capitulo seis "escapando"

Cayó la noche y la tormenta continúo. Cuando parecía que iba a detenerse un momento, los chubascos volvían a golpear la tierra, inundando todo y volviendo el clima frío. Truswell se quedó en una de las habitaciones, dónde apenas se acostó quedó dormído profundamente.

Anelise estaba en su habitación, dónde las sirvientas le habían liberado del terrible corsé y los broches de pelo. Se había acostado un momento, haciéndoles creer que iba a dormir pero en cuanto salieron de la habitación, volvió a ponerse de pie.

Estaba decidida a escaparse esa misma noche, tenía el plan perfecto. Entrada la noche, saldría por una de las puertas traseras que había en la cocina que sin duda ya estaría vacía. A esas horas, todos los criados y su amo estarían en la cama. Iría a el establo por una yegua y saldría de aquella maldita propiedad de una vez por todas.

¡No sé casaría con el hijo de un tirano! ¡Jamás traicionaría así a sus hermanos!

Se paró frente al espejo del tocador de aquella habitación y levantó su cabello en un moño para que no estorbara su vista. Se puso la bata turquesa sobre el camisón, lamentando que no tenía otra opción de atavío. El vestido que había usado por una breve hora en la cena, había Sido llevado a la lavandería por las sirvientas.

Ajustó sus zapatillas y cuando terminaba de hacer un nudo en la última, un trueno retumbó por toda la casa. Apagó la última vela encendida en la habitación y abril suavemente la puerta. Por la lluvia, nada se escuchaba. Al salir al pasillo, ahogó las ganas de toser. El frío ya empezaba a penetrar a través de la bata pero ignoró lo mejor que pudo ese detalle y continúo escaleras abajo.

La mansión era enorme y encontrar la cocina sería algo difícil, pero había seguido con sus ojos a las sirvientas que habían servido la cena, así que siguió el camino que memorizo y llegó a una puerta ancha de roble oscuro. Empujó la puerta y se alegro de encontrar abierto. Había acertado.

Aquella estancia era tan grande como la habitación dónde se estaba quedando Anelise. Había sartenes y ollas de todos los tamaños colgados sobre su cabeza, utensilios como tenazas, cucharas, palas y una sección dedicada a toda clase de cuchillos. Había largos, cortos, anchos y otros tan delgados como uno de sus callosos dedos. Vio una puerta y fue a ella rápidamente, trato de abrirla pero se dio cuenta de que estaba bajo llave.

Anelise resopló. Empezó a buscar con sus ojos las llaves pero no las vio. Lo único a la vista a parte de los utensilios de cocina, era un candelabro que sostenía tres velas sobre una mesa. Lo agarró y iluminó los cajones. Abrió uno por uno lo más silenciosa que pudo, vio toda clase de cosas pero no veía ninguna llave. Empezó a desesperarse.

Finalmente, en una de las vitrinas adheridas a la pared, alcanzó a ver un destello de reojo. Al abrir la puertecilla, vio un llavero largo con un montón de llaves. Sonrió pero pronto su sonrisa se esfumó. Había demasiadas llaves, tratar de encontrar la que pertenecía a el cerrojo le llevaría demasiado tiempo.

No habría otra opción más que salir por la puerta principal. En el llavero, resaltaba una llave que parecía estar hecha de bronce, larga y con un diseño artístico. Sin duda pertenecía a el gran portón. Corrió en puntillas a el saloncillo de la entrada y vio el destello de un relámpago iluminando las ventanas.

Metió la llave al cerrojo y suspiro de alivio al ver que se abría. Abrió y salió, dejando la puerta abierta. Afuera, el torrente de lluvia volvía todo a su alrededor oscuro. No podía ver más allá de su mano y se asustó. Pero pensó que ese detalle sería una ventaja también, nadie la vería. Bajó los escalones y al no estar protegida por el techo de la entrada, la lluvia la atacó, humedeciendo rápidamente la bata y atravesando hasta su blusón de noche.

A la distancia, logro distinguir una pequeña luz de farol. Estaba segura de que era el establo y empezó a correr en aquella dirección. La herida en su nuca empezó a dolerle, no estaba en condiciones de correr ni mucho menos de exponerse a tan horrorosas condiciones. Sus pulmones empezaron a arder al mismo tiempo pues aún seguían un tanto debilitados, además de que correr con las pesadas prendas empezó a fatigarla demasiado rápido.

