Una escuela infernal.

La situación en la escuela al principio es como cualquier otra escuela, aprendemos, hacemos las tareas y jugamos en el recreo. 

En la hora del recreo, Chleo y yo observamos como el profesor (Ernesto se llama) llama a tres de nuestras compañeras al salón de clases, ya sabiendo lo que hacía el profesor. 

—solo espero que no quiera vernos esta vez —me dijo Chleo mientras caminábamos.

—de verdad no quiero pasar por esa situación de nuevo —le contesté.

—nadie lo quiere, porque cada vez es peor que la anterior, piensas que te acostumbras a ello, pero no es así. 

—Chleo deberíamos hacer algo. 

—por eso vamos a irnos. 

—pero, que pasará con las demás niñas? 

—cuando salgamos de aquí encontraremos que hacer, estoy segura de eso, solo debemos ser pacientes. 

Mientras dialogamos una sombra alta se para en frente de ellas, levantamos la mirada y nuestros ojos se llenan de temor al ver que es el profesor Ernesto. 

—hola niñas —nos saludó como si nada, con una sonrisa.

Nuestra respuesta fue un silencio que dejaba claro que estábamos aterradas por su falsa sonrisa.

—que han pensado de lo que les dije? No estarán pensando contárselo a nadie, porque ya me imagino Nélida, que Chleo ya te contó lo que podría pasar. 

—no le harás daño a María —le dije luego de levantarme de una manera un tanto brusca —ni a Chleo, ni a ninguna de mis amigas. 

—entonces, quieres sacrificarte por el equipo? 

Eso que dijo me hizo retroceder y volverme a sentar aterrada.

—no, ella no quería gritarlo profesor —dijo Chleo con una muestra de súplica en su mirada.

—no parece. ¿Sabes Nélida? Lo que pasó el viernes no es nada relacionado con lo que realmente me gusta hacer, creo que tendré que castigarlas nuevamente, son niñas muy maleducadas. 

—pero si no hemos hecho nada. 

—hagan silencio ambas y acompáñenme al salón de clases. 

El profesor nos toma a ambas de las manos, aunque yo me niego a moverme.

—¿qué pasa Nélida? ¿Quieres un castigo más severo? 

—si no te mueves será peor —me advierte Chleo.

El profesor logra que ambas caminemos al salón de clases. Ya estando allí cierra la puerta y comienza nuevamente la tortura, pero esta vez mucho peor, el profesor acabaría con mi inocencia, así como lo había hecho en ocasiones pasadas con todas las niñas de aquel convenio. 

A diferencia de la ocasión anterior, el depravado hombre nos pide quitarnos toda la ropa, en su totalidad. Nuevamente me niego, pero al final siempre termino haciéndolo. Esta vez el profesor decide cubrir nuestras bocas con un listón y también amarrar las manos de ambas. 

Comienza el suceso que mataría la inocencia de cualquier niño, el cual no es necesario que mencione. 

En mi cara se reflejaba un innegable dolor y sufrimiento, a diferencia de la expresión de Chleo que aunque también se veía un tanto mal, no se comparaba con la mía, esta vez incluso el sufrimiento fue mucho más largo y agobiante, pero lo que sí lograría paralizarme completamente a fue cuando el profesor se detuvo, se levantó y les dijo:

—levántense y vengan aquí, tengo que enseñarles algo. 

Nosotras, en especial yo, estabamos temblorosas, pensabamos si deberíamos levantarnos o no, pero al final una expresión de el profesor, sin mencionar una sola palabra, logró que ambas nos pusiéramos de pie y caminaramos hacia él. Estando ya en frente de él, él sacó un pequeño estuche y luego preguntó...

—¿tú sabes qué hay aquí? ¿No es verdad, Chleo? 

—sí, ya sé que es. 

—pero, al parecer, tu amiga no lo sabe aún. ¿Quieres saber qué hay en esta caja? En esta caja está el símbolo de lo que pasaría si mencionas una sola palabra de lo que pasó aquí. No voy a enseñártelo todavía, te daré una última advertencia, jamás te atrevas a decirle a nadie lo que pasó aquí o acabaré con todos en esta escuela y luego buscaré a tus padres. 

—no, no le hagas daño a ellos, a ellos no —le supliqué.

