antigua corte.
Pero también recordó el verde de el campo que se apreciaba a través de su ventana en el pequeño cuartito que le fue otorgado en la abadía. Siempre era una alivio ver el vivo pasto de afuera, anunciando que el invierno había acabado y que la vida brotaba de nuevo. Las hojas verdes de los árboles y las frutas, el tallo que sostenía los brotes y las florecidas hierbas bajo sus pies. Le hacían pensar en los nuevos comienzos, en la esperanza por el buen porvenir.
—Verde.— Anelise sintió la palabra brotar de entre sus labios. La dijo de una manera casi automática, inconsciente incluso.
Henry la miró y amplió sus labios en una sonrisa. —Bien, le diré a los nuestros que vengan de verde.
Anelise se sintió estática. Asintió y siguió danzando por todo el salón con su tutor.
—¿Qué hay de ti? ¿Cuál es tu color favorito?— le interrogó la joven.
—¿Mi color favorito? ¿Por qué quieres saberlo?— quiso saber Eckhart.
—Solo me dio curiosidad.— emitió Anelise.
Henry guardo silencio. Después de un titubeos, alzó la comisuras de su boca y sonrió de manera amplia.
—Rojo.
Anelise diviso un brillo extraño en los ojos de Henry. La canción acabó y se detuvieron.
—Del mismo tono que el de tus rizos. — enfatizó, atreviéndose a enroscar un dedo en uno de los mechones que caían a un lado de el rostro de la muchacha. Anelise sintió los colores subirse a su cara y agachó la mirada.
—No bromees.— le pidió ella.
—No lo hago. — soltó él, —había olvidado lo mucho que me gusta ese color hasta que volví a ver tu cabello.
Anelise cubrió su boca, tratando de cubrir su sonrisa. No sabía que decir. El enigmático conde Eckhart la alteraba con las cosas que le decía. Cuando no la estaba llamando hermosa, le estaba hablando de conspiraciones para derrocar a su futuro suegro. Era un coqueto empedernido al igual que un poderoso terrateniente, que la dejaba echa un desastre cuando se iba. Fijó sus ojos en los de él y oprimió una carcajada.
Entonces el pianista, inconsciente de lo que sucedía a sus espaldas, empezó a tocar otra canción y Anelise ofreció su mano a Eckhart quien la tomo gustoso para seguir girando con ella por todo el salón.
Se preguntó si Ernest era tan buen bailarín como Henry. Entonces recordó, que pronto lo descubriría.
...****************...
—Edmund va a estar aquí a tiempo para el baile. ¿Estás ansiosa por verlo tanto como yo? Lo e extrañado mucho.— Georgiana estaba sentada a la orilla de la cama que usaba Eugenia.
Está estaba siendo cosida en su traje por sus damas de compañía, parada frente a un espejo alto.
—Si tanto lo extrañas, hubieses aceptado la propuesta de matrimonio que te hizo antes de irse. — Eugenia emitió aquellas palabras sin pena.
Georgiana se ruborizó. —No pude. Yo siempre amé a Ernest.
—Le entregaste el corazón a el hermano equivocado, ¿No lo crees?— preguntó Eugenia.
—Ernest me quiere, hermana— Georgiana se puso de pie, —tu misma lo haz dicho, ¿No es así?
—Supongo que lo hice.— Eugenia coloreo sus labios con carmín, cuidando de no salirse de la línea —pero tú lo quieres más que a él a ti.
—No me da pena admitirlo, es un honor para mí que él…
—Es gracioso.— Su Alteza interrumpió a Georgiana, —Como el amor nubla la mente. Cómo siempre es uno el que ama más que el otro y el dolor que se siente al no ser correspondido.
Georgiana no pudo evitar mirarla extrañada. ¿De que hablaba? Apostaría todo lo que tenía a qué Eugenia nunca había Sido rechazada por ningún hombre en su vida. Ni lo sería.