Pero aún con todo en su contra, Anelise siguió corriendo, sabiendo que de aquello dependía su vida.

Eckhart estaba fumando un poco de su pipa antes de ir a la cama. Había recibido una nota de Penélope, en la cual le rogaba volver a verse. Él había escrito en respuesta que no pensaba volver a verla y que dejasen todo en paz pero que si llegaba a necesitar algún favor en un futuro, podría comunicarse con él, pues habían Sido amigos antes que amantes pero todo lo que tenía que ver a su amorío, debía llegar a su fin.

Relacionarse con mujeres era bastante fácil para Henry, ninguna le hacía mala cara pues a sus treinta años, era uno de los hombres más adinerados de el reino. Todo Townvalley le pertenecía, desde las minas hasta las granjas de las orillas del pueblo y recibía una excelente cantidad de renta de otro pueblo cerca de su hogar, Ittenes.

Heredó todo aquello y aumento la valía de su apellido, cosa que ni su padre había hecho. Se codeó con gente de la alta sociedad cuyo padre había odiado. A diferencia de Henry, él nunca entendió que a pesar de su título, necesitaba de contactos poderosos que pudiesen hacerles cualquier favor.

El difunto conde Harold Eckhart había muerto un año antes de que la guerra estallara. Después de una larga lucha contra una aflicción pulmonar, el Conde había cedido a la muerte. Su enfermedad había Sido contraída por estar expuesto demasiado tiempo a sus amadas minas, las cuales le gustaba supervisar personalmente.

Él amaba la tierra bajo sus pies, las plantaciones, las minas y el trabajo duro. Había enseñado a su hijo todo lo que sabía y inculcó en él el amor a la vida de campo. A pesar de ser aristócratas, padre e hijo eran cercanos a los plebeyos, a diferencia de la mayoría de los nobles.

Se habían dado a querer por todos en Townvalley y a sus alrededores, destacando por el buen hábito de ayudarles. Eran generosos con lo que tenían y abastecían los hospitales, comedores públicos y orfanatos a la redonda. Cuando la gente abría la boca para hablar de los Eckhart, era para expresar maravillas de ellos.

Se preguntaba que pensaría su padre de verlo tan cercano a los Invictus, la gente que había matado a Víctor, un hombre con el que prácticamente se había criado Harold. Antes de ser coronado, habían mantenido una estrecha amistad la cual a veces perdía la fuerza por los deberes individuales de ambos hombres.

Victor se dedicaba a su reino, sus súbditos y a su adorada familia. Harold hacia prácticamente lo mismo, aunque a menor escala y la única familia que poseía era Henry. Su mujer murió en el parto de la hermana de Henry y no volvió a contraer nupcias.

Tampoco había rumores de algún bastardo de parte de Harold y aunque mantenía relaciones con una que otra cortesana, nunca las dejo envolverse demasiado en su vida pública.

Pensó que estaría devastado al verlo actuar de ese modo. Pero personalmente, creía que era mejor hacerte amigo del enemigo para descartar cualquier amenaza. Henry había visto lo que el rey Peter le había hecho a los nobles que se opusieron a su reclamo al trono y pensó que no querría acabar igual que ellos.

Familias enteras habían Sido enviadas a ala horca apenas se revelaban, sin importar sus títulos o sus nexos a la corona desde siglos atrás. Sencillamente, habían Sido asesinados igual que la Casa Real.

Pensaba en todo eso parado junto al ventanal en medio de la penumbra de su habitación. No había ruido alguno además del de la lluvia y los truenos en la casa. Dio una chupada a la pipa y exhaló su humo, sintiéndose relajado. En el destello de un relámpago, notó una figura a mitad del jardín.

Inmediatamente soltó la pipa, al reconocer a la difusa figura de abajo. Otro relámpago destallo y cualquier duda de si era ella o no se perdió. La visión de tela blanca empapada le aceleró el corazón.

¿Qué cree que está haciendo?

Mantuvo un poco de esperanza, pensando que quizás había imaginado aquello y salió de su habitación. Camino al fondo del pasillo y fue hasta la habitación dónde debía estar Anelise, para encontrarla la cama destendida y vacía. Soltó un ruido gutural y golpeó la pared, enojado.

