Capitulo doce "Una lady y su dama"

Se lanzó hacia ella, pero Emma rápidamente dio un salto hacia atrás, esquivando el filo de su arma. De no haberse movido a tiempo, la sirvienta la hubiese apuñalado en el estómago.

Las otras dos viejas empezaron a animar a la joven, gritándole palabras de aliento y azuzando a la muchacha para que logrará su cometido.

Se volvió a abalanzar hacia emma pero está la tomó por los brazos y la lanzó hacia el muro, dónde la joven rebotó y cayó al piso. Con la misma fuerza se puso de pie, con la cuchilla aún en mano y volvió a atacarla.

Emma se agachó, esquivándola una vez más y finalmente se acercó lo suficiente para propinarle un puño en la mejilla. Esto ataranto a la joven por un instante y Emma aprovechó para tomar el arma de su mano. Cerró sus dedos sobre la cuchilla y sintió como está le cortaba su piel. El flujo de la sangre caliente pronto humedeció sus palmas y finalmente arrancó el arma de su atacante, lanzandolo lejos.

Ya más vulnerable pero con la misma determinación, la sirvienta volvió a abalanzarse hacia Emma quien la recibió con otro puño. La embistió contra la pared y la joven gritó. Las viejas siguieron gritando tras de ellas, animando la pelea.

—¡No vas a volver a tocarme en tu vida!— gritó Emma con fuerza, con los puños cerrados en el cabello de la joven. Está solo gruño y antes de poder decir algo, Emma azotó su cabeza contra el muro, una, dos y tres veces hasta que la muchacha dejó de moverse frenéticamente.

El cuerpo inerte se deslizó hasta el suelo, dónde gimió y balbuceó unas palabras inaudibles. Las mujeres habían dejado de gritar y Emma miró a su oponente en el suelo con una mirada oscura, jadeando y con las manos sangrando.

Se giró hacia las mudas criadas y las amenazó —¡Esto es lo que le espera a la que vuelva a molestarme! ¿les queda claro, imbéciles?

Las mujeres se miraron entre sí, luego de vuelta a Emma y asintieron. Atónitas, la vieron alejarse de la escena, caminando rápidamente hacia una dirección desconocida.

Emma inhaló profundamente, tratando de recuperar la estabilidad de sus pulmones. Subió a la segunda planta, pasando a los guardias que había en cada pasillo. Se dirigió a la habitación de Anelise, dónde abrió sin tocar la puerta en un movimiento veloz.

Después la cerro de un portazo y se recargó en ella de espaldas, exhalando.

Anelise se levantó de la cama rápidamente. Era claro que no había estado durmiendo. Parecía estar atravesando un severo caso de insomnio.

—¡Emm—Lily!— se corrigió rápidamente la pelirroja. —¡Lily! ¿Qué a sucedido?

Anelise vio la falda del uniforme manchado de sangre, las manos heridas y la apariencia desgreñada de su dama de compañía y se angustió al instante.

—Fui atacada. Por otras criadas.

—¿Por qué?

—¡Trataron de apuñalarme!— profirió Emma, viéndola correr hacia ella. —Tuve miedo de que tratarán de hacer lo mismo contigo…yo pensé, yo pensé…— se ahogó con un incipiente nudo en su garganta —Pensé que tratarían de hacerte lo mismo a ti— Emma soltó aquello y empezó a perder la voz, el shock estaba aún muy presente en ella y después de el coraje y la valentía llegó el llanto.

Anelise puso una manita en cada mejilla de Emma, tratando de reconfortarla y limpiando las lágrimas de la mujer.

—¿A Sido por mi, verdad?— artículo Anelise.

Emma tragó saliva pesadamente, tratando de liberarse del nudo. —Eso no importa.

—si, ¡si que importa!— alegó la pelirroja —pudiste haber muerto y fue por mi culpa.

—No fue tu culpa. Tampoco mía. Fue culpa de estos desgraciados…te odian, Anelise — emma le dijo y vio los ojos verdes de Anelise abrirse como platos, sorprendida —creen que estás aquí por gusto. Creen que eres una traidora a tu propia familia.

Anelise dejó caer sus manos a sus costados, sintiéndose sin aire. —¿Qué yo…estoy aquí por gusto?

