capitulo siete "Llegando a el palacio"

Ernest acarició el rostro de Georgiana quien yacia a un lado de él sobre la cama, perdida en un profundo letargo. Vio su pacífica expresión al estar dormida y sintió ternura por ella. Le besó la boca suavemente y está despertó.

Parpadeo despacio y sonrió, iluminando su hermoso rostro. —hola, Ernie— dijo.

Él la volvió a besar. Se sentía satisfecho en aquel momento, habían pasado la mayor parte de la noche juntos, haciendo el amor y disfrutando de la tempestuosa tormenta de afuera. Pero pronto amanecería y ella tendría que retirarse a sus aposentos antes de que los criados entrarán a atender a Ernest como cada mañana.

—¿Ya amaneció?— preguntó ella, levantándose de la cama para sentarse.

—Falta una hora, son las cinco

—hmm…— georgiana se puso de pie y fue por su blusón, que había quedado rezagado en el suelo a lado de la cama después de que él se lo arrancó y lo tiró lejos un par de horas antes.

Lo deslizó sobre su cuerpo y acomodó su cabello. —Me voy.

—espera, puedes quedarte un momento más aquí conmigo— Ernest la tomo de la muñeca y tiró suavemente de ella.

—será mejor que duerma lo más que pueda, su alteza.— contestó georgiana. —su prometida tuvo un retraso de nuevo pero sin duda llegará a tiempo para el desayuno.— le recordó —debe estar en la mejor forma para ella.

Ernest río por lo bajo. —¿A caso no me veo en la mejor forma, querida? — el príncipe señaló su cuerpo desnudo y ella recorrió con la mirada cada curvatura, músculo, y tendón que estaba a la vista. Era dolorosamente bello de pies a cabeza y lo peor era que él estaba consciente de ese hecho.

—Te ves muy bien, — respondió la mujer, —de hecho, nadie se puede comparar a ti, Ernest.

Ernest hizo una mueca de soberbia, sonrió y volvió a jalar a Georgiana hacia él, acostándola en la cama.

—Y si es así, ¿Por qué te vas?

—ya te lo dije, necesitas descansar…

—¿Para mí prometida y el estúpido desayuno? — repitió él, de manera burlona y Georgiana se ruborizó —sabes tan bien como yo que a mí esa cretina me importa un comino. ¡Al diablo ella y el desayuno! — exclamó él, juguetón —lo único que quiero es a mi Georgie aquí en mi cama.

Georgiana sintió un cosquilleo por todo su cuerpo al escuchar aquellas palabras. ¡Oh, amaba demasiado a su príncipe! Haría lo que fuese por él y para conservarlo a su lado. Se dieron un beso y él enredo los dedos en los rizos dorados de Georgiana quien fue arrastrada sobre el cuerpo de Ernest. Ahí, él levantó su blusón hasta el abdomen y la instó a encaramarse sobre su miembro que ya palpitaba contra su muslo.

Ella se levantó un poco sobre sus piernas y usando su mano, introdujo aquella parte de Ernest dentro de ella. Se deslizó con cierta facilidad y lo tomó completamente en breves instantes. —Ernest…— gimió, cerrando sus ojos.

—Georgiana, dios…— un sonido gutural emanó de su boca, —se siente demasiado bien estar dentro de ti.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo a la mujer cuando él dijo eso y empezó a mover sus caderas como sabía que a él le gustaba. Era sorprendente la manera en la que rápidamente se acoplaba a los hábitos amatorios que más gustaban a Ernest, todo lo que él deseaba o quería ella lo hacía, con una pasión que lo volvía loco. El calor en el cuarto pareció aumentar y la mujer tuvo que tapar su boca con el fin de no ser escuchada. Bajaba sus manos sobre su abdomen, las piernas, acariciando todo lo que estaba a su alcance.

Ernest puso su mano sobre la mejilla de Georgiana y está succionó uno de sus dedos. La sensación de la húmeda lengua de georgiana lo hizo perder el control y Ernest no pudo detenerse a tiempo, alcanzó el clímax de su satisfacción junto a ella. Habían acabado al mismo tiempo y ella se seguía moviendo sobre de él, pero está vez más despacio, reconfortándole dulcemente.

Rieron y él jalo su cabeza para besarle los labios. —Duerme un rato más conmigo, si?

—no, no podemos. Llegara el momento en el que ya no podremos dormir juntos…además los criados..

—me Dan igual. Yo soy el futuro rey de este palacio y nadie puede reprocharme nada, ¿Entiendes? Ni mi padre, los ministros o Eugenia. Mucho menos mi estúpida futura esposa..— le aseguró Ernest, sosteniendo su rostro con ambas manos.

—Ernie..

—Hablo enserio.