Se puso un pantalón rápidamente y bajo rápidamente las escaleras de su casa. Encontró la puerta principal abierta y salió corriendo. La lluvia no tardó en hacer de las suyas, empapando al conde que llevaba el pecho desnudo.

Un relámpago iluminó el cielo y alcanzó a divisar la pequeña figura. Justo en ese momento la vio caer de rodillas y él aceleró el paso. Tenía el buen hábito de ejercitarse y llevaba una vida sana, lo cual le permitía ser terriblemente veloz. Con ayuda de aquella habilidad, alcanzó a la irreverente creatura que no paraba de ponerlo en aprietos.

Cuando estuvo sobre de ella, la tomo por un brazo. Vio la sorpresa en los ojos de lady Anelise, quien nunca imagino que la atraparía justo en aquel instante pues ni siquiera imaginaba que estaba en una persecución.

Inmediatamente jalo su brazo para liberarse y se puso de pie no sin antes darle un empujón que lo tomo por sorpresa, haciéndolo resbalar pues iba descalzo. El lodo no ayudo y el conde aterrizó sobre sus posaderas. Maldiciendo en voz alta, la vio correr y se levantó gruñendo.

Empezó a correr pero encontró que aquella acción se volvió un tanto difícil pues habían llegado a una especie de zona lodosa mientras más se acercaban a los establos.

Aún así, logro atraparla por la bata y le dio un estirón que la envío de nuevo al suelo. Anelise chilló y trato de ponerse de pie pero Eckhart se le abalanzó encima, con cuidado de no tratar de lastimarla para aprisionarla con su cuerpo.

Anelise gimió.

—¡Suéltame! ¡Déjeme ir ya!— exclamó la vivaracha pelirroja.

Henry se sentó, tomándola por ambas muñecas. —¿Que ocurre dentro de su cabeza?— le gritó a fin de hacerse oír sobre el ruido de los truenos. —¿Se ha vuelto loca?

—¡Loca sería si me quedara sentada esperando a ser desposada a ese asqueroso cerdo! Yo nunca me casare con ese príncipe!— le devolvió el grito Anelise.

Exasperado, Henry le presionó los dedos en las muñecas. —¡Es una verdadera imbécil si cree que puede huir de ellos!— gritó contra su rostro después de jalarla más cerca de él.

Ella tenía el cabello deshecho sobre su rostro y se adhería en gruesos mechones sobre sus mejillas y cuello. Hizo una mueca enseñando sus dientes en respuesta y después lo mordió en un hombro. Lo hizo tan fuerte como pudo, haciendo que Eckhart gritara y la empujara. Una punzada de dolor le atravesó hasta el abdomen. Agachó su mirada y vio que unos hilos de sangre recorrían desde su hombro hasta su pecho, al mismo tiempo siendo enjuagadas por el agua de la lluvia.

Aprovechando los segundos de distracción del conde, Anelise volvió a ponerse en marcha. Estaba demasiado agitada, escuchaba su pulso en sus oídos como si de olas se trataran y su garganta estaba terriblemente seca.

¡El establo! ¡Tan solo debía llegar al establo! Una vez montada en un caballo, podría huir más fácilmente de el conde y todos los que tratasen de detenerla.

Después de correr por unos metros más, llegó a dicho lugar. Estaba iluminado por dos lámparas de aceite que colgaba sobre el pasillo que se formaba entre las dos hileras de cubículos dónde dormían los caballos. Al escucharla entrar, algunos despertaron y como si pudieran sentir sus emociones, empezaron a relinchar y a moverse nerviosamente dentro de sus cuadros.

—¿Realmente cree que puede dominar a una de esas bestias?— la voz de Eckhart sonó detrás de ella.

Ella se dio la vuelta justo para verlo parado frente a la puerta de las caballerizas, empapado y semidesnudo con la herida en el hombro. Su expresión era de infinita molestia y tenía el ceño fruncido.

—Aunque pensándolo bien, viendo su instinto de supervivencia y hasta donde la llevado, no me sorprendería que se montará a una de esas bestias y se largase sin problema alguno.— refunfuño el hombre, sin moverse de su sitio.