—entonces, shhhh, porque si no vas a terminar huérfana como el resto de las niñas de esta escuela, dejarás de ser especial. 

Sin mencionar una sola palabra más, nos manda a vestirnos antes de que empiecen las clases nuevamente, luego dicta el resto de las clases como si no hubiese pasado nada. Volteo a ver a las niñas que habían entrado antes al salón del profesor con los ojos llorosos, pero las niñas no parecen sentir lo mismo que yo, ni siquiera Chleo, todo parecía normal en la expresión de esas niñas. ¿Ya se acostumbraron a esto? ¿Cuánto tiempo llevan pasando por esto? ¿Ha sido tanto tiempo que ya no les afecta?. Preguntas que invadían mi mente bastante desarrollada para mi edad, era bastante inteligente para mi edad. 

Salimos de la escuela y regresamos al convenio, todas sonrientes como si nada pasara en la escuela, como si en la escuela no pudieran sonreír y al llegar al convenio si, aparentemente, a pesar de todo lo que pasaban las niñas eran felices, pero yo pensaba que jamás podría acostumbrarme a algo así, así que esperaba con ansias la respuesta que nos daría María. 

Pasó una semana, en la que no faltaron las cosas depravadas que hacía el profesor, así que el sábado en la mañana Chelo y yo noa levantamos muy contestas, con la esperanza de recibir una respuesta afirmativa a lo que le habían propuesto una semana antes a María. 

—Vamos, quiero saber que dijeron tus padres. 

—si yo también quiero, pero espérame. 

Corremos bastante sonrientes por el corredor, pero la expresión de María no decía cosas buenas. 

—hola niñas, ¿cómo están? —las saluda, pero con una voz un poco triste.

—estamos bien. 

—eso me alegra mucho. 

— vamos, dinos. 

— ...

—¿qué dijeron mis padres? 

—ah, eso. Sentémonos aquí y hablemos... Niñas el proceso de adopción es algo complicado y toma mucho tiempo, además no creo que el gobierno lo permita, las condiciones en las que viven los padres de Nina no serían consideradas apropiadas, y aunque adoptaran a Chleo, ustedes no podrían irse porque allá no podrían estudiar, y eso es lo que los padres de Nélida quieren para ella. 

Nos miramos la una a la otra con una expresión de decepción, María al vernos pregunta... 

—¿Odian este lugar? ¿Por qué tienen tantas ganas de irse? 

Yo quería decir la verdad pero Chleo me toma del brazo con una mirada de "por favor, no lo hagas" y yo menciono las siguientes palabras tratando de evadir lo que pensaba decir en un principio. 

—es que me hacen mucha falta mis padres, quiero verlos otra vez. 

Calidamente, María me abraza, yo aprovecha ese cálido abrazo para derramar las lágrimas que había contenido durante ese tiempo. 

—eso es completamente normal, la primera vez que me alejé de mis padres también fue muy difícil para mí, pero recuerda que lo estás haciendo por ellos, para darles una mejor vida y orgullo a tu padre. 

— "¿este es el precio que tengo que pagar por ello?", pensé.

— ñtodo va a estar bien, se los prometo, solo hace falta que se acostumbren a ello. 

 María se levanta y abraza también a Chleo, luego nos regala una sonrisa y se va. 

—siento que no funcionará —me dice Chleo con la mirada triste.

— Chleo, yo no puedo acostumbrarme a esto, debemos irnos. 

—pero no podemos. 

—podemos escapar y encontrar la manera de llegar a la casa de mis padres, creo recordar el camino. 

—había pensado en eso antes, pero no me atrevo. 

—pero ahora somos dos, podemos hacerlo. 

—¿Me prometes que jamás vas a dejarme? 

—jamás, eres mi hermana. 

—entonces, que haremos? 

—idear un buen plan para escapar, ¿que necesitamos? 

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Comments

Graciela Peralta

Graciela Peralta

que pasara ahora con ella y el degenerado

2023-08-26

2

sonya martz

sonya martz

si fuera lo suficientemente inteligente hablaría con María sobre lo que pasa ahí dentro, pero no, no lo es, le gana el miedo, el temor a pensar que los suyos sufran

2023-07-25

0

Mabel Figueroa

Mabel Figueroa

no hay comentarios!!! mejore o será abandonada, no causa ninguna emoción leerla.

2023-06-20

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