Georgiana sintió unas lágrimas brillar en sus ojos pero desparecieron cuando él la volvió a besar. Se acostó a su lado y lo abrazo y antes de darse cuenta, se quedó dormida con una dulce sonrisa en sus labios.

*—*—*

Amaestrar a la fiera era el nuevo propósito de Henry Eckhart. La pelirroja había aceptado ir a el palacio y tomar una actitud apropiada que le permitiese sobrevivir con el deseo de desterrar a los foráneos que gobernaban en su lugar, pero parecía tener impulsos cada quince minutos. Parecía tener una guerra dentro de su cabeza, una que se dividía en dos bandos. El primero era el de ser sensata, ingresar a el palacio con un “bajo perfil”, ubicar a sus aliados y poco a poco destrozar aquella corte de traidores en pedazos. El segundo, era el de gritar hasta perder la voz, arrancarse cada cabello en su cabeza, morder, arañar y huir de cualquiera que la estuviese llevando al palacio, saltar desde un barranco hacia el mar y acabar con todo de una vez.

Pero se detenía por sus súbditos, su familia muerta, la visión en la tina y las palabras del difunto Robert: “solo ajusticiando nuestra muerte podremos descansar en paz”. Cuando pensaba en correr lejos, iba a Henry y le pedía que la hiciera entrar en razón. Lloró en una ocasión. El carruaje se detuvo más de cinco veces y una ansiosa Anelise bajaba del coche con un salto nada propio de una dama, dando vueltas en círculos y sosteniendo su cabeza con ambas manos.

Ahí iba Henry a murmurarle palabras tranquilizantes, reconfortándole y asegurándole que todo saldría bien. En la última parada fue cuando Anelise rompió en llanto y Henry sintió un hueco en el estómago al ver sus lágrimas. Se atrevió a tocar sus hombros con ambas manos y darles un suave apretón antes de soltarla.

Ella se había detenido para prestarle más atención al tacto tibio de su piel contra la de sus hombros descubiertos.

—Me veo ridícula en este vestido.— dijo Anelise, limpiando sus lágrimas —es demasiado vergonzoso. Deja ver cuál es mi fin dentro de ese lugar.

Los ministros habían dado un pequeño baúl de vestidos a Henry para que Anelise vistiera durante sus primeros días en el palacio. Ya lo habían preparado desde semanas antes a su llegada y se lo habían dado a Henry para cuando fue enviado a buscar a la chica junto con Truswell.

Él había hurgado el baúl horas antes de partir a buscarla a Sutter’s y se sorprendió de las prendas que tenía en sus manos. Eran diez vestidos, hechos exquisitamente por las habilidosas manos de las costureras del palacio. De eso no había duda, pero los diseños dejaban mucho que desear. Los atuendos parecían hechos para una cortesana o alguna mujer a escasos niveles más arriba de una prostituta.

Mostraban partes que una noble procuraba esconder, resaltaba trazos en su figura impropios para los salones donde se presentaría Anelise en los próximos días. El vestido amarillo de la cena de una noche anterior era la única pieza “decente” de su nuevo guardarropa.

“Para su primera vez en el palacio, ordénale ponerse el vestido púrpura. Recuerda, Eckhart. Debe ser el púrpura.” Le había dicho el ministro que puso el baúl en su poder y él había ignorado el brillo maliciosos en sus ojos oscuros, acostumbrado a aquella mirada turbia de los miembros de la corte.

Aquel traje púrpura era el colmo de la indecencia. La cúspide de la desvergüenza. El representante del fin de la buena etiqueta. De hecho, Henry tenía un vago recuerdo de haber visto a Molly Pipers, la cortesana más famosa de Dervoshire usar una pieza muy similar en el último baile que había dado en su casa, el enorme prostíbulo (como lo llamaban los de la alta y baja sociedad) que estaba a menos de dos horas del Palacio.

Tenía un corte largo por detrás pero la tela de enfrente daba el aspecto de estar corrugado hacia las rodillas, levantándose y mostrando las pantorrillas de la joven. Un escote de pecho pronunciado a tal punto que bajaba hasta los pezones de Anelise. De hecho, Henry ya había visto uno al principio de el viaje aquella mañana y al sentir sus mejillas arder, desvío su mirada.

No tenía mangas del todo, solo dos lazos de encaje sobre los pálidos hombros y un torso decorado con bordados de hilo brillante que asemejaban a piedras preciosas. Una tela de tul delgado conectaba de uno de aquellos lazos a su espalda, formando una especie de capa blanca y fina tras de ella.

—Nadie me tomara en serio con esto puesto, Eckhart. Cuando me acerque a hablar de rebeliones y alianzas clandestinas a los nobles, ¡se burlaran de mi en mi cara!