Había estado muy ocupada huyendo de él que no había notado que estaba usando solo un pantalón. Anelise dejó sus ojos danzar sobre su viril imagen. Tenía un poderoso pecho, el cual estaba cubierto por una fina capa de vello que se estrechaba conforme bajaba hasta la pelvis, complexión musculada y muy bien marcada. Ella nunca había visto el pecho de un hombre hasta aquel instante. No supo bien descifrar lo que sentía al verlo así, pero no pudo ignorar como sus dedos parecían retorcerse dentro de las mojadas zapatillas.

Sintiendo una calidez extraña en todo su cuerpo, la joven contestó —soy más fuerte de lo que parezco.

—oh, vaya que sí. Eso no está en duda — bufó el conde. —aunque creo que también se trata de suerte. Parece estar de su lado.

—en eso diferimos, señor Eckhart. Toda mi vida me han perseguido las desgracias.— Anelise puso la mano en la puerta de una de las cuadras que guardaba una fina bestia. Una vez en ella, no podría atraparla.

Pero apenas puso los dedos sobre la madera, el animal le soltó una mordida. Casi le atrapaba con los dientes de no haber Sido por sus reflejos. Anelise gritó y dio un paso atrás. Henry soltó una fuerte carcajada.

—¿Ve a lo que me refiero? Jamás podría subirse a una de ellas tan fácilmente. Mucho menos controlarla como desea, si es que pudiese subirse a una en primer lugar— le dijo —apenas esté arriba, Mindy la mandara a volar.

Anelise sintió irritación con sus palabras.

—Anelise no será tan sencillo huir de la familia real. Ya la han reclamado y no descansarán — le dijo Eckart mientras ella observaba a la yegua, prestándole más atención de la que aparentaba.

—Yo no me dejaré dominar. Nunca iré a el palacio. Preferiría volver a la abadía aunque muriera en menos de una semana a manos de las monjas.— exclamó la alterada joven.

Henry la miró de pies a cabeza. Había perdido la bata turquesa en el forcejeo que tuvieron afuera y solo vestia su delgado blusón blanco el cual estaba empapado y pegado a su blanca piel, la cual se dejaba adivinar fácilmente a través de la tela. Él trazó su figura con los ojos y sintió un parpadeo en el corazón.

La expresión de su rostro era de furia. con los cabellos mojados sobre su cara y el blusón cayéndole a medio brazo de un lado, mostrando su hombro, parecía estarse levantando de la cama después de un severo revolcón.

La idea le causó gracia y sintió una punzada en el miembro. Era increíble como tal pensamiento le pudiese cruzar por la cabeza en tan hostil situación. La muchacha débil sentir la extrañeza de su mirada y se ruborizó.

—Nunca volverá a esa abadía. Nunca podrá huir a ningún lugar, apenas se enteren que ha escapado de aquí, la cacería empezará. En menos de tres días ya la tendrán y la castigaran. Acepte lo que le piden y trate de ver lo mejor de su situación. — le volvió a aconsejar Henry.

Anelise meneó la cabeza suavemente y empezó a derramar lágrimas que se confundían con el agua de lluvia que escurría aún de ella.

—No hay peor castigo que casarse con ese hombre. Lo sabe tan bien como yo.

—No lo creo, si se enteran de que trató de escapar, la torturarán. Será azotada, violada por cuántos hombres ellos gusten y después será echada a los perros para que acaben con lo poco que quede de usted.— la voz de Henry era firme y su mirada se suavizó.

Anelise sintió pánico ante aquella perspectiva. —¿Es en verdad esa mi única alternativa? — quiso saber.

Eckhart mantuvo los labios sellados. Caminó hacia ella pero está empezó a caminar de reversa, manteniendo la distancia con él.

—Casarse con Ernest le traerá los beneficios propios de una princesa. Además de que puede hacer algo dentro de el palacio y unida a esa familia…

—¿Qué?

—Recuperar lo que una vez fue suyo, Anelise.

Anelise bufó, burlona. —¿Yo contra toda una corte? Sin dinero, sin aliados, sin poder alguno más que de ser su esclava?

—Hay más aliados de los que se imagina. Pero solo lo sabrá si está dentro de la corte, cerca de ellos. — finalizó Eckhart —huyendo por los bosques descalza no logrará nada. Portando una corona y codeándose con los altos mandos…será distinto.

