Un trono, un asiento, uno que era de un rey, el trono de un monstruo. Yacía sentado, su mirada era fría y temible; que mi cuerpo podría vibrar de lo tanto que temblaba, emanaba algo que me hacía temerle, y no era su apariencia, él tenía un rostro más humano que los de su especie, pero su piel blanca lechosa, orejas puntiagudas y largas, y aquel cabello plateado, no eran nada humanos, su estatura era completamente diferente a los demás, este era diminuto, o eso parecía al compararse a sus sirvientes, probablemente media tres metros, pero era respetado como si midiera cientos de ellos, creí que de seguro ocultaba una fuerza o tal vez era rey por nacimiento.
Uno de sus sirvientes sujetaba el frasco dónde me encontraba, para que su rey pudiera observarme, una sonrisa, una malévola sonrisa, la expresión de felicidad estaba dibujada en el rostro del rey, aquel sujeto en el trono comenzó a pronunciar palabras en su idioma, una conversación se inició, ellos dialogaban algo, era evidente que yo era algo extraño para ellos, un ser jamás visto, una criatura viva externa a este mundo.
La conversación dio fin, el rey movió su mano en señal de que su sirviente se podía ir, aquel sirviente dio una reverencia inclinándose antes de partir.
Estaba siendo llevado a otro lugar, solo podía ver el gran palacio de roca, el estilo era de una época medieval, todo era antiguo, aquella bestia que me cargaba me llevo hasta una sala, en ella había muchas cosas extrañas, parecía ser una especie de laboratorio, pero uno muy primitivo.
A través del vidrio opaco se veía a una de esas criaturas ha costado en una mesa, tenía grilletes en las piernas y en los brazos, su boca tenía una especie de objeto para que no pudiera morderse la lengua, uno de esos seres entraba a la sala, traía consigo una especie de cilindro de vidrio, en ella había sangre, aquel sujeto se acercó a la criatura que estaba atado a la mesa, tomó una especie de jeringa de un estante, la punta de la jeringa se incrustó en la tapa del cilindro y absorbió su contenido, el sujeto que tenía la jeringa en las manos observó aquella sangre que sería introducida en la criatura que estaba inmóvil en la mesa.
Se acercó lentamente al él y la punta de la jeringa atravesó la piel grisácea de aquella criatura, cuando toda la sangre había sido depositada en el sujeto este comenzó a moverse sin control, era como si estuviera teniendo una especie de ataque, la piel de aquel sujeto empezó a tener manchas de color blanco lechoso, se parecía al de su rey, aquel cuerpo presentaba más cambios, su cuerpo robusto pasaba a tener una forma diferente, se estaba comprimiendo o adelgazando.
Todo parecía ir bien, según el gusto del sujeto que le había introducido la sangre a su conejillo de indias, eso era sencillo de saber pues una sonrisa en el rostro lo decía todo, pero, algo empezó a ir diferente en el cuerpo de aquel ser, este se había inflado de las extremidades, la sonrisa que existió en el monstruo se extinguió, ahora todo iba mal, el torso de la bestia se hinchaba más y más, toda la piel se inflamó, el rostro de él parecía un globo, aquella cosa se inflo hasta explotar, la criatura estaba muerta, no pudo sobrevivir.
Los utensilios de laboratorio rodaban por el piso, la mesas eran volteadas, frascos de vidrio que contenían líquidos extraños eran destruidos al tocar el suelo, aquella bestia no estaba conforme de que su experimento había salido mal, la frustración se reflejaba en forma de destrucción.
El gran cuerpo de aquel monstruo de laboratorio se acercó hasta donde me encontraba, se inclinó y me vio fijamente, una sonrisa se reflejo en su semblante, estaba feliz de verme, ahora yo sin duda sería su nuevo conejillo de indias, su ratón de laboratorio, una más de sus víctimas por lograr sus propósitos extraños.
Muchos dicen que el dolor más fuerte es el que deja un amor, que estupidez, se ve que no han sido torturados, ese dolor no tiene comparación, te hace desear la muerte, implorar que te maten, desear dejar este mundo podrido y cruel. Una afilada cuchilla cortaba mi piel, rosaba la delgada piel de mi cuerpo, al principio sentía como ardía, después se incremeto a un dolor que me volvía loco, la sangre caliente recorría la superficie de mi piel, todo acompañado de movimientos involuntarios por tratar de huir, no habían gemidos de dolor, eran gritos, lamentos, me estaban torturando, me cortaban la piel de los brazos, no se si era un experimento raro o simplemente una tortura para saciar sus gustos de sangre, lo único que se es que su rostro mostraba felicidad al masacrarme.
A través de mis pensamientos solo paso la idea de que pronto moriría, desangrado era una forma rápido y lenta de morir, pronto deje de sentir dolor era obvio que de tanto sufrimiento mi cuerpo empezaría a bloquearlo, me estaba durmiendo, era la perdida de sangre, aquella criatura me cortó las dos piernas de un solo corte, mis extremidades volaron de la mesa, la ropa que tenía fue destrozada de un jalón, quede desnudo, la criatura soltó una carcajada, creo que le dio risa ver mi pene, el desgraciado tomo mi pene con unas pinzas, y un filoso cuchillo corto mi virilidad, la verdad es que ni lo sentí, me estaba desmayando.
El maldito monstruo tomó mi cuerpo y lo arrojo a un recipiente de vidrio, yo únicamente caí como un costal de papas, continuaba desangrándome, solo se puede pensar algo en el momento de morir, y es querer seguir viviendo, mi vida se había convertido en una mierda en los últimos meses, aunque de por sí ya lo era, no tenía una vida muy buena, ya que siempre tuve las cosas complicadas, trabaje desde pequeño para estudiar porque mi madre no podía costear todos mis estudios, ella era madre soltera y nuestras vidas no eran tan sencillas, en la preparatoria conocí a Sofía y me enamoré, un amor que yo solo sentía al parecer, al final de mis últimos minutos solo quería volver a tener otra oportunidad y tener una vida mejor, pero eso era imposible, mis ojos se cerraban estaba a punto de caer ante la muerte.
Mi cuerpo se quemaba, ardía como si hubieran derramado acido encima de mi, el dolor volvía a mí, mis ojos se abrieron solo para darme cuenta de que estaba cubierto por una espesa sangre roja carmesí, el desgraciado monstruo derramo aquella sangre que le había inyectado al otro demonio adentro del frasco, me revolcaba de dolor entre esa sangre, sentía que mi cuerpo se partía, la sangre penetraba mi interior, se introducía mezclándose con mi ser, lo podía sentir, jamás se me olvidara esa maldita sensación, en esos instantes mi cerebro no pudo articular pensamientos, solo se limito a sentir, ni mi garganta era capaz de emitir sonidos de gritos, el dolor es lo único existente que sentía.
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Comments
Alicia Salamanca Hernández
que emoción de imaginarme cómo son y si lo hay para curar el cáncer fabuloso
2023-03-31
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