—Discúlpame, no debí decírtelo. Pero creo que es algo que tenías que saber. Me lo han dicho así. — Emma redactó, en una voz más lenta.

—Les han mentido. Alguien lo a hecho. No saben por lo que me han hecho pasar. Los engañan para que me odien.— Anelise manifestó, entendiendo rápidamente lo que había sucedido, —si supieran dónde e Sido obligada a vivir todos estos años…el trato injusto que e recibido y que me han raptado de mi propio hogar, no me despreciaría nadie.

Emma se quedó callada. Anelise sintió un dolor en su pecho pero se rehusó a llorar. —Algun día lo sabrán. Pero por ahora, estoy más preocupada por tus manos.

—No es muy profundo el corte — le aseguró Emma.

—Ven, hay que lavarte. Un día tu cuidaste de mi y ahora yo cuidaré de ti.— Anelise anunció y la tomo de la mano, llevándola al cuarto del baño donde tenía tinas con agua limpia.

En silencio, lavó las manos de Emma con el agua y frotó un poco de jabón en las heridas. Aunque Emma hizo muecas, no le pidió detenerse. Después cortó dos pedazos de tela de su bata y cubrió sus palmas, haciendo un nudo arriba.

Emma la vio trabajar, concentrada en su labor y no pudo evitar sonreír. Veía cierta fuerza en su fragilidad y deseó que no le ocurrieran las cosas que le pasaban. Era una chica muy dulce y imaginó que justo así se sentiría el tener una hermanita.

Una hermanita. Que maravilloso sería tener una familia y no estar tan sola como lo había estado ella toda la vida.

—Deberías quitarte el vestido. Tengo otro camisón y creo que te quedará a ti. Puedes dormir aquí conmigo, será mejor así.

—Como mi lady lo desee. — Emma hizo una pequeña reverencia de manera burlona y ambas rieron por lo bajo.

Mientras ella se cambiaba, Anelise fue a ponerle seguro a la puerta. Apagó el velero de tres velas que estaba en la mesita de noche y se acostó.

—Habrá que decírselo a Henry mañana, que pida que te dejen quedarte cerca de mi. Y que las criadas sean castigadas. — Anelise propuso cuando ya estaban en la cama las dos.

—El Conde es un hombre muy influyente pero dudo que pueda lograr eso. Mucho a hecho logrando ser tu tutor.— Emma dudaba de que aquello pudiera suceder.

—El lo hará. Puede hacerlo todo.

Emma sonrió. —Es un buen hombre, ese conde, ¿No?

Anelise vió hacia el techo, sonriendo. Emma distinguió el sutil brillo en los ojos azules de lady Anelise y un hueco se formó en su estómago. Recordó como esa mañana habían corrido a abrazarse el uno al otro y cuando el hombre la había atrapado en el aire para evitar su caída.

—Uno muy bueno. ¿No te sientes muy segura cuando estás con él?— Anelise le preguntó.

Emma no respondió, solo asintió lentamente. Era extraño, desde que lo había conocido en la casa de Watts, el conde le había parecido familiar o al menos la energía que lo rodeaba. Había algo en él que la hacía sentir muy en paz también. Parecía que lo conocía de toda la vida. Por eso, cuando mando por ella, no dudo en dejar aquel sucio cuchitril dónde era obligada a trabajar y huyó.

Y para Anelise las cosas no parecían ser muy distintas, lo que fuera que saliera de la boca de Eckhart, Anelise lo creía. Le hacía caso en todo lo que él decía y parecía confiar ciegamente en él.

Emma acarició el pendiente que colgaba de su cuello, una rueda de de acero inoxidable con un centro azul. Anelise lo vio y preguntó —¿Dónde lo conseguiste?

—Lo e tenido toda mi vida. En el orfanato en el que crecí me dijeron que llegué con él. Es lo único que conecta con mi pasado.

Anelise no pudo evitar sentir pena por ella. Al parecer eran más parecidas de lo que parecían. Huérfanas. Vulnerables. Solas. Sonrió tristemente.

—Es muy hermoso.

—Hay que dormir, lady Anelise. Mañana no querrá quedarse dormida mientras baila con el conde.— le dijo Emma.

Anelise suspiró. —Buenas noches, entonces, Emma.

—Que descanse, mi lady.

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