Henry sintió pena por ella de nuevo y la obligó a mirarlo a los ojos, tomándola por la barbilla. —Anelise, usted es más que este…atuendo. Necesita entender eso. Vale más que cualquier dama bien vestida dentro de la corte.— le dijo —Es la heredera al trono, la última Deschamps, la mujer que derrocara a los Invictus y salvará s este reino. Porfavor, no deje que sus ánimos mueran por esta situación.

Anelise se aferró a aquellas palabras el resto del viaje y al llegar a Dervoshire, la capital de Mastaborn, mordió su labio y ahogó un suspiro. Cruzaron las calles principales, relucientes y decoradas de hermosos árboles florales y las cantarinas risas de la mujeres que caminaban por las banquetas con actitudes despreocupadas.

Finalmente, llegaron a la reja de la entrada. Un guardia les detuvo al llegar y abrieron la ventanilla del lado donde se encontraba Eckhart. Dio su nombre y les dejaron entrar pero durante el pequeño intercambio de información entre el conde y el guardia, Anelise sintió su corazón en su garganta. Tenía la sensación de que estaba siendo acechada y había entrado a la boca del lobo, dónde sin duda la atraparían.

El carruaje recorrió el largo sendero de la entrada, casi un kilómetro para llegar a la gran entrada del recinto. Un mar verde de pasto bien cuidado se extendía hasta donde sus ojos podían ver, rodeando el Palacio de piedras grises y mármol pulido.

Cuando el carruaje se detuvo, Henry ayudó a Anelise a bajar. Ella tomó su mano y posó sus azulados ojos en los cuatro pilares de la entrada. Vio las masivas puertas de la entrada y las docenas de ventanas de los salones.

Recordó cuántas veces había entrado y salido por aquella puerta de niña, para toda clase de situaciones. Había a asistido a varios eventos públicos con su familia, a bailes, inauguraciones, en salidas sencillas de la mano de su padre. Las imágenes en su cabeza le revolvieron el estómago y casi perdió el equilibrio después de dar unos cuantos pasos.

Henry le ofreció su brazo, como cualquier caballero y Anelise lo tomo agradecida. Entraron y anunciaron su lllegada

—Muy bien, Anelise. Ya lo sabe, mantenga una actitud dócil y así podrá tener una estancia más tranquila.

Capítulos
1 capitulo uno "el viaje"
2 capitulo Dos "Enferma"
3 Capitulo tres "¿rescatada?"
4 capitulo cuatro "La Princesa Perfecta"
5 capitulo cinco "mi aliado el conde"
6 capitulo seis "escapando"
7 capitulo siete "Llegando a el palacio"
8 capitulo ocho "Deshonrada"
9 capitulo nueve "Planes"
10 capitulo diez "reencuentros inesperados"
11 Capitulo once "La marquesa"
12 Capitulo doce "Una lady y su dama"
13 Capitulo Trece "Verde"
14 Capitulo Catorce "Mujeres Peligrosas"
15 Capitulo 15 "La orden de la princesa"
16 "Pasiones Dañinas"
17 Capitulo diecisiete "Un viaje al pasado"
18 Capitulo dieciocho "La misión de Emma"
19 Capitulo diecinueve "El obsequio"
20 Capitulo Veinte "Lucha"
21 Capitulo 21 "Enemistades y amores errados"
22 Capitulo 22 "La Coronación"
23 Capitulo 23 "Belleza Inesperada"
24 Capitulo 24 "Contigo"
25 Capitulo veinticinco "Adiós, Majestad"
26 Capitulo veintiséis "Otra desgracia?"
27 capitulo veintisiete "Confesión"
28 Capítulo veintiocho "Misterio en la corte"
29 capitulo veintinueve ''el beso de un príncipe "
30 capitulo treinta "Impulsos"
31 capitulo treinta y uno " Rechazos y sueños "
32 capitulo 32 "Huye conmigo"
33 Capitulo 33 "entre las sábanas de un rey"
34 capitulo treinta y cuatro "Discusión"
35 capitulo treinta y cinco "Sorpresa I "
36 Capitulo treinta y seis “Peticiones”
37 Capitulo treinta y siete “Sorpresa II”
38 Capitulo 38 “Hermanas”
39 Capitulo 39 “Reina”
40 Capitulo 38 “Hermanas”
41 Capitulo 40 “guerra declarada”
42 Capitulo 41 “Lejos de la Ciudad”
Capítulos

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1
capitulo uno "el viaje"
2
capitulo Dos "Enferma"
3
Capitulo tres "¿rescatada?"
4
capitulo cuatro "La Princesa Perfecta"
5
capitulo cinco "mi aliado el conde"
6
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8
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9
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