Anelise desconfío de aquel hombre. Miró de nuevo a la yegua Mindy y después volvió a mirar en dirección de Henry. Se veía bastante serio y ella sintió un pellizco en el pecho. Quería creerle más que nada en el mundo, pero quizás todo eso era una treta. Quizás era lo suficientemente listo para coaccionarla a aceptar con mentiras para llevarla al palacio y acabar con ella ahí. Después de todo, tenía nexos con la corona. Y lo más importante era, ¿Qué ganaba él si lograba aquello que mencionaba?

—¿Qué pasa si todo es mentira? Podría estarme mintiendo.

—Quizás. Pero que pierde con intentarlo? No tiene nada. Si ve que las cosas no marchan como lo desea, puede lanzarse desde la torre más alta y acabar con todo si realmente lo quiere.

Había cierta verdad en aquello. Anelise cruzó sus manos sobre su pecho, sintiendo un escalofrío ante lo poco esperanzadoras que eran sus palabras —¿Quién me ayudará? ¿Usted?

—Si, En lo que pueda. Y vaya que un hombre con tanto poder y dinero como yo puede hacer muchas cosas…— ofreció Eckhart.

Un conde con amigos poderosos…quizás no estaba tan perdida. Debía haber otros noble inconformes o poco convencidos con el mandato de los Invictus paga que él insinuara que había posibles aliados en la mismísima corte real. De ser así, con ayuda y ciertas maniobras ni siquiera deberían de empezar una guerra dónde muriesen inocentes, sus batallas debían lucharse dentro de las paredes del palacio.

—Tengo miedo— dijo Anelise.

—Es normal tenerlo, va a luchar contra una de las familias más poderosas en hombres y riquezas que reina dos países.— le dijo Eckhart, haciéndola sentir como su corazón se encogía dentro de su pecho.

Entonces, él levantó su mano para ofrecérsela. Ella le lanzó una mirada de extrañeza y se rehusó a tocarlo. No le gustaba la manera en la que la había mirado, ni que antes de la cena le había llamado “hermosa”. De las breves interacciones que había tenido con el sexo opuesto desde que salió de la abadía, Anelise no estaba convencida de que fuesen creaturas en las que pudiese confiar libremente, mucho menos permitirse aquel clase de contacto físico que desencadenaría comportamientos pecaminosos que estaban…prohibidos fuera del matrimonio, de acuerdo a los sermones que le habían impartido a ella y a las novicias de la abadía. Menos aún con un hombre que estaba desnudo de cintura para arriba.

—es tarde, el sol pronto saldrá y habrá que llegar a el palacio.— le dijo Henry.

Ella lo rodeó y salió de las caballerizas, llevándose la grata sorpresa de que ya no llovia afuera. Lo peor de la tormenta había pasado y ahora solo quedaba la sensación húmeda en el aire y la fría briza que la hacía titiritar por la nula protección que llevaba contra el clima.

Él la alcanzó afuera y trató de alivianar el tenso entorno —le ofrecería mi brazo, pero temo que vuelva a morderme.

Anelise lo miró con enojo. —¡Me tiró al suelo! — gritó en su defensa.

—la estaba salvando de si misma, mi lady — la corrigió Eckhart.

—¿Espera que le aplauda sus gracias y le dé un abrazo?— Anelise empezó a marchar con dirección a la casa, hundiéndose en el lodo con cada paso que daba.

Él la siguió. —No, no quiero un abrazo ni sus aplausos. — dijo él. Un beso sería mejor, pensó. —Pero si quiero su palabra de total confidencialidad sobre lo que acaba de pasar o me temo que acabará muy mal para ambos.

Ella se detuvo en seco. —Yo no diré nada si usted no lo hace tampoco.

—Pues entonces es un trato? — Eckhart volvió a ofrecer su mano y después de titubear por unos segundos, Anelise la tomó, aceptando el pacto.

Él se sorprendió de sentir los callos en sus manos pero no lo menciono a fin de no avergonzarla como Truswell lo hacía. Caminaron en silencio a la casa, cada uno con una guerra interna mientras trataban de analizar lo que había sucedido aquella errática madrugada.