—Edmund sufrió por tu rechazo. Y tú sufres por el rechazo de Ernest. Vaya, que vueltas da la vida, ¿No es así?— Eugenia se giró a mirarla. —Georgiana, no quiero verte cerca de Edmund cuando vuelva.
Las palabras iban cargadas de peligrosas amenazas y dejaron a la rubia desconcertada. Eugenia nunca le había hablado en ese tono. Se quedó callada.
—No quiero que le vuelvas a dar falsas esperanzas. ¿Entiendes?
—Nunca lo hice, hermana.
—No soy tu hermana.— la tajante voz de Eugenia hizo que un escalofrío recorriera la piel de Georgiana, — Y Edmund no es tu juguete. Tú eres el de Ernest y debes encargarte de poner una cría en tu vientre,— concretó la princesa, — uno que nadie dude que sea de el futuro rey.
—No hay nadie más leal a tu hermano que yo.
—Eso espero. — dijo, poniendo el carmín en la mano de una de sus damas, cuando hubo acabado de maquillar su boca, —ahora vete, no quiero ver a nadie.
Georgiana hizo una reverencia y salió sin más de la habitación. Se retiró a su propio dormitorio, en el mismo pasillo donde estaba el de su madre, Adella. Estaba a punto de pedir el té cuando alguien tocó a su puerta, apenas iba a autorizar la entrada cuando la puerta se abrió. Era Ernest.
Verlo en el margen de la entrada la hizo congelarse. ¿Qué estaba haciendo ahí tan temprano?
—¿A sucedido algo?— preguntó Georgiana, presionando sus palmas contra sus muslos.
—Tiene que ocurrir algo para poder venir a verte, Georgie?— el príncipe cerró la puerta tras de si.
Georgiana meneó la cabeza suavemente en negación y lo vio caminar hacia ella. La tomó por ambos lados de su rostro y la besó con fuerza, devorando sus labios con desesperación.
Fue un beso arrasador que la dejó sin aliento, uno que le dejó saber que él la deseaba. Correspondió a la muda caricia con la misma fuerza y Ernest bajó sus manos a las mangas del vestido de la joven.
—Ernest..— lo detuvo —no podemos justo ahora. No es de noche aún y notarán tu ausencia.
—¿Debo repetirlo, Georgiana? Estoy a días de ser rey, nadie puede prohibirme nada. Menos tú — le hizo saber — si quiero hacerte el amor, lo haré.
Y para probar la veracidad de sus palabras, dio un tirón a el frente del vestido, desgarrando la tela y revelando el bordado corsé debajo de este.
—¡Ernest!— exclamó Georgiana.
—Ya cállate.— le ordenó.
Volvió a besarla, aprisionándola con sus brazos y arrastrando de ella hacia la cama. Ahí, se encargó de terminar de romper su vestido y se deshizo del corsé. Acarició con sus manos el suave cuerpo de su amante con fuerza, presionando sus dedos sobre su piel y ahogando sus protestas con besos. Encima de ella, la tomó por las muñecas y mordió su labio.
En un santiamén, se posicionó dentro de ella y con cada embate la hacía temblar. El dolor se confundía con el placer y Georgiana no estaba segura de si quería que se detuviera o continuará con aquel violento encuentro. Ernest gruñó contra su rostro, bufó y después se apartó sin más. Había terminado y dejo a Georgiana tendida en la cama. Está vez no hubo besos en la frente o cálidos abrazos. No dijo nada antes de irse.
Muda, la mujer se mantuvo con las piernas cruzadas y en el viento. Luego, las presionó contra su propio pecho. Un sollozo escapó de su cerrada boca y empezó a llorar.
Aquel día volvía a intentar lo que llevaba intentando desde hacía años atrás. De nuevo, rezó para que está vez si funcionará. Rezó para que la cría se mantuviese dónde debía ir, dentro de ella.
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Updated 42 Episodes
Comments
Reyna Obregón
esta más q interesante
2024-03-13
0
Andrea Venezia
Se pone interesante...
2023-12-31
1
Yira
Significa que ha tenido abortos o no a podido consevir
2023-06-19
2