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Comments

Maru

Maru

Pero si! Se dejo dominar, golpear y humillar por las monjas verdad y ahora que tiene una oportunidad se siente Wonder Woman que con sólo girar puede vencer a todos Ja! Incoherencia

2023-11-26

3

Total
Capítulos
1 capitulo uno "el viaje"
2 capitulo Dos "Enferma"
3 Capitulo tres "¿rescatada?"
4 capitulo cuatro "La Princesa Perfecta"
5 capitulo cinco "mi aliado el conde"
6 capitulo seis "escapando"
7 capitulo siete "Llegando a el palacio"
8 capitulo ocho "Deshonrada"
9 capitulo nueve "Planes"
10 capitulo diez "reencuentros inesperados"
11 Capitulo once "La marquesa"
12 Capitulo doce "Una lady y su dama"
13 Capitulo Trece "Verde"
14 Capitulo Catorce "Mujeres Peligrosas"
15 Capitulo 15 "La orden de la princesa"
16 "Pasiones Dañinas"
17 Capitulo diecisiete "Un viaje al pasado"
18 Capitulo dieciocho "La misión de Emma"
19 Capitulo diecinueve "El obsequio"
20 Capitulo Veinte "Lucha"
21 Capitulo 21 "Enemistades y amores errados"
22 Capitulo 22 "La Coronación"
23 Capitulo 23 "Belleza Inesperada"
24 Capitulo 24 "Contigo"
25 Capitulo veinticinco "Adiós, Majestad"
26 Capitulo veintiséis "Otra desgracia?"
27 capitulo veintisiete "Confesión"
28 Capítulo veintiocho "Misterio en la corte"
29 capitulo veintinueve ''el beso de un príncipe "
30 capitulo treinta "Impulsos"
31 capitulo treinta y uno " Rechazos y sueños "
32 capitulo 32 "Huye conmigo"
33 Capitulo 33 "entre las sábanas de un rey"
34 capitulo treinta y cuatro "Discusión"
35 capitulo treinta y cinco "Sorpresa I "
36 Capitulo treinta y seis “Peticiones”
37 Capitulo treinta y siete “Sorpresa II”
38 Capitulo 38 “Hermanas”
39 Capitulo 39 “Reina”
40 Capitulo 38 “Hermanas”
41 Capitulo 40 “guerra declarada”
42 Capitulo 41 “Lejos de la Ciudad”
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capitulo uno "el viaje"
2
capitulo Dos "Enferma"
3
Capitulo tres "¿rescatada?"
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capitulo cuatro "La Princesa Perfecta"
5
capitulo cinco "mi aliado el conde"
6
capitulo seis "escapando"
7
capitulo siete "Llegando a el palacio"
8
capitulo ocho "Deshonrada"
9
capitulo nueve "Planes"
10
capitulo diez "reencuentros inesperados"
11
Capitulo once "La marquesa"
12
Capitulo doce "Una lady y su dama"
13
Capitulo Trece "Verde"
14
Capitulo Catorce "Mujeres Peligrosas"
15
Capitulo 15 "La orden de la princesa"
16
"Pasiones Dañinas"
17
Capitulo diecisiete "Un viaje al pasado"
18
Capitulo dieciocho "La misión de Emma"
19
Capitulo diecinueve "El obsequio"
20
Capitulo Veinte "Lucha"
21
Capitulo 21 "Enemistades y amores errados"
22
Capitulo 22 "La Coronación"
23
Capitulo 23 "Belleza Inesperada"
24
Capitulo 24 "Contigo"
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Capitulo veinticinco "Adiós, Majestad"
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Capitulo veintiséis "Otra desgracia?"
27
capitulo veintisiete "Confesión"
28
Capítulo veintiocho "Misterio en la corte"
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capitulo veintinueve ''el beso de un príncipe "
30
capitulo treinta "Impulsos"
31
capitulo treinta y uno " Rechazos y sueños "
32
capitulo 32 "Huye conmigo"
33
Capitulo 33 "entre las sábanas de un rey"
34
capitulo treinta y cuatro "Discusión"
35
capitulo treinta y cinco "Sorpresa I "
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Capitulo treinta y seis “Peticiones”
37
Capitulo treinta y siete “Sorpresa II”
38
Capitulo 38 “Hermanas”
39
Capitulo 39 “Reina”
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Capitulo 38 “Hermanas”
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